Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

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Hace unos días la responsable de medio ambiente de la Comunidad de Murcia anunciaba que se había establecido un protocolo de actuaciones para alcanzar un nuevo modelo de gestión del arruí. Esta bonita fórmula esconde, en realidad, un auténtico plano de erradicación del arruí, ya que lo que se pretende es reducir a 300 individuos su población en la Reserva Nacional de Caza de Sierra Espuña y eliminarlo por completo del resto de la provincia. El plazo establecido para lograr este objetivo es de 24 meses. Sabiendo que hay, tan solo en la reserva de caza, unos 2000 individuos, está claro que esa campaña promete ser particularmente sangrienta. El origen de esta medida está clara, ya que los agricultores de la región llevan algún tiempo reclamando su erradicación. Para explicar esta decisión, la Dirección General de Medio Ambiente de Murcia insiste particularmente en el hecho de que se trata de una especie exótica pero el mensaje, la verdad, suena un poco a justificación tardía. Se trata, me parece a mí, de una decisión puramente política que se está intentando maquillar con argumentos pseudo-ecológicos. Intentaré, en este artículo, explicar porqué esta medida me parece una auténtica barbaridad.



Lo primero que hay que dejar claro es que, efectivamente, se trata de una especie exótica. Ahora bien, ¿ qué significa "exótico" ? Todo depende de cómo se miran las cosas. Desde un punto de vista simplista y reduccionista es exótica cualquier especie importada de otro país. Pero si bien las fronteras están claramente establecidas y marcadas por inamovibles accidentes geográficos, no cabe decir lo mismo del clima, de la flora y de la fauna, en constante mutación. Una ojeadita al pasado puede ser útil y cabe aquí preguntarse si echando la vista atrás cambia nuestra percepción del asunto. Dicho de otro modo: ¿ estuvo presente el arruí en nuestro país en el pasado ? Sí y no, estaría tentado en decir, puesto que se han encontrado restos fósiles de una especie muy similar (Ammotragus europaeus) en el yacimiento de Venta Micena (Orce), en la provincia de Granada, datados de hace un millón y medio de años. Restos de esa especie se ha encontrado también en Francia y probablemente no difiere mucho del arruí, si es que no se trata de la misma especie. Por otro lado, hay que tener en cuenta que el arruí, en el norte de África, también vive en zonas de clima claramente mediterráneo. ¿ Exótico, pues ? Lo que está claro es que está perfectamente adaptado a vivir en nuestro país.

Desde que se introdujo el arruí en Sierra Espuña, su población no ha dejado de crecer y de ganar terreno en el SE de la Península Ibérica. Que lo haga, como acabamos de ver, no es ninguna sorpresa y difícilmente se entiende que de repente sean necesarias medidas tan drásticas. No se puede negar que la población de arruis haya aumentado. Que lo haya hecho tan rápidamente, en cualquier caso, se debe a varios factores: 1) hasta ahora era una especie muy “protegida” por la administración, ya que la venta de trofeos resultaba muy rentable para la comunidad de Murcia 2) el arruí no sufría de la competencia de ninguna otra especie de ungulado. 3) El arrui no tiene, en esta región, ningún enemigo (depredador) que mantenga a raya sus poblaciones. La solución escogida para atajar el “problema” (que oficialmente no lo era hasta hace poco tiempo) es la de siempre: la caza. ¿ Realmente es éste un modelo de gestión del medio ambiente digno del siglo XXI ? ¿ No parece más razonable buscar una solución a largo plazo que pase por restaurar los equilibrios naturales ? ¿ Tiene algún sentido que al mismo tiempo que se regulan las populaciones de ungulados a escopetazo limpio, se permitan cazar los lobos en otras regiones ?



Examinando los argumentos que se suelen esgrimir en contra del arruí, dos casi siempre suelen aparecer: transmite enfermedades y compite con las especies indígenas. Argumentos simplistas que recuerdan los que se esgrimen en todo el mundo contra los inmigrantes. La aparición de un arruí muerto a consecuencia de alguna enfermedad se convierte rápidamente en noticia. ¿ Significa eso que los demás ungulados no sufren de esas mismas enfermedades ? Claramente no. Pero resulta tan tentador señalar con el dedo al que molesta… En cuanto a la competición con las demás especies, está claro que siendo herbívoros compiten con los demás herbívoros. ¿ Supone eso un problema ? ¿ Va el arruí suponer un peligro para la cabra montesa, que prolifera en alguna sierras ? Lo primero que me pregunto al reflexionar acerca de este tema es si las exigencias ecológicas de esas especies son similares y la conclusión a la que llego leyendo las descripciones de las distintas especies es que son algo diferentes. El arruí es una especie adaptada a climas más áridos que la cabra montesa. Los ecologista murcianos querrían eliminar al arrui para favorecer el ”regreso” de la cabra montesa y del ciervo pero… ¿ realmente se dan las condiciones para su regreso ? ¿ No está mejor adaptado el arrui a las condiciones climáticas del SE de la Península ? Imaginemos ahora que las temperaturas sigan subiendo. ¿ Cuál es el ungulado mejor adaptado a las condiciones climáticas futuras ? Puede que erradicando al arruí estemos tomando una decisión contraproducente a más largo plazo...



Fotografía: Property#1 / Licencia: Algunos derechos reservados

Dibujo: Universitat de València

Imaginad un instante que estáis caminando por una extensa sabana arbórea. De repente un gigantesco perezoso se alza ante vosotros, alcanzando sin demasiado esfuerzo las ramas superiores de una apetitosa acacia, cuyas hojas engulle con ganas. El animal, erguido sobre sus patas posteriores y apoyado sobre su cola mide unos 6 metros de altura y pesa unas 4 toneladas de peso. Pasado el susto, proseguís vuestro paseo y, al rato, sorprendéis a otro animal que al veros agita nerviosamente su cola, provista de unos amenazantes pinchos . Su cuerpo, rechoncho y cubierto por un duro y espezo caparazón en el que repliega sus miembros y su cabeza cuando se ve amenazado, es un auténtico tanque. Al verlo, uno no puede sino preguntarse de qué temible depredador se proteje tras esa armadura...



El megaterio y el gliptodonte son probabablemente los dos animales más conocidos de la fauna del Pleistoceno de Sudamérica. Pero tan solo son dos especies entre las muchas que poblaron ese continente hasta comienzos del Holoceno. O sea, hasta hace tan solo unos 8000 años atrás, cuando ya se habían desarrollado las primeras culturas neolíticas en Mesopotamia y en China. La lista de mamíferos desaparecidos alrededor de aquella fecha en ese continente es extensa y muchos atribuyeron esa extinción al cambio climático que tuvo lugar en ese momento, argumentando que habían desaparecido antes de la llegada del hombre. Sin embargo,  el descubrimiento en el Cono Sur de restos humanos datados de unos 12000 años pronto hizo sospechar que la desaparición pudo tener otra causa...

A pesar de que las evidencias que relacionan la actividad humana con la desaparción de esa fauna son escasas, no cabe duda que la convivencia durante al menos cuatro milenios de esa fauna con poblaciones de cazadores-recolectores debió tener un impacto sobre su demografía. Llama particularmente la atención un hecho que se reproduce exactamente igual en otras regiones del mundo en las que las megafaunas se vieron enfrentadas a la irrupción del hombre: desaparecieron prioritariamente las especies más grandes. El caso de Australia es particularmente llamativo, ya que en ese continente la desaparición de la megafauna no está relacionada con ningún cambio climático.

Los más escépticos obyectan que las poblaciones de cazadores-recolectores eran demasiado escasas para poder influir en las poblaciones de aquellos animales pero es olvidar dos elementos importantes:

1) Las especies de gran tamaño tienen una tasa de reposición muy baja, ligada al largo periodo de gestación que suelen presentar (el periodo de gestación del elefante es de 22 meses).

2) Estas especies coexisiteron durante mucho tiempo con el hombre siendo progresiva su desaparición. Si a eso añadimos los efectos del cambio climático, probablemente tengamos una explicación convincente para explicar esa desaparición. La transición del Pleistoceno al Holoceno no es el único cambio climático que sufrió esa región durante el Cuaternario pero ninguno de esos cambio llevó a la desaparición de la megafauna. Es pues más que probable que la predación ejercida por el hombre haya sido, de algún modo, el catalizador de esas extinciones.



El toxodonte, un notoungulado del tamaño de un hipopótamo, fue otra de las especies en desaparecer hace cerca de 8000 años.

¿ Y qué pintan los catus en esta historia ? Creo que tras evocar ese pasado no muy lejano en el que tantos herbívoros de insaciable apetito consumían la vegetación de esas regiones, queda particularmente claro porqué los catus (y otras plantas) desarrollaron un sistema de defensa particularmente disuasivo que hoy en día puede parecer difícil de entender en muchas regiones en las que tan solo sobrevivieron herbívoros de dimensiones mucho más reducidas. Por otra parte, uno se pregunta, viendo los frutos de algunos cactus y de otras muchas especies de plantas (como el aguacate, por ejemplo), qué animales los consumen y dispersan sus semillas. Echando la vista atrás, todo cobra mucho más sentido.

Está claro que los grandes herbívoros del Pleistoceno tuvieron un considerable impacto sobre el desarrollo de la vegetación del continente americano. Llama poderosamente la atención que en Sudamérica no exista una fauna de grandes herbívoros en las extensas praderas existentes, tal como es el caso en África, por ejemplo. Estos ecosistemas, de algún modo, se han quedado huérfanos y siendo endémicas muchas de las especies desaparecidas, cabe preguntarse - en caso de querer llevarse a cabo algún proyecto de rewilding - qué especies actuales podrían desempeñar en esos ecosistemas el papel que desempeñaron estos animales de tan reciente desaparición.




Imagen 1: Diario Clarín
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SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

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