Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

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Casi sin proponérmelo, me doy cuenta que muchos de los artículos que he escrito en este blog giran alrededor de un tema bastante recurrente: el calentamiento global y sus efectos en nuestra flora y fauna. Algunos artículos tratan del pasado, de épocas en las que el clima era más cálido que el actual, y otros tratan del futuro, que promete ser más cálido y se parecerá, en muchos aspectos, al de aquel pasado no tan remoto. En casi todos esos artículos el pasado sirve de clave para entender el futuro. Aunque las especies evolucionan y se adaptan poco a poco a las nuevas condiciones a las que están sometidas, no han cambiado tanto las exigencias ecológicas de los principales taxones que componen y componían la flora y la fauna de nuestro continente y estoy convencido que conociendo cómo era la vegetación de nuestro continente en el pasado debería ser posible entender algo mejor hacia dónde vamos o podríamos ir.

Creer que la evolución actual nos llevará naturalmente a algo parecido a lo que hubo en el pasado es, sin embargo, un error. El continente europeo sufrió, durante el Cuaternario, un empobrecimiento florístico y faunístico sin precedentes. Si comparamos los bosques de nuestro continente y de la Península Ibérica con los de Norteamérica o de Asia, nos damos cuenta que mientras en esas regiones los bosques están constituidos por un elevado número de especies, aquí son muy pocas las especies que "dominan" nuestros bosques. Generalmente una o dos especies constituyen todo el dosel arbóreo. Nuestros bosques son encinares, quejigares, pinares, hayedos. La dominancia que han alcanzado esas especies se debe, claramente, a la ausencia de especies que compitan con ellas. Viendo, por ejemplo, como prosperan las secuoyas y otras especies arbóreas en la Sierra de Guadarrama (Secuoyas en la Sierra de Guadarrama), queda claro que la dominancia de esas especies se debe al hecho de que han sido las únicas que han sobrevivido a las glaciaciones en en la Península. Por muy naturales que sean nuestros bosques, sufren sin emabrgo de la misma debilidad que muchos "monocultivos": llega una enfermedad o una plaga nueva, cambian las condiciones ecológicas y todo se viene abajo. De hecho, los ingenieros forestales llevan unos cuantos años advirtiendo de la principal consecuencia ya observable del calentamiento global: el "decaimiento forestal" (1). Paradójicamente, las especies más perjudicadas por el calentamiento global en la Península Ibérica son la encina y el alcornoque, particularmente en terrenos con muy poco suelo.

En este contexto de calentamiento del clima y de progresivo debilitamiento de muchos bosques, sometidos a un estrés hídrico cada vez mayor, el éxito de algunas especies invasoras en las últimas décadas no es realmente una sorpresa. Tal como lo comentaba en un artículo dedicado a los Neobosques, el éxito de las acacias en Galicia y en Portugal probablemente tenga más que ver con un cambio en las condiciones ambientales — que ha propiciado un aumento de los incendios forestales y el auge de las especie pirófitas como las acacias o los eucaliptos — que con una supuesta ventaja competitiva de esas especies con respecto a las especies autóctonas. Luchar contra esas especies invasoras no cambia nada al problema subyacente. O sea, el debilitamiento de las especies autóctonas, incapaces de adaptarse en tan poco tiempo a las nuevas condiciones imperantes. Plantar encinas y robles donde a toda costa queremos verlos crecer tal vez sea un error. Es probable que en muchos lugares los árboles que hemos plantado estén condenados a no alcanzar nunca la edad adulta...





Inflorescencia compuesta de la acacia (Acacia dealbata). Especie pirófita, la acacia se ha beneficiado enormemente de la ola de incendios que han azotado Galicia estas últimas décadas.



Para hacerse una idea de los cambios que cabe esperar, lo mejor es considerar el aumento de temperatura máximo previsto por los especialistas del clima, que se corresponde a un mantenimiento del consumo actual de hidrocarburos. O sea 6 grados de aumento de la temperatura desde la época preindustrial hasta finales de este siglo. ¿ Qué significa eso ? Un aumento de los pisos de vegetación de unos 1000 metros y un desplazamiento hacia el norte de los principales biomas de cientos de kilómetros. Viendo la magnitud de los cambios, no es pues de extrañar que se estén debilitando poco a poco los árboles en muchos lugares. La rapidez de esos cambios y la incapacidad de muchas especies para desplazarse hacia zonas más favorables supondrá la desaparición de muchísimas especies, sobre todo en las zonas montañosas donde muchas de ellas, endémicas, son auténticas reliquias (¿ Regreso al Mioceno ?). Esto me lleva a la pregunta del millón: ¿ qué haremos ? ¿ Dejaremos que se extingan ? ¿ Tiene algún sentido constituir bancos de semillas si esas especies no se van a poder plantar más tarde en los ecosistemas de las que provienen ?

Personalmente tiendo a pensar que si el hombre tiene la culpa del actual calentamiento (cosa que está ya prácticamente demostrada) y de la considerable fragmentación de los ecosistemas, algo tendrá que hacer para mitigar sus efectos. Lo más importante, creo yo, es permitir que muchas especies condenadas a desaparecer encuentren un nuevo hogar. El pinsapo es, probablemente, el mejor ejemplo entre las especies arbóreas. Actualmente esa especie vive confinada en unas cuantas sierras andaluzas de las que podría desaparecer si las temperaturas realmente suben esos 6 grados. ¿ Qué tenemos que hacer ? ¿ Observar cómo desaparece esa emblemática especie ? Sabiendo que en otras sierras situadas más al norte se dan (y se darán) las condiciones para su supervivencia, ¿ no haríamos bien en anticiparnos a esos cambios ? De hecho, alguien ya lo hizo y existe un pequeño pinsapar en el Sistema Ibérico (Orcajo, Zaragoza) en el que los pinsapos están prosperando. Claro que aplicando el mismo tipo de razonamiento a nivel regional que a nivel nacional, habría que considerar al pinsapo una especie invasora en esas sierras… Lo mismo cabría decir del cedro, seriamente amenazado en su lugar de origen pero del que existen magníficos bosques en Francia (El cedro, rey olvidado de nuestras montañas).





Jóvenes pinsapos en el pinsapar de Orcajo (Zaragoza), donde sorprende la abundantísima regeneración natural de esta especie. Parece evidente que el pinsapo pudiera tener un área de extensión muchísimo más amplia de no estar confinado en los pocos macizos andaluces en los que aún sobrevive. Fotografía: Comuneros Calatayud



Estos cambios nos obligan, claramente, a cuestionar algunas verdades y a redefinir algunos conceptos que, analizados desde la perspectiva de los cambios en curso, carecen de sentido. ¿ Qué especies han de considerarse autóctonas y alóctonas ? Esa pregunta no tiene una respuesta sencilla. Muchas especies, como el cedro, estuvieron presentes en toda la cuenca mediterránea hasta bien entrado el Cuaternario y están claramente adaptadas al clima mediterráneo. ¿ Exóticas ? La respuesta no es baladí, ya que muchas de esas especies tienen áreas de repartición relictales y están gravemente amenazadas. Permitir que se establezcan poblaciones de esas especies en otros puntos de la cuenca mediterránea, en lugares en los que estuvieron presentes en un pasado relativamente cercano no parece por lo tanto una idea descabellada y, de hecho, es una idea que algunos científicos defienden (conservación ex-situ). De hecho, no hacen otra cosa los jardines botánicos, que sin embargo tan solo pueden mantener un número muy limitado de individuos. Ciñéndonos a los géneros y especies cuya presencia en un pasado reciente está claramente demostrada, podríamos considerar como "paleoautóctonas" a toda una serie de taxones: Liquidambar, Platanus, Zelkova, Cedrus, Aesculus, Pterocarya, etc. No me parecería una barbaridad plantearse la idea de permitir que esas especies se puedan implantar en un territorio en el que ya estuvieron presentes antes de las glaciaciones, en condiciones climáticas similares a las actuales. De hecho, alguna de ellas (Pterocarya y Aesculus) no han esperado que tomemos ninguna decisión al respecto y ya han dado el salto al medio natural. Paradoja interesante, siguiendo los mismos criterios, también deberíamos considerar "paleoautóctono" al ailanto, tan odiado por los naturalistas de este país y considerado una peligrosa especie invasora, cosa que discuto (avanzando argumentos) en el último articulo publicado en este blog (Ailanto: mitos y realidades).

Muchas de estas consideraciones también aplican al mundo animal y no acabo muy bien de entender, por ejemplo, el creciente odio que despierta el arruí en muchos naturalistas (El arruí en la punta de la mira). Aunque su presencia se deba a una dudosa iniciativa de los cazadores, su presencia en el SE de la Península Ibérica no carece de lógica si pensamos en las similitudes que presenta esa región con las zonas de las que es originaria esa especie. De hecho esa especie se verá claramente beneficiada por los cambios medioambientales propiciados por el calentamiento global. Cargársela, así por las buenas, puede que no sea una buena idea. Más teniendo en cuenta de que se trata igualmente de una especie amenazada. Otro tanto ocurre con el macaco de gibraltar, en grave peligro en su área de repartición original y víctima de un odioso tráfico. Su presencia en la Península Ibérica y en el resto de Europa tampoco carecería de lógica (El macaco de Gibraltar, un primate mediterráneo). La idea de reintroducir donde sea posible las faunas extintas durante el Cuaternario a consecuencia de los cambios climáticos y de la irrupción de un temible depredador capaz de influir decisivamente sobre los ecosistemas (léase esta frase mirándose uno al espejo) poco a poco va haciendo su camino y son ya bastantes los científicos que la apoyan. La idea es que los ecosistemas, sin la presencia de esa megafauna, no se parecen en nada con lo que realmente fueron en el pasado. Esa metáfora de la ardilla que supuestamente hubiese podido cruzar la Península Ibérica sin bajarse de los árboles es, sencillamente, una ilusión. Los animales - la megafauna en particular - contribuyó siempre a mantener una permanente discontinuidad en los ecosistemas (Ecosistemas huérfanos). En un país que sufre cada verano oleadas de incendios, esa idea debería al menos considerarse.



(1) GIL PELEGRÍN E., PEGUERO-PINA J.J., SANCHO KNAPIK, D. (2009) / La sequía y el decaimiento forestal en la Península Ibérica: ¿una explicación sencilla para un fenómeno complejo? /





Cada vez que publico algún post acerca del ailanto en la página de Facebook que llevo en paralelo a este blog, éste provoca siempre las reacciones airadas de muchos naturalistas que consideran al ailanto como el enemigo público número 1. Lo cierto es que desde que la comunidad científica advirtiera del problema de las invasiones biológicas, el ailanto ocupa siempre los primeros puestos en la lista de indeseables. En las (ya) numerosas publicaciones que describen las especies invasoras más peligrosas se insiste mucho en aquellos caracteres que supuestamente confieren al ailanto una ventaja competitiva sobre las demás especies (autóctonas). Una cosa, sin embargo, es lo que creemos o suponemos acerca de una especie, y otra bien diferente es lo que la observación de la realidad nos aprende. Veamos, pues, que hay de cierto tras algunas afirmaciones hechas acerca del ailanto.

Retrato robot

El ailanto (Ailanthus altissima) es un árbol caducifolio de tamaño mediano (alcanza unos 30 metros de altura) perteneciente a la familia de las Simaroubaceae, principalmente integrada por especies tropicales y subtropicales, siendo el ailanto una de las pocas especies que crece en climas templados. Tiene unas hojas imparipinnadas de unos 40-60 cm, constituidas por unos 5-12 pares de folíolos lanceolados a ovado-lanceolados, de margen entero, con uno o varios pares de dientes en la base, provistos de una glándula negra en el ápice. Las hojas aparecen tardíamente en primavera, en el mes de mayo.

El "árbol de los dioses", como se le conoce también, es una especie dioica pero, aunque las flores son generalmente unisexuales, algunas pueden ser hermafroditas. Las flores se agrupan en largas panículas que nacen en la axila de las hojas. Están provistas de un disco nectarífero lobado que atrae los insectos que las polinizan. Los frutos, alados, están provistos de un ala alargada que rodea la semilla, que tiene un contorno redondeado.


     

¿Ventajas competitivas?

En las numerosas publicaciones actualmente disponibles acerca de las especies invasoras, se suele insistir mucho en las siguientes características del ailanto, que supuestamente le conferirían una clara ventaja competitiva sobre las especies autóctonas que amenazaría:

- Es una especie de crecimiento rápido
- Se propaga vegetativemente y a grandes distancias gracias al alcance de sus raíces
- Produce una gran cantidad de semillas, que se propagan fácilmente por vía aérea
- Produce unas sustancias alelopáticas que inhiben el crecimiento de otras especies

Olvidándonos de que estamos hablando del ailanto y leyendo esta lista de supuestas ventajas competitivas, cabría preguntarse si son exclusivas del ailanto y la verdad es que existen bastantes especies (tanto autóctonas como alóctonas) a las que podrían corresponder, al menos, las tres primeras características citadas. Y cosa curiosa, todas estas especies son, precisamente, las que compiten con el ailanto en los medios ribereños que se le acusa de invadir: chopos, álamo, sauces, olmos y arce negundo (otra exótica), en efecto, son especies de rápido crecimiento capaces (salvo el olmo, tal vez) de propagarse vegetativamente y produciendo una enorme cantidad de semillas dispersadas por el viento (especies anemócoras). Casi todas son también anemófilas, siendo el ailanto una excepción a la regla.


De las supuestas ventajas competitivas tan solo nos quedaría pues la última pero acusar al ailanto de ser una especie de Saddam Hussein del mundo vegetal es olvidar algo obvio: otras especies, incluidas las especies autóctonas, utilizan la misma estrategia para luchar contra sus competidores. Un estudio experimental reciente (1) llevado a cabo por investigadores de la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad de Alcalá y el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca demuestra claramente que el ailanto no tiene la exclusividad de esos métodos. Es más, parece que algunas especies autóctonas podrían ser incluso más eficientes que el ailanto. Es el caso del chopo, por ejemplo, según demuestra este estudio, cuyas conclusiones son las siguientes:

• Los extractos de hojarasca de todas las especies arbóreas tendieron a reducir la velocidad y, en menor medida, la tasa de germinación de las cuatro especies herbáceas.
• No existe un efecto consistente de los extractos de hojas de los árboles exóticos sobre las herbáceas nativas.
• Los efectos dependen tanto de la naturaleza del árbol donante como de la herbácea receptora.
• La especie arbórea autóctona -el chopo- redujo también significativamente la velocidad de germinación de todas las herbáceas, salvo Ch. album, lo que sugiere que la producción de sustancias alelopáticas para competir con la vegetación acompañante no es un mecanismo exclusivo de las especies alóctonas.


Nos quedamos, pues, con realmente pocos argumentos para acusar al ailanto de ser una peligrosa especie invasora. Tan solo nos quedan, para sustentar la acusación, las evidencias del terreno… ¿ En qué tipos de entornos crece, pues, el ailanto en la Península Ibérica ?

El ailanto en la Península Ibérica

El ailanto se introdujo en Europa en el siglo XVIII y ya se encontraba naturalizado en la Península Ibérica a principios del siglo XIX. Se trata pues de una especie con la que convivimos desde hace más o menos unos dos siglos. Un tiempo más que suficiente para hacerse una idea bastante buena del potencial expansivo de esa especie. ¿ Dónde crece hoy en día el ailanto ? A pesar del carácter invasivo que se le presupone, el ailanto se encuentra fundamentalmente en entornos fuertemente antropizados: bordes de carreteras y de vías de tren, taludes, solares abandonados, etc. Su presencia en entornos naturales tan solo está documentada en bosques de ribera. Personalmente nunca lo he observado en otros medios tales como encinares, melojares o pinares, a no ser por la existencia de alguna obra que haya supuesto que se remueva el suelo. Tras dos siglos, parece pues que el ailanto tan solo se haya inmiscuido en los bosques de ribera, de los que cabe preguntarse si realmente se pueden considerar ecosistemas inalterados. ¿ Se justifica pues considerar al ailanto una especie invasora ?

El ailanto en el registro fósil

Lo que muchas personas ignoran, cuando se habla del ailanto, es que esa especie tal vez no sea tan “exótica” como pudiera parecer. Todo depende, en realidad, de la escala de tiempo con la que se consideran las cosas. Las glaciaciones cuaternarias han provocado, en el Hemisferio Norte, importantes cambios en la composición de las floras. Las plantas responden a los cambios climáticos de dos maneras diferentes: desplazándose e instalándose en zonas de clima más favorable o evolucionando y tratando de adaptarse a las nuevas condiciones. Esta última opción siendo mucho más lenta, es obviamente desplazándose que las plantas respondieron a las bruscas oscilaciones climáticas del Cuaternario. En el continente europeo, sin embargo, el movimiento de las plantas hacia latitudes meridionales se vio interrumpido por dos obstáculos insalvables para muchas especies: las cadenas montañosas que bordean el Mar Mediterráneo y el propio Mar Mediterráneo.



Si bien algunas especies lograron resistir en zonas refugio situadas en las penínsulas del S del continente, otras muchas desaparecieron. Ese fue el caso del ailanto que, sin embargo, es un árbol bastante resistente. Restos fósiles de la especie que estuvo presente en todo el Hemisferio Norte antes de las glaciaciones se han encontrado en muchos lugares en Europa, tal como se puede ver en el mapa que copio a continuación. La especie que aún vivía en Europa en el Plioceno, aunque lleve un nombre específico diferente (Ailanthus confucii), no difiere en nada del ailanto actual, especie de la que es el antecesor directo y que probablemente se pueda considerar como la misma especie.


Conclusiones

Todo lo expuesto con anterioridad me lleva a una conclusión lógica acerca del ailanto, que probablemente me valga las iras de muchos naturalistas: el ailanto no debería ser considerado una especie tan peligrosa como se quisiera hacer creer. Es cierto que esta especie ha colonizado con éxito muchos terrenos “antropizados”, principalmente en las cercanías de los núcleos urbanos, pero que yo sepa no hay evidencias claras de que esté desplazando a especies autóctonas en medios naturales. Los medios ribereños en los que sí parece competir con otras especies son unos medios en los que en el pasado las especies autóctonas tuvieron que competir con numerosas especies “exóticas”. Una simple lista de los géneros presentes en Europa en esos ecosistemas, en un pasado no muy lejano (Plioceno y Pleistoceno) basta para darse cuenta hasta qué punto se han empobrecido estos ecosistemas a consecuencia de las glaciaciones cuaternarias: Liquidamabar, Platanus, Pterocarya, Engelhardia, Taxodium, Ailanthus, Aesculus, Carya, etc.

No es pues de extrañar que, en algunos lugares, especies pertenecientes a estos géneros y cultivadas como ornamentales tiendan a inmiscuirse en ese tipo de ecosistemas. Teniendo claro que estas especies (o especies muy similares) estuvieron presentes en estos ecosistemas durante millones de años antes de desaparecer a consecuencia de las glaciaciones, me resulta realmente difícil verlas como especies invasoras. Su presencia en esos ecosistemas parece más bien un regreso al estilo del de aquel soldado que vuelve de la guerra en la película Sommersby (con Richard Gere). El problema de los ecosistemas ribereños no es tanto que especies exóticas entren a competir con las especies autóctonas - convivieron con ellas durante millones de años y salieron airosas de esa "confrontación" -, sino más bien lo exíguo de su repartición actual y el estado de degradación en el que se encuentran. No me cabe la menor duda de que si dejáramos que este tipo de vegetación se desarrollase más extensamente, habría cabida para muchas más especies, tal como fue el caso hasta que la última glaciación eliminara buena parte de ellas. Imaginar como fueron estos bosques está al alcance de todos: un paseíto por los parques de Aranjuez, con sus plátanos y sus liquidambares monumentales puede dar una buena idea de como debieron ser esos bosques ribereños...



(1) Pérez Corona M. E. et al. (2011) / Efecto alelopático de especies invasoras de ribera sobre la germinación de especies del sotobosque. / Pastos paisajes culturales entre tradicion y nuevos paradigmas del siglo XXI. C. Lopez Carrasco Fernandez; M.P. Rodriguez Rojo, A. San Miguel Ayanz, S. Roig Gonzalez (Eds.), SEEP, Toledo, pp. 189-194.

(2) Sarah L. Corbett and Steven R. Manchester1 (2004) / Phytogeography and fossil history of Ailanthus (Simaroubaceae) / Int. J. Plant Sci., Vol. 165(4), pp. 671–690.



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SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

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