La isla de Cortegada es una pequeña isla que se sitúa en el interior de la Ría de Arousa que lleva 108 años deshabitada tras ser desalojados en 1910 sus últimos habitantes para llevar a cabo un proyecto que, afortunadamente, nunca llegó a prosperar. La isla fue entonces donada a la Casa Real que planeaba construir en ella un palacio. El proyecto, sin embargo, fue abandonado y la isla quedó “olvidada”, sometida a las únicas leyes de la naturaleza. La isla cambió de manos varias veces, pasando a ser de dominio público bajo la república y devuelta luego a la Casa Real. Finalmente fue adquirida por la Xunta de Galicia en 1987, que acabó incorporándola al Parque Nacional de las Islas Atlánticas por su gran interés medioambiental. Hasta el momento en que fue desocupada, la isla tenía relativamente poco arbolado, tal como se puede ver en la fotografía antigua que aquí se muestra, estando en su mayoría ocupada por minifundios. Lo que ocurrió a continuación es particularmente interesante y encierra, creo yo, varias interesantes lecciones…
Vista de la isla de Cortegada a principios del siglo XX, antes de ser expropiada para la construcción de un palacio Real.
De manera totalmente inesperada, los laureles plantados por los habitantes en los lindes de sus campos siguieron desarrollándose y compiten hoy con los robles, gracias a que el clima es particularmente favorable y, aparentemente, a que la fauna local ha ejercido una menor presión sobre el laurel que sobre las demás frondosas propias del lugar (roble y castaño). Algunos de estos laureles, originalmente plantados por los habitantes de la isla para formar setos en los lindes de sus campos, alcanzan ya tamaños impresionantes, que ponen claramente de manifiesto que esta especie puede alcanzar el tamaño de un auténtico árbol si se le deja crecer y que las condiciones son favorables. Los 17 metros de altura y los 2 metros de perímetro que alcanzan algunos ejemplares de la isla poco tienen que ver con las medidas que se suelen dar en muchas descripciones (Flora Iberica lo describe como un “arbolillo o árbol de 5-10 m”). En condiciones favorables el laurel alcanza pues un tamaño comparable al de los laureles macaronésicos con los que está estrechamente emparentado (1).
El éxito del laurel en la isla de Cortegada ha sido también propiciado por las sacas de especies exóticas (Eucalyptus globulus), efectuadas para preservar este peculiar bosque que algunos medios no dudaron en tildar, de manera un poco abusiva, de relíctico. Resulta curioso ver cómo se consideró al laurel (plantado por el hombre) como una especie autóctona de la isla que se debía proteger y favorecer a toda costa eliminando a las demás especies exóticas que fueron plantadas en la isla. La dirección del parque nacional de las Islas Atlánticas, sin embargo, interrumpió el programa de eliminación del eucalipto, tras constatar que su eliminación ponía en peligro las poblaciones de rapaces que anidaban en esos árboles y al constatar igualmente que la población de eucaliptos estaba bien circunscrita y era sostenible, no mostrando ninguna tendencia a expandirse a expensas de las demás especies presentes sobre la isla (3). Tal como ya comentaba en otro artículo (El bosque imposible), este tipo de observaciones demuestra cuan distorsionado es a veces el punto de visto que tenemos sobre algunas especies exóticas que se acusa de ser invasoras sin existir una clara evidencia de ello, Hemos catalogado las especies de eucalipto como invasoras cuando en realidad la expansión de estas especies tan solo se debe a la mano del hombre. En condiciones de no intervención (salvo su inicial introducción), como hemos visto en Chavín o en Cortegada, el eucalipto no muestra un especial carácter expansivo.
Bosque colonizado por laureles de la isla de Cortegada / Imagen; Cíes.gal
Volviendo al caso del laurel, es interesante constatar que esta especie es muy competitiva en lugares de clima húmedo y templado como puede ser el de esta isla. Es difícil atribuir el éxito de esta especie a algún fenómeno en particular. Los autores de un estudio reciente (2) piensan que la presencia hasta fechas recientes de cabras y de jabalís podría haber favorecido la expansión del laurel, al ser esta especie menos apetecible para los grandes herbívoros y al ser esencialmente una especie ornitócora. Esa presión selectiva de los herbívoros, sin embargo, no es exclusiva de la isla de Cortegada y sería interesante saber si se observa algo parecido en otros lugares en los que esta especie está presente. Otro fenómeno que podría haber dado alas al laurel es el cambio climático. Desde ese punto de vista, es interesante observar que gran parte de la superficie de la isla ha sido mayoritariamente colonizada en las últimas décadas, que son las que corresponden con la actual subida de las temperaturas. Esto queda particularmente claro si se compara la fotografía aérea de 1957 con la actual.
Probablemente ambas explicaciones sean ciertas. La expansión del laurel, en todo caso, iría absolutamente en la línea de lo que se observa por ejemplo en el sur de los Alpes, donde varias especies laurófilas (entre ellas el laurel) están colonizando los bosques caducifolios desde hace varias décadas. De confirmarse este tipo de evolución en las isla de Cortegada y en otros bosques de Galicia y de la fachada atlántica, realmente podríamos decir que si bien este no es ningún paraíso perdido, ningún bosque relíctico del terciario, en cambio sí que podríamos hablar de nuevo edén para un tipo de árboles que perdió todo protagonismo en la Península Ibérica a finales del Terciario. ¿ Porqué no ponerse entonces a soñar a lo grande y sugerir que se introduzcan también en esta isla otras especies propias de las laurisilvas macaronésicas como el viñátigo (Persea indica), del que ya tenemos constancia de su naturalización en la Serra de Sintra (Portugal) ? Lugares como éstos son un auténtico laboratorio a cielo abierto del que probablemente tenemos mucho que aprender de cara a la futura evolución de nuestra flora y de nuestros paisajes...
Vista de la isla de Cortegada a principios del siglo XX, antes de ser expropiada para la construcción de un palacio Real.
De manera totalmente inesperada, los laureles plantados por los habitantes en los lindes de sus campos siguieron desarrollándose y compiten hoy con los robles, gracias a que el clima es particularmente favorable y, aparentemente, a que la fauna local ha ejercido una menor presión sobre el laurel que sobre las demás frondosas propias del lugar (roble y castaño). Algunos de estos laureles, originalmente plantados por los habitantes de la isla para formar setos en los lindes de sus campos, alcanzan ya tamaños impresionantes, que ponen claramente de manifiesto que esta especie puede alcanzar el tamaño de un auténtico árbol si se le deja crecer y que las condiciones son favorables. Los 17 metros de altura y los 2 metros de perímetro que alcanzan algunos ejemplares de la isla poco tienen que ver con las medidas que se suelen dar en muchas descripciones (Flora Iberica lo describe como un “arbolillo o árbol de 5-10 m”). En condiciones favorables el laurel alcanza pues un tamaño comparable al de los laureles macaronésicos con los que está estrechamente emparentado (1).
El éxito del laurel en la isla de Cortegada ha sido también propiciado por las sacas de especies exóticas (Eucalyptus globulus), efectuadas para preservar este peculiar bosque que algunos medios no dudaron en tildar, de manera un poco abusiva, de relíctico. Resulta curioso ver cómo se consideró al laurel (plantado por el hombre) como una especie autóctona de la isla que se debía proteger y favorecer a toda costa eliminando a las demás especies exóticas que fueron plantadas en la isla. La dirección del parque nacional de las Islas Atlánticas, sin embargo, interrumpió el programa de eliminación del eucalipto, tras constatar que su eliminación ponía en peligro las poblaciones de rapaces que anidaban en esos árboles y al constatar igualmente que la población de eucaliptos estaba bien circunscrita y era sostenible, no mostrando ninguna tendencia a expandirse a expensas de las demás especies presentes sobre la isla (3). Tal como ya comentaba en otro artículo (El bosque imposible), este tipo de observaciones demuestra cuan distorsionado es a veces el punto de visto que tenemos sobre algunas especies exóticas que se acusa de ser invasoras sin existir una clara evidencia de ello, Hemos catalogado las especies de eucalipto como invasoras cuando en realidad la expansión de estas especies tan solo se debe a la mano del hombre. En condiciones de no intervención (salvo su inicial introducción), como hemos visto en Chavín o en Cortegada, el eucalipto no muestra un especial carácter expansivo.
Bosque colonizado por laureles de la isla de Cortegada / Imagen; Cíes.gal
Volviendo al caso del laurel, es interesante constatar que esta especie es muy competitiva en lugares de clima húmedo y templado como puede ser el de esta isla. Es difícil atribuir el éxito de esta especie a algún fenómeno en particular. Los autores de un estudio reciente (2) piensan que la presencia hasta fechas recientes de cabras y de jabalís podría haber favorecido la expansión del laurel, al ser esta especie menos apetecible para los grandes herbívoros y al ser esencialmente una especie ornitócora. Esa presión selectiva de los herbívoros, sin embargo, no es exclusiva de la isla de Cortegada y sería interesante saber si se observa algo parecido en otros lugares en los que esta especie está presente. Otro fenómeno que podría haber dado alas al laurel es el cambio climático. Desde ese punto de vista, es interesante observar que gran parte de la superficie de la isla ha sido mayoritariamente colonizada en las últimas décadas, que son las que corresponden con la actual subida de las temperaturas. Esto queda particularmente claro si se compara la fotografía aérea de 1957 con la actual.
Probablemente ambas explicaciones sean ciertas. La expansión del laurel, en todo caso, iría absolutamente en la línea de lo que se observa por ejemplo en el sur de los Alpes, donde varias especies laurófilas (entre ellas el laurel) están colonizando los bosques caducifolios desde hace varias décadas. De confirmarse este tipo de evolución en las isla de Cortegada y en otros bosques de Galicia y de la fachada atlántica, realmente podríamos decir que si bien este no es ningún paraíso perdido, ningún bosque relíctico del terciario, en cambio sí que podríamos hablar de nuevo edén para un tipo de árboles que perdió todo protagonismo en la Península Ibérica a finales del Terciario. ¿ Porqué no ponerse entonces a soñar a lo grande y sugerir que se introduzcan también en esta isla otras especies propias de las laurisilvas macaronésicas como el viñátigo (Persea indica), del que ya tenemos constancia de su naturalización en la Serra de Sintra (Portugal) ? Lugares como éstos son un auténtico laboratorio a cielo abierto del que probablemente tenemos mucho que aprender de cara a la futura evolución de nuestra flora y de nuestros paisajes...
(1) Rodríguez-Sánchez F. et al. (2009) / Late Neogene history of the laurel tree (Laurus L., Lauraceae) based on phylogeographical analyses of Mediterranean and Macaronesian populations / Journal of Biogeography, Vol. 36, pp. 1270–1281 | ||
(2) Paül Carril V. et al. (2018) / El lauredal de la isla de Cortegada (Parque Nacional das Illas Atlánticas de Galicia): una discusión fitogeográfica en clave de conservación / In: Bosque mediterráneo y humedales: paisaje, evolución y conservación. Aportaciones desde la Biogeografía, coordinadores: Rafael Ubaldo Gosálvez Rey, María Cristina Díaz Sanz, José Luis García Rayego, Manuel Antonio Serrano de la Cruz Santos-Olmo y Óscar Jerez García– Ciudad Real: Almud, Ediciones de Castilla-La Mancha, Óptima Diseño e Impresión s. l. | ||
(3) Illas Atlánticas mantendrá los eucaliptos de Cortegada por su "valor ambiental" / Faro de Vigo, Damián Pereira - Vilagarcía, 07.09.2011 |
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