Paleoautóctonas (14): Carpinus


Hojas e inflorescencias del carpe blanco (Carpinus betulus).

Si una especie merece, más que cualquier otra, el apelativo de "paleoautóctona", sea cual sea el sentido que se le quiera dar a ese neologismo, esa es sin lugar a dudas el carpe (Carpinus betulus). Esta especie aún está presente, de forma relictual, en el valle del Bidasoa, pero tuvo en un pasado reciente un área de distribución mucho más extensa en la Península Ibérica. Y no hace falta retroceder mucho tiempo en el pasado para encontrar huellas de su presencia. En buena parte del norte peninsular y de la fachada atlántica, su presencia ha sido confirmada durante el óptimo climático del Holoceno, época en la que llegó a alcanzar incluso el Sistema Central [Abel Schaad et al., 2014). Sus localidades actuales son pues, realmente, los últimos testigos de una presencia mucho más amplia. Cabría pues preguntarse porqué desapareció de buena parte de las localidades que llegó a alcanzar en aquella época. Las explicaciones más probables de tal retroceso son el progresivo aumento de la estacionalidad tras ese óptimo climático alcanzado entre 9000 y 5000 años antes del presente y el inicio de la explotación agrícola de las tierras que eran más favorables a esta especie.




Registros de polen holocenos de Carpinus en el Sistema Central. 1, Garganta del Trampal; 2, La Covatilla; 3, Navamuño; 4, Pico del Lobo. Abel Schaad, D et al. (2014)


El carpe blanco es una especie bastante exigente con unos requerimientos hídricos y edáficos que no se dan a menudo en la Península a día de hoy. No es una especie que tolere la sequía y se desarrolla preferentemente sobre suelos ricos y profundos que suelen ser los que podemos típicamente encontrar en zonas de llanuras. Se trata, por otra parte, de una especie que aguanta bastante bien el calor, siendo perfectamente capaz, si se la riega, de aguantar los implacables veranos del centro de la Península. Algunos ejemplares plantados en mi barrio (Madrid) ya miden unos 4-6 metros y florecen y fructifican cada año, aguantando sin demasiados problemas los 40 grados que se alacanzan en julio y agosto. Como mucho, parte de las hojas se secan pero eso no pone en peligro la superviencia de esos árboles


Mapas de distribución actual del carpe blanco (C. betulus) y del carpe oriental (C. orientalis) [2].

En épocas anteriores a la última glaciación, el carpe estuvo presente en buena parte de la Península, habiéndose de destacar también la presencia a finales del Plioceno y principios del Pleistoceno del carpe oriental, hoy tan solo presente en el E del continente y de la cuenca mediterránea. El carpe oriental no es ninguna especie vicariante. Se trata en realidad de un carpe mejor adaptado a la sequía que C. betulus, que le convierte, en Europa oriental, en un elemento típico de la vegetación submediterránea, conviviendo allá con especies como el roble pubescente (Quercus pubescens), el roble cabelludo (Quercus cerris) o el carpe negro (Ostrya carpinifolia). O sea, que por su ecología se diferencia bastante del carpe común, que es una especie de ámbito subatlántico y centroeuropeo.

CarpinusFamilia: BetulaceaeOrden: Fagales

Árboles o arbustos. Yemas fusiformes, agudas. Hojas ovadas u ovado-elípticas, agudas, doblemente aserradas, con 9 o más pares de nervios secundarios muy marcados y regulares. Amentos masculinos sésiles, solitarios; flores desnudas, solitarias en la axila de cada bráctea, sin bractéolas; estambres 6-20, pubescentes, de filamentos bífidos, muy cortos. Amentos femeninos terminales, laxos, colgantes en la madurez, con brácteas foliáceas; flores geminadas, con perianto; rudimentos seminales 1(2); estilo dividido en 2 ramas filiformes, verdes. Aquenios dispuestos en espigas colgantes, de pequeño tamaño, comprimidos, envueltos por un involucro foliáceo grande, trilobulado o aserrado, con nerviación muy marcada, originado por acrescencia de la bractéola única.


Cabe también destacar aquí la inesperada presencia del carpe en las Islas Canarias hasta finales del Holoceno [3] que sorprende más, tal vez, por la lejanía que por las condiciones climáticas. Esa presencia no rersulta tan sorprendente, sin embargo, sabiendo que también estuvo presente en los macizos montañosos del Sáhara en épocas mucho más húmedas que las actuales.





Fruto de Carpinus betulus (arriba) comparado con el de Carpinus orientalis (abajo).


El carpe blanco es una especie comúnmente cultivada en nuestro país donde sorprende, en muchos lugares, su capacidad de aguantar las altas temperaturas veraniegas. Tal como comentábamos anteriormente, la falta de agua parece ser en realidad el auténtico factor limitante para esta especie. En cambio, sorprendentemente, el cultivo del carpe oriental no ha despertado mucho interés en nuestro país. Siendo éste un árbol mucho menos exigente, resulta curioso que no se haya ensayado al menos en nuestros parques y jardines. Al ser un árbol de relativas pequeñas dimensiones, que muchas veces ni tan siquiera pasa de arbustivo, se puede entender que no haya despertado el interés de los forestales. Sería, sin embargo, un elemento muy a tener en cuenta para incrementar la biodiversidad de nuestros bosques en zonas de clima submediterráneo, en las que aparte los sempiternos Quercus, no abundan las frondosas arbóreas.





Sembré algunas semillas de Carpinus orientalis hace un par de años, sin ningún tipo de tratamiento, y no germinó ninguna de ellas. El año pasado, en cambio, vi aparecer en mis macetas dos pequeños arbolitos que bien podrían corresponder a esta especie pero al haber sembrado también carpe negro, por ahora no soy capaz de ponerle un nombre. El año que viene tendré que volver a intentarlo, ya que esta especie me parece de lo más interesante para las condiciones climáticas de nuestro país.



Abel Schaad, D. et al. (2014) / Persistence of tree relicts in the Spanish Central System through the Holocene. / Lazaroa 35: 107-131 (2014)
[2] Delphine Grivet & Rémy J. Petit (2003) / Chloroplast DNA phylogeography of the hornbeam in Europe: Evidencefor a bottleneck at the outset of postglacial colonization / Conservation Genetics, Vol. 4, pp. 47–56
[3] de Nascimento L. et al. (2009) / The long-term ecology of the lost forests of La Laguna, Tenerife (Canary Islands) / Journal of Biogeography, Vol. 36, pp. 499–514



2 comentarios

  1. Parabéns uma vez mais um artigo muito interessante.
    Aqui onde vivo o Carpinus betulus é em termos de biomassa a espécie de árvore mais abundante quando os solos não são pantanosos. Aqui comporta-se como uma espécie que coloniza fácilmente áreas florestais ou clareiras na floresta. Apesar de não ser uma pioneira pura como as bétulas ou os choupos tém bastante sucesso de colonizacão a curta distância.
    Ambas as espécies são uma mais valia para a Península Ibérica, por criarem bons solos, pelo carácter pioneiro que têm, pelo suporte que dão à vida selvagem e pela muito boa qualidade da madeira para queimar. Poderão ambas nos seus respectivos ecosistemas controlar os fogos e minimizar o impacto de espécies exóticas consideradas infestantes por emsombramento a médio prazo visto que ambas as espécies suportam muito bem a sombra e vivem até +- 150 anos.
    Sem dúvida duas espécies a apostar na Península Ibérica!

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  2. Outra espécie muito interessante da mesma família que gostaria de ver na Península Ibérica é a Ostrya carpinifolia.

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