Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

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Aspecto otoñal de Liquidambar styraciflua, con tonos que van del amarillo anaranjado al rojo y al casi negro. Madrid.

En otoño, en Madrid, es cada vez más frecuente darse de bruces con el rojo esplendoroso de un árbol que se está plantando con cierta frecuencia desde hace unos años. La mayoría de ellos son, por ahora, arbolitos recién transplantados de sus viveros, que no llaman demasiado la atención durante el resto del año. Pero llegado el otoño, sin embargo, sus hojas se tiñen de un rojo intenso (a veces muy oscuro, casi negro) que delata inmediatamente su presencia. Examinando este árbol con más detenimiento, nos daremos cuenta que tiene unas hojas palmatilobadas muy parecidas a las de los arces, con un borde más o menos regularmente aserrado. Las inflorescencias femeninas y las infrutescencias son también muy características, agrupándose las flores en cabezuelas esféricas que cuelgan de largos pedúnculos. Dos características que comparte con los plátanos (Platanus sp.), un género con un área de distribución coincidentemente bastante similar a la de los liquidámbares.




Hoja de Liquidambar styraciflua con su típico color otoñal.

La especie que se puede observar en nuestros parques y jardines es el liquidámbar americano (Liquidambar styraciflua), una especie con un área de repartición bastante extensa, presente en todas las zonas templadas del E de Norteamérica y en las zonas montañosas de México y de América Central (hasta Nicaragua). En la Península Ibérica, la especie se cultiva con bastante frecuencia pero, que yo sepa, por ahora no ha llegado a naturalizarse en ningún sitio.




Distribución en Europa del género Liquidambar en el Neógeno.

Como se puede ver en el mapa de repartición del género en el Neógeno, este estuvo bastante repartido por buena parte del continente europeo, alcanzando al norte regiones como Holanda, Inglaterra, el norte de Alemania y Polonia. Más adelante, tras las primeras glaciaciones serias del Cuaternario, su área se contrajo, quedando circunscrito al área mediterránea y al mar Caspio, aunque logró alcanzar Polonia en algún periodo interglacial del Pleistoceno inferior, probablemente remontando los valles del Dniester y del Dnieper. En el Pleistoceno Medio, ya tan solo estaba presente en el S de Italia, Grecia, Turquía, el Cáucaso y el Mar Caspio. Las últimas glaciaciones, finalmente, contrajeron su área aún más, hasta relegarlo a unos cuantos valles aluviales del S de Turquía, donde sobrevive actualmente Liquidambar orientalis.




Comparación de las infrutescencias de Liquidambar europaea con las de diferentes especies actuales (Zidianakis et al., 2020).

Aunque los fósiles encontrados en Europa, atribuidos a la especie fósil Liquidambar europea, muestran una gran variabilidad en la forma de las hojas, la morfología de sus infrutescencias demuestra claramente su parentesco con la especie que sobrevivió en el SE del continente, tal como se puede ver en la figura anterior (Zidianakis et al., 2020).



Hoja de Liquidambar orientalis con su típico color otoñal. Jardín del Príncipe, Aranjuez, Madrid.

El nombre de este género hace referencia a la resina o goma que exudan estos árboles. Esa resina ha tenido y sigue teniendo muchos usos. Se ha utilizado como chicle, aromatizante del tabaco, perfume en distintos productos cosméticos, incienso y un largo etcétera de usos. El nombre náhuatl de la especie americana, Xochicotzoquahuitl, alude a esa misma carcterística, significando literalmente "árbol que produce trementina aromática”.




Recolección de la resina de Liquidambar orientais en el bosque de Kavakarasi, Turquía / Fotografía: Kjf webmaster / Licencia: CC BY-SA

El liquidámbar oriental (Liquidambar orientalis) tan solo sobrevive pues hoy en día en algunos puntos del S de Turquía y en la isla de Rodas y la especie está catalogada como "vulnerable" por la IUCN. Existen también algunas poblaciones naturalizadas en la cercana isla de Chipre. Se trata sin embargo de una especie que podría tener un área de distribución mucho más extensa a juzgar por el extraodinario aspecto de los cerca de 80 ejemplares que se plantaron en el Jardín del Príncipe de Aranjuez en el siglo XVIII. Algunos de estos ejemplares alcanzan un tamaño que no alcanzan ni tan siquiera en su área de distribución original, donde los árboles han sido exlotados desde antiguo y no han podido alcanzar un pleno desarrollo como el que han tenido en en el Jardín del Príncipe. Es curioso, viendo el éxito alcanzado en Aranjuez que esta especie no se haya cultivado en otros sitios.




Aspecto otoñal del Jardín del Prícipe un día de niebla, en una zona del parque dominada por viejos liquidámbares.

El resto de las especies de este género proviene del SE de Asia, donde están presentes unas 13 especies que antiguamente se atribuían a géneros distintos (Altingia, Semilíquidambar) pero que los estudios filogenéticos aconsejaron agrupar en uno solo (Ickert-Bond S.M. & Wen J., 2006).

LiquidambarFamilia: AltingiaceaeOrden: Saxifragales

Árboles caducifolios aromáticos y resiníferos. Tronco gris-castaño, profundamente fisurado; ramas y ramillas a veces con alas suberosas. Yemas escamosas, rostradas, brillantes, resinosas, sésiles. Hojas simples, alternas, en espiral, estipuladas, largamente pecioladas, fragantes al ser estrujadas, glabras o a veces pubescentes en el envés, con pelos simples; limbo palmatilobado, con (3-)5(-7) lóbulos; base de profundamente cordada a truncada; margen glandular-aserrado; ápice de cada lóbulo largamente acuminado. Inflorescencias en cabezuelas multifloras; cabezuelas masculinas agrupadas en racimos terminales, constituidas por un fascículo de estambres; cabezuelas femeninas péndulas, axilares, largamente pedunculadas, constituidas por flores ± coalescentes. Inflorescencias masculinas y femeninas sobre el mismo pie, apareciendo con las hojas. Flores unisexuales, aclamídeas. Flores masculinas con numerosos estambres; anteras biloculares, de dehiscencia longitudinal. Polen periporado. Flores femeninas de un verde pálido o de un amarillo verdoso, provistas de 5-8 estaminodios; ovario semi-ínfero, con 6vulos numerosos, anátropos, de placentación axilar; estilos recurvados, papilosos, endurecidos y espinescentes en el fruto. Infrutescencia esférica formada por la fusión basal de los frutos. Cada fruto es una cápsula septicida, glabra, bivalvada, que contiene 1 o varias semillas aladas. x = 16.





Árbol filogenético y diversificación geográfica de las Altingiáceas. Ickert-Bond S.M. & Wen J. (2006).

Hace unos años me convencí de que era absolutamente necesario cultivar esta especie a este lado del Mediterráneo para constituir una o varias pequeñas poblaciones ex-situ. Para ello, empecé entonces a buscar semillas por internet pero ninguna de las semillas que recibí llegó nunca a germinar. Conocedor de la existencia de la "pequeña" colección del Jardín del Príncipe en Aranjuez, finalmente opté por ir a recolectar yo mismo esas semillas, sin mucha idea de cual era la mejor época para ello.




Infrutescencias y semillas de Liquidambar orientalis, Jardín del Príncipe de Aranjuez.

Las infrutescencias que traje se veían muy verdes y no parecían estar a punto de abrirse. Aún así, me llevé unas cuantas por si las moscas. Al llegar a casa las dejé sobre una estantería donde las tuve unos dias olvidadas. La buena temperatura y la sequedad del aire de mi apartamento propició su apertura, permitiendo que los frutos liberaran sus diminutas semillas. En la fotografía anterior podéis ver a la izquierda las infrutescencias, que miden algo así como 1 a 1,5 cm de diámetro. A la derecha se ven dos cosas. Lo primero es un polvillo amarillento bastante dominante. Se trata de semillas abortadas, que no se han desarrollado. Luego tenéis, de color negro, las semillas fértiles. En la fotografía de detalle, se aprecia que tienen una cortísima ala, caracter que las diferencia de las semillas de la especie americana, que tiene un ala mucho más desarrollada..




Infrutescencias de Liquidambar styraciflua a la izquierda y de Liquidambar orientalis a la derecha.



Para mi gran sorpresa, buena parte de las semillas que había conseguido germinaron sin demasiados problemas y pronto me encontré con unos pequeños y prometedores arbolitos que lamentablemente planté en lugares bastante inapropriados en los que no sobrevivieron. El año pasado volví al Jardín del Príncipe para hacer acopio de semillas y me he dado cuenta de que no importaba tanto que las infrustescencias aún estén cerradas. En el aire seco y cálido de un apartamento se abren a los pocos días y solo es cuestión entonces de extraer las semillas (metiéndo las infrutescencias en una cajita y sacudiéndola a ritmo de cha-cha-chá). Las semillas son realmente muy pequeñitas y uno puede hasta dudar de su viabilidad, pero fueron bastantes las semillas que finalmente llegaron a germinar. Eso sí, las plántulas son realmente muy pequeñitas y nada hace pensar que vayan luego a transformarse en imponentes árboles como los que se pueden observar en el Jardín del Príncipe.




Plántula recien germinada de Liquidambar orientalis.

Hasta hace unos años atrás, no tenía yo constancia de que se hubiese plantado esta especie en otros lugares pero haciendo esta mañana una búsqueda en internet (diciembre 2024), he podido ver que algunas ciudades como Zaragoza e Illescas han incluido esta especie en su arbolado urbano. También parece estar presente en algún que otro arboreto como el de Iturraran (Guipúzcoa). Sería realmente una lástima, viendo el éxito que ha tenido esta especie en Aranjuez que no se utilice más a menudo. Su regreso a este lado del Mediterráneao, y no solo como especie ornamental, me parecería personalente una muy buena noticia...




A pesar de estar tan inclinado, este viejo liquidambar oriental sigue vivo y en plena forma, reproduciéndose absolutamente normalmente. No es un caso único en el Jardín del Príncipe de Aranjuez. No hay que olvidar que estamos en una llanura aluvial, sobre sedimentos muy poco compactados (gravas, arenas y arcillas) que pueden causar a muchos árboles problemas de estabilidad cuando alcanzan cierto tamaño y peso. No es infrecuente ver los árboles que crecen sobre tales terrenos tener problemas para mantener la verticalidad. En el caso de los liquidambares orientales, iría hasta decir que es bastante frecuente.



Otros ejemplares imponentes en el Jardín del Príncipe de Aranjuez...

Zidianakis G. et al. (2020) / Three (middle to) late Miocene plant macroremain assemblages (Pitsidia, Kassanoi and Metochia) from the Messara–Gavdos region, southern Crete / Acta Palaeobotanica, Vol 60(2), pp. 333–437. https://doi.org/10.35535/acpa-2020-0018
VIckert-Bond S.M. & Wen J. (2006) / Phylogeny and biogeography of Altingiaceae: Evidence from combined analysis of Wve non-coding chloroplast regions / Molecular Phylogenetics and Evolution, Vol. 39, pp. 512–528

La familia de las Araliáceas, que cuenta con un único género autóctono en la flora europea actual (Hedera), está principalmente distribuida por las regiones tropicales y subtropicales de todo el mundo. Sin embargo, también cuenta con algunos representantes en regiones templadas frías, tanto de Norteamérica, Europa y Asia. El ginseng (Panax ginseng), una de la pocas especies herbáceas de la familia y propia de zonas más bien frías, es probablemente la más conocida de esta familia debido al uso que se hace de sus raíces.



Raíz de ginseng, China / Fotografía: Steve Evans / Licencia: CC BY

A nadie le sorprenderá a estas alturas que otros géneros de esta familia estuvieran presentes en Europa antes de las glaciaciones, representados por especies cuyos parientes vivos más cercanos viven sobre todo hoy en día en regiones con un clima de tipo Cfa según la clasificación de Köppen-Geiger. En una pequeña síntesis de las especies de esta familia encontradas en Europa, Bozukov (2018) menciona los siguientes generos (a los que añado el género Fatsia):

- Acanthopanax: Mioceno-Plioceno
- Aralia (incl. Pentapanax): Oligoceno-Plioceno
- Brassaiopsis: Mioceno
- Eleuterococcus: Plioceno
- Fatsia: Plioceno
- Hedera: Mioceno-actual
- Oreopanax: Mioceno
- Panax: Oligoceno-Mioceno
- Schefflera: Oligoceno-Mioceno

El periodo de máxima diversidad de esta familia en Europa parece haber sido el Mioceno pero la escasez de fósiles atribuibles a esta familia no permite hacerse una idea muy clara de cuando llegó cada género y de cuánto tiempo llegó a vivir en Europa.



Hoja fósil de Brassaiopsis jatrophaefolia según Unger (1847)

La familia de las Arialáceas es próxima a la de las Umbelíferas (ambas pertenecen al orden de las Apiales), siendo las Umbelíferas una familia mayoritariamente constituida por plantas herbáceas mientras que las Arialáceas y demás familias del orden son mayoritariamente leñosas. Comparten con las Umbelíferas un caracter tan llamativo como sus inflorescencias (la mayoría de las especies tienen inflorescencias en umbela o un derivado de esta).



La inflorescencia de Fatsia japonica es una panícula de umbelas como la que muesra esta fotografía. / Fotografía: Adrián Rodríguez

Se cultivan hoy en día en Europa como plantas ornamentales, además de las hiedras, algunas especies originarias de Asia, como la aralia (Fatsia japonica), muy común en los parques y jardines de Madrid. Un género como Shefflera es por otro lado muy comúnmente utilizado como planta de interior, siendo muy apreciadas por su follaje y su rápido crecimiento.

La familia de las Araliáceas es bastante reciente en comparación con otras familias que hemos examinado hasta ahora, diferenciándose en algún momento entre el Paleoceno y el Eoceno. Según el árbol filogenético más reciente de Kang et al. (2023), la mayoría de los géneros se habrían diferenciado tan solo en el Mioceno, pero los datos fósiles sugieren sin embargo que géneros como Aralia, Panax y Schefflera ya se habían diferenciado y alcanzado el continente europeo en el Oligoceno. Este árbol filogenético sugiere un origen de la familia en Oceanía, desde donde habría ganado luego Asia y a continuación el resto del mundo.




Árbol filogenético de las Araliáceas / Kang J.-S. et al. (2023) / Licencia: CC BY

Aunque se cultivan en Europa varias especies de esta familia como ornamentales, son sin embargo aún escasas las observaciones de individuos naturalizados, casi todas en la región mediterránea y las Canarias:

- Fatsia japonica: casual en Calabria.
- Schefflera elegantissima: casual en La Palma y Tenerife.
- Schefflera arboricola: casual en Castellammare (Sicilia) y en las Islas Canarias
- Schefflera actinophylla: naturalizada en las Islas Canarias
- Aralia elata: poblaciones naturalizadas en Austria, Bélgica, Gran Bretaña, Noruega y Lituania.



Joven ejemplar de Schefflera actinophylla en la Breña Baja, La Palma, Canarias / Otto & Verloove (2018)

Aralia elata es la excepción en esta lista, al ser propia de climas fríos. Es probable que con el progresivo aumento de las temperaturas estas especies dispongan en el futuro de más oportunidades de dar el salto al medio natural. Por ahora su presencia es anecdótica. Curiosamente, la especie que parece haberse asentado de forma más duradera proviene de las zonas frías de Asia y se ha naturalizado en el N de Europa (Aralia elata). De climas templados fríos también es orginario el ginseng, nombre bajo el que se esconden en realidad distintas especies. En el Norte de Europa (Paíes Bálticos y Escandinavia) se cultiva cada vez con más frecuencia el ginseng americano (Panax quinquefolium), que se suele plantar en bosques en un modelo de cultivo (agroforestería) que probablemente acabará favoreciedo su naturalización. El ginseng asiático (Panax ginseng) se cultiva de forma más esporádica en otros países europeos, donde no deja de ser por ahora un cultivo accesorio.

Tal como decíamos al principio, el único género autóctono en Europa es Hedera, el género de las hiedras, en el que se han descrito 12 especies, que se extienden desde Europa hasta el E de Asia. Es curioso constatar que el máximo de diversidad en este género se encuentra en el W de Europa, donde se ha diferenciado toda una serie de especies con distintos niveles de poliploidia que eran muy difíciles en algunos casos de distinguir en base a criterios puramente morfológicos. Los estudios filogenéticos más recientes llevados a cabo han permitido entender la relación evolutiva entre esas distintas especies, demostrando de paso que las 3 especies de la laurisilva presentes en Macaronesia se diferenciaron a partir de 3 episodios de colonización diferentes, estando cada una de ellas emparentada con especies diferentes en el continente europeo.



Arbol filogenético del gébnero Hedera / Gallego Narbón A. et al. (2023) / Licencia: CC BY-NC-ND

Es interesante constatar, también, que las especies de este género actualmente presentes en Asia son muy probablemente el resultado de una retrocolonización de ese continete a partir de las poblaciones más occidentales de Asia menor y del Cáucaso. El registro fósil y el árbol filogenético de la familia sugieren sin embargo un origen asiático de este género, cuyo fósiles más antiguos son del Oligoceno y provienen de Asia. Su presencia en Europa tan solo está documentada en el Mioceno, periodo en el que muy probablemente se diferenciaron las distintas especies que conocemos hoy.



Registros fósiles de Hedera (entradas ordenadas cronológicamente) / Valcárcel V. et al. (2017) / Licencia: CC BY

A esta lista de especies del género Hedera existentes en Europa, también hay que añadir el papel que puede desempeñar la introducción de muchas especies como ornamentales, que puede favorecer en algunos lugares que especies geográficamente separadas entren en contacto y se hibriden. Se han descrito numerosos híbridos cultivados que por ahora no parecen haber dado mucho que hablar de ellos. Un caso muy diferente es Hedera crebrescens, un taxón nuevamente descrito que según los primeros estudios genéticos llevados a cabo, está emparentado con Hedera helix (ambas especies son diploides) formando un clado monofilético en Hedera helix, de la que se diferencia claramente por criterios morfológicos evidentes. Cuándo apareció esta especie y cómo apareció son por ahora preguntas sin responder. Esta vigorosa hiedra está presente en el medio natural en todo el territorio húngaro y en Ucrania occidental y también se ha observado en parques de Austria, Eslovaquia, Alemania y Holanda. Por su vigor y su extraordinaria capacidad de propagación, presenta todas las características de una especie invasora pero tal consideración depende, claro está, de la respuesta que demos a esas preguntas. De todos modos, nos remite a una pregunta aún más básica: ¿puede considerarse "exótica" una especie de origen híbrido nacida en Europa y perfectamente adaptada a las condiciones del lugar en que ha nacido?



Hojas de Hedera crebrescens, Magyarország, Gellérthegy, Budapest, Hungría / Fotografía: attilalengyel / Licencia: CC BY-NC

Hemos mencionado en varios artículos la tendencia que se observa en algunos lugares de Europa a que especies alóctonas perennifolias invadan los bosques de caducifolios, modificando de forma evidente su apariencia. Creo que es interesante para acabar este repaso de la familia de las Araliáceas resaltar que la hiedra (sensu lato), también participa de esta transformación del bosque, habiéndode constatado en las últimas décadas una notable expansión de la hiedra en los bosques de Europa Central (Perring M. P. et al., 2020), en los que se observa un claro proceso de "lianificación" que en bosques tropicales y subtropicales no tiene nada de sorprendente pero que es un fenómeno nuevo en los bosques templados de Europa.



Otto R. & Verloove F. (2018) / Nuevos xenófitos de La Palma (Islas Canarias, España), con énfasis en las especies naturalizadas y (potencialmente) invasoras. Parte 2. / Collectanea Botanica, Vol. 37, e0005
Bozukov V. (2018) / Family Araliaceae in the Bulgarian macrofossil flora / Phytologia Balcanica, Vol. 24 (1), pp. 3–10
Kang, JS., Giang, V.N.L., Park, HS. et al. (2023) / Evolution of the Araliaceae family involved rapid diversification of the Asian Palmate group and Hydrocotyle specific mutational pressure. Sci Rep 13, 22325. https://doi.org/10.1038/s41598-023-49830-7
Perring M. P. et al. (2020) / Increasing liana frequency in temperate European forest understories is driven by ivy / Front. Ecol. Environ., vol. 18(10), pp. 550–557. https://doi.org/10.1002/fee.2266
Bényei-HimmerM. et al. (2017) / Hedera crebrescens (Araliaceae) a newly identified diploid taxon and triploid ivies from Hungary / Studia Bot. Hung., Vol. 48(2), pp. 225–252
Bényei-HimmerM. et al. (2017) / Hedera crebrescens (Araliaceae) a newly identified diploid taxon and triploid ivies from Hungary / Studia Bot. Hung., Vol. 48(2), pp. 225–252
Valcárcel V. et al. (2017) / Phylogenetic and paleobotanical evidence for late Miocene diversification of the Tertiary subtropical lineage of ivies (Hedera L., Araliaceae) / BMC Evolutionary Biology, Vol. 17:146
Gallego Narbón A. et al. (2023) / Repeated asynchronous evolution of single-species endemics of ivies (Hedera L.) in Macaronesian archipelagos / Journal of Biogeography, Vol. 50, pp. 1763–1777

Pasado ya casi un mes desde las terribles inundaciones que causó la DANA que recorrió buena parte de la Península a finales de octubre y principios de noviembre, me parece un buen momento para pensar un poco acerca de lo ocurrido y, sobre todo, matizar o contradecir algunas afirmaciones que muchos medios han propagado sin pensárselo dos veces. No pretendo aquí dar lecciones a nadie y menos a profesionales que han dedicado buena parte de su vida a lidiar sobre el terreno con problemas como éstos. Mi formación, sin embargo, me lleva a enfocar el problema desde una perspectiva tal vez algo diferente. Veamos pues algunas de esas afirmaciones...

La culpa la tienen las administraciones por no haber limpiado de vegetación los cursos de los ríos

Esta afirmación se escucha muy a menudo y me recuerda mucho el argumento de la limpieza de los bosques en el caso de los incendios forestales. Se acusa a la vegetación que arrastran los ríos de acumularse en algunos puntos del río y de agravar la situación al retener el agua, que buscará entonces su camino por otras vías, favoreciendo la inundación de los terrenos aledaños. Aunque sea cierto que los restos vegetales pueden acumularse en algunas zonas favoreciendo la salida del río de su cauce, no hemos de perder de vista que se trata de un proceso totalmente natural que siempre ha ocurrido. Mucho menos natural es la acumulación de coches y enseres que salieron flotando con la riada y que ha contribuido en muchos sitios a agravar considerablemente el problema. Tal vez se tuviese que repensar si es buena idea autorizar que los coches puedan aparcar en zonas inundables cuando hay alguna alarma naranja o roja de AEMET. Por mucho peso que pueda tener un coche o un camión, su flotabilidad lo anula por completo cuando el agua cubre las ruedas. El tiempo que la cabina del vehículo quede invadida por el agua, el coche puede recorrer flotando cientos de metros.




Vehículos amontonados en una calle de Picaña (Valencia). Fotografía: Biel Aliño/Efe

Otro punto a tener en cuenta en el caso de los restos vegetales es que tal vez éstos no deberían de haber alcanzado zonas tan bajas de la cuenca. En un río natural, los troncos y ramas arrastrados por la corriente encontrarían mucho antes obstáculos que los hubiesen detenido, acumulándose en meandros o en zonas en las que el agua pierde localmente fuerza. Si tal cantidad de material vegetal llega casi hasta la desembocadura del río es a menudo porque tales obstáculos naturales simplemente ya no existen. Muchos ríos han sido canalizados sobre distancias considerables y fluyen con una fuerza que no permite que esos restos de vegetación se depositen en ningún lugar.




El Barranco del Poyo unos 12 kilómetros aguas arriba de Paiporta / Fotografía: devorakm

Ralentizar la corriente en las partes altas de las cuencas fluviales es la clave para atenuar de alguna forma los efectos de episodos de lluvia excepcionales. Y eso se consigue, fundamentalmente, de dos maneras complementarias. La primera es revegetalizando esas cuencas y favoreciendo la recuperación de la vegetación arbórea. El bosque es el único ecosistema capaz a la vez de interceptar y frenar las precipitaciones y de favorecer su infiltración en el suelo. Claro está que partimos de una situación inicial muy desfavorable, con extensas regiones de la Península en las que los procesos erosivos se han llevado ya buena parte de los suelos que se podían haber desarrollado en el pasado. Recuperar tales zonas llevará mucho tiempo, si es que realmente sea posible en estos tiempos de acelerado cambio climático. La otra manera es renaturalizando los cursos de agua, dejándoles fluir libremente ocupando todo el espacio que les corresponde, pudiendo desarrollar sus meandros y brazos que contribuyen a disminuir la fuerza del agua. En ese contexto, es fundamental el papel desempeñado por la vegetación, que ralentiza también considerablemente el caudal del río. Contribuyen a ello también algunos animales, como el castor, cuyas presas favorecen la infiltración e incrementan la biodiversidad del ecosistema.




Presa de castores en el Parque Nacional de Exmoor, Somerset, Inglaterra / Fotografía: National Trust/PA Wire

Me llama mucho la atención, en un tal contexto, que muchas asociaciones de protección de la naturaleza se hayan subido al carro de la limpieza de los cauces con el fin de poder erradicar las especies exóticas que se desarrollan en ellos. A veces el odio y la fé ciega te llevan a tomar decisiones completamente contrapuestas a las ideas que defiendes, porque por muy exóticas que sean esas especies, su presencia sin embargo contribuye eficazmente a frenar el caudal del río. Aunque a la hora de acusar de cualquier cosa a las especies exóticas, hay personas que son capaces de decir una cosa y su contrario en la misma frase: "La limpieza es necesaria, pero en determinados tramos del río y sobre todo sobre plantas invasoras como los caños, que en lugar de frenar la corriente generan acumulaciones y tapones". Vamos, que generar acumulaciones y tapones no es frenar la corriente y como es bien sabido, las ramas y los troncos de los arboles autóctonos no descansan hasta alcanzar el mar...




Una retroexcavadora limpia el cauce y los márgenes de la Rambla de Derramadores a su paso por Jacarilla / Fotografía: TONY SEVILLA

En una cuenca en la que se cumplen ambas premisas, se evita que el caudal de los ríos suba de manera tan brusca como lo ha hecho. Lo que se logra, en realidad, no es que no llegue esa fenomenal cantidad de agua cuenca abajo, pero sí que lo haga de una manera más escalonada evitando inundaciones tan catastróficas río abajo y dando algo más de tiempo a las personas para reaccionar (curva verde en el gráfico más abajo). Las crecidas de los ríos son inevitables, hagamos lo que hagamos, pero adquieren rasgos catastróficos en regiones en las que el hombre ha alterado los ecosistemas. Estas ideas, sea dicho de paso, no son nuevas. Gran parte de las repoblaciones llevadas a cabo por Ricardo Codorniú en el SE de la Península a finales del siglo XIX fueron en realidad para proteger río abajo zonas que habían sufrido inundaciones catastróficas en las décadas anteriores.




Hidrograma comparado de una cuenca rural (verde) y de una cuenca urbanizada (azul) / The Australian Rainfall and Runoff: A guide to flood estimation, © Commonwealth of Australia (Geoscience Australia) 2019 / Licencia: CC BY

Las obras de "corrección" de muchos ríos no se han llevado a cabo

Existe aún en la población una creencia bastante generalizada de que la ingeniería nos puede salvar de todas las catástrofes. En las últimas semanas, he leído con frecuencia los comentarios de algunos nostálgicos del franquismo afirmando que gracias al desvío del río Turia se había salvado la ciudad de Valencia. Es cierto que el día en que ocurrieron las inundaciones, el caudal del río Turia llegó a subir hasta unos 2000 m3 por segundo, pero no es ese un caudal que no haya alcanzado antes. En 1957, su caudal alanzó 3400 m3 por segundo y se supone que el nuevo cauce fue diseñado para poder drenar una cantidad mucho mayor. En realidad, el Turia no salvó al centro de Valencia de la inundación gracias al caudal que es capaz de llevar, sino porque ejerció de muro protector ante la crecida del Poyo, que alcanzó ese día un caudal superior al del propio río Turia. Tal como se puede ver en la fotografía aérea a continuación, todos los barrios situados al sur del río Turia quedaron completamente anegados mientras que en la otra orilla no pasó absolutamente nada.




Foto satélite de la zona cero de la riada

¿Es pues la solución emprender otra obra faraónica para encauzar el Poyo tal como se hizo con el Turia? Si esa es la solución preconizada cada vez que ocurre algo parecido, no quedará al final ni una rambla natural en toda la vertiente mediterránea de la Península, con un coste probablemente inasumible a largo plazo. Más teniendo en cuenta que habrá que dimensionar esas obras teniendo en cuenta que con el calentamiento global episodios como este serán cada vez más probables y frecuentes. Las soluciones naturales, claramente ofrecen mejores garantías creo yo.

No se tenía que haber dejado construir en zonas inundables

Las zonas inundables de los valles no son otra cosa en realidad, que el lecho mayor del río, el que ocupa cuando su caudal aumenta y desborda del lecho menor, que es el que comúnmente llamamos "río", sin caer en la cuenta de que todo el valle consituye en realidad lo que en geomorfología y geología se llama un "sistema fluvial". Las llanuras fluviales estaban ocupadas antiguamente por bosques con unas características bien particulares, al ser capaces los árboles que crecen en ellos de aguantar periodos más o menos prolongados de inundación. Los suelos en esas llanuras de inundación siendo generalmente muy fértiles, fueron colonizados y explotados desde los comienzos de la agricultura. Los cultivos sustituyeron por completo los bosques asumiendo esos primeros agricultores el riesgo de que episódicamente podían perder sus cosechas cuando el río se enfadaba. En fechas más recientes, la industrialización y la aparición de maquinaria pesada hizo posible la "corrección" de muchos ríos, que canalizamos y aislamos de su lecho mayor para mayor desgracia de todos los ecosistemas que constituían el sistema fluvial. De serpentear perezosamente en el fondo de unos valles que las crecidas periódicas enriquecían con sus aportes de sedimentos, nuestros ríos se convirtieron en meros desagües a los que se les pedía un máximo de eficiencia a la hora de drenar todo el agua acumulada en el fondo del valle. Una eficiencia que han demostrado muy claramente en este episodio de lluvias extremas. La peor consecuencia que tuvo todo esto fue borrar de nuestras memorias la verdadera naturaleza de esas llanuras de inundación que en muchos casos nadie había visto nunca inundadas. Esa falta de memoria unida a la falsa sensación de seguridad que ofrecían las obras de "mejora" llevadas a cabo en nuestros ríos propició la urbanización incontrolada de muchas zonas inundables. Nadie pensaba que construir en tales zonas pudiese suponer algún día perder todos tus bienes. Ni tan siquiera las aseguradoras, tan quisquillosas en otras circunstancias, tuvieron ningún reparo en asegurar las casas construidas en esas zonas.



Nuestros antepasados eran mucho más conscientes del riesgo y construyeron la mayoría de los pueblos y ciudades en zonas seguras, tal como se puede ver en esta fotografía de la localidad navarra de Funes tras sufrir una inundación. Los barrios inundados son los barrios modernos construidos en el lecho mayor del río. / Fotografía: EFE/Jesús Diges

Recuerdo en alguna excursión de geología alguno de mis profesores riéndose al ver casas construidas a proximidad de enormes bloques de roca que nadie se había preguntado como habían llegado hasta ese lugar. Cualquier geólogo sería capaz de contestar a esa pregunta y te hubiese dicho que construir una casa en un tal lugar era una temeridad. Pero las personas "normales" prefieren pensar que eventos tan extraordinarios ocurrieron en la Prehistoria, sin realizar que para un geólogo la Prehistoria fue ayer y que el ayer tiene muchas probabilidades de volver a ocurrir cuando uno piensa a una escala de tiempo algo más larga que la que estamos acostumbrados a considerar (los últimos años de nuestras cortas vidas). El cambio climático actúa en realidad como un mago que de repente ha comprimido el tiempo y hace que todo ocurra ahora ante nuestro ojos a una velocidad mucho más rápida. Eventos que ocurrían tal vez una o dos veces en mil años se repiten ahora cada pocos años. Y eso tiene consecuencias graves en nuestra sociedad, al haberse dimensionado muchas de las obras realizadas durante el siglo XX teniendo en cuenta periodos de retorno mucho más breves (típicamente de 500 años).

¿Qué tenemos que aprender de esta DANA?

Aunque es algo temprano para sacar conclusiones "definitivas" de estas inundaciones y para proponer medidas concretas, sí creo que cabe insistir sobre algunos cosas que son obvias y que no deberíamos perder de vista a la hora de planificar medidas más concretas adpatadas a este territorio.

1. La intensidad y frecuencia de estos episodios ha ido aumentando con el cambio climático. La probabilidad que masas de aire frío queden aisladas en altitud en la región mediterránea (DANAs) sobre masas de aire y de agua mucho más cálidas de lo normal es ya una realidad que ha llegado para quedarse. Eventos como este se repiten ahora casi todos los años en un punto u otro del Mediterráneo.

2. Aunque a corto plazo pueda parecer más eficiente llevar a cabo grandes obras de ingeniería para adaptar el cauce de ramblas como la del Poyo a esta nueva realidad, medidas más a largo plazo como la reforestación de las partes altas de las cuencas hidrográficas y la renaturalización de los ríos probablemente sean mucho más positivas a largo plazo. Es indispensable también dejar de considerar las inundaciones como un desastre. Son indispensables en muchos lugares para mantener la fertilidad de los suelos. La riqueza de la huerta valenciana es en gran parte la herencia de inundaciones pretéritas. Si fuesemos capaces de dejar los ríos inundar de forma controlada zonas que dependen de esos aportes, saldríamos probablemente todos ganando.

3. Se tiene que dejar de una vez por todas de construir en las zonas inundables. Deberían ponerse de acuerdo en ello todos los sectores de la sociedad involucrados. El día que las autoridades hagan caso de los mapas de riesgo y prohiban construir en esas zonas y que las aseguradoras dejen de asegurar actividades económicas y edificios construido en zonas peligrosas, puede entonces que empiecen las cosas a cambiar.

Cabe esperar ahora que no ocurra con esta DANA lo que ha ocurrido tantas veces en el pasado. Tan pronto la catastrofe desaparece de la portada de los periódico, ya nadie se acuerda de ella salvo las personas directamente afectadas. ¿Alguien recuerda que la costa de Huelva y de Cadiz fue barrida por un tsunami el 1 de noviembre de 1755 que se llevó por delante la vida de 4000 personas? A pesar de tan funestos antecedentes, hubo que esperar hasta 2013 para que por fin se propusiera la implementación de la Red Nacional de Alerta de Tsunamis. Espero que seamos más rápidos en reaccionar ante el creciente peligro de las DANAs...

Llevo un tiempo preparando una serie de fichas didáctcas que pretenden ser una especie de resumen de lo que cuento en mi libro "Rumbo al Plioceno" y que creo que podrían ser útiles para todos aquellos que intentan explicar la realidad del cambio climático y sus consecuencias actuales y futuras en los ecosistemas de este país y continente. Cualquier persona que necesite de un material de apoyo para sus cursos o conferencias y no encuentra nada convincente en la web dispone aquí de una serie de fichas en las que se ha intentado ceder todo el protagonismo a las imágenes y figuras, reduciéndose el texto, en la medida de lo posible, a una sucinta explicación de las figuras presentadas.

No soy yo ningún especialista en ninguno de los temas que presento aquí. Soy un simple vocero, que intenta explicar de forma sencilla temas que no lo son tanto o que algunos intentan envolver en un halo de incertidumbre que realmente no existe en el mundo científico respecto a un fenómeno (el cambio climático) cuyas causas están hoy en día claramente establecidas y cuyas dramáticas consecuencias a duras penas aceptamos a la vista de la amplitud de los cambios que se avecinan, que solo un cambio radical en nuestra relación con la naturaleza podría atenuar. Nuestro futuro está ya en gran parte comprometido. Los cambios que hemos provocado en los grandes equilibrios de este mundo son en gran medida irreversibles y no nos debe caber duda de que tarde o temprano la naturaleza nos hará pagar por ello una factura cuyo coste no podemos aún ni imaginar.

Estamos, sin embargo, aún a tiempo para reaccionar, pero esto supone aceptar que tenemos un problema grave. Además de intentar parar cuanto antes la locomotoca desbocada en la que se ha convertido nuestra sociedad, que en vez de frenar parece creeer que acelerar aún más puede ser la solución a todos sus males (como si electrificarlo todo no tuviese un impacto brutal sobre los ecosistemas del planeta). Estas fichas tan solo pretenden ser un pequeño diagnóstico de la situación, basado en los síntomas más evidentes de la crisis actual. Vale, no soy doctor, ni tan siquiera investigador y quienes quieran desacreditarme lo tendrán bien fácil. Pero si algo he aprendido con el transcurso de los años, es que no hay mejor manera de separar la paja del grano que poniendo constantemente en duda lo que uno sabe o cree saber. Los que siguen a pies juntillas aquellos que pretenden imponernos sus verdades son

Evolución de la cantidad de CO2 en la atmósfera y de la temperatura media
Personas patinando sobre el estanque del Palacio de Cristal de Madrid
Evolución de la temperatura media anual en Madrid.
Subida de la temperatura media anual en España entre 1961 y 2018
Evolución de la temperatura media global diaria desde 1940
Avance de los climas áridos en España.
Distribución actual y pretérita de Rhododendron ponticum
Reconstituciión de la vegetación miocénica de la región de Lausana (Suiza)
Aumento del número de días de inundación en Venecia.
valign=topSubida del nivel del mar tras la última glaciación
El glaciar de Muir, Alaska, en 1941 y en 2005
Evolución del consumo energético mundial según la AAPG
Evolución prevista por los modelos de la temperatura media global
Evolución de la temperatura media global en los últimos 22.000 años
Expansión de los robles caducifolios en Europa tras la última glaciación.
Zonas del Bajo Guadalquivir que quedarían inundadas si el mar subiera unos 3 metros
Subida previsible de los pisos de vegetación en la Sierra de Guadarrama
Climas en Europa a finales de este siglo
Cuando el pasado y el futuro convergen...
Con el paso del tiempo, todo pasa...
El tojo, invasora de libro, madrina de especies autóctonas...
Evolución del número de citas del ailanto en España
Área potencial actual y futura de la cabra montés y del camachuelo trompetero.
Ecosistemas noveles: el ejemplo de Puerto Rico
Migración asistida: el trabajo pionero de los Torreya Guardians.
Migración asistida: algunos ejemplos.
Migración asistida: ¿Tenemos un plan B para salvar el pinsapo?.
Migración asistida: conseguir una transición suave entre ecosistemas
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SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

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