Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

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Cuando hablamos de Gimnospermas, solemos pensar inmediatamente en las Coníferas, que todos reconocemos de inmediato por algunos rasgos morfológicos evidentes. Sus hojas suelen ser aciculares o muy alargadas y sus inflorescencias son conos constituidos por escamas en cuya base se disponen los óvolos. Esos conos ofrecen a los óvulos una protección que poco tiene que envidiar a la de los frutos de las Angisopermas. Nos olvidamos generalmente que existen algunas Gimnospermas que difieren muy notablemente de las Coníferas y cuyos évulos realmente están plenamente expuestos. Estamos hablando de las Cicadáceas y de un árbol excepcional que ha atravesado los tiempos geológicos: el ginkgo (Ginkgo biloba). Al igual que el árbol de la gutapercha (Eucommia ulmoides), el ginkgo vio su área de repartición reducirse drásticamente durante las glaciaciones, hasta el punto de que ni tan siquiera sabemos hoy cuál fue exactamente su área de repartición natural en tiempos recientes. Se trata del único superviviente de un orden (Ginkgoales) que conoció su periodo de esplendor en la era secundaria. Una supervivencia que dura ya 55 millones de años, conociéndose la existencia de una única especie (Ginkgo adiantoides) durante ese largo periodo de tiempo, en el que no ha sufrido ningún cambio morfológico de consideración. Se suelen describir los fósiles del Terciario bajo el nombre de Ginkgo adiantoides pero se trata de un convencionalismo. Esa especie, en efecto, es absolutamente indistinguible de la especie actual y habría de considerarse, en realidad, como la misma especie. O, para no herir sensibilidades, como su descendiente directo (y único).



Hoja fósil del Paleoceno de Ginkgo adiantoides (Sentinel Butte formation, Dakota du nord, EE.UU.) / Fotografía: Carion Minéraux

El ginkgo es una especie termófila que aguanta, incluso, cortos periodos de sequía. Desapareció del continente europeo relativamente temprano, víctima tanto del frío como de la probable desaparición de los vectores de sus semillas. En sus últimos reductos naturales, el ginkgo es una especie que se desarrolla preferentemente en grietas de rocas o en zonas perturbadas como las laderas de los ríos (levée), pendientes rocosas abruptas o bordes de roquedos. Su cultivo como planta ornamental, sin embargo, la ha extendido por todo el mundo, ya que tolera una gran variedad de suelos y de condiciones climáticas. La única limitación, entendible visto el tipo de medios en el que vive, es que el suelo debe estar bien drenado. Debido a su gran resistencia a la contaminación, se utiliza dese hace tiempo en Asia como árbol viario, siendo más reciente su uso en las calles de las ciudades españolas. Cabe destacar, en Madrid, la larga alineación de ginkgos de la calle Príncipe de Vergara. El ginkgo parece que está de moda hoy en día y esa es, sin duda, una muy buena noticia para ese auténtico fósil viviente.



Evolución de la distribución de Ginkgo adiantoides durante el Terciario Tralau (2007)

El ginkgo parece haberse extendido por todo el centro y sur de Europa cuando empezaron a bajar las temperaturas tras el Óptimo Climático Mioceno. Antes estaba presente en latitudes mucho más altas principalmente en Asia y Norteamérica, por encima de los 45 grados de latitud. En el Plioceno, los restos fósiles parecen concentrarse en el centro y el sur del continente. Es interesante notar que, contrariamente a lo que se suele afirmar generalmente, sí parece que el ginkgo logró sobrevivir durante parte del Cuaternario en la región del Cáucaso (Chechenia).





Distribución en Europa del género Ginkgo durante el Neógeno. Ver la explicación de los colores en la columna de la derecha.

Su presencia en la Península Ibérica ha sido puesta de manifiesto por distintos estudios, tanto de macrorestos como de palinomorfos. Su presencia está bien documentada, por ejemplo, en la Cuenca del Duero en el Mioceno. En el Mioceno de la Cerdanya se han encontrado macrorestos indiscutibles, asociados a géneros como Tsuga, Torreya, Buxus, Zelkova, Quercus, Acer y Populus. En Huelva, macrorestos del Plioceno interpretados como pertenecientes a esta especie son, sin embargo, bastante más dudosos.



No os cuento como olían mis manos tras recoger esas "semillas"...

El cultivo del ginkgo a partir de semillas es de lo más sencillo. La parte más “delicada” siendo, tal vez, la recogida y la limpieza de sus semillas. El ginkgo, en realidad, no produce “semillas” en el sentido más estricto de la palabra. Los óvulos, desnudos, acaban de madurar e incluso de ser fecundados en el suelo. La parte exterior del óvulo es carnosa y tiene un olor a mantequilla rancia o a vómito muy persistente y característico. Eso hace que se suelan privilegiar los pies machos en los parques y jardines.

Una vez eliminada la parte carnosa, las “nueces” limpias se pueden conservar a temperatura ambiente hasta la primavera. La tasa de germinación, al menos aquí en Madrid, suele ser bastante alta. Aunque por ahora tan solo estoy plantando Ginkgos en parques y jardines, mi idea es averiguar en qué lugares sería capaz esta especie de crecer sin ningún tipo de ayuda. A priori, veo factible su supervivencia a orillas de los ríos y al pie de la sierra. Tardaré probablemente unos añitos en averiguarlo. Así que os tocará ser pacientes…



Plántula de Ginkgo biloba, Madrid

No tengo constancia de ningún proyecto llevado a cabo actualmente para utilizar al Ginkgo como árbol forestal. Existen extensas plantaciones en el SE de Francia para el uso farmacológico de los extractos de sus hojas, pero a nadie parece habérsele ocurrido que el ginkgo podría ser un valiosísimo árbol forestal. El único precedente que he encontrado es una plantación experimental llevada a cabo en en S de Francia (Tauzin, 1994), pero no he logrado encontrar ninguna información reciente acerca de ese proyecto. Si alguien tiene información sobre algún proyecto de introducción del ginkgo como árbol forestal, le agaradecería de todo corazón que nos lo cuente en los comentarios.

Ginkgo bilobaFamilia: GinkgoaceaeOrden: Sapindales

Árbol de hasta 40 m, con un tronco que puede alcanzar los 4 m de diámetro; corteza gris clara o castaña-grisácea, fisurada longitudinalmente, en particular en los árboles más viejos; copa inicialmente cónica, finalmente anchamente ovoidea; ramillas largas de un color amarillo acastañado claro al principio, luego gris, internodos (1)1,5-4 cm; braquiblastos de color gris negruzco, densamente cubiertos de cicatrices irregularmente elípticas; yemas de invierno ovadas, de un color castaño amarillento. Hojasde color verde claro que se torna amarillo intenso en otoño, con un pecíolo de (3)5-8(10) cm; lámina de hasta 13 x 8(15) cm sobre los árboles jóvenes pero generalmente de 5-8 cm de anchura, las hojas de las ramillas largas divididas en dos lóbulos por un profundo seno apical, las de los braquiblastos con el ápice ondulado y escotado. Conos masculinos de color marfil, 1,2-2,2 cm; sacos polínicos en forma de barca, con una ancha apertura. Semillas elípticas, estrechamente obovoideas, ovoideas o subglobosoas, 2,5-3,5 x 1,6-2,2 cm; sarcotesta de color amarillo o amarillo anaranjado glauco, con un olor rancio cuando alcanza la madurez; esclerotesta de color blanco, con 2 o 3 costillas longitudinales; endotesta de color castaño rojizo claro.

Ginkgo 

Árboles decíduos, dioicos; tronco alto, muy ramificado; ramillas dimorfas, cortas o largas. Hojas alternas, dispersas y espiraladas sobre las ramillas largas, fasciculadas sobre las ramillas cortas, largamente pecioladas, flabeladas, de venación paralela, apretada, dicótoma, abierta, raramente anastomosada; base anchamente cuneada; margen recto, entero; ápice bilobado o emarginado. Estructuras reproductivas producidas en fascículos en la axila de las hojas escuamiformes del ápice de las ramillas cortas, antes de desarrollarse las hojas. Conos masculinos pedunculados, péndulos, amentiformes; microesporófilos numerosos, dispuestos en espiral, bastante laxamente; microesporangios 2, elípticos; sacos polínicos dehiscente longitudinalmente. Óvulos nacidos sobre un largo pedúnculo dividido dicótomicamente, a veces dividido en 3-5 ramas terminales; cada rama de ápice discoidas, portando un óvulo erecto, sésil; generalmente tan solo llega a madurar una única semilla en cada pedúnculo. Semillaslargamente pedunculadas, péndulas, drupáceas, con un único tegumento que se diferencia en una sarcotesta carnosa, una esclerotesta ósea y una endotesta membranosa; tejido del gametofito femenino abundante. Cotiledones 2(3). Germinación hipógea. 2n=24.





(1) Hably, L., & Marrón, M. T. F. (2007). The first macrofossil record of Ginkgo from the Iberian Peninsula. Neues Jahrbuch fur Geologie und Palaontologie - Abhandlungen, 244(1), 65-70
(2) Rivas Carballo R. Valle M.F. (1986) / Nuevas aportaciones a la palinología del terciario de la Cuenca del Duero (Torremormojón, Palencia). / Studia Geologica Salmaticensia, Vol. XXII, pp. 133-143
(3) Muñiz F. et al. (1999) / Nuevos datos sobre macroflora del Plioceno en el Suroeste de la Península Ibérica (Lepe, Huelva, España) / Geogaceta, Vol. 25, pp.143-146
(4) Tralau H. (2007) / Evolutionary trends in the genus Ginkgo. / Lethaia, Vol. 1, pp. 63-101
(5) Tauzin N. (1994) / Introduction du Ginkgo biloba dans les Maures. / Forêt Méditerranéenne, Vol. XV (3), pp.352-353



La publicación hace unos días de un interesantisimo artículo de Miguel Delibes en El Pais (Los cangrejos de Felipe II: el capricho real que cambió la fauna ibérica) acerca de la manera en que se descubrió que el cangrejo de río "autóctono" en realidad fue introducido por Felipe II desde la Toscana italiana ilustra a la perfección lo difícil que resulta a veces determinar qué especies de nuestra fauna y flora realmente son autóctonas y no fruto de antiguas migraciones propiciadas por el Hombre. Bien es sabido que los fenicios, griegos y romanos introdujeron muchas especies en la Península Ibérica que hoy nadie considera como exóticas. Son especies que los botánicos califican de "arqueofitos", cuya presencia desde hace tanto tiempo hace que las consideremos autóctonas, por mucho que su expansión probablemente presentase en su momento todas las características de una invasión. Esas especies, hoy, viven en equilibrio en los ecosistemas que invadieron, dando pleno sentido al proverbio romano que decía Tandem aliquando, invasores fiunt vernaculi. Lo que significa "finalmente, los invasores se convierten en indígenas".



Cangrejo de patas blancas (Austropotamobius pallipes), Aquarium du Val-de-Loire, Lussault-sur-Loire, Indre-et-Loire, FRANCE / Autor: Bernard DUPONT / Licencia: CC BY-SA 2.0

¿Es pues el cangrejo que se podía encontrar en muchos ríos ibéricos una especie autóctona o una especie exótica? Esta pregunta nos devuelve a la que nos hacíamos en el anterior artículo: ¿cómo se integra el factor tiempo en la interpretación de las invasiones biológicas? ¿Dónde se fija el límite para considerar una especie autóctona aunque provenga de fuera? Personalmente tiendo a pensar que una especie se puede considerar autóctona a partir del momento en que ya se ha integrado y se ha establecido un nuevo equilibro entre esa especie y los ecosistemas en los que que se ha establecido. ¿Era ese el caso del cangrejo "ibérico"? Casi. En realidad, desde el momento en que se introdujo, el cangrejo fue expandiéndose por toda la Peninsula, ya sea espontáneamente o intoducido por el hombre (caso del S de la Península). Parece por ejemplo que alcanzó y se expandió por Cataluña tan solo al principio del siglo XX. Se podría pues considerar que en el siglo XX el cangrejo de río aún se podía considerar como una especie exótica invasora, al menos localmente.



Especies tan comunes como las amapolas son muy probablemente arqueofitas que llegaron siguiendo los cultivos cuando se produjo la Neolitización del continente europeo.

Muchas especies de nuestra flora son probablemente arqueofitas. Sobre todo aquellas especies ruderales muy infeodadas a nuestros cultivos, que probablemente siguieron el proceso de Neolitización desde el E de la cuenca mediterránea y Oriente Medio. Un estudio realizado en Irlanda estableció que de las aproximadamente 3815 especies que constituyen la flora de esa isla, probablemente 96 son arqueofitas (2,5 %). En la cuenca mediterráneaes es probable que ese porcentaje sea mucho mayor. En el mundo animal, una especie como el gorrión "doméstico" parece tener el mismo origen y siguió los primero agricultores en su desplazamiento hacia el Oeste. En la Península Itálica se topó con otra especie de gorrión con la que se hibridó, surgiendo una especie completamente nueva (el gorrión itálico). Este ejemplo demuestra que la llegada de especies exóticas no neceariamente es siempre perjudicial. Puede impulsar y favorecer el nacimiento de nuevos taxones que son muy difíciles de evaluar con las definiciones que maneja la biología de las invasiones. Imaginemos que dos especies exóticas se hibridan en algún lugar y que de ese evento surge una especie perfectamente adpatada al entorno en que nació y empieza a expandirse. ¿Cómo ha de considerarse esta nueva especie? No proviene de fuera, puesto que nació en el propio territorio que ahora coloniza. Ejemplos como éste habrá muchos más en el futuro, porque además de hibridarse, las plantas naturalizadas en alguna región emprenden un camino evolutivo diferente al de las poblaciones de las que son originarias y algunos estudios demuestran que este proceso puede ser mucho más rápido de lo que se pensaba. Al erradicar una especie invasora, no estamos eliminando especies tan ajenas al medio como parece porque en muchos caso ya han cambiado mucho desde que se introdujeron.



La coloración del mapa denota la distribución fenotípica indicada por los dibujos de aves a la derecha del mapa. Los dibujos de los pájaros indican las características específicas del plumaje masculino de los tres taxones [16]. Los diagramas de tarta indican el índice híbrido medio en las localidades de muestreo, donde el color blanco y el negro indican la contribución genética del gorrión común y el gorrión molinero, respectivamente. Las localidades con evidencias de intercambio genético reciente entre gorrión común y gorrión chillón se indican con flechas (Trier et al., 2014).

Todos estos ejemplos nos demuestran que las invasiones biológicas no son una realidad nueva, por mucho que el fenómeno se haya acelerado considerablemente al mover el Hombre muchas especies fuera de las provincias corológicas a las que pertenecían. Muchas personas ven en ello un peligro para la biodiversidad y abogan por un regreso a las condiciones originales en todas las regiones en las que especies exóticas han hecho su aparición. Pero no todas las especies exóticas son problemáticas y el éxito de una u otra no necesariamente significa que esta sea peligrosa para las demás especies. Muchas de las especies que calificamos de invasoras en realidad sacan provecho de las condiciones que el hombre ha creado. Que eso favorezca un pequeño grupo de especies (no todas exótica sea dicho de paso) que ven sus poblaciones aumentar considerablemnte no significa para nada que vayan a extinguir a las demás, como sugiere el clásico gráfico con el que la biología de las invasiones explica la "explosión" demográfica de las especies invasoras (ver artículo anterior). Además, una vez que se han establecido nuevos equilibrios entre especies, los cambios que han llevado a ese equilibrio casi nunca son 100% reversibles.



Muerte masiva de las chumberas en la ladera del cerro de La Mola (Novelda) / Fotografía: ELPERIODIC.COM

Escuché en una conferencia alguien que vivía en la Sierra de los Filabres quejarse de que la completa eliminación de las chumberas, atacadas por las cochinillas del carmín (Dactylopius coccus / Dactylopius opuntiae), había conducido a una situación crítica, al no haber ahora ninguna especie autóctona capaz de fijar el suelo en las vertientes orientadas hacia el sur. La casi total eliminación de las chumberas en muchos lugares solo ha llevado en realidad a acelerar los procesos erosivos y de desertización porque simplemente, ya no había vuelta atrás posible. Aunque la desaparición de las chumberas es vista con buenos ojos por los "protectores" de la naturaleza, lo cierto es que esa especie desempeña un papel muy importante en amplias zonas del S peninsular y el esfuerzo de los biólogos se centran ahora en encontrar algún depredador capaz de regular las poblaciones de cochinillas para evitar la completa desaparición de la chumbera. Este caso es particularmente interesante, porque nos demuestra que algunas especies que algunos consideran invasoras tienen en realidad un fuerte arraigo en nuestro territorio y pueden ser consideradas como naturalizadas no solamente desde un punto de vista estricatmente biológico, sino también "culturalmente", al ser especies muy conocidas y apreciadas por los usos que se hacen de ellas.

¿Significa pues todo lo anterior que las invasiones biológicas no tienen consecuencias para las especies establecidas y que las especies invasoras acaban siempre asimilándose? No necesariamente. Muchas especies invasoras acaban fracasando en su intento. Pero es cierto que cualquier cambio en un equilibrio significa que parte de las especies que participan de ese equilibrio acabarán sometidas a un estrés al que tendrán que reaccionar de una u otra manera. En Francia, en algunos bosques, se ha podido constatar que tras varios veranos muy estresantes, enfrentando temperaturas y sequías inusuales, muchos árboles han reaccionando con abundantes fructificaciones, sabiendo de alguna manera que les tocaba "moverse" y buscar lugares que les sean más favorables. La competencia con especies mejor adaptadas a las nuevas condiciones climáticas inevitablemente favorecerá a las especies recién llegadas. La proliferación de esas especies, muchas de ellas exóticas, ha de relacionarse siempre con algún cambio ocurrido en los ecosistemas o por ocupar esa especie algún nicho ecológico actualmente desaprovechado. La expansión actual de la hiedra y de varias especies de lianas exóticas en los bosques europeos me parece una buena ilustración de ello. Frecuentes en las regiones tropicales, las especies trepadoras y epífitas son escasas en los bosques templados y la subida de las temperaturas claramente favorece la expansión de tales especies en nuestros bosques, que poco a poco van "tropicalizándose". Esto también incluye, en algunas regiones, la instalación y el desarrollo de especies perennifolias (laurofilización).

Me parecen muy interesantes algunos estudios llevados a cabo por la biología de las invasiones, que intentan predecir el poden invasivo de muchas especies para anticiparse a su posible expansión. Pero la pregunta que realmente tiene sentido es otra:¿tiene realmente algún sentido querer evitar algo que es inevitable? Si los modelos de los climatólogos son ciertos, esto significa que nuestra fauna y flora van a sufrir en algunas regiones una renovación más o menos completa. El cambio esperado es tan importante que no existe en el continente europeo ninguna especie adaptada a las condiciones esperadas. Imaginemos que mañana las condiciones climáticas favorezcan en algunas regiones húmedas el crecimiento de auténticas laurislivas. ¿De dónde provendrán las especies capaces de prosperar en tales ecosistemas? La única especie de árbol propio de tales bosques que ha sobrevivido en la Europa continental es el laurel. ¿Qué pretenden los invasionistas? ¿Que de reconstituirse tales bosques en el futuro estos sean formaciones puras de laurel? No tendría ningún sentido, además, sabiendo que en el resto del mundo estos bosques son auténticos centros de biodiversidad. La naturaleza, sin embargo, no ha esperado a que nos lo planteemos. En regiones como "Insubria" (N de Italia y cantón suizo del Ticino) especies como la palmera de Fortune, el alcanforero del Himalaya y otras muchas especies perennifolias cultivadas en esa región llevan décadas invadiendo los bosques caducifolios de esa región.



Un laurel cerezo (Prunus laurocerasus) en un bosque al sureste de Bruselas. / Fotorafía: La Gazette des Plantes

¿Qué hacemos ante cambios espontáneos como los que ya se pueden observar en muchas regiones? ¿Nos gastamos millones intentando frenar esa evolución o la favorecemos y acompañamos sin tener miedo de lo que venga? De todos modos el cambio climático es inevitable. Ignorar sus consecuencias, claramente no nos lleva a ningún lado. Erradicar todas las especies exóticas que muestren veleidades expansivas podría ser totalmente contraproducente al evitar la necesaria renovación de las faunas y floras a la que aludíamos antes. Dicho de otro modo, esa lucha numantina contra las invasoras podría convertirse en un auténtico suicidio a medio y largo plazo.


Trier C.N. et al. (2014) / Evidence for Mito-Nuclear and Sex-Linked Reproductive Barriers between the Hybrid Italian Sparrow and Its Parent Species / PLOS Genetics, Volume 10, Issue1, e1004075
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SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

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