Me despido del descampado

Cansado de ver cómo todos mis esfuerzos por plantar árboles han sido sistemáticamente echados por tierra por personas que piensan ser defensoras de la naturaleza y de la ley, he decidido ya no plantar nada en ese lugar. Me han acusado de plantar plantas exóticas invasoras, demostrando esas personas su profunda ignorancia del tema (ya me contarás tú qué tiene de invasor un ahuehuete). Arrancaron gran parte de los árboles que había plantado y hasta tuvieron la desfachatez de plantar robles en su lugar. Los conejos fueron también un fiero enemigo pero aprendí a lidiar con ellos, protegiendo bien mis arbolitos y sabiendo escoger los protectores mejor adapatados. Pero contra la tremenda falta de respeto de las personas que hoy me llevan a cesar mi actividad en el descampado, no hay nada que hacer, porque resulta demasiado fácil destruir en poco segundos lo que ha tí te ha costado meses o años de esfuerzo. Muchos de los árboles que planté nacieron de semillas que yo mismo fui a recoger y sembré luego sobre mi terraza. Las plántulas desarrolladas sobre mi terraza durante uno o dos años (dependiendo del desarrollo que alcanzasen) luego las tranasplantaba en el decampado donde empezaba otra etapa llena de peligros pero no imposible de superar con un mínimo de cuidados.

Mi ilusión se rompió definitivamente hace ya año y medio, cuando transplanté una pterocaria del Cáucaso que mostró entonces un inusitado vigor y mostraba un aspecto extraordinario que dejaba presagiar que en ese lugar iba a dearrollarse un árbol impresionante. Cuando volví de vacaciones y vi que había desaparecido tuve muy claro a qué me enfrentaba, porque lejos de hacer desaparecer las huellas de su atentado, los muy h... de p... dejaron en pie el protector que impedía los conejos darse un festín con ese arbolito. Arrancada de cuajo en un protector de unos 15-20 cm de diámetro. Estaba claro que esto había sido intencional. Aún así, seguí cuidando de las plántulas que aún tenía en mi terraza, preparándome para otra temporada.

Esta nueva temporada ha sido la que colmó definitivamente el vaso. Transplanté una docena de pequeños árboles y pronto empezaron a desaparecer como por arte de magia. Me dolió en particular la eliminación de un prometedor ahuehuete y de un espléndido liquidambar oriental que había plantado a orillas del arroyito que nace en el descampado y que habían arraigado perfectamente en el lugar en ql que los planté. En este caso, desaparecieron tanto los árboles como los protectores. No muy lejos de ese lugar también tenía plantada una magnífica Eucommia que desgraciaron por completo al soltarle encima una enorme piedra. La voluntad de los causantes del desastre de firmar su obra estaba más que clara. Sobrevivieron muy pocos de los árboles que planté porque tras esto ya dejé de acudir a un descampado en el que yo era persona non grata...

¿Qué queda pues de mi paso en ese descampado? Casi nada. Un gran braquiquito que ni los conejos, ni los incendios ni las sequías lograron impedir que alcance un tamaño impresionante (debe medir unos 5 metros de altura). Y una Eucommia que año tras año me sorprende por su resistencia a la sequía y que probablemente solo deba no haber sido eliminada gracias a que se esconde entre los álamos... Poca cosa "visible", pues, pero sí mucho mucha experiencia y muchos conocimientos acumulados.

¿Se acabaron mis visitas al descampado? Ciertamente no, porque tras la desaparición del ahuehuete juré que llevaria a cabo la venganza de Moctezuma. No, no arrancaré ningún árbol que ellos hayan plantado, porque todo suma. Como también suma todo lo que crece de forma espontánea...

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