Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

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Considerar al ailanto, originario de China, como una simple especie invasora en nuestro país debido a su éxito reproductor y dedicarse a buscarle todos los defectos posibles para justificar su erradicación impide a quienes caen en esa trampa entender las lecciones del pasado y ver los aspectos positivos que tiene su presencia y la de otras especies exóticas particularmente dinámicas. A menudo leo que las especies invasoras lo son porque no coevolucionaron con las especies autóctonas y que eso les confiere supuestas ventajas competitivas por carecer de enemigos naturales. Si a eso le añadimos su alelopatía y una extraordinaria capacidad de propagación, pues acabamos de describir al enemigo público número uno...



Plántula de ailanto, Botanical Garden in Poznań, Poland. / Fotografía: Salicyna / Licencia: CC BY-SA 4.0

Demasiado sencillo me parece a mí... Parémonos un poco a pensar en las razones que explican el actual éxito del ailanto. El ailanto llegó a Europa bajo la forma de semillas. Sabiendo lo que se tardaba en enviar mercancías de Asia a Europa en aquella época, ya es todo un milagro que las semillas enviadas no perdieran su capacidad de germinar antes de llegar. Pero el punto crucial de esta historia ocurre una vez que la semilla germina y que el pequeño embrión hunde su raiz en tierra extraña. ¿Qué necesita cualquier árbol para poder desarrollarse plenamente? Asociarse con los hongos del suelo para formar lo que llamamos micorrizas. Y, o milagro, los jardineros no tuvieron ningún problema en sacar adelante esas plántulas, tal como ya hiciesen con otras muchas especies norteamericanas y asiáticas traidas de las colonias. ¿Porqué? Porque el ailanto, como gran parte de las plantas, ha coevolucionado con los hongos del suelo y no tiene problemas en asociarse con ellos, independientemente del lugar en el que crezca. Lo mismo podríamos decir de sus polinizadores, muy eficaces, vivan estos en Asia, en América o en Europa. Podríamos pues decir, de manera un tanto provocativa, que el éxito del ailanto se debe en realidad a la coevolución...



Flores del ailanto, especie entomófila que hace las delicias de muchos insectos a los que poco parece importarles su origen...

Que una especie como el ailanto tenga tanto éxito en cualquier lugar del Hemisferio Norte, sin embargo, nos debería dar pistas sobre las remotas razones de su éxito. Se podría decir, de alguna manera, que el ailanto se encuentra en muchos sitios como si estuviese en su propia casa. Creo que ya vais entendiendo por donde os quiero llevar. El ailanto, en efecto, es un empedernido recidivista que tuvo antes de las glaciaciones una distribución holártica (ver mapa). Vamos, que si dejamos de contar el tiempo en milenios para hacerlo en millones de años, el ailanto ya no es tan exótico como parece. En realidad, nuestras especies autóctonas y sus antecesores directos han convivido muchísimo más tiempo con el ailanto que el que llevan searados de él por las glaciaciones. Y lo mismo cabría decir de un sinfin de especies y géneros que no sobrevivieron en Europa (como Ginkgo biloba, Eucommia ulmoides, Taxodium distichum s.l., Zelkova carpinifolia, Parrotia persica, Pterocarya fraxinifolia, Gleditsia, Carya, Liriodendron, Magnolia, etc.).

Muchas de estas especies y géneros tuvieron durante buena parte del Terciario una distribución holártica. Los bosques templados formaban un cinturón contínuo en todo el Hemisferio Norte. De alguna manera se podría considerar un único ecosistema, lo que explica que aun hoy, esos bosques sean muy parecidos, con una flora y fauna muy reconocible. Teniendo todo esto en cuenta, no resultan ya tan exóticas muchas de las especies que podemos ver cultivadas en nuestros parques y jardines. Y no resulta nada exraño que sean capaces de aclimatarse con mucha facilidad en cualquier región con condiciones climáticas favorables. La propagación de algunas de estas especies se puede ver como una invasión pero personalmente, observando las cosas desde una perspectiva temporal amplia, yo solo veo el regreso de muchas especies a la que fue su casa hasta hace relativamente poco tiempo. Se suele acusar estas especies exóticas de uniformizar y de banalizar los ecosistemas. En el caso del Hemisferio Norte, yo creo que se trata más bien de una vuelta al estado inicial, caracterizado por una inmensa biodiversidad que en Europa se ha perdido casi por completo.




Distribución de los bosques templados caducifolios desde el Eoceno / Loidi J. et al, 2022

Añadamos a todo esto que el cambio climático está favoreciendo cada vez más el regreso de especies termófilas totalmente ausentes de nuestros ecosistemas y entenderemos el gran papel que podrían desempeñar en nuestros ecosistemas estas especies vueltas del pasado. El ailanto, una vez más, es un buen ejemlo de ello. Cultivado desde hace siglos en Europa, no se dejaba ver fuera de los parques y jardines urbanos en los que se cultivaba con frecuencia. Su expansión en nuestro país y en Europa es un fenómeno reciente que coincide en el tiempo con el actual episodio de calentamiento global. O sea, que se trata en realidad de un clarísimo ejemplo de expansión ligada al cambio climático, coincidente con la expansión de algunas especies laurófilas en muchos bosques europeos.



Joven palmera de Fortune (Trachycarpus fortunei) creciendo en el sotobosque. Monte Caslano, Ticino, Suiza. / Fotografía: MurielBrendel / Licencia: Creative Commons BY-SA 4.0

Creo que ya va siendo hora de que rehabilitemos al ailanto y que lo veamos como lo que es: una especie colonizadora termófila con una extraordinaria capacidad para colonizar terrenos yermos y fuertemente antropizados que en nuestro país abundan alrededor de nuestras principales ciudades y a lo largo de los grandes ejes de comunicación. Se trata de una especie colonizadora capaz de recuperar suelos, fijar nitrógeno, bajar la temperatura del suelo, crear mantillo, fijar carbono, ayudar a retener agua en el suelo, humidificar la atmósfera por evapotranspiración, etc. Todo ello sin hablar de su importancia como especie melífera (las mieles de ailanto llevan años siendo premiadas en italia) y de la ignorada calidad de su madera, de características similares a la del fresno. Vamos, que reúne una serie de cualidades que nos deberían llevar a reconsiderar su actual estatus. Francamente, si no somos capaces de ver que el ailanto es de las pocas especies que crecen de forma espontánea a proximidad de nuesras ciudades es que realmente estamos ciegos y no doy entonces ni un centavo por nuestra supervivencia como sociedad...

Permítanme acabar este artículo redefiniendo una palabra que deberíamos utilizar más a menudo cuando describimos la flora de algún lugar:

ESPONTÁNEO/A: dícese de las especies y/o ecosistemas que crecen en algún lugar de forma natural, SIN LA AYUDA DEL HOMBRE.

Aplicando esta definición, en mi barrio el ailanto y el olmo de Siberia son especies espontáneas, mientras que la encina es una especie introducida. La diferencia de desarrollo entre ambas, sobre el terreno, salta a la vista:

Esto no significa, claro está, que todas las especies espontáneas vayan a tener tanto éxito. Es muy probable que nazcan plántulas de muchas especies que luego no llegan a desarrollarse plenamente. Lo mismo cabe decir de las especies introducidas, Que sean introducidas no significa que no puedan tener éxito, tal como demuestra mi experienca con el braquiquito en el mismo lugar en el que las encinas están creciendo muy poco. Sean espontáneas o introducidas, las condiciones medioambientales serán siempre las que en última instancia determinarán el éxito de una u otra especie...

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SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

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