Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

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Cambio climático

¿Invasoras?

Paleoautóctonas

Situada entre los Pirineos y el Sistéma Ibérico, la depresión del Ebro es una de las dos grandes depresiones formadas en la Península Ibérica como consecuencia del desarrollo de las cordilleras alpinas en la periferia de la microplaca ibérica, al colisionar esta con las placas africana y europea. La otra es la del Guadalquivir, cuyo futuro examinaremos más adelante. Esta depresión conforma una vasta cuenca hidrográfica drenada por el río Ebro, que desemboca hoy en día en el Mediterráneo. También existen en la Península Ibérica depresiones intraplacas, que corresponden grosso modo con las cuencas del Duero, del Tajo y del Guadiana, cuya formación se debe al hundimiento de bloques de la corteza a lo largo de grandes fallas normales a menudo siguiendo estructuras más antiguas heredadas de orogenias anteriores y reactivadas durante la orogenia alpina.



La activa erosión que se observa en buena parte de la depresión del Ebro denota que tuvo un nivel base mucho más alto que el actual, consecuencia del carácter endorreico que tuvo durante buena parte del Terciario.

La depresión del Ebro debe principalmente su existencia a la formación de los Pirineos, siendo lo que los geólogos califican de "cuenca de antepaís", una cuenca sedimentaria que se ha formado por la flexión de la placa continental ibérica debido al reajuste isostático provocado por el engrosamiento de la corteza continental en la zona axial de la cordillera. A consecuencia de esa subsidencia han llegado a acumularse localmente hasta 7-8 km de sedimentos. Sedimentos que se han visto en parte ellos mismos envueltos en la orogenia, al progresar los cabalgamientos pirenaicos hacia zonas cada vez mas externas.



Corte geológico esquemático de los Pirineos en base a la interpretación de los datos sísmicos del programa ECORS-Pirineos.

La depresión del Ebro presenta, sin embargo, una característica que la diferencia de otras zonas de antepaís como las de los Alpes o la de los propios Pirineos en su vertiente norte: está rodeada por otras zonas tectónicamente activas que han aislado la cuenca del Ebro durante buena parte de su historia. Al norte se formó la cordillera Cantábrica, que cortó la comunicación de la cuenca del Ebro con el Atlántico. Al sur se formó el Sistema Ibérico y al este, las cordilleras Costero-Catalanas cortaron toda comunicación con el Mediterráneo. Consecuencia de ello, la depresión del Ebro tuvo un caracter endorréico durante buena parte de su historia y permaneció sin salida al mar entre 37 Ma (finales del Eoceno) y 7,5 Ma (Mioceno Superior). A consecuencia del relleno sedimentario de esa cuenca endorreica, el valle del Ebro se convirtió en realidad en un altiplano situado entre 500 y 750 m de altitud. Tras encontrar esa cuenca un exutorio al Mediterráneo, la erosión se llevó buena parte del relleno sedimentario de esa cuenca endorreica, calculando Garcia-Castellanos D. y Cruz Larrasoaña J. (2015) que si la apertura hacia el mar tuvo lugar hace 7,5 Ma, el volumen total erosionado y depositado en el delta del Ebro sería de ca. 50000 km3. Consecuencia de esta erosión, el rebote isostático en el centro de la cuenca del Ebro superaría los 500 metros.




Evolución de la cuenca del Ebro tras abrirse paso el Ebro hacia el Mediterráneo. Las grandes flechas grises verticales muestran los movimientos isostáticos. Garcia-Castellanos D. & Cruz Larrasoaña J. (2015).

Esta situación recuerda mucho la de la cuenca del Tajo durante buena parte del Mioceno, época en la que se depositaron sedimentos evaporíticos en el centro de esa cuenca. Ocurrió algo muy similar en la depresión del Ebro, donde la presencia de esas evaporitas condiciona hoy en día las condiciones ecologicas de vastas zonas, al constituir substratos muy pobres en nutrientes sobre los que se desarrolla un tipo de vegetación muy especializado. El estar la depresión del Ebro rodeada de sistemas montañosos ha tenido siempre y sigue teniendo hoy otra consecuencia muy importante: recibe muy pocas precipitaciones. Los sistemas montañosos circundantes, en efecto, actúan como barreras físicas que obligan el aire a ascender y a enfriarse, liberando buena parte de la humedad que pudiese transportar. En el mapa climatológico la depresión del Ebro aparece como una zona árida (clima tipo BSk, estepario frío) entre regiones montañosas que gozan de climas mucho más húmedos.



mapa climático de la región estudiada mostrando la repartición de los climas según la clasificación de Köppen-Geiger.

Esta peculiar situación existe en realidad desde que la cuenca del Ebro quedó aislada del mar en el Eoceno, depositándose evaporitas en distintos contextos y épocas durante el Terciario, atestiguando la existencia de un clima árido bien diferenciado en el seno de esta depresión tanto en los épocas más cálidas como en las más frías, como sugiere la existencia de dunas eólicas hace 50.000 años en el entorno de Zaragoza (ver artículo). Estas evaporitas se han depositado tanto entre los nacientes relieves pirenaicos, en una posición más bien lateral respecto al conjunto de la depresión, en pequeñas cuencas que la tectónica ha ido aislando, como en el centro de la depresión, de forma intermitente a lo largo del Oligoceno y del Mioceno. En el mapa a continuación se muestra la situación y extensión de las formaciones sedimentarias con evaporitas.



Esquema geológico de la Cuenca del Ebro, con la situación de las principales formaciones evaporíticas terciarias, tanto marinas como continentales (Orti, 1990) en Utrillo et al. (1991).

La presencia de evaporitas en la cuenca del Ebro atestigua de la existencia de climas cálidos y áridos en esta zona durante buena parte del Neógeno. A pesar de la abundancia de material sedimentario depositado en esta cuenca, se dispone paradójicamente de muy pocos datos sobre la paleoflora de esta zona antes de las glaciaciones. Al haberse reconectado esta cuenca con el mar a finales del Mioceno, son los sedimentos de esa edad los que podrían darnos la información más reciente acerca de la flora de esa "depresión", situada entonces unos 500 metros más alto tal como vimos anteriormente. No existen prácticamente yacimientos paleontológicos de esa época que nos puedan dar alguna pista al respecto, ni tan siquiera algún análisis palinológico de esos sedimentos. Son muy pocas las excepciones, destacando el hallazgo en Épila (Zaragoza) de restos de tallos, frondes y hojas de Pteridófitas y Espermatofitas en niveles travertínicos datados del Aragoniense medio-superior (zonas MN4 a MN6). Los únicos restos que se han podido identificar en ese yacimiento son restos de frondes de Osmunda y trozos de hojas de alguna palmera tipo Sabal o Chamaerops, que se suelen agrupar en el parataxon Sabalites. Por lo demás restos de distintas Monocotiledóneas, semejantes a las cañas y juncos actuales a las que no se ha podido identificar. La otra excepción son los restos de troncos silicificados encontrados en los Monegros al pie de la Sierra de Alcubierre, provenientes del norte y depositados en un ambiente deltaico, en los que se han podido reconocer maderas de Gimnospermas, Angiospermas y palmeras.



La predominancia, en muchos yacimientos del Mioceno de Cataluña, de leguminosas arborescentes y arbustivas como las acacias evoca paisajes africanos como esta llanura a proximidad de Wadi Archei en las montañas de Ennedi (Chad). / Fotografía: David Stanley / Licencia: CC BY

Para hacerse una idea del tipo de vegetación y del clima en aquella época, tenemos que trasladarnos a yacimientos en las sierras costero-catalanas que bordean la depresión el Ebro, cuya edad va del Mioceno inferior (Costa Blanca de Martorell) al Mioceno medio (Martorell, Rubí, Sant Sadurní d'Anoia). En estos yacimiento predominan las Mimosaceae y Caesalpiniaceae arbóreas y arbustivas provistas de pequeños folíolos con un marcado caracter xerofítico. Géneros como Acacia, Caesalpinia, Cassia, Podogonium y Mimosa formaban una comunidad vegetal capaz de soportar largos periodos de sequía. En zonas de mayor humedad o en periodos de mayor humedad aparecen géneros como Bumelia, Laurus, Cinnamomum, Persea, Diospyros, Sabal, Sapindus, Sapotaceae, Engelhardia, Platycarya, que indican un clima tropical-subtropical cálido y seco. Es interesante notar que prácticamente todos estos géneros han desaparecido del continente europeo y no sobrevivieron al progresivo enfriamiento durante el Neógeno y el definitivo mazazo de las glaciaciones. En Europa, las regiones más áridas son generalmente regiones en las que predomina una vegetación herbácea y de pequeños subarbustos, pero en otros lugares del mundo y en otros tiempos en Europa, una diversa flora arborescente y arbustiva estaba asociada a climas tan áridos como los que van ganando terreno progresivamente. Haríamos bien en echar una ojeadita al otro lado del Estrecho de Gibraltar para ver si no existen especies de estos mismos géneros capaces de medrar en condiciones tan duras como las que se avecinan. La presencia, aunque sea dispersa, de árboles y arbustos, ayudaría mucho a que estas zonas no se conviertan antes de tiempo en auténticos desiertos...


Tipos de clima de la clasificación de Köppen-Geiger para el periodo de referencia 2071-2100 / Climate zones on the move

Los modelos climatológicos evidencian, en efecto, que la actual situación de aridez en la depresión del Ebro irá a más y se prevé que un clima de tipo BWh (desértico cálido) se imponga en las partes centrales de la depresión. Ocurrirá aquí lo mismo que anticipábamos al hablar de Castilla-la Mancha: la presión sobre unos recursos hídricos menguantes irá poco a poco creciendo y en un contexto de aridificación creciente de toda esta zona, cabe preguntarse cual será la futura evolución del caudal y del régimen hídrico del Ebro, al disponer de cada vez menos agua proveniente de la fusión del manto de nieve en regiones cada vez menos innivadas. Son pues muchas las incógnitas en una región que depende fundamentalmente de los aportes de agua de los ríos provenientes de los sistemas montañosos aledaños.



Climograma de Zaragoza, en el que se ve perfectamente lo cerca que estamos ya de franquear el límite de los 18ºC de temperatura media anual que separan los climas de tipo BSk y BSh. Según datos públicos de AEMET.

Daniel Garcia-Castellanos y Juan Cruz Larrasoaña. Quantifying the post-tectonic topographic evolution of closed basins: The Ebro basin (northeast Iberia). Geology. DOI: 10.1130/G36673.1
Sanz de Siria Catalán A. (1994) / La evolución de las paleofloras en las cuencas cenozoicas catalanas / Acta Geologica Hispanica, Vol. 29, pp. 169-189
Ferrer J. et al. (1993) / Nota sobre las plantas fósiles del Mioceno de Epila (Zaragoza) / Geogaceta, Vol. 14, pp. 94-97
Ortí,F. (1990): Introducción a las evaporitas de la Cuenca Terciaria del Ebro. In: Formaciones evaporíticas de la Cuenca del Ebro y cadenas periféricas, y de la zona de Levante. Nuevas aportaciones y Guía de superficie. (F. Ortí y J.M.ª Salvany, Eds.). Universidad de Barcelona-ENRESA.

En este artículo volvemos a la España "verde", que ya descubrimos en parte al examinar el caso de Galicia en un artículo anterior. A diferencia de gran parte de Galicia, la franja cantábrica de la Península tiene un clima más marcadamente oceánico, con precipitaciones mejor repartidas a lo largo de todo el año. Si bien las precipitaciones disminuyen en los meses de verano, se mantienen por lo general a un nivel por encima de los 30 mm que marcan la diferencia entre el clima Cfb, templado sin estación seca con veranos suaves y el clima Csb, templado con veranos secos y suaves, que vimos que ocupaba gran parte de las zonas interiores y del S del litoral atlántico de Galicia..



Vista Parque Natural de Redes, Principado de Asturias / Fotografía: SusoRedondo / Licencia: CC BY-SA

En ese contexto climático, los bosques de frondosas (robles y hayas) son el tipo de vegetación predominante en toda esa área, siendo muy parecidos a los que se pueden observar en buena parte de Europa occidental y central. Cabe sin embargo destacar la ausencia de algunas especies que no lograron "volver" tras la última glciación, como pueden ser el carpe (Carpinus betulus) y el abeto (Abies alba, que forma bosques mixtos con el haya en los Pirineos y cuya ausencia demuestra cuan difícil resulta para algunas especies colonizar todas la zonas que les son teóricamente favorables. A nadie se le escapa que contrariamente a robles y hayas, la dispersiñón de estas dos especies depende fundamentalmnte del viento...



Izquierda: mapa climático de la Península Ibérica mostrando la repartición de los climas según la clasificación de Köppen-Geiger. Derecha: mapa mostrando el balance entre precipitación y evapotranspiración.

La subida de las temperaturas en esta región hará que, tal como vimos en el caso de Galicia, pronto superemos en muchas zonas el umbral de los 22 grados de temperatura media del mes más cálido, lo que convertiría el clima de esta región al tipo Cfa, templado sin estación seca con veranos calurosos, muy poco difundido en Europa actualmente. En la Península Ibérica, una estrecha franja al S de los Pirineos tiene hoy en día este tipo de clima. En el resto de Europa, es el clima actual de regiones como el valle del Po al S de los Alpes, algunas regiones de los Balcanes, el N de Turquía, Georgia y una pequeña zona del S del Mar Caspio.



Mapa de ubicación de los climas subtropicales húmedos.

A poco que las temperaturas medias suban un par de grados, una ciudad como Santander tendrá un clima de tipo Cfa o Csa "húmedo" o "perhúmedo", muy diferente del de otras regiones de clima Csa del interior de la Península en las que la sequía estival es mucho más prolongada y acentuada. Si comparamos los climogramas de Santander y de Ramsar, a orillas del Mar Caspio, vemos que son bastante similares, con una repartición de las precipitaciones más desigual en Ramsar, donde las lluvias en otoño son mucho más importantes que en primavera, siendo en ambos casos el verano un periodo claramente más seco que el resto del año. La gran diferencia reside en el nivel de las temperaturas veraniegas, sensiblemente más altas en esa región del N de Irán. La subida de las temperaturas medias observada durante las últimas dos décadas nos acerca sin embargo cada vez más a condiciones similares a las del S del Mar Caspio. De hecho, el parecido entre ambas regiones no se limita al clima: la situación de ambas costas al sur de un mar, con la presencia de una cadena montañosa próxima a la costa que separa ambas franjas costeras de regiones interiores mucho más secas no deja de llamar la atención. Resulta pues, creo yo, de lo más interesante saber qué tipo de vegetación crece en esta región y en otras zonas de clima Cfa/Csa húmedo del mundo.



Climogramas de Santander (izquierda) y de Ramsar (derecha)

Aunque Irán es un país en el que predominan los climas áridos, la franja de costa que bordea el Mar caspio disfruta de un nivel de precipitaciones muy superior al del resto del país, convirtiéndola en una región muy verde cubierta por extensos bosques constituidos por especies relictas del Terciario que encontraron aquí un refugio durante las glaciaciones del Cuaternario. Especies que tuvieron una amplia distribución en el continente europeo antes de sucumbir ante el envite del frío. Algunas de esas especies se mantuvieron casi hasta nuestros días en el S de Europa. Es el caso, por ejemplo, de la zelkova (Zelkova carpinifolia), aún presente en el centro de Italia hace tan solo 33.000 años. El género logró mantenerse milagrosamente en Sicilia y en Creta pero desapareció tras esa fecha de la parte continental de Europa. Lo mismo cabría decir de la pterocaria del Cáucaso (Pterocarya fraxinifolia), cuyo polen se ha encontrado en sedimentos datados de hace unos 70.000 años en la laguna del Cañizar en la provincia de Teruel) o del árbol del hierro (Parrotia persica) aún presente en Grecia en los últimos periodos interglaciares. Otras especies como el caqui (Diospyros lotus), en cambio, desaparecieron mucho antes.



El Bosque Hircano del Norte de Irán en la región de Javaherdasht, Provincia de Gilan. Fotografía: Hamid Gholizadeh

El bosque hircano no es la única región del mundo en albergar especies y géneros que estuvieron presentes en Europa antes de las glaciaciones. De hecho, las que sobrevivieron en esa región del Bosque Hircano y del Cáucaso tan solo son una pequeña muestra de la rica biodiversidad que tuvo este continente en épocas pretéritas. Para encontrar algo parecido hoy en día hay que desplazarse hasta China o Norteanérica, donde la geografía permitió que buena parte de esos taxones sobrevivieran, algunos casi a punto de extinguirse. Es el caso del hoy en día muy popular ginkgo (Ginkgo biloba), que vemos ahora plantado en muchas ciudades españolas o del mucho más desconocido árbol de la gutapercha (Eucommia ulmoides), aún presente en la Península Ibérica hace aproximadamente 1,3 millones de años, cuando los primeros hombres ya habían hecho su aparición. Podríamos así citar decenas de géneros, cosa que no haré para no matar de aburrimiento al lector. Remito a mi libro dedicado a las especies paleoautóctonas quienes tengan interés en profundizar este tema (disponible aquí).



Los bosques subtropicales deciduos o perennifolios de SE de China han conservado una rica biodiversidad que convierten esa región en un auténtico reservorio de especies relictuales del Terciario. En la fotografía el bosque de Baishanzu. / Autor desconocido.

Es interesante notar que la intuición de los ingenieros forestales les llevó a testear algunas especies exóticas que les parecían bien adaptadas al clima de esta región y que resultaron ser especies que estuvieron presentes en esa misma región antes de las glaciaciones. Resulta muy llamativo, por ejemplo, que a escasos kilómetros del famoso bosque de secuoyas de Cabezón de la Sal, en Cantabria, se descubriera más tarde un yacimiento en Carranceja en el que se identificaron restos de madera pertenecientes a distintas especies entre las que se encontraba , precisamente, la secuoya (Sequoia sp.). Lo mismo cabría decir, posiblemente, del "sugi" (Cryptomeria sp.), por utilizar el nombre japonés de otra especie también presente en la cornisa cantábrica en aquella época y plantada hoy en día en el País Vasco, donde encuentra condiciones muy favorables a su desarrollo. Ambas especies son buenos ejemplos de Gimnospermas adaptadas a climas cálidos y húmedos similares a los que tuvo el continente europeo antes de las glaciaciones y hacia los que nos lleva el calentamiento climático que hemos iniciado recurriendo al uso de los combustibles fósiles.



Las secuoyas del Monte Cabezón llaman sobre todo la atención por lo insólito de su presencia, aunque no deja de ser una plantación demasiado densa que ganaría mucho en ser aclarada y en incorporar otras especies. / fotografía: Rodelar / Licencia: CC BY-SA

Aunque la subida de las temperaturas no haya puesto aún en peligro las especies presentes en este territorio, tarde o temprano favorecerá el establecimiento de especies más termófilas que tomarán poco a poco el relevo de las especie actuales que tendrán que buscar a mayor altitud su óptimo climático. Qué especies constituirán los bosques de mañana a baja altitud es la pregunta del millón. Nuestros parques y jardines están llenos de candidatos y algunas de esas especie no han esperado para naturalizarse localmente, tal como ocurre con la pterocaria china o el castaño de Indias en el País Vasco. Otras muchas especies seguirán su estela y solo depende de nosotros escoger qué tipo de bosque tendremos en el futuro. Yo creo que una miradita al pasado nos puede guiar. Favorecer el regreso de las paleoautóctonas me parece una buena manera de no errar demasiado en ese empeño...

Imaginar la futura evolución de la vegetación en zonas de relieves es relativamente más sencillo, conceptualmente, que en otras regiones. Todos sabemos que en respuesta al calentamiento global sufrido por la atmósfera, las especies y los ecosistemas tienen tendencia a migrar hacia el norte o a ganar altitud en las zonas de relieve. Sabiendo más o menos cual va a ser localmente la subida de las temperaturas medias anuales, podemos calcular aproximadamente de cuantos metros van a subir los pisos de vegetación sabiendo que la temperatura desciende entre 1 (atmósfera seca) y 0,55 (atmósfera húmeda) grado cada 100 metros.



Otoño en la Cara Norte de la Sierra de Guadarrama, Noviembre-2017. La repartición altitudinal de los pisos de vegetación se verá modificada por la subida de las temperaturas. / Fotografía: Javier Civantos.

Eso he intentado imaginar en la figura más abajo, suponiendo que de aquí a 2100 los pisos de vegetación podrían subir aproximadamente unos 800 metros (se trata de un valor medio). El resultado de ese pequeño ejercicio mental ya nos permite sacar algunas conclusiones muy generales acerca del aspecto que podría tener, potencialmente, el Sistema Central a finales de siglo y más adelante si logramos estabilizar el calentamiento en un punto que no sea letal para nuestras sociedades. A nadie le importará todo esto en el futuro, claro está, si la temperatura media global sube 10 grados...



Vegetación de la Sierra de Guadarrama hoy y en 2100, asumiendo una subida de 800 metros de los pisos de vegetación.

La primera consecuencia previsible de la subida de las temperaturas y de los pisos de vegetación será la considerable reducción de la superficie ocupada por los pinares. El piso oromediterráneo tan solo se mantendría en los relieves más elevados y de forma bastante relictual. Lo mismo cabría decir de la vegetación arbustiva y herbácea que caracteriza hoy en día muchas de las cumbres de nuestras montañas. A esas altitudes, importarán más las condiciones locales (microclimas) para que sobrevivan este tipo de formaciones vegetales. Aún así, es previsible que muchas especies relictuales hoy en día acaben por desaparecer de nuestras cumbres. Seamos sinceros, será una auténtica escabechina que nadie podrá evitar. Conservar sus semillas en bancos de semillas ultraprotegidos no evitará su desaparición a no ser que planeemos sembrarlas en latitudes mucho más norteñas, si es que se dan las condiciones para ello...



Vista del pinar de Hoyocasero, una auténtica reliquia en la Sierra de Gredos. Los pinares verán probablemente su área de distribución potencial muy reducida. / FOTO: Wikiloc

Los pinares, a su vez, serán sustituidos por bosques de frondosas. En realidad fundamentalmente por el melojo (Quercus pyrenaica), puesto que es la única especie presente por debajo de los pinares, aunque muy localmente también estén presentes otras especies más exigentes que el melojo que bien podrían aprovecharse de una mayor humedad a mayores altitudes si se mantiene el actual nivel de precipitaciones. Las precipitaciones son, en realidad, la gran incógnita. De cómo evolucionarán en el futuro en los principales sistemas montañosos de la Península dependerá en gran medida el tipo de vegetación que los cubrirá. En caso de mantenerse, no podemos excluir que especies como el roble , el haya. los arces o los tilos se vean favorecidas por el cambio climático, aunque el problema de estas especies sería el mismo que han tenido hasta ahora: ¡cómo llegar!



Hayas en las faldas del Monte Abantos (Madrid). Su presencia antes de las glaciaciones está atestiguada por los estudios polínicos y podría ser una de las especies que se vea beneficiada por la subida de las temperaturas en zonas de altitud con mayores precipitaciones. / FOTO: Miguel Varona

Que el nivel de humedad en el Sistema Central pueda mantenerse en un futuro 2-3 grados más caliente que el actual lo podemos intuir sabiendo el tipo de vegetación que estuvo presente en el pasado, cuando reinaban en el centro de la Península condiciones de aridez muy similares a las del SE (ver el tercer artículo de esta serie dedicado a Catilla-La Mancha). Los estudios palinológicos sugieren que en los relieves del Mioceno crecían árboles pertenecientes a los géneros Pinus, Tsuga, Fagus y Zelkova. Una flora bien diferente de la actual pero claramente asociada a niveles de humedad mucho mayores que en las planicies circundantes. No me parece pues descabellado pensar que en el futuro, nuestras sierras podrían albergar una biodiversidad arbórea mayor que la actual.




Representación en un perfil esquemático de los distintos paleoambientes y sus paleoasociaciones vegetales en la Sierra de Guadarrama y su piedemonte. Fernández Marrón et al. (2004)

Bajando hacia el pie de la sierra, nos iríamos encontrando con una creciente aridez, que en la vertiente sur del Sistema Central permitiría a la vegetación típicamente mediterránea alcanzar prácticamente la línea de cresta en las zonas menos elevadas. Vamos, que encinas en la línea divisoria entre ambas Castillas. Nada que ver con los pinares que estamos acostumbrados a ver. Y cuanto más bajemos hacia las llanuras, más resistente a la sequía y al calor la vegetación que nos encontraremos.



Región de Marrakesh, Maruecos. Situaciones tan contrastadas como esta probablemente serán frecuentes en la España del futuro... Autor desconocido.

Una de las sorpresas mayores que ha reservado el estudio de los sedimentos post glaciales en la Sierra de Gredos es la existencia local de una población de cedros que desaparecieron hace pocos milenios, al mismo tiempo que los pinos, cuando esta sierra fue arrasada por la explotación humana. Aunque algunos autores afirman que puede tratarse de aportes eólicos, la abundancia de polen de cedro en un depósito aislado y su total ausencia en otros no muy lejanos no cuadra en absoluto con un aporte eólico. De tener un origen africano ese polen, se tuviese que haber encontrado de forma dispersa en todos los depósitos de la zona, cosa que no se ha observado. En la perspectiva de un aumento de las temperaturas y de la aridez en las altitudes intermedias, el cedro sería un buen candidato para sustituir los pinos y formar bosques mixtos con el melojo.



El cedro de la francesa en Béjar, en una región en la que esta especie sobrevivió hasta hace escasos milenios / FOTO: Javier Elcuaz del Arco

La evolución a grandes rasgos de la vegetación del Sistema Central está pues bastante clara, traduciéndose la subida de las temperaturas por una progresiva elevación de los pisos de vegetación. La evolución de las precipitaciones en este sistema montañoso es la gran incógnita, que determinará si otras especies hoy en día ausentes o muy poco representadas llegarán a desempeñar un papel mucho más importante que el actual.



Ruiz-Zapata1 M.B. et al. (2011) / Dinámica de la vegetación durante el Holoceno en la Sierra de Gredos (Sistema Central Español) / Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. Sec. Geol., Vol. 105 (1-4), pp. 109-123
Fernández Marrón, M. T., Fonollá Ocete, J. F., Sesé Benito, C. y Jiménez Rodrigo, J. C. 2004. Estudio paleoambiental de nuevos yacimientos de plantas y vertebrados de la “Unidad Intermedia” del Mioceno Medio de la cuenca de Madrid. [Palaeoenvironmental study of new plants and vertebrate sites of the “Unidad Intermedia” from Middle Miocene of Madrid basin.] Revista Española de Paleontología, 19 (2), 199-213


La situación privilegiada de Galicia en el NO de la Península Ibérica, a orillas del Océano Atlántico, ha asegurado siempre a esta región un nivel de precipitaciones que ha permitido el desarrollo de una vegetación muy diferente de la del resto de la Península Ibérica. En realidad, es el caso de prácticamente toda la franja cantábrica de la Península, aunque nos centraremos en este artículo en el caso específico de Galicia, cuya extensión hacia el interior de la Península es mucho mayor y resulta en situaciones muy contrastadas entre las zonas costeras y las zonas interiores, que se ven afectadas por el cambio climático de distintas maneras.



Costa da Morte / Fotografía: Tanja Freibott / Licencia: CC BY-SA

Galicia tiene, grosso modo, dos tipos de climas según la clasificación de Köppen: Cfb (clima templado sin estación seca y veranos suaves) en gran parte de la franja costera y Csb (clima templado con veranos secos y suaves) en las zonas más interiores y el sur de la costa atlántica. La transición entre ambas zonas es bastante progresiva, existiendo muchas localidades con un clima de tipo Cfb pero con un descenso sensible de las precipitaciones en verano. En cualquier caso, tal como se puede ver en el mapa del balance entre precipitación y evapotranspiración (derecha), prácticamente toda Galicia tiene un nivel de humedad elevado, con balances positivos. En la clasificación climático de Thorthwaite, que se basa en el indice de humedad, Galicia tendría climas perhúmedos (que corresponderían más o menos en el mapa a las zonas con más de 300 mm de superavit de precipitaciones) y húmedo (0-300 mm de superavit de precipitaciones). Las regiones con veranos más secos se sitúan en el cuadrante SE de Galicia, cubriendo buena parte de provincia de Orense.





Izquierda: mapa climático de la Península Ibérica mostrando la repartición de los climas según la clasificación de Köppen-Geiger. Derecha: mapa mostrando el balance entre precipitación y evapotranspiración.

Tal como se puede ver en el mapa de la subida de las temperaturas, las zonas costeras de Galicia son uno de los lugares de la Península en los que más ha subido la temperatura media anual. Más de 2 grados en amplias zonas que disfrutan de un nivel de precipitaciones mucho más elevado y constante que en el resto de la Península. Es evidente que en tales condiciones los efectos de la subida de las temperaturas serán mucho más sutiles que en oras regiones de la Península Ibérica. La España verde seguirá siendo verde pero eso no significa que no vaya a haber cambios, tal como veremos al examinar cómo evolucionará el clima de esta región.


Esta oposición entre la España "verde" y la España "seca" viene de lejos en realidad. En el mapa de los biomas del Plioceno que mostramos a continuación se ve perfectamente cómo las zonas litorales atlánticas de la Península tenían en el Plioceno un tipo de vegetación muy diferente de la vegetación xerofítica de buena parte del centro de la Península y de las zonas litorales del Mediterráneo. Una situación que recuerda mucho la actual pero con diferencias aún más acentuadas.




Reconstrucción de los biomas entre 5,32 y 5 Ma basada en los datos polínicos (Fauquette et al.)

El tipo de vegetación que cubría el norte de la Península en el Plioceno (bosques siempreverdes de hoja ancha y bosques mixtos cálidos) se corresponde en realidad con tipos de clima (Cfa y Csa "perhúmedo" o "húmedo") que solo se observa hoy en día en Europa en zonas muy reducidas del oeste del continente (pequeña franja al sur de los Pirineos, valle del Po) y en regiones más orientales como los Balcanes, el N de Turquía, el Cáucaso y el S del Mar Caspio. Se suele calificar esos clima de "subtropicales húmedos" o de "mediterráneos húmedos" y suelen crecer en esos climas especies más termófilas que las que las que crecen hoy en día en los climas templados de buena parte de Europa occidental. El clima de tipo Cfa, que se impondrá en toda Europa central, se extendería según esos modelos a lo largo de la franja cantábrica más o menos hasta Asturias. Más al Oeste predominarían los climas de tipo Csb y Csa.




Tipos de clima de la clasificación de Köppen-Geiger para el periodo de referencia 2071-2100 / Climate zones on the move

Es importante hacer en este punto un pequeño inciso para señalar que el oeste de Galicia es la zona del litoral atlántico donde más están subiendo las temperaturas pero que más precipitaciones recibe de toda la Península Ibérica. Que el clima en esa zona sea de tipo Csb y pueda pasar a ser de tipo Csa no significa que el clima de esta región vaya a conventirse en típicamente mediterráneo. En realidad los climas de tipo Cs son aquellos en los que al menos 8 meses superan los 10 grados de temperaura media y tienen una distribución de las precipitaciones muy desigual a lo largo del año, con un verano mucho más árido que el resto del año, independientemente del nivel de precipitaciones anual. El caso de Galicia es muy similar a la del S del Mar Caspio, que a pesar de ser una zona con clima de tipo Csa, recibe abundantes precipitaciones y está cubierta por densos bosques de caducifolios.



El bosque hircano en el pueblo de Sang Deh, cerca de Banaft, provincia de Mazandaran, Irán. / Fotografía: Elias.TheOne8 / Licencia: CC bY-SA

Aunque en la actualidad predomina el clima de tipo Csb en buena parte del litoral gallego, el caso es que si las temperaturas suben otros 2 grados más en estas regiones donde ya subieron más de 2 grados, la temperatura media del mes más cálido superaría rápidamente los 22 grados que definen el límite inferior del clima de tipo Csa. Y como las previsiones son que la temperatura media subirá como mínimo lo mismo que ya ha subido, yo creo que buena parte de la franja costera del oeste de Galicia acabará teniendo un clima muy similar al del S del Mar Caspio hoy en día. El climograma de Pontevedra lo muestra muy claramente. En los últimos 10 años, ese umbral de 22 grados se ha superado 6 veces. Si las temperaturas siguen subiendo al ritmo que suben actualmente, pronto se superará casi todos los veranos, con lo que Pontevedra dejaría de tener un clima de tipo Csb (clima oceánico/mediterráneo de transición).



Climograma de Vigo a la izquierda comparado con el de Ramsar (Irán) a la derecha. La linea verde horizontal muestra el umbral d 22C a partir del cual el clima pasa a ser de tipo Csa.

El aumento de las temperaturas en Galicia hará que en muchas zonas interiores se pase de un clima oceánico/mediterráneo de transición (Csb) a un clima típicamente mediterráneo (Csa) al sobrepasarse el umbral de los 22 grados de temperatura media para el más más cálido del año. Podríamos hablar de "mediterraneización" de buena parte de Galicia que, con el aumento de la sequía estival, se verá sometida cada vez más al riesgo de sufrir grandes incendios como los que han arrasado este año considerables extensiones en Castilla y León y el S de Galicia. Siempre ha habido incendios, claro está, y no necesariamente se pueden relacionar con el cambio climático, pero la extraordinaria virulencia de los que hemos sufrido estos últimos años sí que parece haber sido favorecida por factores climáticos inéditos. El caso es que los incendios son uno de los principales motores de los cambios que están ocurriendo y que llevarán a que un tipo de vegetación mejor adaptado a convivir con el fuego se instale. No deja de llamarme poderosamente la atención que los grandes incendios de estos últimos años han afectado extensas superficies de bosques de frondosas, un poco contradiciendo la idea que todos tenemos de que esos bosques no arden. No arden, en efecto, cuando están establecidos en regiones en las que las condiciones climáticas son las que les corresponden. En el contexto de subida de las temperaturas y de progresiva aridificación, son pura gasolina para los incendios de última generación que tanto temen los bomberos...



Aspecto desolador de la región del Pico Montouto, en la Serra dos Cabalos en O Caurel. La vegetación que crecía en el fondo de las valles, aldisponer de más humedad logró sobrevivir al paso de la llamas. / Pedro Armestre - Greenpeace

A diferencia de lo que ocurre en regiones del centro y de la fachada mediterránea de la Península, en Galicia las precipitaciones durante el periodo estival no son nulas y en algunas regiones o algunos años, pueden incluso superar el umbral que define el mínimo a partir del cual el clima es de tipo mediterráneo/subtropical húmedo (Cfa). Con la subida de las temperaturas algunas regiones del litoral gallego tienen ya un clima mediterráneo que podríamos calificar de subhúmedo, a medio camino entre Csa y Cfa. El tipo de vegetación que se desarrollará en esas zonas dependerá mucho del nivel de precipitaciones en verano. En aquellas zonas en las que haya un nivel de aridez importante, se desarrollará una vegetación típicamente mediterránea en la que dominarán la encina y el alcornoque. En las zonas en las que el periodo de aridez será menor o inexistente, podrán desarrollarse especies termófilas más exigentes en humedad. Por ahora son bien pocas las especies de árboles presentes adaptados a este tipo de clima. Básicamente, entre las especies autóctonas, solo el laurel (Laurus nobilis) parece capaz de prosperar en ese tipo de clima. El extraordinario dinamismo que muestra en la isla de Cortegada es una buena muestra de lo que podría ocurrir en muchos lugares si siguen subiendo las temperaturas y se mantienen condiciones húmedas a lo largo de todo el año. Los robles deberían poder aguantar un tiempo, aunque al límite de las temperaturas que toleran.



Bosque colonizado por laureles de la isla de Cortegada / Imagen; Cíes.gal

Gran parte de las especies termófilas que poblaban nuestro continente antes de las glaciaciones lamentablemente han desaparecido y habría que ir a buscar muy lejos las especies que constituían esos bosques. Es interesante notar que las futuras condiciones climáticas serían muy favorables a una especie como el quejigo andaluz (Quercus canariensis), cuyas mejores masas se encuentran hoy en el norte de África. Otras especies como la zelkova, la pterocaria, los pacaneros y un largo etcétera de especies habría que ir a buscarlar mucho más lejos. En ambos casos, su "regreso" sería fruto de la acción humana y no veo yo que por ahora tengan demasiada aceptación estas ideas que, como bien sabéis, defiendo desde hace tiempo en este blog. Sin emabrgo, el cambio climático al que nos enfrentamos es mucho más rápido que la capacidad de los ecosistemas a adaptarse a esos cambios. Para que especies adaptadas a los climas venideros logren llegar a estas tierras, harían falta miles de años. Suponiendo, claro está, que las rutas de migración puedan ser transitadas, cosa absolutamente imposible en este mundo tan modificado por la actividad humana.


Distancias a la que se encuentran las poblaciones más cercanas de los géneros presentes en Europa antes de las glaciaciones. El mapa muestra el ára potencial de Quercus canariensis en el horizonte 2071-2100,

En un lugar del desierto, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo había vida...

Así podría empezar una versión del siglo XXII del Quijote. ¿Desiertos en la Mancha? Pues sí, desiertos y estepas cálidas, ecosistemas similares a los que hoy ya se pueden observar en algunas regiones del SE de la Península o del valle del Ebro.



Amanecer en el desierto de Tabernas (Almería) / Fotografía: Dgalan / Licencia: CC BY-SA

En los artículos anteriores nos hemos centrado en los efectos que podría tener en algunas zonas litorales la subida del nivel del mar como consecuencia de la subida de la temperatura media global del planeta. Un ejercicio relativamente fácil de llevar a cabo, puesto que basta con disponer de un buen mapa topográfico para saber qué zonas se verán afectadas. En este tercer artículo intentaremos anticipar las consecuencias directas del calentamiento de la atmósfera en una región en la que las temperaturas han subido bastante más que en el resto de la Península Ibérica. Tal como se puede ver en la figura a continuación, en buena parte de Castilla-La Mancha (incluyo en ella la provincia de Madrid que realmente forma parte de la misma unidad geográfica) la temperatura media ha subido desde los años 70 entre 1,5 y 3 grados.


Esta subida de la temperatura media en todas las épocas del año tiene dos consecuencias inmediatas: un aumento de la aridez al incrementarse la evapotranspiración y un alargamiento del periodo durante el que las precipitaciones no logran compensar la evapotranspiración. Esto significa que incluso si el mismo nivel de precipitaciones se mantiene, la aridez aumenta tan solo debido al aumento de las temperaturas. Es lo que ha sucedido en gran medida en España, donde no han bajado de forma signifiativa las precipitaciones. Debido a ese aumento de entre 1,5 y 3 grados de la temperatura media anual en el centro de la Península, los climas áridos han extendido consierablemente su área en el último medio siglo, tal como muestra la publicación de Chazarra Bernabé A. et al. (2022).




Tipos de clima de la clasificación de Köppen-Geiger para los periodos de referencia 1951-1980 y 1980-2020. Las zonas de color amarillo y anaranjado corresponden a los climas semiárido cálido (estepario) y árido cálido (desértico). / Chazarra Bernabé A. et al. (2022)

Los datos climatológicos de Madrid muestran muy bien como han subido las temperaturas más de 2,5 grados de media, marcándose más la subida en verano que en invierno. Consecuencia de esa subida de las temperaturas, Madrid ha pasado de tener un clima típicamente mediterráneo (CSa) a tener un clima de tipo estepario frío (BSk). La subida de las temperaturas al ritmo actual augura otro cambio de clima antes de finales de siglo, situándose ya muy cerca el límite de 18ºC de temperatua media anual que separa el clima BSk (clima estepario frío) del clima BSh (clima estepario caluroso).



Climograma de Madrid (Retiro) en el que se reportan las medias de las temperaturas mensuales calculadas por décadas a fin de mostrar su evolución durante los últimos 60 años. Tal como se puede ver en la tabla de la derecha, el clima en Madrid pasó de CSa a BSk en los años 80 del pasado siglo...


Esta tendencia a la expansión de los climas áridos, a no ser que cambie por completo el régimen de precipitaciones, irá en aumento y de no limitarse la subida de la temperatura media global a un nivel razonable, podría llevarnos a un escenario en que buena parte de la Península acabará teniendo climas áridos con el desarrollo, localmente, de auténticos desiertos (BWh).




Tipos de clima de la clasificación de Köppen-Geiger para el periodo de referencia 2071-2100 / Climate zones on the move

Llegados a este punto, uno podría preguntarse si ya hubo periodos en los que el centro de la Península tuvo climas tan áridos como los que anticipan los modelos de los climatólogos y la respuesta es que sí, efectivamente, el clima del centro de la Península tuvo un caracter árido durante buena parte del Mioceno y, posiblemente, del Plioceno. Los estudios palinológicos llevados a cabo sobre los sedimentos del Mioceno Medio de la cuenca del Tajo nos muestran la existencia de distintos ambientes paleoecológicos en aquella época.

• Bosques de Pináceas y de frondosas en las cumbres y laderas montañoses (Tsuga, Fagus, Zelkova e Ilex).

• Ambientes ripícolas, con presencia de praderas húmedas y bosques de ribera con Populus, Alnus, Carya y Daphnogene, en zonas de inundación por desbordamiento de los ríos.

• Zonas palustres en las que están presentes géneros como Riccia, Taxodium, etc. En los deltas y márgenes lacustres crecerían Myrica, Phragmites, Esparganiáceas, Tifáceas, Glyptostrobus y algas de agua dulce.

• Praderas xéricas abiertas constituidas fundamentalmente por especies herbáceas de las familias Chenopodiaceae-Amaranthaceae, Poaceae, Asteraceae, Apiaceae y Plumbaginaceae. En estas fromaciones abiertas crecerían de forma dispersa árboles y arbustos de distintos géneros y familias adaptados a la xericidad: Pinus, Juniperus, Quercus, Podogonium, Caesalpináceas, Pistacia, Robinia, Colutea, Paliurus, Ephedra, Celastrus, Phillyrea, Ericáceae.

Las elevadas proporciones de plantas herbáceas adaptadas a condiciones de aridez en todas las muestras de esa época (entre 40 y 90%) sugieren condiciones de aridez con un régimen de bajas precipitaciones desigualmente distribuidas a lo largo del año.




Representación en un perfil esquemático de los distintos paleoambientes y sus paleoasociaciones vegetales. Fernández Marrón et al. (2004)

Los estudios palinológicos realizados sobre los sedimentos del Mioceno Medio sugieren pues la existencia de un clima árido en aquella época (que es la época para la que disponemos de más información) con un fuerte contraste entre la vegetación de los grandes valles aluviales y la de las zonas adyacentes expuestas a largos meses de sequía. Un clima que favoreció la formación de grandes depósitos evaporíticos en buena parte de la cuenca del Tajo, que tenía entonces un caracter endorréico (no tenía salida al mar). Una vegetación típicamente halofítica crecía entonces a orillas de vastas lagunas sometidas a una fuerte evaporación, con la presencia de los géneros Limonium y Armeria, así como especies tolerantes a la salinidad pertenecientes a géneros como Ricinus, Plantago, Linum, Lotus, y familias como las Caryophyllaceae y Euphorbiaceae.



Salvo la URL de la página en la que la he encontrado, ignoro por completo la procedencia y el autor de esta imagen. No me atrevo a hablar de fotografía, porque me parece demasiado perfecta. Parece más bien una imagen generada por alguna IA, pero me parece una perfecta ilustración del aspecto que debía tener la cuenca endorreica de Madrid en periodos de lluvias. Fuente: SPLENDIA LUXURY & CHARCTER HOTELS

Una descripción muy en consonancia con las previsiones de los climatólogos, que apuntan a un aumento de la aridez en buena parte de la Península. Una aridificación que se superpone a la fuerte degradación que muchas regiones ya han sufrido a lo largo de los milenios anteriores, con pérdidas de suelo irreversibles que no harán sino amplificar los efectos del cambio climático. Quienes quieran hacerse una idea de como podrían ser los paisajes de Castilla-La Mancha (y de buena parte de la Península) a finales de siglo y adelante solo tienen con viajar a aquellas zonas que tienen actualmente un clima semiárido cálido (BSh) o árido cálido (BWh),



Desierto de Los Monegros con las nevadas cumbres de los Pirineos al fondo. / Fotografía: Chisquio / Licencia: CC BY-SA

Partiendo de una situación en que la vegetación potencial de buena parte de esta región es el bosque mediterráneo, el cambio de paisaje promete ser bastante drástico, modificando por completo la composición florística y faunística de los actuales ecosistemas. Quienes sueñan con ver bisontes galopando en nuestras dehesas tendrán que transferir sus sueños bastante más al norte. A finales del siglo XXI Castilla-La Mancha será una tierra más bien propia de arruis y de gacelas. Ni que decir que muchos de los cultivos de secano hoy en día posibles en esta región dejarán de serlo en el futuro. Un sector tan importante como el viti-vinícola (la región produce la mitad de todo el vino producido en España) se verá duramente impactado si no recurre de forma masiva al riego, lo que en un contexto de creciente aridificación puede resultar cada vez más insostenible. Es evidente que el sector agrícola tiene por delante días muy complicados y las tensiones por un recurso tan preciado como el agua irán en aumento, convirtiendo la gestión de las distintas cuencas hidrográficas en una auténtica pesadilla. Puede que los trasvases entre cuencas tengan los días contados...



La progresiva aridificación de la Mancha y de buena parte de la Península pone en serio peligro el futuro de zonas húmedas como la de las Tablas de Daimiel / Fotografía: Adrián Rodríguez / Licencia: CC BY-SA

En un contexto como el que acabamos de describir, el futuro del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel se ve francamente muy oscuro, siendo ya a día de hoy un entorno que el hombre tiene que alimentar en agua artificialmente para asegurar su supervivencia. Como aumente la aridez, disminuyan los caudales de los ríos y aumente el consumo de aguas subterráneas, todas las condiciones están reunidas para que este espacio natural desaparezca definitivamente.


Chazarra Bernabé A. et al. (2022) / Evolución de los climas de Köppen-Geiger en España (1951-2020) / XII Congreso Internacional de la Asociación Española de Climatología (AEC)
Fernández Marrón, M. T., Fonollá Ocete, J. F., Sesé Benito, C. y Jiménez Rodrigo, J. C. 2004. Estudio paleoambiental de nuevos yacimientos de plantas y vertebrados de la “Unidad Intermedia” del Mioceno Medio de la cuenca de Madrid. [Palaeoenvironmental study of new plants and vertebrate sites of the “Unidad Intermedia” from Middle Miocene of Madrid basin.] Revista Española de Paleontología, 19 (2), 199-213
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SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

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