Árbol indisociablemente ligado al paisaje mediterráneo, raro es el pueblo a orillas del Mare Nostrum que no tenga su plaza central ocupada por algún venerable plátano, dando sombra desde tiempos inmemoriales a los vecinos en los tórridos veranos de esta región. Se trata de un árbol muy resistente que ha sido muy utilizado como árbol de alineamiento. El árbol que conocemos, sin embargo, es un híbrido que nació del cruce y retrocruce repetido del plátano americano con el plátano oriental. Algunos autores llegaron a postular que el plátano de sombra era una especie autóctona que habría sobrevivido a las glaciaciones en la Península Ibérica pero los estudios genéticos llevados a cabo sobre los plátanos europeos han demostrado claramente su origen híbrido (1). El plátano oriental es pues la especie primigenia en la cuenca mediterránea y tan solo sobrevivió, como otras tantas especies, en el este de la misma. Actualmente crece de manera natural desde Sicilia hasta Irán.
El plátano oriental es una especie mediterránea muy ligada a los ríos, a orilla de los que suele crecer acompañando a otras especies como los sauces, el chopo, el almez, el fresno o el nogal. Su presencia está documentada en la Península Ibérica hasta fechas muy recientes. De hecho sobrevivió hasta el último período interglaciar. Pertenece a una familia muy antigua que apareció ya en el Cretácico. Se puede pues considerar como un auténtico fósil viviente. La familia estuvo distribuida por todo el Hemisferio Norte en el Terciario pero, tal como ocurrió con tantísimas otras familias, sufrió particularmente los efectos de las glaciaciones en el continente europeo, sobreviviendo tan solo en el E de la cuenca mediterránea la única especie presente en Europa actualmente: Platanus orientalis.
Quienes hayan tenido alguna vez la oportunidad de visitar el Jardín del Príncipe de Aranjuez se habrán quedado asombrados por el tamaño descomunal que pueden alcanzar los plátanos, poco frecuente en Angiospermas de las zonas templadas y tan solo superado, en nuestro país, por los eucaliptos. Difícil no pensar que su coevolución con herbívoros como los Titanosaurios a finales del Cretácico tuvo algo que ver en ello...
El cultivo del plátano a partir de semillas no ha resultado muy difícil. Sorprende, al principio, ver el tamaño tan diminuto de las plántulas que se desarrollan a partir de sus frutos (aquenios). Durante varias semanas, esas plántulas endebles no crecen mucho, pero una vez que aparecen las primeras hojas y que la plántula se enraíza bien, da un espectacular acelerón. De hecho es de las especies que mayor desarrollo ha alcanzado sobre mi terraza en los 7 meses que han transcurrido desde su siembra. Es, junto al liquidambar, una de las especies prioritarias en mi proyecto de reconstituir un pequeño bosque pleistocénico...
El plátano oriental es una especie mediterránea muy ligada a los ríos, a orilla de los que suele crecer acompañando a otras especies como los sauces, el chopo, el almez, el fresno o el nogal. Su presencia está documentada en la Península Ibérica hasta fechas muy recientes. De hecho sobrevivió hasta el último período interglaciar. Pertenece a una familia muy antigua que apareció ya en el Cretácico. Se puede pues considerar como un auténtico fósil viviente. La familia estuvo distribuida por todo el Hemisferio Norte en el Terciario pero, tal como ocurrió con tantísimas otras familias, sufrió particularmente los efectos de las glaciaciones en el continente europeo, sobreviviendo tan solo en el E de la cuenca mediterránea la única especie presente en Europa actualmente: Platanus orientalis.
Quienes hayan tenido alguna vez la oportunidad de visitar el Jardín del Príncipe de Aranjuez se habrán quedado asombrados por el tamaño descomunal que pueden alcanzar los plátanos, poco frecuente en Angiospermas de las zonas templadas y tan solo superado, en nuestro país, por los eucaliptos. Difícil no pensar que su coevolución con herbívoros como los Titanosaurios a finales del Cretácico tuvo algo que ver en ello...
Platanus orientalis | Familia: Platanaceae | Orden: Proteales | |
Árbol de hasta 30 m. Ramillas jóvenes castaño-amarillentas, tomentosas, glabras con la edad, tornándose castaño-rojizas tras secarse, con pequeñas lenticelas. Estípulas de menos de 1 cm; pecíolo de sección circular, 3-8 cm, tomentoso; lámina anchamente ovada, 9–18 × 8–16 cm, profundamente (3)5-7-lobada, palmatipartida, con ambas caras inicialmente cubiertas de pelos gris-amarillentos, glabrescentes y finalmente únicamente pubescentes a lo largo de las venas por el envés; venas principales 3 o 5, que se originan en la base; base ligeramente cordada o subtruncada; lóbulo central 7-9 x 4-6 cm, de margen lobado; lóbulos laterales más cortos, de margen groseramente dentado. Flores tetrámeras. Flores masculinas: sépalos cortos, pequeños; estambres mucho más largos que los pétalos; filamentos muy cortos; anteras alargadas. Flores femeninas: sépalos pubsescentes; pétalos oblanceolados; carpelos 4; estilos alargados, de ápice crispado. Ramillas fructíferas con (2)3-5 infrutescencias. Infrutescencia capitada, 2-2,5 cm de diámetro. Aquenios con estilo espiniforme persistente, 3-4 mm; pelos basales amarillos, exertos de la infrutescencia. Platanus Árboles caducifolios, con indumento de pelos estrellados. Ritidoma que se desprende en placas, escamoso y persistente en la base de los troncos viejos. Yemas ovoideo-cónicas, revestidas por una sola escama. Hojas largamente pecioladas, 3-7 palmatífidas o palmatipartidas, con los lóbulos enteros o dentados; estípulas generalmente caducas. Inflorescencias solitarias o en grupos de 2-7, sobre largos pedúnculos, las que aparecen al mismo tiempo que las hojas. Flores muy pequeñas. Sépalos escamiformes, ± espatulados, más cortos que los pétalos. Pétalos escariosos, agudos. Estambres 3-8; anteras alargadas, subsésiles o con filamento corto. Carpelos (3)6-9, envueltos en la base por un penacho de pelos largos. Aquenios claviformes, que por lo general se desprenden al año siguiente de la maduración. |
El cultivo del plátano a partir de semillas no ha resultado muy difícil. Sorprende, al principio, ver el tamaño tan diminuto de las plántulas que se desarrollan a partir de sus frutos (aquenios). Durante varias semanas, esas plántulas endebles no crecen mucho, pero una vez que aparecen las primeras hojas y que la plántula se enraíza bien, da un espectacular acelerón. De hecho es de las especies que mayor desarrollo ha alcanzado sobre mi terraza en los 7 meses que han transcurrido desde su siembra. Es, junto al liquidambar, una de las especies prioritarias en mi proyecto de reconstituir un pequeño bosque pleistocénico...
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