Rumbo al Plioceno

400 partes por millón de CO2 en la atmósfera. Ese es el nivel que hemos alcanzado y superado estos últimos años. La noticia, en sí, no dejaría de ser meramente anecdótica si no fuese porque tal nivel de CO2 no se alcanzaba desde… ¡ el Plioceno ! ¿ Y ?, dirán muchos. Para los que estudian los climas del pasado, sin embargo, esa cifra es una clara advertencia. El gráfico que copio a continuación muestra cual ha sido la evolución del CO2 atmosférico durante los últimos 800.000 años, tal como se ha podido medir en las burbujas de gas atrapadas en el hielo antártico. En el mismo gráfico se muestra también cual ha sido la evolución de la temperatura media estimada a partir del estudio de los isótopos del oxígeno. Lo que llama poderosamente la atención en este gráfico es el absoluto paralelismo entre esas dos curvas. CO2 y temperatura media global van de la mano, sugiriendo que la cantidad de CO2 en la atmósfera tiene una considerable influencia sobre la temperatura media de la atmósfera.



Curvas de variación de la temperatura (en rojo) y del CO2 (azul y verde) durante los últimos 800.000 años.



¿ Qué significa pues que hayamos alcanzado un nivel de 400 ppm de CO2 en la atmósfera ? Pues sencillamente que las temperaturas seguirán aumentando hasta alcanzar el nivel que les corresponde. Sabiendo que en el Plioceno la temperatura media global era unos 2 a 3 grados superior a la actual, esto significa que aún interrumpiendo por completo la emisión de CO2 en la atmósfera, las temperaturas deberían seguir subiendo hasta alcanzar ese nivel de equilibrio. O sea, que el famoso “máximo" de 2 grados de calentamiento que la Humanidad se ha fijado como límite a no rebasar probablemente lo alcanzaremos aunque paremos por completo de consumir hidrocarburos. Y sin embargo, muy al contrario, el consumo de hidrocarburos no ha cesado de aumentar durante las últimas décadas…



Asumiendo pues con honestidad que las temperaturas no van a parar de subir durante las próximas décadas y siglos, me parece interesante echar un ojo atrás y examinar a partir de los datos de los geólogos y de los paleontólogos, cómo era nuestro continente en aquella época. SI el principio del actualísimo desarrollado por James Hutton y Charles Lyell es correcto (su aplicación, en todo caso, es la que ha permitido a geólogos y paleontólogos reconstruir la historia de nuestro planeta), nada nos impide pues pensar que lo que sabemos del Plioceno puede aplicarse para entender lo que podría pasar en el futuro. O sea, que el pasado es, de alguna manera, un espejo del futuro y nos puede ayudar a entender cuales son los grandes cambios que hemos de esperar en el futuro. Describiremos a continuación algunas consecuencias del cambio climático que el estudio del Plioceno nos permite anticipar.

Aumento del nivel del mar

Una de las consecuencias más inquietantes del cambio climático, que se suele infravalorar un poco, creo yo, es la evolución del nivel del mar. De alguna manera, tenemos tendencia a ver las grandes masas de hielo árticas y antárticas como algo inamovible y tenemos tendencia a pensar que los cambios que afectan esas masas de hielo son muy lentos. La brutal aceleración del derretimiento del inlandís de Groenladia en los últimos años, que algunos veranos se derrite ya en toda su superficie y la puesta en evidencia de la existencia de grandes ríos de agua que drenan y atraviesan toda la masa de hielo hasta el sustrato rocoso, sin embargo, han puesto los científicos sobre aviso y las estimaciones que se hacía hasta hace poco de la subida del nivel del mar de aquí a finales de siglo se han quedado de repente muy cortas. Se hablaba entonces de que el mar subiría unos 30 cm de aquí a finales de siglo pero hoy no es raro escuchar científicos afirmar que el nivel del mar podría subir hasta 2 metros, lo que tendría ya un efecto considerable en muchas áreas. A más largo plazo, si se derritiera todo el hielo que cubre Groenlandia, el mar subría aproximadamente unos 7 metros. Y si empezara a derretirse la Antártida, estaríamos entonces hablando de una subida del nivel del mar de hasta 35 metros, que es el nivel que alcanzaba en el Plioceno medio...


Este mapa muestra qué zonas del SW de nuestro país quedarían inundadas si el mar subiera 7 metros / www.floodmap.net

La región que más sufriría los efectos de la subida del mar es sin lugar a dudas el Bajo Guadalquivir. Con una subida de 7 metros del nivel del mar, éste llegaría a las puertas de Sevilla y se formaría entre la capital andaluza y la costa un gran golfo que, en realidad, ya existía en la Antigüedad pero fue colmado por los aportes terrígenos del Guadalquivir. Si observáis con más detenimiento este mapa en la aplicación floodmap, os daréis cuenta que todas las poblaciones de cierta importancia de esa zona se sitúan a orillas de ese gran golfo. Todas ellas eran poblaciones ribereñas cuando se fundaron y, de no detenerse el derretimiento de Groenlandia y de la Antártida, volverán a serlo en un futuro no tan lejano. El Parque Nacional de Doñana sería el gran perjudicado, al perder buena parte de su extensión pero será ciertamente muy interesante ver como se forman nuevos y novedosos ecosistemas en esta zona. Quien sabe si en el futuro, con un clima francamente subtropical, no se desarrolla aquí un inmenso manglar. Ya me imagino la Romería del Rocío progresando en barcas entre las raíces de los mangles...




Con la subida del nivel del mar y de las temperaturas, el aspecto del bajo Guadalquivir podría cambiar mucho en el futuro y parecerse más bien a ésto...




Subida de los pisos de vegetación

Otra consecuencia lógica del aumento de la temperatura media del planeta es la migración de las especies hacia los polos y la subida en altitud de los pisos de vegetación. Para hacerse una pequeña idea de la amplitud de estos cambios, lo primero es recordar un dato meteorológico básico: cual es el gradiente adiabático de la atmósfera. Ese gradiente es la diferencia de temperatura altitudinal que se observa en las partes bajas de la atmósfera, en la que vivimos. En una atmósfera seca, ese gradiente es de aproximadamente 1 grado por cada 100 metros. En una atmósfera húmeda, ese gradiente es de aproximadadmnte 0,57 grados por 100 metros. Sabiendo cual ha sido el aumento de la temperatura en las últimas décadas y cuales son las previsiones de aquí a finales de siglo, nos podremos hacer una idea aproximada de cuánto subirán (al menos potencialmente) los pisos de vegetación. La primera pregunta que cabría pues hacerse es cuánto han subido ya las temperaturas. Esto lo hemos examinado ya con detenimiento en un artículo anterior (E pur si riscalda) y vimos entonces que la temperatura media en Madrid había subido ya aproximadamente 3 grados. Cogiendo los dos valores del gradiente adiabático, esto significa pues una subida potencial de los pisos de vegetación de entre 300 y 546 metros. Esto no significa, sin embargo, que los ecosistemas ya se hayan desplazado hasta alacanzar las altitudes que les corresponden. Como vimos en otro artículo (Resiliencia y deuda climática) el reajuste de la vegetación a las nuevas condiciones climáticas es mucho más lento que la evolución del clima.



Evolución de la temperatura media anual en la estación del Retiro de Madrid (curva roja) y del Puerto de Navacerrada (curva azul) según datos públicos de la AEMET.



Las previsiones para final de siglo son una subida de como mínimo 6 grados en buena parte de la Península Ibérica. O sea, que eso duplicaría las cifras que os daba antes y la subida de los pisos de vegetación sería entonces de 600 a 1092 metros. Eso es enorme. He intentado hacer el ejercicio de imaginar cómo sería el Sistema Central a finales de siglo y esto es lo que alcanzo a imaginar (abrid la imagen en otra pestaña para ver algo):




Lo que he hecho ha sido simplemente "subir" los pisos de vegetación. Al hacerlo, sin embargo, surgen preguntas acerca de lo que podría pasar en algunos puntos como los que he marcado con un punto de interrogación. Qué pasará al pie de la sierra (2), si los pisos de vegetación suben entre 600 y 1000 metros ? Personalmente imagino que tendríamos una vegetación de tipo termomediterráneo con lentiscos, algarrobos y palmitos, que he representado con un tono algo más oscuro. ¿ Y qué pasará a altitudes superiores (1) si, como es de esperar, el nivel de precipitaciones se mantiene ? Imaginar que los encinares simplemente subirán y ocuparán estos niveles no parece lo más probable. Tal vez se aprovechen de ello especies como el alcornoque, o especies caducifolias más exigentes como los robles y los arces. Es todo un misterio. Ahora bien, si ya surgen preguntas como éstas en un lugar en el que la evolución parece bastante previsible, imaginaos la dificultad de prever lo que va a pasar en una región como la fachada atlántica. En muchos lugares el clima podría llegar a ser de tipo subtropical húmedo. ¿ Y sabéis qué tipo de vegetación crece en tales lugares ?



Laurisilva en la isla de La Palma (Canarias) / Fotografía: Gruban / Licencia: CC BY-SA 2.0



Desarrollo de ecosistemas noveles

La subida de la temperatura y la modificación del régimen de precipitaciones podría propiciar en algunas regiones la aparición de ecosistemas totalmente inéditos en la Península, aunque muy parecidos a los que hubo en el pasado y que evocábamos en otro artículo (Ecosistemas terciarios desaparecidos). ¿ Subirán lo suficientemente las temperaturas para que regresen a nuestras costas los manglares ? Nuestras costas, en todo caso, tienen un aspecto cada vez más tropical, gracias a la llegada de un sinfín de plantas de origen tropical y subtropical cuya propagación y desarrollo irá cada vez a más a lo largo de los siglos venideros. Una de las familias de plantas que contribuye en gran medida a modificar el aspecto de nuestros paisajes costeros son las palmeras, que se están naturalizando en muchos puntos del litoral mediterráneo (Palmeras exóticas naturalizadas en la costa castellonense). Lo mismo cabría decir de los cactus, a los que algún día dedicaré todo un artículo.



La naturalización de distintas especies de palmeras en la Península Ibérica confiere a nuestros paisajes un aire subtropical que es el fiel reflejo de los cambios que están ocurriendo.



Ya lo evocaba antes al hablar de la subida de los pisos de vegetación y dedicaba a ello un artículo hace un par de años (La laurofilización de los bosques europeos), la subida de las temperaturas invernales favorecerá en las regiones más húmedas el crecimiento de muchas especies perennifolias que modificarán por completo la fisionomía de los bosques que vayan colonizando. Puede, acaso, parecer un fenómeno aún lejano e imaginar el "regreso" a la Península de las especies que conviven en las laurisilvas macaronésicas puede parecer ciencia ficción. Es olvidar que ese fenómeno ya se observa en el sur de los Alpes y que en Portugal el viñátigo es considerado una especie invasora en la Serra de Sintra. En el extremo opuesto, la falta de precipitaciones podría en cambio propiciar el desarrollo de sabanas y de desiertos en vastos territorios del centro y del SE de la Península.



Los grandes biomas en el Mediterráneo occidental a mediados del Plioceno. Las grandes diferencias que se observan actualmente ya existían, siendo aún más marcada la diferencia entre la fachada atlántica y el norte de ka Península, donde dominaban los bosques de perennifolios (laurisilvas) y el centro y SE, donde la vegetación era parecida o incluso más abierta que la actual (desierto en el SE) / Fauquette S. et al. (1999) / Climate and biomes in the West Mediterranean area during the Pliocene / Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, vol. 152, pp. 15–36..



Que volvamos a condiciones climáticos propias del Plioceno no quiere decir necesariamente que los ecosistemas del futuro vayan a ser muy parecidos a los que hubo en el pasado. El estudio del pasado nos permite prever cuales podrían ser los grandes rasgos de los futuros ecosistemas pero es evidente que esos ecosistemas podrían ser muy diferentes de lo que fueron. Muchas especies originarias de tierras lejanas aprovecharán la ocasión que se les brinda para expandirse y desarrollarse y muchos de esos ecosistemas serán absolutamente novedosos. Podrían incluso aparecer especies nuevas, resultado del proceso de diferenciación y especiazión que afecta las especies exóticas ya instaladas o gracias al juego de la hibridación. Se conocen ya varios casos de especies absolutamente nuevas en Europa, que suscitan preguntas tan delicadas como ésta: ¿ se puede considerar exótica una especie absolutamente nueva nacida aquí y adaptada a las condiciones ecológicas actuales del lugar en el que ha aparecido ?



Los pequeños bosquecillos de olmos de Siberia y de ailantos que rodean nuestras ciudades son un ejemplo actual de ecositema novel desarrollado en condiciones que no se daban naturalmente en la Península.



La amplitud de los cambios que se pueden prever nos obliga ya a replantearnos muchos aspectos de nuestra política medioambiental. ¿ Acaso tiene sentido dedicarse a "perseguir" especies exóticas en un mundo sometido a cambios tan importantes y tan drásticos ? ¿ Tiene algún sentido querer obligar especies amenazadas a permanecer en lugares que mañana les serán desfavorables y donde están condenadas a desaparecer ? Hasta que no hayamos superado ese escollo y no hayamos cambiado el "chip", me temo que cualquier esfuerzo, por muy admirable que sea, podría no dar los frutos que se espera a largo plazo.

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