La espada de Damocles (2): Doñana

De todas las zonas costeras de la Península Ibérica que se verán irremediablemente afectadas por la subida del nivel del mar, la región del Bajo Guadalquivir es sin lugar a dudas la que se verá más impactada. Contrariamente a la Marjalería de Castellón, esta región está muy poco urbanizada, seguramente debido a que los procesos geomorfológicos que han conformado la fisiografía de esta región han sido muy activos durante los últimos milenios y siglos. Consecuencia de ello, esta región ha tenido una geografía muy cambiante que posiblemente sea la explicación de uno de los grandes misterios de la arqueología española: la ubicación de la mítica ciudad de Tartessos. De haber existido esta ciudad y haber estado situada en el Bajo Guadalquivir, sus ruinas probablemente hayan quedado sepultadas por los aportes terrígenas de uno de los ríos más importantes de la Península, en una zona de sedimentación muy activa en el interfaz de la tierra con el Océano Atlántico. Dudo mucho, con la subida del nivel del mar, que nunca encontremos esas fantaseadas ruinas.



Marismas de Doñana / Fotografía: Dvazquezq / Licencia: CC BY-SA 3.0 ES

Desde un punto de vista geológico, la región de Doñana es pues extremadamente joven, habiéndose formado esa extensa zona de marismas a consecuencia de la sedimentación ocurrida en la región el Bajo Guadalquivir tras la estabilización del nivel del mar hace aproximadamente 6500 años. En aquella época el mar se adentró en el valle del Guadalquivir hasta alcanzar la actual ciudad de Sevilla, formándose un extenso golfo que los aportes terrígenos del Guadalquivir fueron rápidamente colmatando.



Evolución de la región del Bajo Guadalquivir entre el momento en que se estabilizó el nivel del mar hace 6500 año (a), el periodo del Bronce Final hace aproximadamente 3000 años (b) y la época romana (c). Borja Barrera F. et al (2018).

La zona de marismas que se ha desarrollado en el gran golfo que se formó tras la subida del nivel del mar a principios del Holoceno tiene una altitud media que apenas supera el metro, situándose muchas zonas por debajo de esa cuota. Una subida del nivel del mar de 1 metro, que es la que se prevé de aquí a finales de este siglo bastaría para inundar una vasta extensión de marismas. Volveríamos entonces probablemente a una situación parecida a la que había en la época del Bronce Final (ver mapa "b" en la figura anterior).



Zonas inundadas en el Bajo Guadalquivir con una subida de 1 metro del nivel del mar (posiblemente hacia 2100). https://coastal.climatecentral.org/.

Con una subida de 3 metros del nivel del mar, éste alcanzaría la región de Dos Hermanas, a las puertas de Sevilla, retrotrayéndonos a la situación que teníamos hace 6500 años. La gran diferencia respecto a esa época es que lejos de estabilizarse, puede que el nivel de mar siga aún subiendo durante siglos, tal vez milenios, hasta alcanzar cuotas que harían desaparecer ciudades enteras. Sin querer ser alarmista, veo muy negro el futuro de una ciudad como Sevilla más allá del año 2200. Como se derritan buena parte de los casquetes de hielo que cubren Groenlandia y la Antártida, el mar podría subir mucho más que esos 3 metros. Imaginemos un instante que se derrita completamente el hielo que cubre Groenlandia, esto supondría una elevación del nivel del mar de 7,4 metros! Y por ahora no parece que seamos capaces ni tan siquiera de frenar nuestro consumo de hidrocarburos. La cosa pinta francamente mal para muchas ciudades del mundo.



Zonas inundadas en el Bajo Guadalquivir con una subida de 3 metros del nivel del mar (posiblemente hacia 2200). https://coastal.climatecentral.org/.

Para no darle a este artículo un tono demasiado pesimista, cabría destacar que a pesar de lo aterrador que pueda resultarnos la perspectiva de ver una ciudad como Sevilla desaparcer bajo las aguas del mar, estamos hablando de un proceso relativamente lento a ecala de una vida humana. O sea, que tomando ya consciencia del problema, da tiempo para ir pensando en como solucionarlo. Pero es evidente que reubicar una ciudad como Sevilla en algún lugar que quede fuera del alcance del mar es algo que habría que ir pensando ya. En el mejor de los casos, si la Humanidad por fin logra ponerse de acuerdo para dejar de consumir hidrocarburos, tal vez tengamos la suerte de ver Sevilla convertirse en una ciudad situada a orillas de un gran estuario. De lo contrario, me temo que poco se podrá hacer para parar el mar. A no ser que la aridificación de la región mediterránea y un mayor aporte de sedimentos logre contrarrestar el avance del mar. Todo dependerá de la velocidad a la que suba el mar, pero me temo que si se vuelven a alcanzar velocidades de subida del mar parecidas a las que hubo tras la última glaciación (hasta 5,5 metros por siglo), no veo claro que vayamos a ganar terreno sobre el mar hasta que este se estabilice dentro de bastantes siglos.

Aunque el mapa de la subida del nivel del mar puede sugerir que el Parque Nacional de Doñana va a desaparecer casi enteramente, engullido por el mar, no hemos de olvidar que nos encontramos en una zona en la que la interacción entre el mar y la tierra es muy dinámica. Seguirán llegando sedimentos que se irán redistribuyendo y depositando a lo largo de toda la costa y es probable que aunque suba el nivel del mar siga habiendo en esta región humedales cuya extensión y repartición cambiarán constantemente. Doñana, como parque nacional con límites claramente definidos, dejará de existir, pero no dejarán de existir las dunas y las marismas, que se moverán tierra adentro ocupando lo que son hoy tierras cultivadas. Es evidente que en el caso de Doñana, habrá que redefinir la mismísima noción de "parque nacional" y aceptar la idea que la geografía de esta región va a cambiar por completo en los siglos venideros.



Anuque Doñana en sus límites actuales desaparezca, no ocurrirá tal cosa con sus ecosistemas que volverán a desarrollarse en otros lugares, en la cambiante geografía de una costa que el mar redibujará constantemente en los siglos venideros. / Fotografia: Ángel M. Felicísimo / Licencia: CC BY 2.0

Con la subida de las temperaturas, sin embargo, podríamos tener unos aliados olvidados e inesperados. Olvidados, porque desaparecieron del litoral de la Península Ibérica hace aproximadamente unos dos millones y medio de años, en la transición entre el Plioceno y el Cuaternario. Estoy hablando de un tipo de vegetación que es muy frecuente en las regiones tropicales en zonas litorales muy llanas en las que no se sabe muy bien donde empieza la tierra y donde acaba el mar: los manglares. Como ya explicaba en el artículo que dedicaba al género Avicennia en mi serie de artículos dedicada a las especies paleoautóctonas, el límite norte alcanzado por el mangle negro en Norteamérica lo marca el hecho de que no haya días de frío en los que la temperatura baja por debajo de los -4ºC. Por debajo de esa temperatura, las plántulas del mangle negro no logran sobrevivir. Tales condiciones se dan ya en la actualidad. Huelva, por ejemplo, a menudo es la ciudad de España con la temperatura mínima más alta. El récord de frío en esa ciudad fue de -5,8 grados y se alcanzó en 1938. Más adelante tan solo llegó a alcanzar ese límite de -4ºC en 1954. Desde entonces, no han vuelto a bajar nunca más por debajo de ese límite y la probabilidad de que eso ocurra es cada vez más baja debido al constante aumento de las temperaturas medias, en particular las invernales.



Los manglares son reconocidos por su función protectora contra la erosión costera mediante la estabilización de la tierra, la acreción de sedimentos y la disipación de las mareas producto de tormentas, además secuestran carbono, son ricos en biodiversidad y se desempeñan como filtro ante la contaminación / Fuente: Conecto.mx

La presencia de pequeños manglares en esta zona en la que tierra y mar andan peleados sin duda lograría disminuir el poder erosivo del mar y favorecería la fijación de los sedimentos traídos por el Guadalquivir. ¿No existe ningún lugar en todo el litoral atlántico andaluz en el que se podría testear el cultivo del mangle? Ya puestos a imaginar una subida del mar de varios metros, intentemos al menos buscar ideas originales para pararle los pies...



Ya me imagino yo la Romería del Rocío progresando en barcas entre las raíces de los mangles...

Borja Barrera, F., et al., 2018. Evolución de la llanura aluvial del bajo Guadalquivir durante el Holoceno medio-superior. Geoarqueología y reconstrucción paleogeográfica de la vega de Itálica (Sevilla, España). Boletín Geológico y Minero, 129 (1/2): 371-420

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