Plantas invasoras de hoy y de ayer

Repetida una infinidad de veces por todas las publicaciones que tratan del tema de las especies invasoras, la afirmación según la cual las especies invasoras son la segunda causa de pérdida de biodiversidad a nivel global está tan anclada en el inconsciente de la gente que se ha erigido como una especie de verdad monolítica. Esta afirmación en realidad tiene por origen un artículo de Wilcox et al. [1] en el que los autores han intentado cuantificar la importancia de las distintas amenazas que ponen en peligro la biodiversidad en los Estados Unidos. Ese estudio, sin embargo, sufre de un gran defecto al mezclar datos y observaciones realizadas en la parte continental de EE.UU. y otras realizadas en Hawai, en un territorio infinitamente menor y con circunstancias propias muy particulares. La combinación de esos resultados ha llevado a una sobreestimación del papel de las especies invasoras en la pérdida de biodiversidad de aquél país. Unos cuantos años más tarde, un estudio llevado a cabo por investigadores canadienses [2] reevaluó las conclusiones del estudio americano, al mostrar que en Canadá, país vecino de EE.UU, las especies invasoras tan solo aparecían como 6º causa de la pérdida de biodiversidad. La importancia de la amenaza que representan las especies invasora se ha magnificado, conscientemente o inconscientemente, y las conclusiones de ese estudio se han generalizado al resto del mundo de manera un tanto abusiva.

Otro problema a tener en cuenta en este tipo de estudios es la casi total ausencia de perspectiva temporal. La inmensa mayoría de los estudios y libros dedicados a las especies invasoras tan solo examina los primeros estadios del proceso de invasión. Muchos en realidad tan solo son listados de especies a vigilar y tan solo advierten de posibles consecuencias que no llegan ni tan siquiera a observar. Realmente existe muy poca información sobre lo que ocurre tras alcanzar la invasión su punto culminante. Se suele hablar mucho de los peligros que las especies invasoras hacen pesar sobre las especies autóctonas partiendo casi siempre de la idea que esas especies van a suplantar las especies autóctonas. ¿ Es eso cierto ? ¿ Acaba realmente la especie invasora por mantenerse en el lugar que ha invadido ? Eso deja pensar, en todo caso, este clásico gráfico, que muestra cuales son las fases de instalación de las especies invasoras en un territorio "ocupado":




Este gráfico se utiliza mucho para explicar que las especies exóticas son todas potencialmente invasoras y que muchas de ellas, tras un período de aclimatación más o menos largo, de repente pueden convertirse en peligrosas invasoras (¿ activadas por una llamada de Moscú, como en las clásicas películas de espías ?).

El sorprendente destino del alga asesina

Tal vez algunos de ustedes aún recuerden qué organismo marino se ponía como ejemplo de especie invasora hace 20 años: Caulerpa taxifolia. Se trata de una especie de alga originaria de los mares tropicales que en los años 90 vio sus poblaciones aumentar considerablemente en el Mediterráneo, donde apareció de la nada en la región de Mónaco (hay sospechas fundadas de que pudo tratarse de un escape de los famosos acuarios de esa ciudad). La explosión poblacional fue tal que suscitó un sinfín de estudios. Se hablaba de ella en todos los medios de comunicación, que llegaron a llamarla el “alga asesina”. La principal víctima de esa alga eran las praderas de posidonías, que los especialistas daban prácticamente por condenadas. ¿ Qué ocurrió con la caulerpa, de la que ya prácticamente no se oye hablar ? ¿ Acabó provocando la desaparición de las posidonías ? Las pesimistas previsiones de aquellos especialistas por fortuna no llegaron a cumplirse. La temible Caulerpa desapareció de una mayoría de los lugares que había llegado a colonizar y su presencia hoy en día es prácticamente anecdótica. Os copio aquí el enlace a un artículo del periódico Le Monde que describe el sorprendente retroceso de esta especie:

Vie et mort de l'algue tueuse : la saga de "Caulerpa taxifolia"

Resumiendo para quienes no entiendan el francés: la Caulerpa está desapareciendo. Ya ha desaparecido de un 80 % de las localidades en las que estaba presente. Y como podréis suponer, no está nada clara la razón de este retroceso. Este ejemplo, en cualquier caso, viene claramente a demostrar que la curva que se suele mostrar para explicar el proceso de invasión es cuanto menos tendenciosa, al hacernos creer, realmente, que una vez que una especie invasora ha conquistado todo el terreno que podía ya no hay vuelta de hoja. Este ejemplo nos demuestra que la explosión poblacional que caracteriza las invasiones en realidad quedaría mejor descrita por una curva como ésta:



O sea, que tras alcanzar un máximo tras un periodo de auge, la mayoría de las especies invasoras conocen luego un retroceso más o menos marcado tras desaparecer las condiciones que propiciaron el crecimiento de sus poblaciones.

Especies oportunistas

Ejemplos como el de la Caulerpa, en los cuales realmente se ha podido observar la evolución de la población de una especie invasora son escasîsimos. La literatura dedicada a las especies invasoras se centra casi exclusivamente en estudiar la aparición y desarrollo inicial de esas poblaciones, centrándose en evitar el desarrollo de esas especies y asumiendo, de alguna manera, la supuesta “superioridad” de esas especies y el hecho de que esas especies acabarían imponiéndose de no mediar la intervención humana. Una excepción notable es un estudio de Scott J. Meiners y de sus colaboradores del Departamente de Ciencias Biológicas de la Universidad de Eastern Illinois, publicado en 2002, en el que se hizo un seguimiento durante 40 años de la flora de un campo abandonado. Lo que ese estudio puso de manifiesto es que tras el abandono de la actividad agrícola hubo una explosión de las poblaciones de exóticas, todas ellas especies oportunistas que encontraron en esos espacios abandonados y sin competencia las condiciones ideales para su desarrollo. Con el paso del tiempo, sin embargo, esas especies invasoras fueron perdiendo importancia y las especies autóctonas poco a poco fueron retomando su lugar. Hay que destacar aquí que esa evolución también traduce un cambio en las condiciones ecológicas, siendo las especies exóticas en su mayoría especies herbáceas oportunistas y colonizadoras. Al “cerrarse” la vegetación, esas especies exóticas se vieron perjudicadas.



Creo que este ejemplo es particularmente importante porque este tipo de evolución se repite aquí exactamente de la misma manera. En algunos lugares, como la Plana de Castellón por ejemplo, no es raro observar la naturalización de un sinfín de especies exóticas en los terrenos agrícolas abandonados. Ya documenté en este blog (Palmeras exóticas naturalizadas en la costa castellonense) la naturalización de distintas especies arbóreas en los naranjales abandonados de la región de Moncofar (Castellón). La colonización de esos espacios prácticamente vacíos por estas especies exóticas viene además facilitada por la total ausencia de competidores autóctonos.



Palmeras exóticas en Moncofar (Castellón). Sorprende en esta región la facilidad con la que se propagan por los campos abandonados la palmera canaria (Phoenix canariensis) y la washingtonia (Washingtonia robusta).



La inesperada "ayuda" del destino

Una de las cosas que no logro explicarme acerca de algunas especies exóticas invasoras es la aparente ausencia de testimonios antiguos acerca de su naturalización en nuestro país. Especies como el ailanto o la acacia vienen cultivándose en nuestro país desde hace siglos y llama mucho la atención que tan solo hayan demostrado un auténtico carácter invasivo en las últimas décadas. Al observar fotografías antiguas y vistas aéreas de mi barrio me ha sorprendido la casi total ausencia de árboles en aquella época. Hoy, raro es el terreno en el que no se observan olmos de Siberia y ailantos. ¿ Se debe ese llamativo cambio de aspecto tan solo al carácter invasor de estas especies ?

Vista panorámica del "barrio" de Moratalaz en los años 50, antes de su construcción. No se ve ni un solo árbol, ni tan siquiera a lo largo de los caminos...



Pequeño bosquecillo de olmos de Siberia (muy frecuente) y de ailantos (raro) desarrollado sobre los taludes formados al construirse el barrio.



¿ Han podido influir otros procesos ? Una respuesta a esa pregunta nos la da la naturalización de especies arbóreas perennifolias (laurófilas) en la región insúbrica (N de Italia y cantón suizo del Ticino). Esta región de clima relativamente suave ha sido desde tiempos antiguos un lugar de residencia muy querido por buena parte de la aristocracia europea, que constuyó a orillas de los grandes lagos de esa región unas suntuosas mansiones con unos jardines en los que se plantaron una multitud de especies exóticas desde que estas fueran descubiertas y comercializadas. Desde hace unas décadas, algunas especie perennifolias se han escapado de esos jardines y han empezado a colonizar los bosques caducifolios circundantes. Este proceso no ha sido progresivo y ocurrió de manera casi simultánea a partir de los años 60, cuando las temperaturas invernales empezaron a suavizarsee en esa región [4]. Esas especies respondieron pues claramente a un cambio medioambiental y su expansión no fue fruto de una hipotética ventaja competitva que no se había expresado hasta entonces.



Tal como se puede ver, muchas de esas especies vienen cultivándose en esa región desde hace bastante tiempo. Otras se introdujeron más recientemente. Pero llama mucho la atención el hecho de que su naturalización interviniera principalmente a partir de los años 60 y se haya prolongado hasta nuestros días. Poco importa que esas especies hayan estado presentes en la región durante siglos o tan solo desde hace pocas décadas. Creo que no hace falta ser doctor para entender que no se trata de ninguna coincidencia y que esas naturalizaciones han sido posibles gracias al cambio climático. Ya os mostraba en un artículo anterior (E pur si riscalda...) la siguiente gráfica:



Evolución de la temperatura media anual en la estación del Retiro de Madrid (curva roja) y del Puerto de Navacerrada (curva azul) según datos públicos de la AEMET.



Como se puede ver, las temperaturas no han cesado de subir desde los años 70. En Madrid y en buena parte de la Península, han subido más o menos unos 2,5 grados. Resulta cuanto menos curioso que la naturalización y expansión de muchas especies coincida precisamente con este periodo de alza continua de las temperaturas y resulta muy fácil acusar una especie de ser "intrínsecamente" invasora cuando en realidad no está haciendo otra cosa que aprovechar un cambio en las condiciones ecológicas del lugar en el que estaba naturalizada y, probablemente, no era invasora. La superposición de ambos fenómenos, claro está, dificulta mucho la interpretación de lo que está ocurriendo y puede llevarnos a subestimar los efectos del cambio climático. Muchas especies invasoras son en realidad el síntoma de este cambio. Un cambio que, sea dicho de paso, es en gran medida irreversible y cuyas causas profundas haríamos bien en entender para no perder el tiempo tomando medidas inútiles. Podemos cortar todos los ailantos y todas las acacias de este país pero eso no hará que la temperatura media baje de repente esos 2,5 grados y es probable que al poco tiempo volverían a ocupar los mismos lugares que ocupaban...

Diferentes puntos de vista

El ejemplo de los pequeños bosquecillos de olmos de Siberia y de ailantos que se desarrollan por doquier alrededor de las grandes ciudades españolas (el mismo fenómeno ocurre en otros países con otras especies como la falsa acacia) demuestra claramente las dificultades de querer clasificar las especies en "invasoras" y "no invasoras". El impacto de esas especies varía considerablemente de un lugar a otro Una especie puede tener un caracter invasor en algún lugar pero ser muy útil en otros. El caso del olmo de Siberia y del ailanto es, desde ese punto de vista, muy ilustrativo. Muchos biólogos consideran que esas especies son una auténtica plaga y no dudan en aplicarles calificativos como el de "peste vegetal" pero también es cierto que ambas especies contribuyen hoy activamente al desarrollo de ecosistemas noveles que aportan sombra y frescor en zonas con veranos abrasadores. Para los ciudadanos, la presencia de esos árboles es una auténtica bendición y está claro que nadie entendería que mañana alguien decida cortarlos por la simple razón de haber sido incluidos en una lista de especies invasoras. No se puede ignorar, a la hora de juzgar el caracter "invasor" de una especie, la percepción que se tiene de ella desde los diferentes sectores de la sociedad.

¿ Dónde están las victimas ?

Cabría pensar, viendo el énfasis que muchos biólogos y ecologistas ponen al hablar del problema de las invasiones que muchas especies han desaparecido ya a consecuencia de la llegada de especies exóticas desde tierras lejanas. Creo útil, para acabar este artículo, recordar unos cuantos hechos de sobra contrastados que deberían mitigar un poco el estado de alarma generalizado que se instalado en la sociedad acerca de estos temas. Para empezar cabe decir que no se puede comparar lo que ocurre en el mundo animal con lo que ocurre en el mundo vegetal. Las consecuencias de las introducciones de especies exóticas son mucho más graves e inmediatas en el mundo animal que en el mundo vegetal. Dicho esto, y estrechamente relacionado con ello, también es de destacar que la situación es muy diferente sobre los continentes que en las islas. Las islas, que representan aproximadamente un 3% de la superficie de las tierras emergidas concentran más del 80% de los casos de extinciones. Generalizar al mundo entero y al mundo vegetal las conclusiones a las que se ha llegado estudiando el impacto sobre la fauna endémica de las islas de la llegada de especies como la rata o el gato es pues, simple y llanamente, un engaño.

Varios estudios llevados a cabo en Norteamérica y en Gran Bretaña para intentar determinar el número de especies vegetales que han desaparecido por esta causa han arrojado conclusiones bastante sorprendentes: no se conoce ningún caso de extinción atribuible a la competencia ejercida por especies exóticas. Cero extinciones en más de 500 años. Vale la pena asimilar el dato y contraponerlo con la histeria que parece haberse apoderado de ciertos sectores. En España tan solo se conoce un único caso de especie vegetal que haya desaparecido por la competencia ejercida por una especie exótica: Lindernia procumbens, desplazada por otra especie del mismo género (Lindernia dubia). Eso sí, la especie "desaparecida" tiene un área de distribución euroasiática y esa desaparición local no pone en peligro la especie en su conjunto. Es importante no perder de vista que nuestra flora incluye aproximadamente unas 950 especies exóticas sobre un total de aproximadamente 7600 especies de plantas vasculares. Es evidente que un número muy importante de esas especie tuvo en algún momento un caracter invasor gracias al que lograron expandirse y asentarse en nuestro país. Aún así, la llegada de ese importante contingente de plantas exóticas no ha provocado hasta la fecha la extinción de ninguna especie autóctona.

Tildar una especie de ser "invasiva" e incluirla en una lista legalmente establecida de especies invasoras es una decisión muy delicada que puede tener consecuencias imprevistas. Las consecuencias jurídicas de la inclusión de una especie en esas listas de especies invasoras pueden ser mucho más graves que las supuestas consecuencias de la presencia de esas especies. El arrui se salvó por los pelos. Seamos realistas: no somos capaces de saber qué impacto real tendrán esas especies. El ejemplo de la caulerpa ilustra bien, desde ese punto de vista, lo efímero que puede ser el éxito de una especie. Deberíamos adoptar una actitud más prudente ante la llegada y desarrollo de especies exóticas. Al fin y al cabo, vivimos en un mundo que está cambiando a una velocidad nunca vista y perder el tiempo catalogando especies exóticas puede que no tenga mucho sentido sabiendo que los pisos de vegetación están subiendo cientos de metros y los biomas desplazándose tal vez miles de kilómetros...


Bibliografía

[1] Wilcove , D.S. , Rothstein , D. , Dubow , J. , Phillips , A. & Losos , E. ( 1998 ) Quantifying threats to imperiled species in the Uniated States . BioScience , 48 , 607 – 615
[2] Venter , O. , Brodeur , N.N. , Nemiroff , L. , Belland , B. , Dolinsek , I.J. & Grant , J.W.A. ( 2006 ) Threats to endangered species in Canada . Bioscience , 56 , 903 – 910
[3] Meiners S.J. et al. (2002) / Exotic plant invasions over 40 years of old field successions: community patterns and associations / NECOGRAPHY, Vol. 25, pp. 215–223
[4] Walter G.R. (1999) / Distribution and limits of evergreen broad-leaved (laurophyllous) species in Switzerland / Bot. Helv., Vol. 109, pp. 153-167
[5] Aedo C., Medina L. & Fernández M. (2012) / Plantas extinguidas / Quercus, Nº 321, Noviembre 2012, pp. 42-48

2 comentarios

  1. Y yo, que soy un neófito en esto, creo que si hubiera suficientes plantas invasoras no tendríamos los problemas de desertización que sufrimos y tendríamos las condiciones idóneas para maximizar nuestra biodiversidad.

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