Hace un par de años escribía yo en este blog un artículo sobre Resiliencia y deuda climática y explicaba en él que la resiliencia se podía definir como la capacidad de un ecosistema a reponerse de los efectos de alguna perturbación. También me hacía eco de los resultados de un estudio francés que definía un nuevo concepto llamado "Deuda climática", que viene a ser de alguna manera el desajuste existente entre la temperatura en la que se desarrolló un ecosistema y la temperatura real que está aguantando actualmente. Ese estudio demuestra que fuera de las zonas montañosas, en las que las migraciones son posibles a pequeña escala y compensan más fácilmente los efectos del cambio climático, amplias zonas del territorio estudiado tienen ya una deuda climática de entre 2 y 3 grados. Ese desajuste es una buena ilustración de lo que se entiende por "resiliencia": un ecosistema es capaz de autoperpetuarse en condiciones algo diferentes de las idóneas para él, lo que le permite aguantar las oscilaciones periódicas del clima. Ahora bien, que un ecosistema o que las especies que lo conforman sean resilientes no significa que su capacidad de resistir un insistente cambio climático sea infinito...
Deuda climática del sotobosque en los bosques franceses
El concepto de resiliencia se utiliza demasiado a menudo como excusa para no querer cambiar las cosas. Esto es particularmente cierto en el contexto del conservacionismo, que aún no ha asimilado el mensaje que los climatólogos intentan trasmitir desde hace décadas. La inmensa mayoría de los proyectos de conservación de la naturaleza, que reciben fondos considerables, están principalmente enfocados en conservar los ecosistemas existentes o en restaurar los ecosistemas que algún día hubo en los lugares que se pretende "restaurar". La palabra lo dice todo y tiene más que ver con la museología que con las Ciencias Naturales. Nos empeñamos en recuperar unos ecosistemas que estuvieron presentes cuando las condiciones climáticas no eran las actuales. Y paralelamente, se persigue con saña la expansión de toda especie exótica, considerando que su expansión puede ser la causa de la pérdida de biodiversidad que sufren nuestros ecosistemas. Por favor, no usen el flash, que el ecosistema es muy delicado y podría sufrir daños irreparables...
Me llama mucho la atención, por poner un ejemplo, que exista un proyecto Life para recuperar al araar (Tetraclinis articulata) en la región de Cartagena, que ignora por completo el éxito reproductivo de esta especie en otras muchas regiones del levante español en las que se naturaliza con suma facilidad y parece tener bastante más futuro que en el área en la que se están centrando todos los esfuerzos. Potenciando su desarrollo en esas regiones, es probable que lograríamos el mismo objetivo (salvar la especie) gastando muchísimo menos dinero. Lo mismo cabría decir del pinsapo (Abies pinsapo), que demuestra una extraordinaria vitalidad en zonas situadas fuera de la exigua área de distribución "natural" de esa especie.
Citas de Tatraclinis articulata reportadas por los usuarios del foro Repoblación Autóctona. En azul se muestran los lugares en los que se ha observado la regeneración natural de la especie y en rojo plantaciones hechas con esa especie. Es probable que falten muchos datos en este mapa que nos demuestra que el araar tiene un área potencial bastante extensa en todo el S y SE de la Península Ibérica.
El "buen comportamiento" hasta ahora de nuestros ecosistemas nos ha llevado a sobreestimar la resiliencia de los mismos y a confiar demasiado en la capacidad de las especies que los constituyen de adaptarse a los cambios, ignorando que la deuda climática acumulada es ya muy importante (alrededor de los 2 a 3 grados) y que los cambios en la naturaleza suelen ocurrir de manera brusca y catastrófica. Estamos en realidad mucho más cerca de ver nuestros ecosistemas llegar al colapso de lo que creemos. Un reciente estudio (1) ha intentado calcular en qué momento los diferentes ecosistemas del planeta colapsarían basándose en los límites climáticos históricos de las especies y en las proyecciones climáticas futuras. El gráfico a continuación muestra cual es la evolución previsible en una región como las Islas Caimán.
Lo que muestra este gráfico es que alrededor de cierta temperatura, en un par de décadas, la mayoría de las especies alcanza su límite de tolerancia, llevando al colapso del conjunto del ecosistema. En este caso en particular, el colapso intervendría alrededor del año 2075 y tan solo afectaría (directamente) a un 67% de las especie. El mismo estudio muestra, sin embargo, que en otras regiones el colapso podría intervenir mucho antes y afectar casi al 100% de las especies. Las previsión para una región como la Amazonia es, desde ese punto de vista, bastante inquietante, interviniendo el colapso ya a mediados de siglo.
No vayamos a pensar, viendo estos gráficos, que el colapso de ecosistemas es cosa del futuro. Ya está ocurriendo en algunas regiones y afectando a ecosistemas que llevaban asentados miles y miles de años. La muerte de los manglares en un tramo de unos 1.000 km en el Golfo de Carpentaria (Australia), tras un débil monzón en 2015-2016, tan solo es un ejemplo de los cambios que ya está induciendo el cambio climático (2).
El manglar de la costa Australiana es un triste ejemplo de colapso de ecosistema. En pocos años, ese ecosistema ha colapsado en más de 1500 kilómetros de costa.
Ante tales perspectivas, la idea de "mover" plantas en respuesta al cambio climático para evitar su extinción y evitar el colapso de ecosistemas ante la falta de especies que vayan tomando el relevo de las que van desapareciendo es una idea que poco a poco va convenciendo a más y más científicos, tal como demuestra la organización de esta primera conferencia internacional dedicada a la translocación de plantas.
1st International Plant Translocation Conference
ROME, 22-25 February 2021
Deuda climática del sotobosque en los bosques franceses
El concepto de resiliencia se utiliza demasiado a menudo como excusa para no querer cambiar las cosas. Esto es particularmente cierto en el contexto del conservacionismo, que aún no ha asimilado el mensaje que los climatólogos intentan trasmitir desde hace décadas. La inmensa mayoría de los proyectos de conservación de la naturaleza, que reciben fondos considerables, están principalmente enfocados en conservar los ecosistemas existentes o en restaurar los ecosistemas que algún día hubo en los lugares que se pretende "restaurar". La palabra lo dice todo y tiene más que ver con la museología que con las Ciencias Naturales. Nos empeñamos en recuperar unos ecosistemas que estuvieron presentes cuando las condiciones climáticas no eran las actuales. Y paralelamente, se persigue con saña la expansión de toda especie exótica, considerando que su expansión puede ser la causa de la pérdida de biodiversidad que sufren nuestros ecosistemas. Por favor, no usen el flash, que el ecosistema es muy delicado y podría sufrir daños irreparables...
Me llama mucho la atención, por poner un ejemplo, que exista un proyecto Life para recuperar al araar (Tetraclinis articulata) en la región de Cartagena, que ignora por completo el éxito reproductivo de esta especie en otras muchas regiones del levante español en las que se naturaliza con suma facilidad y parece tener bastante más futuro que en el área en la que se están centrando todos los esfuerzos. Potenciando su desarrollo en esas regiones, es probable que lograríamos el mismo objetivo (salvar la especie) gastando muchísimo menos dinero. Lo mismo cabría decir del pinsapo (Abies pinsapo), que demuestra una extraordinaria vitalidad en zonas situadas fuera de la exigua área de distribución "natural" de esa especie.
Citas de Tatraclinis articulata reportadas por los usuarios del foro Repoblación Autóctona. En azul se muestran los lugares en los que se ha observado la regeneración natural de la especie y en rojo plantaciones hechas con esa especie. Es probable que falten muchos datos en este mapa que nos demuestra que el araar tiene un área potencial bastante extensa en todo el S y SE de la Península Ibérica.
El "buen comportamiento" hasta ahora de nuestros ecosistemas nos ha llevado a sobreestimar la resiliencia de los mismos y a confiar demasiado en la capacidad de las especies que los constituyen de adaptarse a los cambios, ignorando que la deuda climática acumulada es ya muy importante (alrededor de los 2 a 3 grados) y que los cambios en la naturaleza suelen ocurrir de manera brusca y catastrófica. Estamos en realidad mucho más cerca de ver nuestros ecosistemas llegar al colapso de lo que creemos. Un reciente estudio (1) ha intentado calcular en qué momento los diferentes ecosistemas del planeta colapsarían basándose en los límites climáticos históricos de las especies y en las proyecciones climáticas futuras. El gráfico a continuación muestra cual es la evolución previsible en una región como las Islas Caimán.
Lo que muestra este gráfico es que alrededor de cierta temperatura, en un par de décadas, la mayoría de las especies alcanza su límite de tolerancia, llevando al colapso del conjunto del ecosistema. En este caso en particular, el colapso intervendría alrededor del año 2075 y tan solo afectaría (directamente) a un 67% de las especie. El mismo estudio muestra, sin embargo, que en otras regiones el colapso podría intervenir mucho antes y afectar casi al 100% de las especies. Las previsión para una región como la Amazonia es, desde ese punto de vista, bastante inquietante, interviniendo el colapso ya a mediados de siglo.
No vayamos a pensar, viendo estos gráficos, que el colapso de ecosistemas es cosa del futuro. Ya está ocurriendo en algunas regiones y afectando a ecosistemas que llevaban asentados miles y miles de años. La muerte de los manglares en un tramo de unos 1.000 km en el Golfo de Carpentaria (Australia), tras un débil monzón en 2015-2016, tan solo es un ejemplo de los cambios que ya está induciendo el cambio climático (2).
El manglar de la costa Australiana es un triste ejemplo de colapso de ecosistema. En pocos años, ese ecosistema ha colapsado en más de 1500 kilómetros de costa.
Ante tales perspectivas, la idea de "mover" plantas en respuesta al cambio climático para evitar su extinción y evitar el colapso de ecosistemas ante la falta de especies que vayan tomando el relevo de las que van desapareciendo es una idea que poco a poco va convenciendo a más y más científicos, tal como demuestra la organización de esta primera conferencia internacional dedicada a la translocación de plantas.
1st International Plant Translocation Conference
ROME, 22-25 February 2021
(1) Trisos, C.H., Merow, C. & Pigot, A.L. (2020) / The projected timing of abrupt ecological disruption from climate change / Nature. https://doi.org/10.1038/s41586-020-2189-9 | ||
(2) Harris R.M.B. (2018) / Biological responses to the press and pulse of climate trends and extreme events / Nature Climate Change, Vol. 8, pp. 579–587 | ||
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