La persecución del castor en España




Hace unos años apareció en los periódicos nacionales una noticia que llamó poderosamente mi atención: se habían observado castores en el Ebro y en alguno de sus afluentes pero la consejería de Medio Ambiente ya tenía planeada su eliminación, por considerar que ese animal era una especie invasora introducida ilegalmente, sin que ningún estudio previo determinara la viabilidad de tal proyecto...

Estando esta población en plena expansión desde que se detectó su presencia, parece obvio que esa especie ha encontrado a este lado de los Pirineos unas condiciones de vida favorables y no parece necesario, por lo tanto, que ningún científico venga a refrendar algo que salta a la vista. Lo que pudiera parecer una buena noticia, sin embargo, a algunos les pareció una auténtica pesadilla. Tanto las autoridades como los grupos ecologistas locales pronto pusieron el grito al cielo alegando toda suerte de argumentos para denunciar lo que claramente parecía una reintroducción clandestina. El problema, en realidad, no residía tanto en el hecho de que aparecieran castores en nuestros ríos, sino más bien en la forma en que lo hicieron, fruto de una iniciativa totalmente ajena a las autoridades españolas y a los grupos ecologistas de nuestro país, que parecen haberse olvidado que lo más importante en la defensa de la naturaleza son los intereses de la propia naturaleza y no tanto los intereses propios.

La presencia de los castores fue detectada a principios del año 2005 por un equipo de la universidad de la Rioja y, tal como se estableció desde el principio en la pequeña nota que se publicó en la revista Galemys, los castores introducidos pertenecen a la especie europea, presente en la Penínula Ibérica probablemente hasta el siglo XVII. Estando clara la identidad de estos castores, resulta bastante sorprendente la información que se pudo leer en algunos medios, donde incluso se llegó a afirmar que podía tratarse de híbridos (es genéticamente imposible el cruce con el castor americano). Sorprende, en todo caso, su consideración como especie invasora. La lectura del artículo publicado por el Heraldo de Aragón no tiene desperdicio. El último argumento esgrimido en contra de los castores en este artíulo se ha repetido hasta la saciedad para justificar su eliminación: el problema es sobre todo que puede alterar el hábitat de otras especies como el visón europeo. Sabiendo que el visón es un animal que vive en medios acuáticos, resulta bastante contradictorio acusar al castor, gran valedor de los ecosistemas húmedos, de perjudicar al visón. ¿ Acaso la artificialización de los cursos de agua no tiene nada que ver en el declive de las poblaciones de visón europeo en la Penínula ?

La mala prensa de la que goza el castor, incluso en medios ecologistas (véase la reacción de Ecologistas en Acción) es difícilmente comprensible. Los beneficios de la reaparición del castor en numerosas cuencas hídricas han quedado sobradamente demostrados y en un país como España, donde el agua no sobra, la regulación del caudal de los arroyos y de los pequeños ríos que el castor logra con sus presas debería ser considerada como algo eminentemente positivo. La animadversión hacia el castor tiene en este país dos principales orígenes: el primero es la total falta de sensibilidad de los españoles hacia el medio ambiente. En cuanto hay cuatro pesetillas en juego, puede más el dinero que cualquier consideración medioambiental. Así están nuestras costas y muchos lugares de este país: salvajemente urbanizados sin que se tuvieran para nada en cuenta las voces que se alzaron en contra de tales proyectos. La otra es genética: a los españoles no nos gusta que nadie nos dé lecciones, por mucho que las necesitemos. La reintroducción del castor en España por grupos ecologistas extranjeros ha sido muy mal acogida por los ecologistas autóctonos, que en este caso han pecado defendiendo sus propios intereses antes que los de esos apasionantes roedores, que se han lanzado a la reconquista de nuestros ríos pese a la oposición de todos. Ojalá su determinación en sobrevivir sea mayor que la de los ingenieros que andan erradicándoles de nuestros ríos.

Hace unos años España organizó una exposición universal que dedicó al tema del agua. Se hicieron entonces lindas declaraciones acerca de la necesidad de un desarrollo sostenible y en defensa del medio fluvial. Me parece una paradoja que en la misma región en la que se celebró con tantísimo entusiasmo esa expo y defendieron con tanto ahínco su río, al mismo tiempo empezara la erradicación del gran arquitecto del medio fluvial por haberse comido unos cuantos chopos. Que los amantes de los castores no lloren, sin embargo. Siempre les quedará la posibilidad de ver a esos simpáticos animales en otros países, donde los castores se han convertido en todo un atractivo turístico...

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