Hace unos años, buscando información acerca de las secuoyas cultivadas en España, encontré en internet una nota breve publicada en 2002 en los Anales del Jardín Botánico de Madrid en la que sus autores señalaban la presencia de diferentes coníferas exóticas subespontáneas en el pinar de pino albar (Pinus sylvestris), en la vertiente Norte del puerto de Guadarrama. Me llamó sobre todo la atención que una de esas especies sea una especie tan emblemática como la secuoya (Sequoiadendron giganteum), cultivada desde hace muchísimos años en nuestro país, y aparentemente sin que nadie se hubiese hecho eco de esa noticia.
Siempre me ha llamado muchísimo la atención el predominio absoluto del pino albar en la sierra de Guadarrama, que muchas personas explican, simplemente, por la acción del hombre. Los estudios palinológicos, sin embargo, demuestran que el pino albar fue la especie que colonizó esta sierra (y muchísimas otras en la península) cuando las condiciones climáticas mejoraron tras el último episodio glaciar. O sea, para decirlo de una manera más entendible: los pinos siempre han estado aquí y su presencia es absolutamente natural. La verdadera pregunta que cabría hacerse constatando la naturalización de estas especies es más bien la siguiente: ¿ porqué no crecen más especies de árboles en la sierra de Guadarrama ? La facilidad con la que se aclimatan y naturalizan muchas especies, en todo caso, deja pensar que el predominio del pino no es exclusivamente consecuencia de las condiciones ecológicas.
Hace un par de años tuve la oportunidad de pasearme por la zona del puerto de Canencia, donde además de ver unos cuantos tejos y abedules también pude ver unos sorprendentes abetos de Lawson (Pseudotsuga menziezii). Su presencia es el fruto de pequeños experimentos que se llevaron a cabo en su día, cuya idoneidad no voy a discutir aquí. El caso es que estos abetos prosperaron, a pesar de que las condiciones no sean las ideales para ellos, demostrando que sí es posible que otras especies crezcan en muchos lugares del Sistema Central. Este abeto, obviamente, es una especie exótica (norteamericana) que nunca hubiese llegado a esta sierra por sí sola, pero la misma pregunta se podría hacer uno acerca de algunas especies "indígenas". Una de las más emblemáticas es el haya (Fagus sylvatica), que tuvo en el Holoceno una repartición mayor por todo el Sistema Central y que tan solo sobrevive hoy en un extremo del Sistema Central. La buena salud de las hayas plantadas en el siglo XIX por la Escuela de Montes en las faldas del Monte Abantos (El Escorial) demuestra claramente que esa especie podría ocupar muchas más localidades de no haber sido por la intensa deforestación que sufrió esta cadena montañosa. La respuesta a la pregunta que me hacía es, pues, bastante evidente: no crecen otras especies de árboles (además del pino) porque fueron eliminadas (caso del haya, del carpe y... del cedro) o porque simplemente nunca llegaron hasta aquí !
Volviendo a las secuoyas, es evidente que su presencia también es el fruto de un experimento llevado a cabo por algún ingeniero de montes que debía, sin embargo, tener un muy buen instinto de naturalista, ya que todas las especies que plantó en aquél lugar llegaron a naturalizarse. Según la nota, algunas secuoyas alcanzaban ya el tamaño de los pinos cuando ésta se escribió. A muchos naturalistas la presencia de especies exóticas, sean cuales sean, les parece una abominación. A mí, personalmente, no me horroriza tanto la noticia de la naturalización de la secuoya en la sierra de Guadarrama. Es más, me parece una excelente noticia para una especie amenazada y estrictamente protegida en su área de repartición natural. Un área relictual, ya que en un pasado no muy lejano (en la escala geológica) las secuoyas estuvieron presentes en muchos puntos del Hemisferio Norte, incluida la Península Ibérica. En cualquier caso, lo que me parece más destacable de esta noticia y que ni los propios autores señalan es que la sierra de Guadarrama es el único lugar del mundo en el que podría haberse naturalizado esta especie.
Tan solo me faltaba, pues, acercarme al lugar para ver si las secuoyas a las que se refiere la nota seguían existiendo pero, sin demasiadas indicaciones del lugar en que se encontraban (la nota no es muy precisa al respecto), he de admitir que siempre me dio bastante pereza emprender lo que para mí es toda una expedición (no conduzco y cualquier excursión por la sierra supone horas de tren y de caminata). Todo cambió, sin embargo, la pasada primavera cuando descubrí que se podía recorrer la N-VI en el StreetView de Google, donde me llamó inmediatamente la atención el siguiente arbolito:
Aunque tan solo se trata de un árbol aislado, estaba claro que no debía andar muy lejos del lugar que se describe en la nota. Me puse entonces a buscar por esta zona y, no muy lejos de allí, me llamó la atención el perfil cónico de unos árboles que despuntaban entre los pinos. Aquí podéis verlos, en una fotografía tomada desde la misma carretera:
El lugar se encuentra cerca del mal llamado “Alto del León” (en realidad su verdadero nombre es “Puerto de Guadarrama”), en la vertiente segoviana de la Sierra de Guadarrama, en una pequeña hondonada del terreno donde encuentran las secuoyas frescor y humedad. Aquí tenéis un pequeño mapa mostrando su ubicación:
Quien visite el lugar pensando que se va a encontrar con 4 arbolitos se llevará una gran sorpresa. Hay secuoyas para aburrir. No me dediqué a contarlas (perdí la cuenta al poco tiempo) pero son no menos de 60 las que se pueden ver en este lugar. Ignoro si se habrán plantado más secuoyas en otros lugares de la vertiente norte de esta sierra. Lo que está claro, sin embargo, a la vista de lo que se puede observar aquí, es que las secuoyas encuentran en la vertiente norte de la Sierra de Guadarrama unas óptimas condiciones para su desarrollo. Aún no son muy grandes (son apenas más grandes que los pinos que las rodean) pero algunas ya son bastante impresionantes. Medí con mis brazos la circunferencia del tronco de una de ellas y fácilmente debía tener 3 metros de circunferencia a 1,5 m del suelo.
Llama mucho la atención, en todo caso, la perfecta integración de las secuoyas en el lugar. Tienen un tamaño similar al de los pinos (por ahora) y su tronco presenta unos tonos rojizos muy acordes con los de los pinos. Realmente, quien no se fije en su follaje puede hasta que no las vea. El lugar, desde luego, no presenta el carácter “artificial” y “estéril” que muchos podrían esperar en una "plantación" de árboles exóticos. Las actuaciones de nuestras autoridades a la hora de reforestar no han sido siempre muy afortunadas pero en este caso he de admitir que se hizo con bastante sensatez y escogiendo muy bien el lugar. De hecho, me llamó muchísimo la atención este cartel, plantado al pie de una secoya:
Las secuoyas de Las Hondillas ( así se llama el lugar) parecen haber sido plantadas al mismo tiempo que los pinos y las más grandes de ellas tienen un tamaño bastante uniforme, que estimo entre 15 y 20 metros de altura. Son las que se pueden observar desde la carretera nacional, sobresaliendo entre la copa de los pinos. Se pueden observar, en otras zonas, unas secuoyas algo menores pero su tamaño y edad parece corresponderse con la de los pinos. Mucho más interesante, sin embargo, resulta la presencia de pequeños árboles (entre 2 y 6 metros de altura) en el sotobosque del pinar. Estos individuos mucho más jóvenes parecen en efecto fruto de una regeneración natural de las secuoyas. No parece probable que hayan sido plantadas tantas décadas después de haberse procedido a la reforestación del lugar. No se aprecia, en todo caso, ninguna señal de que el suelo del pinar haya sido removido para plantar esas jóvenes secuoyas. No he observado ejemplares aún más jóvenes, cosa que hubiese confirmado definitivamente la regeneración natural de las secuoyas, pero tampoco he observado, en el mismo lugar, ningún joven ejemplar de pino albar. Puede que actualmente no se den las condiciones para su regeneración (ambas especies son especies “colonizadoras”). Pero creo que influye sobre todo mucho el hecho de que toda esta zona sea una zona de ganadería extensiva, vagando libremente las vacas en el pinar. De todos modos, tendré que volver a este lugar en primavera para ver si observo la germinación de alguna semilla. Eso cerraría definitivamente el debate del carácter espontáneo de las secuoyas en la sierra de Guadarrama. De momento, sin embargo, parece muy probable vista la presencia de árboles mucho más jóvenes en el sotobosque del pinar.
Siempre me ha llamado muchísimo la atención el predominio absoluto del pino albar en la sierra de Guadarrama, que muchas personas explican, simplemente, por la acción del hombre. Los estudios palinológicos, sin embargo, demuestran que el pino albar fue la especie que colonizó esta sierra (y muchísimas otras en la península) cuando las condiciones climáticas mejoraron tras el último episodio glaciar. O sea, para decirlo de una manera más entendible: los pinos siempre han estado aquí y su presencia es absolutamente natural. La verdadera pregunta que cabría hacerse constatando la naturalización de estas especies es más bien la siguiente: ¿ porqué no crecen más especies de árboles en la sierra de Guadarrama ? La facilidad con la que se aclimatan y naturalizan muchas especies, en todo caso, deja pensar que el predominio del pino no es exclusivamente consecuencia de las condiciones ecológicas.
Cono femenino de un abeto de Douglas (Pseudotsuga menziesii), fotografiado en la región del Puerto de Canencia (Madrid). | Joven y vigoroso ejemplar de secuoya (Sequoiadendron giganteum) en el Puerto de Cotos (Madrid), donde parece evidente que encuentra unas óptimas condiciones para su desarrollo. |
Hace un par de años tuve la oportunidad de pasearme por la zona del puerto de Canencia, donde además de ver unos cuantos tejos y abedules también pude ver unos sorprendentes abetos de Lawson (Pseudotsuga menziezii). Su presencia es el fruto de pequeños experimentos que se llevaron a cabo en su día, cuya idoneidad no voy a discutir aquí. El caso es que estos abetos prosperaron, a pesar de que las condiciones no sean las ideales para ellos, demostrando que sí es posible que otras especies crezcan en muchos lugares del Sistema Central. Este abeto, obviamente, es una especie exótica (norteamericana) que nunca hubiese llegado a esta sierra por sí sola, pero la misma pregunta se podría hacer uno acerca de algunas especies "indígenas". Una de las más emblemáticas es el haya (Fagus sylvatica), que tuvo en el Holoceno una repartición mayor por todo el Sistema Central y que tan solo sobrevive hoy en un extremo del Sistema Central. La buena salud de las hayas plantadas en el siglo XIX por la Escuela de Montes en las faldas del Monte Abantos (El Escorial) demuestra claramente que esa especie podría ocupar muchas más localidades de no haber sido por la intensa deforestación que sufrió esta cadena montañosa. La respuesta a la pregunta que me hacía es, pues, bastante evidente: no crecen otras especies de árboles (además del pino) porque fueron eliminadas (caso del haya, del carpe y... del cedro) o porque simplemente nunca llegaron hasta aquí !
Volviendo a las secuoyas, es evidente que su presencia también es el fruto de un experimento llevado a cabo por algún ingeniero de montes que debía, sin embargo, tener un muy buen instinto de naturalista, ya que todas las especies que plantó en aquél lugar llegaron a naturalizarse. Según la nota, algunas secuoyas alcanzaban ya el tamaño de los pinos cuando ésta se escribió. A muchos naturalistas la presencia de especies exóticas, sean cuales sean, les parece una abominación. A mí, personalmente, no me horroriza tanto la noticia de la naturalización de la secuoya en la sierra de Guadarrama. Es más, me parece una excelente noticia para una especie amenazada y estrictamente protegida en su área de repartición natural. Un área relictual, ya que en un pasado no muy lejano (en la escala geológica) las secuoyas estuvieron presentes en muchos puntos del Hemisferio Norte, incluida la Península Ibérica. En cualquier caso, lo que me parece más destacable de esta noticia y que ni los propios autores señalan es que la sierra de Guadarrama es el único lugar del mundo en el que podría haberse naturalizado esta especie.
Tan solo me faltaba, pues, acercarme al lugar para ver si las secuoyas a las que se refiere la nota seguían existiendo pero, sin demasiadas indicaciones del lugar en que se encontraban (la nota no es muy precisa al respecto), he de admitir que siempre me dio bastante pereza emprender lo que para mí es toda una expedición (no conduzco y cualquier excursión por la sierra supone horas de tren y de caminata). Todo cambió, sin embargo, la pasada primavera cuando descubrí que se podía recorrer la N-VI en el StreetView de Google, donde me llamó inmediatamente la atención el siguiente arbolito:
Aunque tan solo se trata de un árbol aislado, estaba claro que no debía andar muy lejos del lugar que se describe en la nota. Me puse entonces a buscar por esta zona y, no muy lejos de allí, me llamó la atención el perfil cónico de unos árboles que despuntaban entre los pinos. Aquí podéis verlos, en una fotografía tomada desde la misma carretera:
El lugar se encuentra cerca del mal llamado “Alto del León” (en realidad su verdadero nombre es “Puerto de Guadarrama”), en la vertiente segoviana de la Sierra de Guadarrama, en una pequeña hondonada del terreno donde encuentran las secuoyas frescor y humedad. Aquí tenéis un pequeño mapa mostrando su ubicación:
Quien visite el lugar pensando que se va a encontrar con 4 arbolitos se llevará una gran sorpresa. Hay secuoyas para aburrir. No me dediqué a contarlas (perdí la cuenta al poco tiempo) pero son no menos de 60 las que se pueden ver en este lugar. Ignoro si se habrán plantado más secuoyas en otros lugares de la vertiente norte de esta sierra. Lo que está claro, sin embargo, a la vista de lo que se puede observar aquí, es que las secuoyas encuentran en la vertiente norte de la Sierra de Guadarrama unas óptimas condiciones para su desarrollo. Aún no son muy grandes (son apenas más grandes que los pinos que las rodean) pero algunas ya son bastante impresionantes. Medí con mis brazos la circunferencia del tronco de una de ellas y fácilmente debía tener 3 metros de circunferencia a 1,5 m del suelo.
Llama mucho la atención, en todo caso, la perfecta integración de las secuoyas en el lugar. Tienen un tamaño similar al de los pinos (por ahora) y su tronco presenta unos tonos rojizos muy acordes con los de los pinos. Realmente, quien no se fije en su follaje puede hasta que no las vea. El lugar, desde luego, no presenta el carácter “artificial” y “estéril” que muchos podrían esperar en una "plantación" de árboles exóticos. Las actuaciones de nuestras autoridades a la hora de reforestar no han sido siempre muy afortunadas pero en este caso he de admitir que se hizo con bastante sensatez y escogiendo muy bien el lugar. De hecho, me llamó muchísimo la atención este cartel, plantado al pie de una secoya:
Las secuoyas de Las Hondillas ( así se llama el lugar) parecen haber sido plantadas al mismo tiempo que los pinos y las más grandes de ellas tienen un tamaño bastante uniforme, que estimo entre 15 y 20 metros de altura. Son las que se pueden observar desde la carretera nacional, sobresaliendo entre la copa de los pinos. Se pueden observar, en otras zonas, unas secuoyas algo menores pero su tamaño y edad parece corresponderse con la de los pinos. Mucho más interesante, sin embargo, resulta la presencia de pequeños árboles (entre 2 y 6 metros de altura) en el sotobosque del pinar. Estos individuos mucho más jóvenes parecen en efecto fruto de una regeneración natural de las secuoyas. No parece probable que hayan sido plantadas tantas décadas después de haberse procedido a la reforestación del lugar. No se aprecia, en todo caso, ninguna señal de que el suelo del pinar haya sido removido para plantar esas jóvenes secuoyas. No he observado ejemplares aún más jóvenes, cosa que hubiese confirmado definitivamente la regeneración natural de las secuoyas, pero tampoco he observado, en el mismo lugar, ningún joven ejemplar de pino albar. Puede que actualmente no se den las condiciones para su regeneración (ambas especies son especies “colonizadoras”). Pero creo que influye sobre todo mucho el hecho de que toda esta zona sea una zona de ganadería extensiva, vagando libremente las vacas en el pinar. De todos modos, tendré que volver a este lugar en primavera para ver si observo la germinación de alguna semilla. Eso cerraría definitivamente el debate del carácter espontáneo de las secuoyas en la sierra de Guadarrama. De momento, sin embargo, parece muy probable vista la presencia de árboles mucho más jóvenes en el sotobosque del pinar.
Mario Sanz Elorza, Eduardo Sobrino Vesperinas, José Ferrando Pla (2002) / Sobre el carácter subespontáneo de algunas coníferas exóticas en la vertiente norte de la sierra de Guadarrama (Segovia) / Anales del Jardín Botánico de Madrid, Vol. 59(2), pp. 336-338 |
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Guadarrama
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Sequoiadendron
Sierra de Guadarrama
12 comentarios
Los abetos de Douglas se introdujeron en esa zona de Canencia para su aprovechamiento, y a pesar de ello no ha sido capaz de expandirse. Aun así, hay algunos ejemplares espléndidos (aunque no con tanto porte como podrían llegar a alcanzar). Enhorabuena por este interesante artículo.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarMe permito ocultar este comentario estrictamente personal que no tiene lugar en esta página. No tiene mucho sentido que nadie utilice estos comentarios para librarse a ataques personales contra un autor simplemente citado en la página (por muy merecidos que sean). Entiendo su resentimiento pero no es buscando en Google todas las páginas en las que su ex está citado y dejando comentarios como éste que logrará cerrar esa dolorosa herida. Suerte, en cualquier caso, y ánimos.
EliminarLa ventaja competitiva la ejercen estos árboles tras un incendio, en el que las otras tienen que volver a empezar desde cero y ellos sobreviven bastante indemnes gracias a la protección de su gruesa corteza esponjosa. Ojalá que no lleguemos a comprobarlo.
ResponderEliminarOjalá, en efecto, no tengamos nunca que comprobarlo. No estamos hablando, de todos modos, de una especie que presente un carácter muy "agresivo". Su presencia en el pinar no deja de ser anecdótica y tener aquí unas cuantas pequeñas poblaciones subespontáneas, de todos modos, no me parece una tan mala noticia para una especie que presenta un área de repartición tan residual (estuvo presente en todo el Hemisferio Norte hasta el Pleistoceno Inferior).
EliminarHola, Adrián. Hoy he estado haciendo una ruta senderista que parte desde Canencia y sube hasta el puerto de Canencia. Quería ver el abedular y me he llevado la sorpresa de encontrarme, aparte de los abedules, algunos tejos muy antiguos, acebos y varios grupos de secuoyas con un porte bastante importante. Saludos
ResponderEliminarBuenas, soy de bustarviejo y he oido que cerca del puerto de canencia habia alguna seouya, me gustaría, si me pudiese indicar donde se encuentran. Muchas gracias y un saludo. Si no le importa me lo podría decir por WhatsApp 644366915
EliminarPues no sé nada de la presencia de secuoyas en la zona del Puerto de Canecia. No sería nada extraño, puesto que también se plantaron abetos de Douglas en esa zona. Si acaso me entero de algo o si llego a verlos (que ya son muchas las ganas de volver a la sierra) aquí lo comentaré...
EliminarHola, Adrián. ¿No tendrás alguna idea de la edad que pueden tener las secuoyas de Guadarrama que citas y si se plantaron para aprovechamiento forestal? Creo que ya has pasado por mi blog mirando secuoyas :-) https://www.arbolesconhistoria.com
ResponderEliminarHola, pues mirando las fotografías aéreas del lugar disponibles en la Fototeca Digital del Instituto Geográfico Nacional (https://fototeca.cnig.es/fototeca/), yo estimo que se han debido plantar a finales de los años 60 o principios de los 70 al mismo tiempo que los pinos. En la vista de los años 50, de muy mala calidad se ve que no había árboles. En las fotografías de los años 70-80, también en blanco y negro, se ven unas sombras muy características que solo pueden ser las secuoyas.
EliminarBuenas tardes Adrián, leyendo por casualidad este blog, comentar solo que también existen varios ejemplares de gran porte en la casa forestal de Las Campanillas, a unos 4 o 5 km de este lugar, por la pista forestal que se adentra hacia el Río Moros, también en vertiente norte. Algunos son ejemplares ya casi monumentales, y seguramente superen los 30 metros de altura.
ResponderEliminarUn saludo.
Buscando la ubicación de esa casa forestal en Google Maps me he encontrado unas cuantas fotos y parece en efecto que plantaron en aquél lugar bastantes árboles exóticos que aparentemente alcanzan un buen tamaño. Gracias por señalarlo aquí. Estas casas forestales parecen un buen lugar para llevarse sorpresas...
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