Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

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La primera imagen que viene en mente al evocar la naturaleza de Brasil es la selva amazónica. Esta vasta extensión de árboles recorrida por un sinfín de ríos de dimensiones grandiosas ha alimentado la imaginación de muchos exploradores, que creían que iban a encontrar en este lugar misterioso el mítico Eldorado. Las dimensiones casi continentales de la Amazonia nos hacen olvidar que Brasil no es tan solo ese país tropical que cantaba Jorge Bem. La diversidad de sus paisajes, de su flora y de su fauna es mucho mayor de lo que uno puede imaginar y muchas personas probablemente se sorprenderán al saber que es posible ver nieve cuando el invierno austral alcanza los estados del sur. En este primer artículo dedicado a Brasil les voy a hablar de un árbol muy conocido en el sur del país. El pino Paraná  (Araucaria angustifolia) es una de las plantas más sorprendentes de la flora brasileña, un auténtico fósil viviente cuya supervivencia está seriamente amenazada por la codicia de los hombres...





Tronco de un pino Paraná en Itaiópolis (Santa catarina), en la Reserva Particular del Patrimonio Natural de las Araucarias Gigantes, creada por el Instituto Rã-bugio para la Conservación de la Biodiversidad, una ONG ambientalista fundada por Elsa Nishimura Woehl y Germano Woehl Jr. El tronco de este pino tiene una circunferencia de 4,10 m. Fotografía: Instituto Rã-bugio para Conservação da Biodiversidade.



Como ocurrió con muchas otras especies de gimnospermas presentes en Sudamérica, los colonos europeos dieron el nombre de "pino" a este árbol, por analogía con los auténticos pinos, que pertenecen a un género (Pinus) y una familia (Pinaceae) diferentes, originarios del Hemisferio Norte. También se utiliza mucho el nombre "araucária", que es el nombre científico de este género, al que pertenece esta espécie y que los científicos crearon adoptando el nombre dado por los indios araucanos a la especie hermana (Araucaria araucana) que crece en los Andes de Argentina y de Chile. En el idioma tupi-guarani, este árbol recibe el nombre de "curi", palabra que dio origen al nombre de la ciudad de Curitiba, capital del estado brasileño de Paraná, y que vendría a significar “bosque de araucárias". Las araucárias son árboles propios del Hemisferio Sur que actualmente sólo están presentes en el sur de Sudamérica y en Oceanía (Australia y Nueva Calcedonia). Fueron, hace millones de años, un elemento destacado de la flora de la Antártida antes que el hielo cubriera por completo ese continente. Y fueron, junto a otros grupos de coníferas, elementos dominantes de la flora terrestre en ambos Hemisferios durante el triásico y el jurásico. Aunque tan solo fuese por eso, el hombre debería sentir un profundo respecto hacia estos árboles que ya erguian su característico perfil en la época de los dinosaurios.




Bosque de araucárias en una meseta del Paraná, fotografiada en 1884 por el fotógrafo Marc Ferrez. Hoy en día, las araucarias solo sobreviven en lugares que no pudieron ser explotados o cultivados. .



De todas las especies de árboles existentes en Brasil, el pino Paraná probablemente sea la más fácil de reconocer. Tiene, en efecto, un perfil característico, con un tronco columnar del que nacen ramas perpendiculares que se van enderezando progresivamente, dando al árbol un típico aspecto de candelabro. En condiciones favorables, en suelos ricos y profundos, puede alcanzar una altura de hasta 50 m, pudiendo llegar a tener su tronco un diámetro de hasta 2,5 m. Las ramas más viejas poco a poco van cediendo bajo el efecto de su propio peso y se acaban cayendo, permaneciendo tan solo las ramas más altas. Las hojas, persistentes y rígidas, son relativamente pequeñas (no suelen medir más de 6 cm de longitud) y tienen una forma linear o lanceolada muy diferente de la forma que pueden tener las hojas de los demás árboles tropicales, generalmente mucho más grandes. Viendo las inflorescências y los frutos de este árbol, queda claro que se trata de una conífera, o sea, una planta cuyas estructuras reproductivas están constituidas por escamas generalmente agrupadas en conos (piñas). Se trata de un grupo de plantas muy antigo que tiene pocos representantes en las floras actuales. Al menos en comparación con las plantas con flores (Angiospermas), aparecidas al final de la era jurássica. En Brasil, por ejemplo, de 56.000 especies de plantas conocidas tan solo 16 espécies son coníferas. El pino Paraná es la única espécie del género Araucaria presente naturalmente en ese país.



Distribución actual de la familia de las Araucariaceae. En Sudamérica viven dos especies: Araucaria araucana en Chile y Argentina y Araucaria angustifolia (pino-Paraná) en el S de Brasil, N de Argentina (provincia de Misiones) y E de Paraguay (Alto Paraná).




Especie típica del sur de Brasil, el pino Paraná crece en las partes más altas de los estados de Rio Grande do Sul, Santa Catarina y Paraná, por encima de los 500 metros de altitud. También está presente en estados más norteños como São Paulo y Minas Gerais por encima de los 800 m de altitud. Alcanzaba su mayor extensión en las mesetas paranaenses, siendo una especie particularmente bien adaptada al clima muy variable de esta región, con veranos cálidos e inviernos fríos en los que la temperatura puede bajar de cero grados. En estos bosques de altura, el pino Paraná convive con muchas especies propias de la mata atlántica, ocupando el pino la posición más alta del dosel arbóreo, destacando su característico perfil por encima de los demás árboles. Esto podría dejar suponer que el pino Paraná es el elemento dominante de esos bosques pero lo cierto es que necesita luz para desarrollarse y las jóvenes araucarias solo consiguen crecer cuando el bosque sufre algún tipo de perturbación que abra espacios en el seno del bosque. El fuego es un factor importante para el desarrollo de los pinos, que gracias a su espesa corteza (alcanza los 15 cm de espesor) y al hecho de tener sus partes vitales alejadas del suelo son capaces de sobrevivir a los incendios. Se trata pues de una especie pionera que más tarde convive con las demás especies que se desarrollan a su alrededor y que van cerrando poco a poco el bosque y condenando las pequeñas araucarias a una fatal oscuridad.







Tuvo durante todo el siglo XX una extraordinaria importancia económica, debido a la explotación de sus bosques para la obtención de madera. La madera del pino Paraná es de buena calidad y se ha utilizado mucho para la elaboración de muebles y la construcción de casas. Con la mecanización de su explotación a finales del siglo XIX y la masiva llegada de inmigrantes europeos, se desarrolló mucho la arquitectura de madera en los estados del sur de Brasil, favorecida por su bajo coste. En un estado como Paraná, este tipo de arquitectura se convirtió en una auténtica tradición y hoy en día muchas de estas construcciones son consideradas patrimonio nacional. El bosque de araucarias fue intensamente explotado durante todo el siglo XX, siendo esta actividad uno de los principales motores del desarrollo económico de los estado sureños. Se construyeron entonces líneas férreas y vías de comunicaciones para poder comercializar la madera de los pinos, que llegó a representar hasta el 93 % del total de las exportaciones brasileñas de madera. Una cifra enorme si tenemos en cuenta que estamos hablando de un país como Brasil, que explica la auténtica devastación a la que fueron sometidos los bosques del sur de ese país, explotados sin que nadie se preocupase por su regeneración. El resultado fue la práctica desaparición de estos bosques. Se calcula que el bosque de araucarias cubría originalmente una superficie de unos 200.000 km2, ocupando un 40% de la superficie del estado de Paraná, 30% de Santa Catarina y 25% de Rio Grande do Sul. Hoy en día se conserva apenas un 1 ou 2 % de la superficie original.





Piña abierta de Araucaria angustifolia mostrando las escamas que constituyen el cono y las semillas. Fotografía: Deyvid Setti e Eloy Olindo Setti



Además de ser una especie que produce una excelente madera, el pino Paraná también tiene un interés culinario. Las semillas (piñones) son comestibles y constituían un elemento fundamental en la dieta de los pueblos indígenas del sur de Brasil. Un interés que compartían con muchas especies de animales que se encargan naturalmente de la dispersión de sus semillas, que algunas especies de aves como la urraca azul (Cyanocorax caeruleus) entierran en el suelo constituyendo reservas para los meses de invierno. Muchas de esas semillas, finalmente olvidadas, germinan luego conquistando nuevos espacios. El piñón se utiliza mucho en el sur de Brasil, donde se consume en ensaladas, tortas y pasteles o, más simplemente, asado en la hoguera. En muchas ciudades se celebra cada año una fiesta del piñón que marca el fin del otoño y coincide con las festas juninas. La recolección suele empezar alrededor del 15 de abril y se prolonga hasta el mes de julio. Esta actividad está hoy en día severamente controlada, ya que la recolección ilegal pone en serio peligro la recuperación de la especie.





Piñones servidos como aperitivo. Fotografia: Adrian Michael. Licencia: GNU Free Documentation License.



Considerada en peligro crítico de extinción por la IUCN (International Union for Conservation of Nature ), esta especie está en teoría estrictamente protegida hoy en día, lo que no impide que aún sigan siendo explotadas de manera ilegal. La mayor parte de la superficie otrora ocupada por el bosque de araucarias se convirtió en terrenos agrícolas. Los desastres medioambientales causados por las lluvias durantes las últimas 5 décadas en el sur de Brasil demuestran sin embargo hasta qué punto esas tierras han quedado expuestas a la erosión. Aunque existen muchos proyectos para reverter esta triste situación, no está nada claro si finalmente se logrará salvar los últimos bosques de Araucarias de Brasil. Sería realmente una pena que en poco más de un siglo lográsemos borrar de la faz de la tierra una especie presente desde hace millones de años.
En un artículo que escribí hace algún tiempo, me preguntaba yo de quién se protegen los cactus y destacaba el importante papel que tuvieron que desempeñar las megafaunas extintas en el desarrollo de las plantas y ecosistemas del continente americano. Los ejemplos de coevolución son frecuentes en la naturaleza (son la norma, en realidad) y llegan a tales extremos que dejan a algunas especies totalmente dependientes unas de otras. Si una de ellas llega a desaparecer, la otra al poco tiempo también desaparece. ¿ Que sería de la estrella de navidad (Angraecum sesquipedale) – una orquídea originaria de Madagascar cuya característica más destacable es tener flores provistas de un espolón de una longitud desmesurada (29 cm) – si su único polinizador – la esfinge de Morgán (Xanthopan morgani preadicta) – llegase a desaparecer ? Este ejemplo demuestra claramente hasta qué punto muchos equilibrios son delicados y la facilidad con la que pueden llegar a romperse.




Cultivada en nuestro país desde hace varios siglos, la acacia de tres espinas (Gleditsia triacanthos) es un árbol que alcanza los 20-30 metros de altura que llama poderosamente la atención por dos características muy llamativas. La primera son las espinas que cubren las viejas ramas y el tronco, ramificadas y muy disuasorias por su solidez y tamaño (alcanzan los 20 cm de longitud). La segunda son sus legumbres, indehsicentes, cuya pulpa es azucarada y comestible. Este último carácter ha convertido esta especie en invasora en Argentina y Uruguay, ya que al ganado le encanta sus legumbres y dispersa muy eficientemente sus semillas (no digeribles).




Ahora bien… ¿ Qué animal(es) comía(n) sus legumbres antes de que los Europeos introdujeran el ganado en América ? Tal vez los bisontes ejercieran antiguamente el mismo papel que desempeña hoy el ganado pero eso no explica que este árbol tuviese que protegerse de tal manera. Por un lado, el árbol produce unas sabrosas y tentadoras legumbres pero por otro lado defiende sus ramas y su tronco de una manera tan disuasoria que cuesta creer que necesitara tales espinas para protegerse de bisontes y de antílopes. A no ser, claro está, que quien consumiera sus frutos fuese algún animal parecido a… éste:





Aunque el artista que dibujó este perezoso gigante tan solo añadiera el perfil de un hombre para comparar el tamaño de ambos, lo cierto es que los primeros americanos sí que llegaron a coexistir con estos auténticos monstruos. Cuando los primeros cazadores-recolectores llegaron al continente americano, éste aún estaba poblado por una rica fauna de Mamíferos que en aquél entonces era más rica y diversa que la que conocemos hoy en día en África. Sin embargo, en un relativamente breve espacio de tiempo, la mayoría de estos grandes animales desapareció como por arte de magia. Las dos únicas explicaciones posibles han dividido durante mucho tiempo la comunidad científica. Algunos afirman que sucumbieron como consecuencia de los cambios climáticos. Otros piensan que fueron cazados y eliminados por el hombre. Está claro que hacer recaer sobre el hombre prehistórico la culpa de su desaparición no es una idea agradable y oscurece la idea que nos hacíamos de esas sociedades primitivas. El caso es que la coincidencia entre la llegada del hombre y la desaparición de la megafauna se repite en otras regiones en las que el hombre hizo irrupción, sin coincidir necesariamente con ningún cambio climático. Es demasiado sospechoso como para exculpar sin más al hombre de cualquier responsabilidad. De hecho, tales cambios climáticos se han repetido durante todo el Cuaternario sin que desapareciera esa megafauna. Algunas especies se extinguieron y otras las reemplazaron, sin que llegasen a extinguirse todas de repente. El presente, por otra parte, tiende a demostrar que aquello tan solo fue el comienzo…



La desaparición de la megafauna y de muchas especies de un tamaño más reducido han dejado “huérfanas” a muchas especies de plantas y de animales que han visto desaparecer las especies con las que coevolucinaron. El ejemplo de la acacia (flasa acacia en realidad), tan solo es uno de ellos. Otras dos especies han sido a menudo citadas como ejemplo de “anacronismos evolutivos”. O sea, de especies que muestran unas adaptaciones aparentemente sin sentido en las condiciones actuales.  La primera es el naranjo de los Osajes (Maclura pomifera), una especie de árbol perteneciente a la familia de las Moráceas con un área de distribución relictual en el S de los Estados Unidos. Es interesante notar que esa área de distribución, aunque bastante más reducida, coincide en parte con la de la acacia de tres espinas. Coincidencia o no, también se trata de un árbol armado de fuertes espinas...





El último ejemplo que citaré es de sobra conocido puesto que se trata de un fruto que todos alguna vez habéis comido: el aguacate. Cabe hacerse acerca del aguacate la misma pregunta que para muchas especies americanas cuyos frutos y semillas son claramente sobredimensionados para la actual fauna que puebla ese continente. Cualquier herbívoro actual se atragantaría si tuviese que tragar semejante semilla. Para un megaterio o un gliptodonte, sin embargo…





Tales anacronismos evolutivos no se limitan al mundo vegetal. ¿ Acaso sabéis cual es el herbívoro más rápido del planeta ? Estoy casi seguro que al leer esta pregunta, vuestra memoria os habrá devuelto las imágenes de algún reportaje sobre la fauna africana. Algún tipo de antílope estréis pensando. Pues casi, casi. Se trata, en efecto, de un antílope. Pero vive en… ¡ Norteamérica ! El berrendo o antílope americano, en efecto, es capaz de correr a una velocidad punta de 98 km/h ! Sin embargo, no existe en Norteamérica ningún carnívoro capaz de alcanzar tales velocidades. Pues sí, este caracter también es un anacronismo evolutivo. Este antílope es capaz de correr tan rápido porque antes de la última glaciación era presa del guepardo americano, hoy extinto.




Este último ejemplo me lleva naturalmente a hablaros del rewilding, una idea avanzada por algunos científicos que opinan que los ecosistemas de muchos continentes están actualmente descompensados debido a la ausencia de gran parte de la fauna que sustentaron hasta hace pocos milenios. Os hablaré de ello más extensivamente en una próxima entrada.
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SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

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