Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

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Cuando llega el otoño en el Parque del Retiro de Madrid y los árboles caducifolios empiezan a perder sus hojas, destaca entre ellos un árbol con un porte bastante diferente del de sus vecinos y de cuyas ramas armadas de disuasorias púas cuelgan enormes legumbres oscuras que pronto acaban cubriendo el suelo al pie del árbol. La naturaleza del fruto deja suponer que se trata de una Leguminosa pero este árbol pertenece sin embargo a una subfamilia esencialmente tropical de la que hay muy pocos representantes en las zonas templadas frías. La acacia de tres púas (Gleditisa triacanthos) y el raigón (Gymnocladus dioicus) son, en efecto, las únicas especies de la subfamilia de las Cesalpinioideae cultivadas en nuestro país que aguantan verdaderamente el frío. Ambas especies comparten algunos caracteres que son propios de esa subfamilia, como son las hojas bipinnadas, la presencia de glándulas (nectarios extraflorales) sobre los pecíolos o peciólulos de las hojas, las flores actinomorfas, etc. A diferencia de la mayoría de las especies de esta subfamilia, sin embargo, ambas especies tienen flores unisexuales. También pertenecen a esta subfamilia las acacias pero éstas no son tan resistentes al frío como estas dos especies.


Una característica interesante de las Gleditsias es que un mismo individuo puede tener hojas pinnadas, bipinnadas o, como se puede ver en esta fotografía de una hojas de Gleditsia sinensis, en parte pinnada y en parte bipinnada (Real Jardín Botánico de Madrid).

El género Gleditsia, constituido por unas 14 especies, es otro claro ejemplo de género con una área de distribución disyunta, estando presentes 3 especies en el continente americano y todas las demás en Asia. Una de estas especies está presente en el sur del Mar Caspio y eso nos deja intuir que este género probablemente estuvo presente en todo el Hemisferio Norte antes de las glaciaciones. Tal como muestra el mapa a continuación, son pocas las evidencias fósiles de este género en el Plioceno o el Pleistoceno europeo y éstas no son suficientes para saber cuál fue su distribución espacial y temporal. Pero sí nos confirma, sin embargo, que el género tuvo una distribuciión holártica antes de las glaciaciones. El regreso de este género al continente europeo, curiosamente, no se hizo desde su reducto del Mar Caspio, sino desde el continente americano. La acacia de tres espinas (Gleditsia triacanthos), originaria de una extensa área de Norteamérica, se encuentra hoy en día naturalizada en buena parte del continente europeo. Se encuentra incluso cultivada en el área de donde es originaria Gleditsia caspica, donde ambas especies se hibridan con suma facilidad. Un estudio reciente (1) llevado a cabo en Azerbayán ha demostrado que incluso en reservas naturales, buena parte de los individuos observados son ya híbridos de primera generación. Este ejemplo pone de manifiesto que a pesar del largo tiempo que ambas especies llevan separadas, el proceso de especiación aún no ha alcanzado a impedir o dificultar el cruce de las distintas estirpes de este género.


La acacia de tres espinas es un interesante caso de especie "huérfana". Provista de disuasorias espinas en buena parte de su tronco y de sus ramas y produciendo unos frutos con una pulpa azucarada muy apreciada por los herbívoros, llama mucho la atención que no exista en la actualidad ninguna especie de herbívoro que se alimente preferentemente de sus frutos o de sus hojas y que haya realmente coevolucionado con esta especie. En Norteamérica se sospecha que probablemente sean elementos de la recién desaparecida megafauna, como los perezosos gigantes, los que se alimentaban de sus frutos y contribuían a diseminar sus semillas (2). En Europa no está tan claro con qué tipo de herbívoro interactuaría, aunque observaciones hechas en Argentina dejan suponer que otros grandes herbívoros también podrían haberse alimentado de sus legumbres. El ganado vacuno es, en esta región, el que contribuye fundamentalmente a la propagación de esta especie.


Flor masculina de Gleditsia sinensis (Real Jardín Botánico de Madrid). Las flores son actinomorfas. Pétalos y sépalos son muy parecidos unos con otros.

GleditsiaFamilia: FabaceaeOrden: Fabales

Árboles caducifolios, espinosos o inermes, con tronco bien definido, de corteza negruzca y agrietada, funcionalmente monoicos. Ramas alternas, frecuentemente con espinas ramificadas. Hojas pulvinuladas, estipuladas, pecioladas, 1-2 paripinnadas; estípulas libres entre sí, no soldadas al pecíolo, prontamente caducas; pinnas y folíolos pulvinulados; folíolos de margen serrulado o crenulado, con glándulas purpúreas cerca del peciólulo (estipelas) y en cada uno de los senos de los dientes. Inflorescencias en racimos caulinares, las masculinas multifloras, péndulas, las femeninas paucifloras, erectas; flores bracteadas, actinomorfas, funcionalmente unisexuales, con néctar; receptáculo floral en forma de copa (hipanto) de cuyo ápice nacen el perianto y el androceo, y de la base, el gineceo. Perianto diclamídeo, con 2-5(7) piezas externas (sépalos) y 3-5(7) internas (pétalos) de forma y colorido semejantes (tépalos); tépalos verde-amarillentos, con el dorso, y a veces también el vientre, seríceo. Androceo con (3)5-7(10) estambres libres; filamentos estaminales cilíndricos, los de las flores masculinas glabros o pelosos en la base, los de las femeninas pelosos; anteras ovoideas, dorsifijas, con apertura alargada lateral. Ovario estipitado, puberulento, con numerosos rudimentos seminales, biseriados; estilo muy poco definido cerca de la base en la antesis, después recto; estigma húmedo, discoideo o elíptico, ± bilobado. Fruto estipitado, péndulo, plano, algo ondulado y retorcido, indehiscente, carnoso, con numerosas semillas. Semillas de más de 8 mm, ovoideas, aplanadas, lisas, con hilo punctiforme y rafe coriáceo y persistente, sin estrofíolo. x = 14.




Legumbres de Gleditsia triacanthos en el Parque del Retiro (Madrid).

Especie cultivada en nuestro parques desde tiempos remotos y de la que se ha desarrollado también una variedad inerme. Parece sin embargo que su catalogación como especie invasora condena a partir de ahora esta especie a no ser utilizada ya como árbol ornamental. Su amplia naturalización, sin embargo, asegura de momento su pervivencia en nuestra flora.



(1) Schnabel1 A. & Krutovskii K. (2004) / Conservation genetics and evolutionary history of Gleditsia caspica: Inferences from allozyme diversity in populations from Azerbaijan / Conservation Genetics, Vol.5, pp. 195–204, 2004
(2) Whit Bronaugh (2010) / The Trees That Miss The Mammoths / American Forests (Winter 2010 issue)



¿ Podría, en nuestro país, contribuir el eucalipto (Eucalyptus globulus) a regenerar un bosque natural y formar parte de él como un elemento más ? El 99,99 % de las personas a las que preguntaréis esto os contestará que es absolutamente imposible. Os dirán que el eucalipto es una peligrosísima especie exótica invasora que es necesario erradicar por completo de nuestros montes. Os dirán que tiene la culpa de los incendios que asolan peródicamente Galicia. Os contarán que allá donde se plantan eucaliptos los suelos se echan a perder. E invariablemente acabarán recordándoos que se trata de una especie que consume mucha agua y recursos y que no deja crecer a ningún competidor...


El eucalipto (Eucalyptus globulus) se ha plantado masivamente en toda la fachada atlántica de la Península Ibérica para fines esencialmente productivistas. / Fotografía: José Antonio Gil Martínez / Licencia: CC BY

Imaginad ahora un bosque en el que dominarían viejos y enormes eucaliptos destacando por encima de un bosque de frondosas autóctonas. Un bosque rico y diverso rebosante de vida en el que el eucalipto no solamente no perjudica a las demás especies sino que ayuda el bosque autóctono a regenerarse. ¿ A que parece algo absolutamente imposible ?. Pues bien, tal bosque existe. Se trata de un pequeño eucaliptal de Galicia conocido como el Souto da Retorta y situado a proximidad de Chavín (Lugo). Los eucaliptos que lo constituyen fueron plantados hace ya más de 130 años. Muchos de ellos superan ya los 70 metros de altura. Entremedias crecen especies del bosque autóctono formando un segundo dosel arbóreo que alcanza los 30 a 40 metros de altura. En este bosque la regeneración del eucalipto es escasa, siendo dominado el sotobosque casi exclusivamente por especies autóctonas como los robles y el castaño. Un bosque de una riqueza y belleza tan sorprendentes que ha sido protegido por la Xunta de Galicia que es hoy en día la propietaria legal de este bosque. Un eucaliptal declarado reserva natural. Volved a leer esta última frase. Si no se os cruzan los cables y si vuestra mente no se queda en blanco al repetirlo, entonces significa que sois capaces de seguir con esta lectura sin correr el riesgo de que un ataque de ira os provoque ningún derrame cerebral...


Vista del eucaliptal de Chavín / Fotografía: adrian_1985

Este pequeño eucaliptal de apenas 3 hectáreas fue plantado a finales del siglo XIX por un empresario catalán afincado en Chavín para evitar problemas de erosión en los márgenes del río Landro y drenar las tierras húmedas de aquella zona. El éxito fue tal que hoy en día algunos de estos árboles, como o avó (el abuelo), son probablemente algunos de los árboles más altos de Europa. El Souto da Retorta es uno de los pocos lugares de Galicia en los que no se plantaron eucaliptos para producir madera y uno de los pocos lugares en los que se puede apreciar cual es el impacto real del eucalipto sobre nuestros ecosistemas. Y lo que se puede observar en Chavín contradice en gran medida algunas de las afirmaciones que se suelen hacer acerca de los eucaliptos:

1) El eucalipto es una especie invasora capaz de invadir nuestros bosques y de suplantar la vegetación autóctona. El bosque de Chavín, curiosamente, demuestra todo lo contrario. No solamente no se observa regeneración natural del eucalipto en el sotobosque, sino que han sido las especies autóctonas las que han "invadido" este bosque y constituido un dosel arbóreo intermedio bajo la copa de los eucaliptos. De todos modos, no son los eucaliptos unas especies que destaquen particularmente por su poder de propagación. Los individuos naturalizados no suelen crecer a mucha distancia de los individuos cultivados. Esta situación, claro está contrasta con la de muchos lugares de Galicia en los que densas plantaciones de eucaliptos han ahogado por completo la vegetación autóctona. Pero no deja de ser cierto que en los raros lugares en los que los propietarios, por alguna razón, abandonaron a su suerte los eucaliptos y que éstos tuvieron la oportunidad de superar el medio siglo de edad, se han constituido finalmente bosques mixtos en los que el eucalipto convive con las especies autóctonas del bosque atlántico. Es el caso, por ejemplo, en la Península de Morrazo, donde este tipo de bosques mixtos es el lugar de nidificación casi exclusivo de las rapaces (1).

2) La hojarrasca del eucalipto impide la germinación de cualquier otra especie, convirtiendo estos bosques en auténticos desiertos de vida. El resultado, como hemos visto en el punto anterior, salta a la vista. Es cierto que la hojarrasca del eucalipto no es de buena calidad y no se descompone fácilmente pero tal como han demostrado estudios comparativos, no es exclusivo del eucalipto. La hojarrasca del haya, por ejemplo, es aún peor que la del eucalipto y quien haya paseado en un hayedo casi puro sabrá que estos bosques no se caracterizan, precisamente, por su riqueza florística.

3) El eucalipto es un gran consumidor de agua capaz de secar manantiales y arroyos. Lo cierto es que si bien la presencia de los eucaliptos en parte logró el objetivo que se había fijado el dueño del terreno, no ha perdido el lugar nada del carácter húmedo que tenía. La terrible "sed" del eucalipto ni tan siquiera ha impedido que otras especies exigentes como los robles se instalen y crezcan absolutamente normalmente. El lugar, me diréis, es particularmente favorable y os doy toda la razón. No es éste el lugar más apropiado para dirimir esta cuestión....

4) El eucalipto favorece los incendios. En sí, el eucalipto no es más o menos propenso que otras especies a arder. La persistencia de este bosque demuestra claramente que en situación de humedad alta, el eucalipto no se quema. También nos demuestra que el problema de muchos bosques de eucalipto no son los eucaliptos en sí, sino la importante cantidad de "maleza" que se desarrolla en el sotobosque. Tal como se puede ver en el Souto da Retorta, los eucaliptos dejan pasar mucha luz, y eso permite el desarrollo de muchos árboles y arbustos entre los eucaliptos. Lo que aquí es una bendición, en otros lugares y bajo condiciones de extrema sequía puede convertirse en un cócktel explosivo...


O avó, considerado durante mucho tiempo como el árbol más grande de Europa, hoy en día protegido para evitar que las repetidad visitas acaben alterando el subsuelo y poniendo en peligro la supervivencia de este excepcional ejemplar / Fotografía: adrian_1985

El bosque del Souto da Retorta desmonta, creo yo, muchos mitos muy anclados en el subconsciente de muchas personas. Nos han repetido tanto ese mantra de que el eucalipto era malo que hasta cuesta asimilar que bosques como el de Chavín sean posibles. No existen especies intrínsecamente malas. En muchos casos, el impacto negativo de algunas especies, sobre todo cuando hablamos de especies arbóreas, es fundamentalmente un problema de mala gestión. Plantadas en cantidades razonables y sin afán productivista, muchas especies pueden perfectamente generar riqueza y contribuir a largo plazo a restaurar nuestros ecosistemas naturales. Se demoniza con demasiada facilidad a las especies exóticas, atribuyéndoles muchas veces la culpa de problemas que tienen otras causas. Acusar al eucalipto de ser una especie invasora porque se ha plantado masivamente en montes que hemos arrasado es un atajo mental inaceptable. El estudio de contraejemplos como éste, desde este punto de vista, es particularmente interesante e importante, ya que permite comprobar qué hay de cierto en todo lo que se dice acerca de esta vilipendiada especie.

Viendo como pululan hoy en día en Galicia (y en otras regiones) iniciativas como las de las "brigadas deseucaliptizadoras", me temo sin embargo que se está apostando más bien actualmente por tirar al bebé con el agua del baño sin tener en cuenta los resultados de experiencias como las del Souto da Retorta, que por ahora goza de protección por parte de la Xunta. Pero viendo como está el patio, no sería de extrañar que algún día entren en él las motosierras de aquellos que opinan que el eucalipto no debería estar en aquél bosque que, sin embargo, ha contribuido a regenerar y transformar en lo que es actualmente.




[1] Martínez-Hesterkamp S. et al. (2018) / Assessing the ability of novel ecosystems to support animal wildlife through analysis of diurnal raptor territoriality / PLoS ONE 13(10): e0205799. https://doi.org/10.1371/journal. pone.0205799



Cuando salgo de paseo por mi barrio o por los alrededores de Madrid, me llama siempre mucho la atención la frecuencia y la abundancia de un árbol que se está convirtiendo en el amo y señor de las zonas periurbanas y de los bordes de carretera. Un árbol duro y resistente curtido en las zonas áridas de Asía Central, de donde es originario. Cual Gengis Kan vegetal, se ha lanzado desde nuestras calles a la conquista de todas esas tierras ingratas que tan solo él y el tan vilipendiado ailanto son capaces de colonizar. El olmo de Siberia (Ulmus pumila) es, con diferencia, la especie exótica que ha conocido la mayor expansión en nuestro país durante las últimas décadas. Alrededor de Madrid está presente por doquier, contabilizándose probablemente millones de ejemplares. En comparación, el ailanto puede considerarse una especie relativamente poco frecuente. En mi barrio la relación entre ambas especies debe ser de 50 olmos por cada ailanto y puede que me quede bastante corto en esa estimación. El olmo de Siberia debería ser, visto lo visto, el número uno en todos las listas de especies exóticas invasoras. Curiosamente, ni tan siquiera aparece en la mayoría de esas listas que, en cambio, incluyen todas al ailanto. ¿ Existe alguna razón objetiva para considerar invasora una especie y no la otra ?



El fruto del olmo es una sámara que el árbol produce en cantidades incalculables y que son capaces de viajes a distancias considerables. En primavera se las encuentra por doquier.


Lo primero a tener en cuenta para entender esa diferencia de criterio es que el olmo de Siberia ha sido utilizado a menudo para sustituir en nuestras calles al olmo común, víctima de la grafiosis. El olmo de Siberia, en efecto, es resistente a esa enfermedad y se ha plantado masivamente en nuestras ciudades. El olmo de Siberia no solamente sustituyó al olmo común, sino que se hibridó extensamente con él hasta tal punto que resulta hoy casi imposible encontrar un olmo común de pura cepa, incluso en poblaciones salvajes. Tan solo los árboles más viejos de algunos jardines históricos pueden considerarse como auténticos olmos comunes. Todos los demás tienen en mayor o menor medida genes siberianos. Se pueden observar, de hecho, todas las formas intermedias entre ambas especies. Salvar al olmo común es pues una tarea muy difícil en la práctica.



Inflorescencia del olmo de Siberia (Barrio de Moratalaz, Madrid)


En la valoración que se puede hacer de las especies invasoras, el olmo siberiano es pues mucho peor que el ailanto, que no se hibrida con ninguna especie indígena. Erradicarlo, sin embargo, tendría un doble coste. Primeramente económico puesto que se trata de una especie ampliamente distribuída de la que existen millones de ejemplares de todas las edades que producen miles de millones de semillas cada año. Si cada olmo adulto produce decenas o cientos de miles de semillas, os dejo calcular la cantidad de semillas que se producen cada año. O sea, dicho de manera sencilla: su erradicación es absolutamente imposible. El otro coste de su eliminación sería el ecológico, ya que en muchos lugares este árbol ha constituido pequeñas poblaciones que han transformado radicalemnte el paisaje y favorecido la presencia de muchas especies animales y vegetales.



Pequeñas olmedas de olmos siberianos se están constituyendo en muchos barrios perfiéricos de nuestras ciudades. En estas formaciones arbóreas, el ailanto es un acompañante frecuente pero no es la especie dominate (Barrio de Moratalaz, Madrid)


Es pues el olmo siberiano el claro ejemplo de lo difícil que resulta "catalogar" las especies exóticas. Su poder de propagación es abrumador y el simple hecho de estar inmiscuyéndose poco a poco en el genoma del olmo común bastaría para considerarlo una peligrosísima especie invasora. Pero son tantos los efectos positivos de su presencia en tierras muy castigadas por la actividad humana que resulta realmente difícil repudiarla. De todos los olmos es sin ninguna duda la especie menos noble. una especie de plebeyo entre linajes de alta alcurnia. Pero de todas ellas es actualmente la única que demuestra tal vitalidad, siendo capaz de transformar por completo los paisajes de las zonas periurbanas.



Que el olmo de Siberia sea una especie exótica no le importa mucho a la galeruca del olmo (Xanthogaleruca luteola), que se ha visto lógicamente muy beneficiada por la expansión de esta especie.


Como se puede ver con este ejemplo, dictaminar que una especie exótica es invasora o no depende de muchos factores. El primer paso, muchas veces ignorado por los "cazadores de invasoras", es un estudio serio de los impactos tanto negativos como positivos de esas especies. La inmensa mayoría de las publicaciones actuales solo considera los impactos negativos y esa es una simplificación inaceptable de la realidad. El olmo de Siberia es un claro ejemplo de ello y estoy seguro que según vayan envejeciendo esas masas de árboles que han brotado por doquier serán cada vez más evidentes los impactos positivos de la presencia de esta especie que atrae, en mi barrio, a un sinfín de aves en busca de pequeños insectos de los que alimentarse. Puestos a llevar a juicio a las especies exóticas, lo mínimo que se puede exigir es que se les garantice una defensa honesta.
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SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

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