Plantas invasoras (2): Tandem aliquando, invasores fiunt vernaculi
La publicación hace unos días de un interesantisimo artículo de Miguel Delibes en El Pais (Los cangrejos de Felipe II: el capricho real que cambió la fauna ibérica) acerca de la manera en que se descubrió que el cangrejo de río "autóctono" en realidad fue introducido por Felipe II desde la Toscana italiana ilustra a la perfección lo difícil que resulta a veces determinar qué especies de nuestra fauna y flora realmente son autóctonas y no fruto de antiguas migraciones propiciadas por el Hombre. Bien es sabido que los fenicios, griegos y romanos introdujeron muchas especies en la Península Ibérica que hoy nadie considera como exóticas. Son especies que los botánicos califican de "arqueofitos", cuya presencia desde hace tanto tiempo hace que las consideremos autóctonas, por mucho que su expansión probablemente presentase en su momento todas las características de una invasión. Esas especies, hoy, viven en equilibrio en los ecosistemas que invadieron, dando pleno sentido al proverbio romano que decía Tandem aliquando, invasores fiunt vernaculi. Lo que significa "finalmente, los invasores se convierten en indígenas".
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Cangrejo de patas blancas (Austropotamobius pallipes), Aquarium du Val-de-Loire, Lussault-sur-Loire, Indre-et-Loire, FRANCE / Autor: Bernard DUPONT / Licencia: CC BY-SA 2.0
¿Es pues el cangrejo que se podía encontrar en muchos ríos ibéricos una especie autóctona o una especie exótica? Esta pregunta nos devuelve a la que nos hacíamos en el anterior artículo: ¿cómo se integra el factor tiempo en la interpretación de las invasiones biológicas? ¿Dónde se fija el límite para considerar una especie autóctona aunque provenga de fuera? Personalmente tiendo a pensar que una especie se puede considerar autóctona a partir del momento en que ya se ha integrado y se ha establecido un nuevo equilibro entre esa especie y los ecosistemas en los que que se ha establecido. ¿Era ese el caso del cangrejo "ibérico"? Casi. En realidad, desde el momento en que se introdujo, el cangrejo fue expandiéndose por toda la Peninsula, ya sea espontáneamente o intoducido por el hombre (caso del S de la Península). Parece por ejemplo que alcanzó y se expandió por Cataluña tan solo al principio del siglo XX. Se podría pues considerar que en el siglo XX el cangrejo de río aún se podía considerar como una especie exótica invasora, al menos localmente.
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Especies tan comunes como las amapolas son muy probablemente arqueofitas que llegaron siguiendo los cultivos cuando se produjo la Neolitización del continente europeo.
Muchas especies de nuestra flora son probablemente arqueofitas. Sobre todo aquellas especies ruderales muy infeodadas a nuestros cultivos, que probablemente siguieron el proceso de Neolitización desde el E de la cuenca mediterránea y Oriente Medio. Un estudio realizado en Irlanda estableció que de las aproximadamente 3815 especies que constituyen la flora de esa isla, probablemente 96 son arqueofitas (2,5 %). En la cuenca mediterráneaes es probable que ese porcentaje sea mucho mayor. En el mundo animal, una especie como el gorrión "doméstico" parece tener el mismo origen y siguió los primero agricultores en su desplazamiento hacia el Oeste. En la Península Itálica se topó con otra especie de gorrión con la que se hibridó, surgiendo una especie completamente nueva (el gorrión itálico). Este ejemplo demuestra que la llegada de especies exóticas no neceariamente es siempre perjudicial. Puede impulsar y favorecer el nacimiento de nuevos taxones que son muy difíciles de evaluar con las definiciones que maneja la biología de las invasiones. Imaginemos que dos especies exóticas se hibridan en algún lugar y que de ese evento surge una especie perfectamente adpatada al entorno en que nació y empieza a expandirse. ¿Cómo ha de considerarse esta nueva especie? No proviene de fuera, puesto que nació en el propio territorio que ahora coloniza. Ejemplos como éste habrá muchos más en el futuro, porque además de hibridarse, las plantas naturalizadas en alguna región emprenden un camino evolutivo diferente al de las poblaciones de las que son originarias y algunos estudios demuestran que este proceso puede ser mucho más rápido de lo que se pensaba. Al erradicar una especie invasora, no estamos eliminando especies tan ajenas al medio como parece porque en muchos caso ya han cambiado mucho desde que se introdujeron.
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La coloración del mapa denota la distribución fenotípica indicada por los dibujos de aves a la derecha del mapa. Los dibujos de los pájaros indican las características específicas del plumaje masculino de los tres taxones [16]. Los diagramas de tarta indican el índice híbrido medio en las localidades de muestreo, donde el color blanco y el negro indican la contribución genética del gorrión común y el gorrión molinero, respectivamente. Las localidades con evidencias de intercambio genético reciente entre gorrión común y gorrión chillón se indican con flechas (Trier et al., 2014).
Todos estos ejemplos nos demuestran que las invasiones biológicas no son una realidad nueva, por mucho que el fenómeno se haya acelerado considerablemente al mover el Hombre muchas especies fuera de las provincias corológicas a las que pertenecían. Muchas personas ven en ello un peligro para la biodiversidad y abogan por un regreso a las condiciones originales en todas las regiones en las que especies exóticas han hecho su aparición. Pero no todas las especies exóticas son problemáticas y el éxito de una u otra no necesariamente significa que esta sea peligrosa para las demás especies. Muchas de las especies que calificamos de invasoras en realidad sacan provecho de las condiciones que el hombre ha creado. Que eso favorezca un pequeño grupo de especies (no todas exótica sea dicho de paso) que ven sus poblaciones aumentar considerablemnte no significa para nada que vayan a extinguir a las demás, como sugiere el clásico gráfico con el que la biología de las invasiones explica la "explosión" demográfica de las especies invasoras (ver artículo anterior). Además, una vez que se han establecido nuevos equilibrios entre especies, los cambios que han llevado a ese equilibrio casi nunca son 100% reversibles.
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Muerte masiva de las chumberas en la ladera del cerro de La Mola (Novelda) / Fotografía: ELPERIODIC.COM
Escuché en una conferencia alguien que vivía en la Sierra de los Filabres quejarse de que la completa eliminación de las chumberas, atacadas por las cochinillas del carmín (Dactylopius coccus / Dactylopius opuntiae), había conducido a una situación crítica, al no haber ahora ninguna especie autóctona capaz de fijar el suelo en las vertientes orientadas hacia el sur. La casi total eliminación de las chumberas en muchos lugares solo ha llevado en realidad a acelerar los procesos erosivos y de desertización porque simplemente, ya no había vuelta atrás posible. Aunque la desaparición de las chumberas es vista con buenos ojos por los "protectores" de la naturaleza, lo cierto es que esa especie desempeña un papel muy importante en amplias zonas del S peninsular y el esfuerzo de los biólogos se centran ahora en encontrar algún depredador capaz de regular las poblaciones de cochinillas para evitar la completa desaparición de la chumbera. Este caso es particularmente interesante, porque nos demuestra que algunas especies que algunos consideran invasoras tienen en realidad un fuerte arraigo en nuestro territorio y pueden ser consideradas como naturalizadas no solamente desde un punto de vista estricatmente biológico, sino también "culturalmente", al ser especies muy conocidas y apreciadas por los usos que se hacen de ellas.
¿Significa pues todo lo anterior que las invasiones biológicas no tienen consecuencias para las especies establecidas y que las especies invasoras acaban siempre asimilándose? No necesariamente. Muchas especies invasoras acaban fracasando en su intento. Pero es cierto que cualquier cambio en un equilibrio significa que parte de las especies que participan de ese equilibrio acabarán sometidas a un estrés al que tendrán que reaccionar de una u otra manera. En Francia, en algunos bosques, se ha podido constatar que tras varios veranos muy estresantes, enfrentando temperaturas y sequías inusuales, muchos árboles han reaccionando con abundantes fructificaciones, sabiendo de alguna manera que les tocaba "moverse" y buscar lugares que les sean más favorables. La competencia con especies mejor adaptadas a las nuevas condiciones climáticas inevitablemente favorecerá a las especies recién llegadas. La proliferación de esas especies, muchas de ellas exóticas, ha de relacionarse siempre con algún cambio ocurrido en los ecosistemas o por ocupar esa especie algún nicho ecológico actualmente desaprovechado. La expansión actual de la hiedra y de varias especies de lianas exóticas en los bosques europeos me parece una buena ilustración de ello. Frecuentes en las regiones tropicales, las especies trepadoras y epífitas son escasas en los bosques templados y la subida de las temperaturas claramente favorece la expansión de tales especies en nuestros bosques, que poco a poco van "tropicalizándose". Esto también incluye, en algunas regiones, la instalación y el desarrollo de especies perennifolias (laurofilización).
Me parecen muy interesantes algunos estudios llevados a cabo por la biología de las invasiones, que intentan predecir el poden invasivo de muchas especies para anticiparse a su posible expansión. Pero la pregunta que realmente tiene sentido es otra:¿tiene realmente algún sentido querer evitar algo que es inevitable? Si los modelos de los climatólogos son ciertos, esto significa que nuestra fauna y flora van a sufrir en algunas regiones una renovación más o menos completa. El cambio esperado es tan importante que no existe en el continente europeo ninguna especie adaptada a las condiciones esperadas. Imaginemos que mañana las condiciones climáticas favorezcan en algunas regiones húmedas el crecimiento de auténticas laurislivas. ¿De dónde provendrán las especies capaces de prosperar en tales ecosistemas? La única especie de árbol propio de tales bosques que ha sobrevivido en la Europa continental es el laurel. ¿Qué pretenden los invasionistas? ¿Que de reconstituirse tales bosques en el futuro estos sean formaciones puras de laurel? No tendría ningún sentido, además, sabiendo que en el resto del mundo estos bosques son auténticos centros de biodiversidad. La naturaleza, sin embargo, no ha esperado a que nos lo planteemos. En regiones como "Insubria" (N de Italia y cantón suizo del Ticino) especies como la palmera de Fortune, el alcanforero del Himalaya y otras muchas especies perennifolias cultivadas en esa región llevan décadas invadiendo los bosques caducifolios de esa región.
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Un laurel cerezo (Prunus laurocerasus) en un bosque al sureste de Bruselas. / Fotorafía: La Gazette des Plantes
¿Qué hacemos ante cambios espontáneos como los que ya se pueden observar en muchas regiones? ¿Nos gastamos millones intentando frenar esa evolución o la favorecemos y acompañamos sin tener miedo de lo que venga? De todos modos el cambio climático es inevitable. Ignorar sus consecuencias, claramente no nos lleva a ningún lado. Erradicar todas las especies exóticas que muestren veleidades expansivas podría ser totalmente contraproducente al evitar la necesaria renovación de las faunas y floras a la que aludíamos antes. Dicho de otro modo, esa lucha numantina contra las invasoras podría convertirse en un auténtico suicidio a medio y largo plazo.
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