Paleoautóctonas (67): Vachellia (Mimoseae)

Vachellia Familia: Fabaceae Orden: Fabales

Arbustos o arbolitos, con espinas estipulares; estípulas espinescentes, rectas y cilíndricas o curvadas y en forma de cuerno (a menudo asociadas con hormigas agresivas), persistentes. Hojas bipinnadamente compuestas; pecíolo con nectarios glandulares; raquis con nectarios glandulares; pinnas 2–40 pares (en CR); folíolos 10–75 pares por pinna (en CR), opuestos. Infls. generalmente axilares, capituladas o espigadas. Fls. amarillas, actinomorfas, sésiles; sépalos connatos en un cáliz campanulado, 5-lobulado; pétalos 5, connatos en una corola tubular, lobulada; estambres numerosos, los filamentos separados; anteras diminutas, sin glándulas o con 1 glándula apical. Frs. rojos a rojo oscuro o púrpura, oblongos a linear-oblongos, subcilíndricos, coriáceos, ± curvados, tardíamente dehiscentes o indehiscentes, el mesocarpo pulposo; semillas usualmente pocas, en 2 hileras separadas, castañas o pardo oscuro, variables en forma, con un arilo blanquecino a amarillo, esponjoso.

Zamora, N. 2010 . Fabaceae. Pp. 395–775 in, B. E. Hammel, M. H. Grayum, C. Herrera & N. Zamora (eds.), Manual de Plantas de Costa Rica. Vol. V: Dicotiledóneas (Clusiaceae-Gunneraceae). Monogr. Syst. Bot. Missouri Bot. 119: 1-970.

Cuando se compara la flora arbórea española con la del norte de África, lo primero que llama la atención es la importante cantidad de especies que compartimos. La inmensa mayoría de las especies mediterráneas y buena parte de las especies submediterráneas están presentes a ambos lados del Mediterráneao. Pero también hay diferencias notables, siendo la más llamativa la ausencia del cedro del Atlas (Cedrus atlantica) en la Península Ibérica. Una ausencia relativamente reciente, tal como vimos al describir ese género. Otra ausencia pasa generalmente mucho más desapercibida y no se limita tan solo al género Vachellia que aquí tratamos, sino a toda la tribu de las Mimoseae, a la que pertenece ese género. En el norte de África, las especies pertenecientes a esta tribu están adaptadas a vivir en condiciones extremas de sequía y son componentes esenciales de las estepas y sabanas que se desarrollan en las regiones de transición entre la región mediterránea y el desierto del Sáhara.




Estepa arbolada dominada por Vachellia tortilis subsp. raddiana en el Parque Nacional de Bouhedma (Túnez) / Fotografía: Slim Alileche / Licencia: CC BY-SA 4.0.


A pesar de existir ya en la Península Ibérica vastas regiones con un clima árido de tipo estepario o subdesértico (Los Monegros, desierto de Tabernas, etc) llama poderosamente la atención la total ausencia de árboles en estas áreas. Estando este tipo de clima en franca expansión durante las últimas décadas cabe preguntarse si en anteriores períodos cálidos ocurrió lo mismo y si hemos de conformarnos con que gran parte de la Península se quede sin ningún tipo de cobertura arbórea en el futuro, al no haber actualmente árboles capaces de prosperar en este tipo de condiciones. Un simple vistazo al otro lado del estrecho nos demuestra, sin embargo, que tales especies existen.



Evolución del clima en España en las 4 últimas décadas, utilizando la clasificación de Köppen. Chazarra Bernabé A. et al. (2022).


¿Estuvieron pues presentes en Europa en alguna época las Mimoseae? La respuesta es, indudablemente, sí, pero al tratarse de plantas desarrolladas en ecosistemas áridos, los restos fósiles escasean. Por razones fácilmente entendibles, conocemos muy bien la vegetación de los ecosistemas húmedos, cuyos restos han sido preservados en zonas de sedimentación activa, pero sabemos muy poco de la vegetación de las zonas áridas, donde los restos de las plantas prácticamente no se preservan.

Otra dificultad a la que los investigadores se enfrentan es la poca variabilidad que se observa en los órganos preservados en una familia como las Fabáceas, en la que muchas especies tienen frutos y folíolos muy parecidos unos con otros, lo que dificulta considerablemente su identificación.



Árbol filogenético de las Mimoseae. Miller J.T. et al. (2013).


Estas dificultades han llevado los investigadores a reconstruir la evolución de las Mimoseae basándose esencialmente en los estudios moleculares (Miller J.T. et al., 2013). Algunos hallazgos permiten sin embargo calibrar en el tiempo algunos nodos de ese árbol. La aparición de la familia de las Fabáceas parece situarse en el Cretácico Superior en el W de Gondwana. La diferenciación de las 3 subfamilias de esta familia se inicia probablemente ya en el Cretácico, habiéndose descubierto en Argentina restos de madera típicos de la subfamilia de las Mimosoideae datados del Paleoceno Inferior (Bra M. el al., 2008). Llama sobre todo la atención en este árbol filogenético la tardía diversificación de algunos géneros, que parece estar relacionado con un aumento de la aridez a partir del Mioceno en varias regiones del mundo.




Hojas e inflorescencia de Vachellia tortilis subsp. raddiana. Haroune, Sahara marroquí oriental. / Fotografía: Claude Lemmel & Zahora Attioui / Licencia: CC BY-SA 4.0


Durante el Neógeno, el género “Acacia” (s.l.) se ha reportado en muchos puntos del S del continente, donde estaba asociado a una vegetación abierta y xerófila que se conoce en esta región desde al menos el Mioceno Inferior (Jiménez-Moreno G. Et al. , 2010), en asociación con géneros como Nitraria, Neurada, Ephedra, Convolvulus, Lygeum, Prosopis. El paralelismo con la actual vegetación del N de Africa es más que evidente y es pues bastante probable que estemos aquí hablando de especies del género Vachellia, que al igual que el cedro, nunca tuvieron la ocasión de volver tras las glaciaciones. Sobre el género Prosopis, que hemos tratado anteriormente, es interesante notar su posición muy en la base del árbol filogenético de las Mimoseae, mostrando que el tipo de inflorescencia original de este clado era el racimo, al igual que en las demás subfamilias de las Fabáceas.




Inflorescencias de Albizia julibrissin. Moncofar, Castellón. / Fotografía: Adrián Rodríguez / Licencia: Dominio Público


Otras MImoseae que se han encontrado en el registro fósil europeo no estaban ligadas a climas tan extremos. De los pocos géneros que han podido ser identificados, podemos citar al género Albizia, cuya presencia era de esperar teniendo en cuenta que una de sus especies (A. julibrissin) es un componente de la flora de la región del Bosque Hircano, en el N de Irán, en la que muchas especies encontraron refugio durante la última glaciación. El gran valor ornamental de esta especie hizo que pronto fuese utilizada en el Imperio Otomano, de donde fue luego importada a Occidente bajo del nombre de “Acacia de Bizancio”. Al ser el clima de su región de origen muy similar al Mediterráneo a nivel de temperaturas, se ha aclimatado sin ningún problema, llegando incluso a naturalizarse en aquellos lugares en los que disponía de agua.




Paisaje de Lugo con mimosa (Acacia dealbata). / Fotografía: Certo Xornal / Licencia: CC BY 2.0


Las Mimoseae ilustran bien algo que vengo diciendo desde hace tiempo para incentivar el regreso y el uso de las especies “paleoautóctonas”: y es que si no favorecemos nosotros el regreso de los taxones que estuvieron presentes en un pasado más o menos reciente, la naturaleza de todos modos dará la alternativa a otras especies. Y a la naturaleza le dará absolutamente igual de donde vengan. Un buen ejemplo de ello lo tenemos con el género Acacia (s.str.), originario de Australia, del que se cultivan muchas especies como ornamentales. Algunas de ellas han demostrado estar perfectamente adaptadas a nuestro clima y se han visto favorecidas por el aumento de las temperaturas durante las últimas décadas. Tanto es así que resulta hoy en día imposible plantearse su erradicación, al existir en los suelos un importante banco de semillas, capaz de aguantar durante muchísimos años a que se den las condiciones favorables para su germinación (su periodo de viabilidad puede alcanzar los 300 a 400 años).




La erradicación de la mimosa (Acacia dealbata) exige muchísimo esfuerzo y su resultado es más bien incierto, al poder germinar las semillas acumuladas en el suelo durante siglos / Fotografía: La Voz de Galicia


De cara al futuro y constatando la progresiva aridificación de buena parte del S del continente europeo (y de la Península Ibérica en particular), creo que valdría la pena plantearse la posibilidad de permitir la introducción en las regiones más áridas de especies arbóreas y arbustivas originarias del N de África si queremos evitar que amplias zonas de la Península se conviertan en estepas desérticas totalmente desprovistas de árboles. Me consta que esta sería la solución preferida por algunos puristas que siguen considerando como exóticas especies que viven a apenas algunas unas decenas o centenares de kilómetros de distancia de nuestras costas. Yo preferiría mil veces que en ese desierto artificialmente mantenido sin árboles crezcan especies norteafricanas como Vachellia tortilis, V. gummifera, V. ehrenbergiana, Faidherbia albida, Sideroxylon spinosum, Tetraclinis articulata y Cupressus atlantica. Desierto, de todos modos, también tendremos. Evitemos al menos extenderlo despreciando las soluciones que nos ofrece la propia naturaleza…



Bra M. el al. (2008) / Fossil wood of the Mimosoideae from the early Paleocene of Patagonia, Argentina / Alcheringa: An Australasian Journal of Palaeontology, Vol. 32(4), pp. 427-441
Chazarra Bernabé A. et al. (2022) / Evolución de los climas de Köppen en España en el periodo 1951-2020 / Nota técnica 37 de AEMET
Jiménez-Moreno G. et al. (2010) / Miocene to Pliocene vegetation reconstruction and climate estimates in the Iberian Peninsula from pollen data / Review of Palaeobotany and Palynology, Vol. 162, pp. 403–415
Miller J.T. et al. (2013) / Comparative dating of Acacia: combining fossils and multiple phylogenies to infer ages of clades with poor fossil records / Australian Journal of Botany, Vol. 61, pp. 436-445.

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