Hace un un año recorría las redes una noticia falsa difundida por un grupo ecologista en protesta contra el monocultivo de eucaliptos en Galicia: se habían avistado koalas en un bosque de Galicia...
Aunque esa noticia era una simple broma y pueda parecer irrealista la supervivencia de los koalas en nuestro país, tal vez muchos ignoréis que, si bien no hay koalas en Europa, sí que existen en varios lugares pequeñas poblaciones ferales de un marsupial que probablemente habréis visto en algún zoo: el Ualabí de cuello rojo.
Ualabís de cuello rojo en el bosque de Rambouillet (Francia) / F. Moutou - SFEPM
El Ualabí de cuello rojo (Macropus rufogriseus) es un pequeño canguro originario del SE de Australia y de Tasmania muy popular en los zoos y parques de animales europeos. Las poblaciones ferales se han originado todas a partir de individuos escapados de tales parques. Aunque la especie sea exótica, no puede sin embargo considerarse invasora, al no haberse expandido sus poblaciones mucho más allá de las zonas en las que se establecieron. Algunas de ellas han desaparecido por completo al cabo de un tiempo. Sería más bien lo que los botánicos llaman una especie “efímera”. La principal dificultad a la que se enfrenta esta especie en Europa es el frío. Los inviernos duros provocan una alta mortandad. Es obvio que el cambio climático le viene bien.
La mayoría de las poblaciones existentes en Europa están asentadas en Inglaterra. La única población continental vive en el bosque de Rambouillet Francia), donde tiene una presencia muy discreta. Esa población se originó por el escape de un zoo de unos 20 a 25 individuos a principios de los años 70. Que esa población siga presente casi medio siglo más tarde (la esperanza de vida del Ualabí es de unos 9 años) parece indicar que esa población logró adaptarse al medio natural. Su hábitat en esta región es el bosque, las zonas arbustivas y los brezales.
¿ Curioso, no ? La pregunta, evidente, que muchos se harán es obvia: ¿ hemos de permitir que esos canguros se establezcan ? De hecho, llevan décadas establecidos en esos lugares y no han demostrado ser una especie problemática hasta la fecha. ¿ Entonces ? Me temo que llegados a este punto, cada cual tendrá su propia opinión. El caso es que funcionalmente no perjudican al ecossistema. De hecho, es una especie tan discreta que poco se sabe de sus costumbres. Lo que está claro es que cuanto más tiempo pase, mejor estarán adaptados estos animales al medio en el que viven, hasta llegar a estar plenamente integrados en él. ¿ Cuando pasa a considerarse una especie integrante de pleno derecho de un ecosistema ? Tal vez, en realidad, las especies siempre estén luchando por integrarse en un mundo en el que las cosas nunca paran de cambiar...
Endemismo de los bosques del sur del Mar Caspio (Azerbayán e Irán), el árbol del hierro es una especie que se empieza a cultivar cada vez más en nuestro país. Varios viveros proponen ya esta especie en sus catálogos y no resulta demasiado difícil hacerse con algún ejemplar de este bellísimo y singularísimo árbol. En la región en la que vivo (Madrid) es aún relativamente poco frecuente, pudiéndose observar algunos bellísimos ejemplares en el Jardín del Príncipe de Aranjuez y en el Real Jardín Botánico de Madrid. También son prometedores los ejemplares que se plantaron en la mediana del Paseo la Catellana pasada la Plaza San Juan de la Cruz, casi a la altura de los Nuevos Ministerios. Se trata, en cualquier caso, de una especie que aguanta perfectamente la contaminación y el calor aunque, eso sí, necesite de un riego veraniego.
Aspecto general / Universidad de Cambridge (UK) / https://www.cam.ac.uk/museums-and-collections/collaborative-projects/my-museum-favourite/parrotia-persica
Esta especie, que hoy en día tan solo sobrevive en las faldas de los montes Elburz, tuvo durante el Cuaternario un área de extensión mucho más amplia que cubría todo el sur del continente europeo. Fue desapareciendo progresivamente de esta región al endurecerse las condiciones climáticas, huyendo del frío intenso durante los episodios glaciares y de la sequía durante los periodos interglaciares. Desapareció primero del oeste de la cuenca mediterránea (hace aproximadamente 1,3 Ma) pero se mantuvo mucho más tiempo en el este de la misma, permaneciendo hasta el último interglaciar (Riss-Würm) en la Península Balcánica (Grecia).
Especie termófila que vive actualmente en una región con un alto nivel de precipitaciones (que va disminuyendo en el extremo este de su área de repartición), parece sin embargo que tiene cierta resistencia a la sequía una vez establecida. Es probable que encontraría en la fachada atlántica del continente europeo y en los relieves de la región mediterránea las condiciones idóneas para su desarrollo. Curiosamente, a pesar de conocerse su extensión pretérita desde hace ya bastante tiempo, a nadie se le ha ocurrido hasta ahora utilizar esta especie para fines otros que el puramente ornamental. Su nombre hace alusión a la extrema dureza de su madera, cuya densidad provoca que se hunda en el agua e impide su aprovechamiento. En Irán sus hojas se han utilizado en la medicina tradicional para tratar fiebres e infecciones respiratorias, al tener sus extractos una demostrada actividad antibacteriana.
Habitat of Acer velutinum and Parrotia persica (Iran, Golestan, 10 km W of tunnel Golestan, Golestan National Park 24) /
http://photos.v-d-brink.eu/Flora-and-Fauna/Asia/Iran-Golestan-National-Park/i-Krs4vRX/
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| Parrotia persica | Familia: Hamamelidaceae | Orden: Urticales |
Pequeño árbol caducifolio de hasta 15 m de altura, de copa ancha y redondeada, con frecuencia con varios troncos. Corteza lisa, grisácea, que se exfolia en grandes placas que se desprenden con facilidad. Hojas alternas, ovadas a oblongas-obovadas, 6-10 x 4-8 cm, de márgenes ondulados, gruesamente crenadas-dentadas en su mitad superior, de color verde oscuro, tornándose amarillas, anaranjadas o rojizas en otoño. Flores agrupadas en pequeñas y densas inflorescencias capituliformes protegidas por grandes brácteas marrones. Flores actinomorfas, hermafroditas, apétalas, de 1,5-2 cm de diámetro una vez completamente abiertas. Estambres 10-15, ca. 1,5 cm (filamentos 1 cm). Anteras de un llamativo color rojo. El fruto es una cápsula bilocular de color marrón que se abre por dos valvas y que contiene 2 semillas.
Parrotia
Árboles decíduos; ramas con 1 profilo, glabrescente, pubescente y con pelos estrellados cuando es jóven. Hojas alternas; estípulas caducas que al caer dejan pequeñas cicatrices; lámina anchamente obovada o elíptica, membranácea, por lo general dentadas hacia el ápice de la hoja, con venación craspedódroma, con ambas caras pubescentes, con pelos estrellados. Plantas andromonóicas. Las inflorescencias, axilares o terminales, son espigas capitadas constituidas por 3-7 flores; brácteas florales grandes, castañas; bractéolas ausentes, Flores masculinas o hermafroditas, que se abren antes que las hojas. Sépalos 7-8(10), de forma irregular, dispuestos en espiral, unidos en la base, persistentes. Pétalos ausentes. Estambres (5)10-15, anteras alargadas, tecas 2-esporangiadas, cada una con dehiscencia longitudinal. Ovario semi-ínfero, úvulos 1 por lóculo; estilos largos, estigmas decurrentes. Cápsulas dispuestas en espiral a lo largo del raquis, sésiles, elongadas-globosas, leñosas, densamente cubiertas de pelos estrellados. Semillas elipsoidales. 2n = 24.
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La propagación de esta especie por semilla es relativamente difícil y caprichosa. Lo intenté esta primavera sin aplicar ningún tipo de tratamiento (aparte conservar las semillas en la terraza) y ninguna de las semillas que compré llegó a germinar. Por lo visto, no es infrecuente que tarde bastante más de un año en hacerlo. Como no tengo ya ni idea de donde las sembré, quien sabe si no me llevaré una sorpresa la próxima primavera. En cualquier caso, lo volveré a intentar, ya que junto a la Zelkova, esta es una de las especie que me parece más interesante "recuperar".
El futuro, siento anunciarlo aquí hoy con tanta vehemencia, no será igual que ese pasado tras el que muchos andan corriendo. Pocos lugares quedan ya en nuestro país y en este continente que no hayamos alterado en mayor o menor medida y es prácticamente imposible que vuelvan a desarrollarse en el futuro los mismos ecosistemas que destruimos. No solamente han cambiado las condiciones ecológicas que propiciaron su desarrollo, sino que también han cambiado la fauna y la flora, desapareciendo muchas especies y llegando muchísimas otras. Dedicamos, hoy en día, millones de euros a perseguir las especies exóticas que nos "invaden" sin ver que en realidad nosotros mismos hemos creado las condiciones para que prosperen. Hagamos lo que hagamos, esas especies no van a desaparecer. Eso no impide, claro está, que sigamos trabajando para intentar recuperar o reconstituir ecosistemas. Pero de nada sirve hacerlo si no tomamos consciencia de que probablemente, al final, el resultado podría ser bien diferente del esperado. Diferente pero no necesariamente peor. Vivimos en un mundo cambiante y la evolución de nuestros ecosistemas es en buena parte impredecible. El pasado, sin embargo, nos da buenas pistas acerca de cómo podría ser esa evolución…
Se han sucedido durante el Cuaternario distintos episodios glaciares, interrumpidos por periodos interglaciares durante los que las faunas y floras cálidas intentaron repetidamente regresar a sus antiguos dominios. Leones, leopardos, antílopes, hienas, hipopótamos, arruis y un largo etcétera de especies "africanas" llegaron a poblar el sur de Europa durante esos periodos interglaciares. La originalidad del actual período interglaciar es que las especies ya no pueden moverse con tanta facilidad. Salvo alguna excepción, como el chacal dorado o el arrui, es muy difícil que especies como las que hemos citado puedan colonizar o recolonizar nuevos territorios. Por sus actividades, el ser humano ha truncado el regreso de muchas especies que fueron "eliminadas" en un pasado no muy lejano. Es el caso, por ejemplo, del león, aún presente en la Península Balcánica en la Antigüedad y hace apenas 8000 años en el norte de nuestro país. Favorecer el regreso de esas especies se inscribiría pues en la lógica de lo ocurrido en anteriores periodos interglaciares. Impedir el regreso de esas especies, sea dicho de paso, nos llevaría a una situación inédita, quedando muchos nichos ecológicos vacíos. La modelización del hábitat de las especies que conforman nuestra actual fauna y su aplicación a las condiciones climáticas de finales de este siglo apunta a una progresiva desaparición de las especies de ámbito eurosiberiano de buena parte de la Península Ibérica. Si no dejamos que especies mejor adaptadas a las nuevas condiciones, como el arrui por ejemplo, colonicen esos nichos vacíos, corremos el riesgo de asistir a una simplificación de nuestros ecosistemas que podría poner en peligro a muchas especies cuya permanencia depende en gran medida de que exista una gran heterogeneidad en nuestros ecosistemas.
Introducir bisontes en los pinares del Sistema Ibérico o en las dehesas extremeñas es un sinsentido. Arruis y antílopes serían los pobladores más lógicos de esos ecosistemas que se van a quedar huérfanos si persistimos en creer que deberíamos basar nuestros esfuerzos en reconstituir la fauna y flora del reciente Holoceno. Seamos realistas: el nivel de CO2 en la atmósfera no había sido tan alto desde finales del Terciario. Si, como es de esperar en base a lo que conocemos del pasado, las temperaturas se ajustarán al actual nivel de CO2 (se observa una estrecha correlación entre ambos), se quedarán muy cortos esos 2 grados que la comunidad científica se ha fijado como límite de la subida de las temperaturas. Así que las cosas son bastante sencillas en realidad: o no hacemos nada y esperamos a ver qué pasa en un mundo tan intervenido por el hombre, o nos ponemos de una vez manos a la obra e intentamos facilitar esas migraciones que necesariamente tendrán (y tendrían ya) que ocurrir (o haber ocurrido). No creo, personalmente, que los bisontes o las cabras montesas de repente muten y se adapten a sobrevivir en los áridos ecosistemas del SE, que ganarán mucho terreno en la Península en un futuro mucho más cercano de lo que pensamos.
Así que dejemos de nadar a contracorriente, seamos pragmáticos y empecemos a creernos lo que nos cuentan los modelos de los climatólogos, que no son, sea dicho de paso, especialmente pesimistas (por evidentes razones políticas). Como geólogo que soy, me atrevo a decir que estamos volviendo a unas condiciones nunca vistas desde finales del Terciario (niveles de CO2 en la atmósfera). Saquen de ello sus propias conclusiones. ¿ Desmentirán las temperaturas las conclusiones de los geólogos, que observan que en el pasado el nivel de CO2 atmosférico y las temperaturas siempre han ido de la mano ? Podemos ignorar las conclusiones a las que llegan los climatólogos en base a los modelos que calculan (pobrecitos, no saben qué calculan) y podemos tachar de fantasiosa la historia que nos cuentan los geólogos (unos catastrofistas resentidos que intentan llamar la atención como pueden para obtener subvenciones). Sí, podemos seguir creyendo que el Holoceno sigue siendo ese mundo ideal que deberíamos intentar a toda costa reconstituir. Siento deciros que el Holoceno ha quedado ya muy atrás. O mejor dicho muy adelante, porque es un retroceso de varios millones de años el que está experimentando actualmente nuestro planeta. Negarlo es un fraude intelectual. Obviarlo, una grave irresponsabilidad. Que a estas alturas no asumamos aún realmente las conclusiones a las que llegan los climatólogos y nos obstinemos en reconstituir un mundo soñado me parece realmente preocupante...
Hace algunos años, paseándome por la calle principal de la playa de Moncofar (Castellón) observé un curioso detalle al que no di entonces demasiada importancia. Sobre el tallo de una palmera, surgiendo entre las bases cortadas de dos hojas, vi lo que parecía una rama pinchada en el tronco de la palmera. Provista de hojas lustrosas de forma típicamente obovada, no me resultó difícil reconocer un arbusto que estaba presente a pocos metros en los jardines vecinos. Como podéis observar en la fotografía que reproduzco a continuación se trataba en efecto de un jovencísimo ejemplar de pitósporo que germinó sobre el tronco de la palmera, como hacen otras muchas especies de plantas. Al año siguiente la "ramita" había desaparecido, víctima de una limpieza efectuada por el servicio de jardinería del ayuntamiento. Me quedé, sin embargo, con la sospecha de que esa especie probablemente era capaz de colonizar los medios que le eran favorables.
Queriendo comprobar este verano si las palmeras seguían colonizando los terrenos abandonados alrededor de la ciudad, me adentré en un pequeño naranjal abandonado en el que se había desarrollado ya un estrato arbustivo que en algunos tramos llega incluso a impedir el paso de una persona. A eso hay que añadir el considerable desarrollo que llega a alcanzar la madreselva y la cola de caballo, dos especies trepadoras que tras algún tiempo llegan a cubrir por completo los naranjos. En algunos lugares de esta misma región se unen a esas dos especies una liana exótica muy temida que alcanza un desarrollo muy importante: Araujia sericifera. No fueron palmeras, sin embargo, lo que llamó de inmediato mi atención en ese naranjal. Creciendo en la base de los naranjos, distintas especies de arbustos se han hecho fuertes en el “sotobosque” del naranjal, alcanzando en algunos lugares el mismo tamaño que los propios naranjos. Una de ellas es un representante de la vegetación original del lugar. Se trata del labiérnago, perteneciente a la familia del olivo y también ocasionalmente cultivada. Las demás especies, sin embargo, son más sorprendentes...
La especie que más llama la atención, por su porte y la peculiar disposición de sus hojas, es el pitósporo. Presente por doquier en el naranjal y en distintos estadios de desarrollo, resulta evidente el papel de las aves en su difusión, observándose el pitósporo casi exclusivamente en los naranjales abandonados y desarrollándose por lo general al pie de los naranjos. Tan solo me encontré un único ejemplar de pitósporo en un terreno abierto, donde las aves que transportan sus semillas no suelen transitar. Casi tan abundante como el pitósporo, el bonetero del Japón pasa sin embargo más desapercibido, teniendo sus hojas un color tierno muy parecido al de las hojas nuevas del naranjo. Su presencia queda más manifiesta en zonas en las que los naranjos se han secado por completo. Aunque pertenecen a familias diferentes, ambas especies comparten sin embargo algunas características que explican probablemente que ambas especies colonicen los mismos medios y que lo hagan siguiendo más o menos las mismas pautas. La similitud más evidente es el fruto y el modo de propagación de las semillas. Como se puede observar en las dos fotografías a continuación, el fruto de ambas especies es una cápsula que al abrirse libera unas semillas muy llamativas de color rojo-anaranjado que las aves consumen.
Esa dispersión ornitócora de las semillas también explica la presencia de otras especies exóticas menos abundantes en el naranjal como pueden ser la palmera canaria (Phoenix canariensis) y el molle (Schinus molle), ambas cultivadas con frecuencia en las zonas urbanas de esta región. Sería interesante ver como ese naranjal sigue evolucionando y como se desarrolla un tipo de vegetación absolutamente nuevo. Visto lo visto, probablemente acabaría formándose un bosque perennifolio de pitósporo, bonetero, molle y labiérnago dominado por los estípites de las palmeras canarias. Que ese naranjal haya permanecido en este estado hasta ahora probablemente sea una consecuencia inesperada de la crisis. Dudo mucho que este pequeño “neobosque” sobreviva por mucho tiempo. Resultaría, sin embargo, muy interesante observar su evolución, por mucho que las especies que ocupan ese naranjal sean especies exóticas absolutamente denostadas por los naturalistas más ortodoxos. De cara al futuro, creo sin embargo que el estudio de casos como éstos tiene mucha relevancia y podría enseñarnos mucho acerca de cómo se establecen nuevos equilibrios, por muy extraños que estos nuevos equilibrios nos puedan parecer…
Actualización 07/08/2017
Una nueva visita al naranjal abandonado que exploré la pasada primavera me ha servido para hacerme una idea algo más precisa de la importancia relativa de cada especie observada. La especie más frecuente y más abundante es, tal como ya explicaba en marzo, el pitósporo. Su abundancia y la del bonetero del Japón decrece según uno se aleja de la zona poblada (playa). La presencia del bonetero se circunscribe realmente a la zona más próxima al pueblo.
Vista del naranjal abandonado. Se ve muy claramente que la mayoría de los naranjos se están secando. Entre ellos destacan ya las copas de los arboles perennifolios que están colonizando ese medio.
Otra especie de cuya presencia no me había percatado en marzo es el laurel (Laurus nobilis). Contrariamente al pitósporo y al bonetero, su presencia se debe a su cultivo entre los naranjos, donde parece que los agricultores de la zona no dudaban en plantar algún que otro árbol útil para diversificar su producción (laurel, olivo, algarrobo). Sin embargo, contrariamente a los naranjos, que se están secando y muriendo, estos laureles están prosperando hoy en día y muchos sobrepasan netamente los naranjos. Al igual que las demás especies lauroides que colonizan el lugar, es probable que compensan la intensa evapo-transpiración captando el agua subterránea, muy superficial en toda esta región. Aún tengo pendiente confirmarlo pero tampoco me sorprendería demasiado que esta especie tenga ya un carácter subespontáneo en esta región.
Flor del bonetero del Japón (Euonymus japonicus), una especie relativamente poco frecuente en los jardines de Moncofar.
Dispersa por todo el naranjal la palmera canaria encuentra aquí unas condiciones de vida muy similares a las de su lugar de origen. Si las dejan crecer, se convertirán en un claro referente en el paisaje de esta región. No recuerdo haber visto, en cambio, pequeñas Washingtonias, que parecen desarrollarse mejor en zonas más abiertas. Para acabar esta actualización, también he de señalar la presencia en el naranjal de un molle (Schinus molle) ya bastante crecidito. Esta especie se deja ver de manera esporádica por toda esta zona. Pues esto es todo hoy por hoy. Ojalá este naranjal siga tan olvidado y logremos ver, en los próximos años, como sigue evolucionando...
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Destacando netamente por encima de los naranjos, este laurel alcanza ya un buen desarrollo. Las condiciones parecen favorecer claramente esta especie. |
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Perfil característico del molle, con sus ramillas y sus hojas colgantes. Menos abundante que el pitósporo o que el bonetero en este naranjal en particular, se encuentra sin embargo más difundido por toda la región, aunque sea de manera dispersa. |