Amenazada en el sur, invasora en el norte, el paradójico caso de la encina

De todos los árboles que crecen en la Península Ibérica, probablemente ninguno tenga tanta importancia como la encina. Ya sea por la superficie que ocupaba hasta hace poco o por la cantidad de servicios que ha prestado al hombre desde tiempos inmemoriales. Todos sabemos, por ejemplo, la importancia que desempeña en la alimentación del ganado (porcino en particular). Las vastas extensiones de dehesa del centro y del oeste de la Península conforman, de hecho, uno de nuestros paisajes más típico. En esas dehesas se crían los cerdos que producen los famosos jamones ibéricos y los toros bravos que empitonan cada año los incautos turistas que participan en nuestros encierros.


Dehesa extremeña / Fotografía: El diario digital de Extremadura

La encina domina no solamente los ecosistemas de la región mediterránea, sino también nuestro imaginario. El "climax" de la vegetación mediterránea es en efecto, según los fitosociólogos "clásicos", un bosque casi monoespecífico de encinas y/o de alcornoques y estas dos especies son las que se utilizan mayoritariamente en los programas de repoblación llevados a cabo por las organizaciones ecologistas de este país. Los estudios de paleobotánica, sin embargo, ponen en tela de juicio esa visión demasiado idealizada que nos hacemos de los ecosistemas mediterráneos. Nuestros bosques eran, antes de que el hombre influyera en su composición, mucho más diversos, desempeñando en ellos los pinos un papel muchísimo más importante del que imaginamos. La dominancia casi absoluta de la encina en buena parte de nuestro territorio se debe, en realidad, al manejo que ha hecho el hombre del bosque.



La sucesión ecológica de los ecosistemas mediterráneos tal como se la enseñamos a nuestros hijos. ¿ Y dönde están los pinos ? / Figura: Ciencias Naturales-Biología

Llevamos pues milenios conviviendo con la encina y para una mayoría de personas, este árbol duro y generoso simboliza como ningún otro las bondades de lo “autóctono”. Contemplar un paisaje con encinas es, de alguna manera, viajar a aquel tiempo en que una ardilla podía cruzar la Península sin posar un pie a tierra. La encina está firmemente enraizada en nuestro subconsciente y cuando a alguien se le ocurre llevar a cabo algún proyecto de repoblación, la encina es, naturalmente, la opción casi obligatoria a la hora de escoger qué especies plantar. Esa relación milenaria que nos une a la encina, sin embargo, se está viendo amenazada por el cambio climático, cuya aceleración en los últimos 40 años ha tenido consecuencias dramáticas para las quercîneas mediterráneas. La subida de las temperaturas y la bajada de las precipitaciones han propiciado la repetición de grandes episodios de sequía que han debilitado mucho a las encinas y los alcornoques, que sufren desde hace unos años el irremediable ataque de muchos patógenos que matan en silencio a millones de árboles. Se ha llamado “seca” a ese fenómeno que no parece tener mucha solución. Aunque logremos luchar contra esos patógenos, el cambio climático está en marcha y si no son los patógenos los que acaban con la encina en algún momento lo hará el fuego o la falta de agua.


Evolución de un alcornoque ('Quercus suber') afectado por el microorganismo 'Phytophthora cinnamoni'. Fotografía: Esperanza Sánchez

Los estudios prevén que a finales del siglo XXI la encina y el alcornoque habrán desaparecido de buena parte de la meseta sur, sustituidos por una vegetación más termófila, actualmente confinada a las zonas costeras y a zonas interiores como los valles del Guadalquivir o del Ebro.



Cambios en los pisos bioclimáticos (termotipos) en la Península Ibérica a lo largo del siglo XXI, suponiendo que alcanzaremos una concentración de CO2 en la atmósfera de 850 ppm el año 2100 (Moreno J.M.. (2006) / Evaluación preliminar de los impactos en España por efecto del cambio climático / Boletín CF+S (Ciudades para un Futuro más Sostenible), Vol. 38/39.)



Mientras en el sur de su área de distribución se hacen cada vez más evidentes los síntomas de su declive, la encina en cambio va progresando en el norte de su área de repartición y mucha más allá. El caso de Inglaterra es particularmente interesante. la especie se introdujo en ese país como ornamental en el siglo XV pero desde mediado del siglo XX, se ha expandido considerablemente en el sur de Inglaterra y de Irlanda, colonizando los terrenos secos y calizos próximos a la costa. El mapa que reproduzco aquí demuestra, además, que su expansión ha sido realmente espectacular en el siglo XXI, en particular después de 2010. Tanto es así que la encina es hoy en día considerada una especie invasora en ese país.


Repartición de la encina en Reino Unido e Irlanda / Online Atlas of the British and Irish Flora

Es evidente que de no haber sido introducida por el hombre, no hubiese llegado por ella misma a Inglaterra. Lo mismo cabe decir de otras muchas regiones de Francia. Eso ilustra perfectamente algo que todos sabemos o intuimos: el área potencial de muchas especies vegetales - árboles en particular - es mucho más amplia que lo que sospechamos. Que esas especies no estén presentes en esas zonas se debe a que les resulta difícil o imposible desplazarse hacia esas zonas. El contrario también es cierto: existen amplias zonas en las que las especies - los árboles en particular - aguantan como pueden en condiciones que hace tiempo que dejaron de ser las idóneas para ellas. Hasta que algún día cruzan la línea de lo que podían aguantar y de repente se vienen abajo, tal como ha ocurrido, por ejemplo, en la Sierra de Baza.


Viñedo en Dorking, Surrey, Inglaterra / Fotografía: Clickos

La encina se encuentra claramente en una situación como la que acabo de describir. Moribunda en buena parte de su actual área de distribución y considerada invasora en regiones que le son hoy favorables, nos manda un mensaje que no podemos ignorar: ayúdenme a desplazarme hacia aquellas zonas en las que podría establecerme o puede que de aquí a finales de siglo me convierta en una especie amenazada. Resulta curioso, sea dicho de paso, que los ecologistas y científicos ingleses consideren la encina una especie invasora cuando los agricultores de la misma zona del sur de Inglaterra llevan ya años produciendo vino y plantando olivos...

2 comentarios

  1. Las especies invasoras son el bosque del futuro. Sino les permitimos desarrollarse estamos potenciando la desertificación.

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  2. No me gustaría que desaparecieran de la península aunque peor sería si desapareciesen del mundo, pero de todos modos hagamos todo lo posible por mantenerlas en nuestras tierras

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