¿QUIÉN SOY YO?
Tras cumplir años hace unos días y sin mucho que hacer salvo esperar el desenlace del culebrón de la okupación del piso de mis padres, he pasado este fin de semana perdiendo el tiempo viendo vídeos de Youtube y reflexionando un poco sobre lo que ha sido mi vida y cuales han sido los condicionantes de la misma. No se puede volver atrás, claro está y todas las puertas que no abriste en su día ya nunca se volverán a abrir pero a veces todos tenemos ratos de estos en los que te preguntas cómo hubiese sido tu vida si hubieses tomado otras decisiones o si el azar te hubiese llevado a seguir un camino diferente. La vida es como un gran árbol que va poco a poco ramificándose y que te obliga a escoger la rama por la que seguirás creciendo, a veces conscientemente y otras obligado por las circunstancias. La ruta que escoges viene condicionada por muchos factores entre los que destacan el medio en el que te crías, tu potencial y tu personalidad. Todos interactúan unos con otros y condicionan tus decisiones en mayor o menor medida. Solemos creer que somos dueños de nuestras decisiones. Creemos en el libre albedrío pero la realidad es que nuestras decisiones vienen condicionadas por un sinfín de factores de los que muchas veces no somos ni tan siquiera conscientes.

El medio en el que te crías desempeña un papel fundamental en el desarrollo de toda persona y aquí influyen mucho los valores que te inculcan tus padres y la educación que recibes. Hoy me doy cuenta que ser hijo de emigrantes nacido en un país tan poco dado a "asimilar" los inmigrantes tuvo una importancia capital en el desarrollo de mi personalidad y el discurrir de mi vida. Aunque hoy en día las cosas han cambiado bastante, integrarse en la sociedad civil suiza era una tarea árdua hace 60 años. Por mucho que te esforzaras, los suizos siempre te consideraban como un extranjero. Y al menor problema, no eras tratado como cualquier ciudadano suizo, te jugabas la renovación de tu permiso de residencia o, en casos graves, directamente la expulsión del país. Todos los hijos de extranjeros que nos criamos en Suiza conocemos a personas de nuestra generación que tuvieron que volver a su país de origen, a pesar de haber nacido en Suiza y de no conocer absolutamente nada de su país de origen. Un desarraigo total y cruel.

Este miedo constante a no querer infringir las leyes y reglas no escritas de nuestro país de acogida obligó una mayoría de inmigrantes a adoptar un perfil bajo que les llevó a no querer destacar de ninguna manera, renunciando muchas veces a competir con los propios suizos a pesar de tener muchos demostradas capacidades para alcanzar las más altas metas. Este miedo latente fue transmitido a sus hijos de una manera difusa a pesar de estar ya mucho más integrados en la sociedad suiza. Muchos adquirieron la nacionalidad suiza pero aún así, siguieron siendo vistos como extranjeros por muchos suizos. Tener un apellido extranjero en aquellos tiempos (y aún hoy en día me temo yo conociendo el percal) no ayudaba mucho a la hora de postular a puestos de cierta relevancia...

La tendencia "natural" para muchos extranjeros era pues la de aceptar -los suizos esperaban además que con gratitud- las oportunidades que les daban sin plantearse la posibilidad de alcanzar metas que les parecían totalmente inalcanzables. Pocos como mi padre creyeron en ellos mismos y lograron coger el famoso "ascensor social". Él estaba muy orgulloso de haber sido el primer extranjero en obtener el prestigioso título de "Maestro Ebanista" pero era obviamente una excepción en aquella época. En la mayoría de los casos, los inmigrantes eran obreros y peones cuyos hijos rara vez estudiaban más allá de Secundaria. Tuve suerte y tanto mi hermana como yo pudimos estudiar, cosa que hacían una minoría de hijos de emigrantes en aquella época. Aquí interviene otro factor que mencionaba antes: el potencial. Muchas personas tienen un potencial extraordinario que a veces se acaba desaprovechando porque sus padres no supieron verlo y estaré reconociente toda mi vida a un profesor de Secundaria que insisitió mucho en hablar con mis padres para convencerles de que me dejaran estudiar, porque veía en mí un gran potencial. De todos modos creo que mis padres ya lo tenían claro, porque por aquel entonces era yo un alumno brillante, pero esto ilustra perfectamente la importancia que a veces es toparse en la vida con personas que sepan apreciar tu potencial y que te den ganas de trabajar para alcanzar metas que probablemente no te planteabas alcanzar.

No ocurrió lo mismo en otros ámbitos como el deporte, por ejemplo, que siempre practiqué como un simple aficionado, sin dedicarle el tiempo necesario para realmente llegar a nada. Aparte su pasión innata por el fútbol, los españoles que emigraron a Suiza no vinieron con mucha tradición por los deportes y fueron los hijos los que descubrieron, al contacto con los otros niños y gracias a la escuela, la existencia de esos deportes que tan poca relevancia tenían en España por aquél entonces. Algunos lograron destacar y lo debieron fundamentalmente a su fuerza de voluntad, porque es evidente que es mucho más fácil destacar en el deporte cuando vienes de una familia muy deportista que si tus padres llegan de algún pueblo perdido en el que por aquél entonces los únicos deportes eran el trabajo en el campo y en las obras (tan duros como cualquier entrenamiento profesional, sea dicho de paso). A no ser, de nuevo, que algún ojeador o entrenador fuese capaz de ver tu potencial y de darte el impulso que necesitabas para dar el salto y lograr metas mucho más ambiciosas. Pero eso, cuando vives en una ciudad perdida entre abetos y campos resulta difícil que ocurra. Y eso que mi profesor de educación física en el liceo intentó convencerme más de una vez de convertirme en lanzador de disco, porque pensaba que yo tenía el físico para ello. Pero llegó ya demasiado tarde y no tenía un buen substrato esa semilla para germinar y prosperar...
![]() | Mi hermana en cambio es un buen ejemplo de adonde te puede llevar la fuerza de voluntad. Practicó el baloncesto durante años en equipos aficionados, como eran por aquel entonces todos los equipos femeninos suizos (solo recibía un salario la jugadora extranjera contratada por el club) y aún así logró destacar, convirtiéndose en la mejor marcadora "suiza" del campeonato de primera división. Me pregunto muchas veces que hubiese ocurrido si hubiese nacido en Madrid o en Barcelona... Dónde naces, qué educación recibes, de qué apoyos dispones y qué posibilidades de progresar existen allá donde vives condicionan mucho tu progresión en todos los ámbitos de tu vida. |
La "identidad" es un tema complicado para los hijos de emigrantes, y a mi me costó andar un poco perdido durante algunos años (los de la universidad). Sintiendo un fuerte apego por la cultura de mis padres pero estando al mismo tiempo totalmente integrado en la sociedad suiza (hasta que no decíamos nuestro nombre, nadie podía sospechar que yo o cualquiera de los españoles de segunda generación no fuésemos suizos), he vivido muchos años dividido entre estas dos identidades en un país que por aquél entonces no reconocía la doble nacionalidad a los españoles, cosa que hubiese resuelto en gran parte el dilema en que vivíamos muchos españoles de segunda generación. Eran también los años en los que la idea de la construcción europea gozaba de gran popularidad y renunciar a la nacionalidad española y europea no era una opción para mí. Más tarde, al marcharme de Suiza, acabé perdiendo absolutamente todos mis derechos y hoy en día, si volviera a Suiza, tendría que empezar todo desde cero. Algo ya imposible, ya que con la pensión de jubilado que recibiría de España, no daría ni para alquilar un cobertizo.

Hoy en día por fin existe la posibilidad para los españoles y demás europeos de obtener la doble nacionalidad.
Se da sin embargo la curiosa paradoja de que hoy en día me considero yo tan suizo como español. Y cuando veo que algún famoso se ha instalado en Suiza para pagar menos impuestos y tras apenas unos años ha obtenido la nacionalidad suiza (es un trato de favor que Suiza concede a los que se instalan allá y se traen toda su fortuna) y encima presume de ello, a mí me hierve la sangre. ¿Qué sabrán ellos de Suiza, de la que tan solo conocen el lado más amable? Recuerdo entonces todo lo que pasaron nuestros padres, los esfuerzos que tuvieron que hacer en silencio para ser "aceptados" en aquél país que muchos de ellos acabaron abandonando para volver a sus países de origen una vez jubilados (una clara muestra de su falta de integración) y a veces me digo que las nacionalidades son una gran estafa. El auténtico reconocimiento, aquí y en la Cochinchina lo otorga el dinero y sin él, eres un paria incluso en tu propio país. Así que desde hace algún tiempo considero que la única identidad válida es la personal. Ser uno mismo y sentirse igual a cualquier otra persona sea cual sea su origen o "identidad". Los nacionalistas encierran a las personas en identidades soñadas que son cárceles del alma y salir de eso te puede llevar años. ¡Sed vosotros mismos y mandad al carajo todos los nacionalistas vendedores de humo!

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