Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

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Cambio climático

¿Invasoras?

Paleoautóctonas

Capitalismo y liberalismo. Dos palabras que reflejan una misma realidad. La primera hace referencia a un modelo de producción que es el que se ha establecido en gran parte del mundo en los últimos dos siglos y ha llevado el mundo a la situación en la que nos encontramos actualmente. La segunda es su derivada política, siendo el liberalismo, como su propio nombre indica, la ideología que defiende la explotación sin control de los recursos de la tierra por una minoría de personas a las que se les garantiza por la fuerza una total impunidad y un máximo de ganancias en reconocimiento del risego que han asumido. Todos conocemos tales historias de éxito empresarial y de grandes empresas que han forjado su éxito sobre la explotación de recursos naturales gratuitos, que parecían estar esperando desde siempre que los explotáramos. Subyace aquí esa idea tan bíblica de un mundo infinito que cabía a los creyentes explotar y poner en valor. Creced y multiplicaos. Esta frase del Génesis lo resume todo y es la clara demostración de que durante milenios el hombre ha considerado que la tierra era una fuente de recursos ilimitada que se podía expoliar sin miramientos, sin preocuparse por una Naturaleza salvaje que nuestras élites han despreciado desde los comenzos de la Neolitización y sin preocuparse, sobre todo, por los pueblos asentados en esas regiones, que corrieron la misma suerte que la Naturaleza en la que vivían y de la que no tenían ningún título de propiedad. Los últimos milenios han visto la asimilación forazada o la aniquilación de muchos pueblos cuyo modo de vida era mucho más respetuoso de una naturaleza que se ha venido abajo definitivamente en los últimos dos siglos.



Mina de oro ilegal en la región del Homoxi en la Tierra Indigena Yanomami. (Foto: Bruno Kelly/Amazônia Real).

Con el calentamiento global y el desplome de la biodiversidad, de repente mucha gente se ha dado cuenta que el modelo de sociedad que se ha impuesto sobre la tierra durante los últimos dos siglos realmente es una gran estafa que no ha afectado a todos por igual. Los que impulsaron este modelo de sociedad y lo vendieron a los demás como una oportunidad única de progresar y de enriquecerse viven hoy tranquilos en sus vastas mansiones alejadas del bullicio y de la contaminación. Los demás, la inmensa mayoría de la población, vivimos en grandes urbes, ahogados por las deudas y ganando unos salarios que apenas nos permiten seguir soñando con que las cosas algún día mejoren. En este mundo de pantallas que hemos creado para olvidarnos de la realidad, éstas actuán como una venda que no nos permite ver más allá de las pantallas y nos mantiene presos de sueños irrealizables para una inmensa mayoría de personas. Las diferencias sociales no han dejado de acentuarse durante las últimas décadas. La diferencia entre ricos y pobres es hoy en día abismal. Pero lo más grave actualmente es la diferencia entre generaciones, siendo los jóvenes hoy en día los más perjudicados por la mala repartición de la riqueza. Muchos "viejos" lograron alcanzar un nivel de riqueza nunca visto antes y no sueltan prenda, acaparando las viviendas y los buenos puestos de trabajo, a los que los más jóvenes tan solo acceden con muchísima dificultad. A los jóvenes y a los recién llegados (inmigrantes) no les queda otra que compartir piso para "independizarse" y aceptar los trabajos más penosos y peores pagados para salir adelante. ¿Lograrán salir adelante y coger algún día el famoso "ascensor social"?




Evolución observada y prevista de la producción de petróleo en el mundo.

Se avecinan tiempos terribles en los que nos tocará pagar con creces los errores cometidos por las generaciones anteriores, que se tragaron ese cuento del mundo infinito y del crecimiento sin límite. Pero esto está a punto de acabarse. La producción de petróleo ya ha pasado por su máximo y la necesidad de parar el cambio climático nos va a obligar a cerrar el grifo de las explotaciones de hidrocarburos si pretendemos evitar una catástrofe climática global. Esto significa el fin de la energía abundante y barata y pone en tela de juicio todas la inversiones y decisiones tomadas cuando el petróleo no valía casi nada. Imaginaos que hace 20 años os comprasteis una casa fuera de la gran ciudad, en plena naturaleza, totalmente dependiente del coche par ir a trabajar y a comprar. ¿Seguirá siendo posible si el precio del petróleo se multiplica por diez? Qué exagerado estaréis pensando. Pero si el precio del petróleo es capaz de casi duplicarse debido a la política, sin que la producción varíe sustancialmente, qué creéis que pasará el día en que la producción caiga en picado? Se convertirá en un producto de lujo reservado para uso militar o para la elaboración de productos derivados del petróleo que tienen difícil sustitución. ¿Viajar en avión? Una vez más me parece a mí que los único aviones que veremos volar en nuestros cielos dentro de 50 años serán los jets de los millonarios y los transportes de muerte de los militares...



Los jets privados probablemente sean los únicos vuelos comerciales viables a largo plazo... Fotografía: Juergen Lehle / Licencia: CC BY

Es evidente que ha llegado el momento de cambiar nuestro modelo de sociedad si queremos que el cambio climático no nos afecte de pleno. Todos somos conscientes, en mayor o menor medida, de que tenemos que actuar. Yo el primero, que llevo años advirtiendo de lo que se nos viene encima. Pero mi propio ejemplo no invita al optimismo. Ahogado por las deudas, víctima de unos okupas que han dejado de pagarme el alquiler y me han dejado sin ninguna capacidad de reacción financiera (una manera elegante de decir que soy oficialmente pobre), llevo años sin ni tan siquiera poder salir de Madrid, preso de este monstruo de ciudad en el que estoy condenado a desperdiciar mis mejores años. El día en que la cosa mejore, tal vez ya no esté yo ya para muchos trotes. Esa es mi situación particular. Pero millones de personas podrían contar historias similares y pedir a esas personas que de repente cambien su modo de vida y hagan un sacrificio que no pueden costearse es irrealista. Lo más que podemos hacer es pegar cuatro gritos, con el peligro de que luego nos llamen extremistas o antisistemas. Lo que sería toda una paradoja, ya que somos precisamente nosotros los que estamos presos de este sistema del que no hay manera de escapar y en el que participan activamente los bancos, la justicia, los empresarios, etc. La otra manera es negar simple y llanamente que existe el problema y dejarse seducir por las sirenas de una extrema derecha que lanza mensajes muy fáciles de entender, auque basados en mentiras difíciles de contrarestar cuando tu mente anda ocupada por problemas del día a día mucho más acuciantes que unas cuantas décimas más de calentamiento global.

En fin, para no cerrar este post con un mensaje demasiado negativo y pesismista, quisiera insistir en la idea de que solo entre todos lograremos cambiar esta sociedad y "redimensionarla" de acorde a las posibilidades de este mundo. Algo similar me pasa a escala personal: solo lograré salvarme renunciando a la herencia de mis padres, vendiendo el piso que compraron ahorrando toda su vida. Un destino que probablemente comparto con muchos millenials, que deberán el no caer en la pobreza a lo que hereden de sus padres. El próximo que me diga que "España va bien" se habra merecido el sopapo que millones de personas en este país le podrían soltar...

Cuando hablamos de Gimnospermas, solemos pensar inmediatamente en las Coníferas, que todos reconocemos de inmediato por algunos rasgos morfológicos evidentes. Sus hojas suelen ser aciculares o muy alargadas y sus inflorescencias son conos constituidos por escamas en cuya base se disponen los óvolos. Esos conos ofrecen a los óvulos una protección que poco tiene que envidiar a la de los frutos de las Angisopermas. Nos olvidamos generalmente que existen algunas Gimnospermas que difieren muy notablemente de las Coníferas y cuyos évulos realmente están plenamente expuestos. Estamos hablando de las Cicadáceas y de un árbol excepcional que ha atravesado los tiempos geológicos: el ginkgo (Ginkgo biloba). Al igual que el árbol de la gutapercha (Eucommia ulmoides), el ginkgo vio su área de repartición reducirse drásticamente durante las glaciaciones, hasta el punto de que ni tan siquiera sabemos hoy cuál fue exactamente su área de repartición natural en tiempos recientes. Se trata del único superviviente de un orden (Ginkgoales) que conoció su periodo de esplendor en la era secundaria. Una supervivencia que dura ya 55 millones de años, conociéndose la existencia de una única especie (Ginkgo adiantoides) durante ese largo periodo de tiempo, en el que no ha sufrido ningún cambio morfológico de consideración. Se suelen describir los fósiles del Terciario bajo el nombre de Ginkgo adiantoides pero se trata de un convencionalismo. Esa especie, en efecto, es absolutamente indistinguible de la especie actual y habría de considerarse, en realidad, como la misma especie. O, para no herir sensibilidades, como su descendiente directo (y único).



Hoja fósil del Paleoceno de Ginkgo adiantoides (Sentinel Butte formation, Dakota du nord, EE.UU.) / Fotografía: Carion Minéraux

El ginkgo es una especie termófila que aguanta, incluso, cortos periodos de sequía. Desapareció del continente europeo relativamente temprano, víctima tanto del frío como de la probable desaparición de los vectores de sus semillas. En sus últimos reductos naturales, el ginkgo es una especie que se desarrolla preferentemente en grietas de rocas o en zonas perturbadas como las laderas de los ríos (levée), pendientes rocosas abruptas o bordes de roquedos. Su cultivo como planta ornamental, sin embargo, la ha extendido por todo el mundo, ya que tolera una gran variedad de suelos y de condiciones climáticas. La única limitación, entendible visto el tipo de medios en el que vive, es que el suelo debe estar bien drenado. Debido a su gran resistencia a la contaminación, se utiliza dese hace tiempo en Asia como árbol viario, siendo más reciente su uso en las calles de las ciudades españolas. Cabe destacar, en Madrid, la larga alineación de ginkgos de la calle Príncipe de Vergara. El ginkgo parece que está de moda hoy en día y esa es, sin duda, una muy buena noticia para ese auténtico fósil viviente.



Evolución de la distribución de Ginkgo adiantoides durante el Terciario Tralau (2007)

El ginkgo parece haberse extendido por todo el centro y sur de Europa cuando empezaron a bajar las temperaturas tras el Óptimo Climático Mioceno. Antes estaba presente en latitudes mucho más altas principalmente en Asia y Norteamérica, por encima de los 45 grados de latitud. En el Plioceno, los restos fósiles parecen concentrarse en el centro y el sur del continente. Es interesante notar que, contrariamente a lo que se suele afirmar generalmente, sí parece que el ginkgo logró sobrevivir durante parte del Cuaternario en la región del Cáucaso (Chechenia).





Distribución en Europa del género Ginkgo durante el Neógeno. Ver la explicación de los colores en la columna de la derecha.

Su presencia en la Península Ibérica ha sido puesta de manifiesto por distintos estudios, tanto de macrorestos como de palinomorfos. Su presencia está bien documentada, por ejemplo, en la Cuenca del Duero en el Mioceno. En el Mioceno de la Cerdanya se han encontrado macrorestos indiscutibles, asociados a géneros como Tsuga, Torreya, Buxus, Zelkova, Quercus, Acer y Populus. En Huelva, macrorestos del Plioceno interpretados como pertenecientes a esta especie son, sin embargo, bastante más dudosos.



No os cuento como olían mis manos tras recoger esas "semillas"...

El cultivo del ginkgo a partir de semillas es de lo más sencillo. La parte más “delicada” siendo, tal vez, la recogida y la limpieza de sus semillas. El ginkgo, en realidad, no produce “semillas” en el sentido más estricto de la palabra. Los óvulos, desnudos, acaban de madurar e incluso de ser fecundados en el suelo. La parte exterior del óvulo es carnosa y tiene un olor a mantequilla rancia o a vómito muy persistente y característico. Eso hace que se suelan privilegiar los pies machos en los parques y jardines.

Una vez eliminada la parte carnosa, las “nueces” limpias se pueden conservar a temperatura ambiente hasta la primavera. La tasa de germinación, al menos aquí en Madrid, suele ser bastante alta. Aunque por ahora tan solo estoy plantando Ginkgos en parques y jardines, mi idea es averiguar en qué lugares sería capaz esta especie de crecer sin ningún tipo de ayuda. A priori, veo factible su supervivencia a orillas de los ríos y al pie de la sierra. Tardaré probablemente unos añitos en averiguarlo. Así que os tocará ser pacientes…



Plántula de Ginkgo biloba, Madrid

No tengo constancia de ningún proyecto llevado a cabo actualmente para utilizar al Ginkgo como árbol forestal. Existen extensas plantaciones en el SE de Francia para el uso farmacológico de los extractos de sus hojas, pero a nadie parece habérsele ocurrido que el ginkgo podría ser un valiosísimo árbol forestal. El único precedente que he encontrado es una plantación experimental llevada a cabo en en S de Francia (Tauzin, 1994), pero no he logrado encontrar ninguna información reciente acerca de ese proyecto. Si alguien tiene información sobre algún proyecto de introducción del ginkgo como árbol forestal, le agaradecería de todo corazón que nos lo cuente en los comentarios.

Ginkgo bilobaFamilia: GinkgoaceaeOrden: Sapindales

Árbol de hasta 40 m, con un tronco que puede alcanzar los 4 m de diámetro; corteza gris clara o castaña-grisácea, fisurada longitudinalmente, en particular en los árboles más viejos; copa inicialmente cónica, finalmente anchamente ovoidea; ramillas largas de un color amarillo acastañado claro al principio, luego gris, internodos (1)1,5-4 cm; braquiblastos de color gris negruzco, densamente cubiertos de cicatrices irregularmente elípticas; yemas de invierno ovadas, de un color castaño amarillento. Hojasde color verde claro que se torna amarillo intenso en otoño, con un pecíolo de (3)5-8(10) cm; lámina de hasta 13 x 8(15) cm sobre los árboles jóvenes pero generalmente de 5-8 cm de anchura, las hojas de las ramillas largas divididas en dos lóbulos por un profundo seno apical, las de los braquiblastos con el ápice ondulado y escotado. Conos masculinos de color marfil, 1,2-2,2 cm; sacos polínicos en forma de barca, con una ancha apertura. Semillas elípticas, estrechamente obovoideas, ovoideas o subglobosoas, 2,5-3,5 x 1,6-2,2 cm; sarcotesta de color amarillo o amarillo anaranjado glauco, con un olor rancio cuando alcanza la madurez; esclerotesta de color blanco, con 2 o 3 costillas longitudinales; endotesta de color castaño rojizo claro.

Ginkgo 

Árboles decíduos, dioicos; tronco alto, muy ramificado; ramillas dimorfas, cortas o largas. Hojas alternas, dispersas y espiraladas sobre las ramillas largas, fasciculadas sobre las ramillas cortas, largamente pecioladas, flabeladas, de venación paralela, apretada, dicótoma, abierta, raramente anastomosada; base anchamente cuneada; margen recto, entero; ápice bilobado o emarginado. Estructuras reproductivas producidas en fascículos en la axila de las hojas escuamiformes del ápice de las ramillas cortas, antes de desarrollarse las hojas. Conos masculinos pedunculados, péndulos, amentiformes; microesporófilos numerosos, dispuestos en espiral, bastante laxamente; microesporangios 2, elípticos; sacos polínicos dehiscente longitudinalmente. Óvulos nacidos sobre un largo pedúnculo dividido dicótomicamente, a veces dividido en 3-5 ramas terminales; cada rama de ápice discoidas, portando un óvulo erecto, sésil; generalmente tan solo llega a madurar una única semilla en cada pedúnculo. Semillaslargamente pedunculadas, péndulas, drupáceas, con un único tegumento que se diferencia en una sarcotesta carnosa, una esclerotesta ósea y una endotesta membranosa; tejido del gametofito femenino abundante. Cotiledones 2(3). Germinación hipógea. 2n=24.





(1) Hably, L., & Marrón, M. T. F. (2007). The first macrofossil record of Ginkgo from the Iberian Peninsula. Neues Jahrbuch fur Geologie und Palaontologie - Abhandlungen, 244(1), 65-70
(2) Rivas Carballo R. Valle M.F. (1986) / Nuevas aportaciones a la palinología del terciario de la Cuenca del Duero (Torremormojón, Palencia). / Studia Geologica Salmaticensia, Vol. XXII, pp. 133-143
(3) Muñiz F. et al. (1999) / Nuevos datos sobre macroflora del Plioceno en el Suroeste de la Península Ibérica (Lepe, Huelva, España) / Geogaceta, Vol. 25, pp.143-146
(4) Tralau H. (2007) / Evolutionary trends in the genus Ginkgo. / Lethaia, Vol. 1, pp. 63-101
(5) Tauzin N. (1994) / Introduction du Ginkgo biloba dans les Maures. / Forêt Méditerranéenne, Vol. XV (3), pp.352-353



La publicación hace unos días de un interesantisimo artículo de Miguel Delibes en El Pais (Los cangrejos de Felipe II: el capricho real que cambió la fauna ibérica) acerca de la manera en que se descubrió que el cangrejo de río "autóctono" en realidad fue introducido por Felipe II desde la Toscana italiana ilustra a la perfección lo difícil que resulta a veces determinar qué especies de nuestra fauna y flora realmente son autóctonas y no fruto de antiguas migraciones propiciadas por el Hombre. Bien es sabido que los fenicios, griegos y romanos introdujeron muchas especies en la Península Ibérica que hoy nadie considera como exóticas. Son especies que los botánicos califican de "arqueofitos", cuya presencia desde hace tanto tiempo hace que las consideremos autóctonas, por mucho que su expansión probablemente presentase en su momento todas las características de una invasión. Esas especies, hoy, viven en equilibrio en los ecosistemas que invadieron, dando pleno sentido al proverbio romano que decía Tandem aliquando, invasores fiunt vernaculi. Lo que significa "finalmente, los invasores se convierten en indígenas".



Cangrejo de patas blancas (Austropotamobius pallipes), Aquarium du Val-de-Loire, Lussault-sur-Loire, Indre-et-Loire, FRANCE / Autor: Bernard DUPONT / Licencia: CC BY-SA 2.0

¿Es pues el cangrejo que se podía encontrar en muchos ríos ibéricos una especie autóctona o una especie exótica? Esta pregunta nos devuelve a la que nos hacíamos en el anterior artículo: ¿cómo se integra el factor tiempo en la interpretación de las invasiones biológicas? ¿Dónde se fija el límite para considerar una especie autóctona aunque provenga de fuera? Personalmente tiendo a pensar que una especie se puede considerar autóctona a partir del momento en que ya se ha integrado y se ha establecido un nuevo equilibro entre esa especie y los ecosistemas en los que que se ha establecido. ¿Era ese el caso del cangrejo "ibérico"? Casi. En realidad, desde el momento en que se introdujo, el cangrejo fue expandiéndose por toda la Peninsula, ya sea espontáneamente o intoducido por el hombre (caso del S de la Península). Parece por ejemplo que alcanzó y se expandió por Cataluña tan solo al principio del siglo XX. Se podría pues considerar que en el siglo XX el cangrejo de río aún se podía considerar como una especie exótica invasora, al menos localmente.



Especies tan comunes como las amapolas son muy probablemente arqueofitas que llegaron siguiendo los cultivos cuando se produjo la Neolitización del continente europeo.

Muchas especies de nuestra flora son probablemente arqueofitas. Sobre todo aquellas especies ruderales muy infeodadas a nuestros cultivos, que probablemente siguieron el proceso de Neolitización desde el E de la cuenca mediterránea y Oriente Medio. Un estudio realizado en Irlanda estableció que de las aproximadamente 3815 especies que constituyen la flora de esa isla, probablemente 96 son arqueofitas (2,5 %). En la cuenca mediterráneaes es probable que ese porcentaje sea mucho mayor. En el mundo animal, una especie como el gorrión "doméstico" parece tener el mismo origen y siguió los primero agricultores en su desplazamiento hacia el Oeste. En la Península Itálica se topó con otra especie de gorrión con la que se hibridó, surgiendo una especie completamente nueva (el gorrión itálico). Este ejemplo demuestra que la llegada de especies exóticas no neceariamente es siempre perjudicial. Puede impulsar y favorecer el nacimiento de nuevos taxones que son muy difíciles de evaluar con las definiciones que maneja la biología de las invasiones. Imaginemos que dos especies exóticas se hibridan en algún lugar y que de ese evento surge una especie perfectamente adpatada al entorno en que nació y empieza a expandirse. ¿Cómo ha de considerarse esta nueva especie? No proviene de fuera, puesto que nació en el propio territorio que ahora coloniza. Ejemplos como éste habrá muchos más en el futuro, porque además de hibridarse, las plantas naturalizadas en alguna región emprenden un camino evolutivo diferente al de las poblaciones de las que son originarias y algunos estudios demuestran que este proceso puede ser mucho más rápido de lo que se pensaba. Al erradicar una especie invasora, no estamos eliminando especies tan ajenas al medio como parece porque en muchos caso ya han cambiado mucho desde que se introdujeron.



La coloración del mapa denota la distribución fenotípica indicada por los dibujos de aves a la derecha del mapa. Los dibujos de los pájaros indican las características específicas del plumaje masculino de los tres taxones [16]. Los diagramas de tarta indican el índice híbrido medio en las localidades de muestreo, donde el color blanco y el negro indican la contribución genética del gorrión común y el gorrión molinero, respectivamente. Las localidades con evidencias de intercambio genético reciente entre gorrión común y gorrión chillón se indican con flechas (Trier et al., 2014).

Todos estos ejemplos nos demuestran que las invasiones biológicas no son una realidad nueva, por mucho que el fenómeno se haya acelerado considerablemente al mover el Hombre muchas especies fuera de las provincias corológicas a las que pertenecían. Muchas personas ven en ello un peligro para la biodiversidad y abogan por un regreso a las condiciones originales en todas las regiones en las que especies exóticas han hecho su aparición. Pero no todas las especies exóticas son problemáticas y el éxito de una u otra no necesariamente significa que esta sea peligrosa para las demás especies. Muchas de las especies que calificamos de invasoras en realidad sacan provecho de las condiciones que el hombre ha creado. Que eso favorezca un pequeño grupo de especies (no todas exótica sea dicho de paso) que ven sus poblaciones aumentar considerablemnte no significa para nada que vayan a extinguir a las demás, como sugiere el clásico gráfico con el que la biología de las invasiones explica la "explosión" demográfica de las especies invasoras (ver artículo anterior). Además, una vez que se han establecido nuevos equilibrios entre especies, los cambios que han llevado a ese equilibrio casi nunca son 100% reversibles.



Muerte masiva de las chumberas en la ladera del cerro de La Mola (Novelda) / Fotografía: ELPERIODIC.COM

Escuché en una conferencia alguien que vivía en la Sierra de los Filabres quejarse de que la completa eliminación de las chumberas, atacadas por las cochinillas del carmín (Dactylopius coccus / Dactylopius opuntiae), había conducido a una situación crítica, al no haber ahora ninguna especie autóctona capaz de fijar el suelo en las vertientes orientadas hacia el sur. La casi total eliminación de las chumberas en muchos lugares solo ha llevado en realidad a acelerar los procesos erosivos y de desertización porque simplemente, ya no había vuelta atrás posible. Aunque la desaparición de las chumberas es vista con buenos ojos por los "protectores" de la naturaleza, lo cierto es que esa especie desempeña un papel muy importante en amplias zonas del S peninsular y el esfuerzo de los biólogos se centran ahora en encontrar algún depredador capaz de regular las poblaciones de cochinillas para evitar la completa desaparición de la chumbera. Este caso es particularmente interesante, porque nos demuestra que algunas especies que algunos consideran invasoras tienen en realidad un fuerte arraigo en nuestro territorio y pueden ser consideradas como naturalizadas no solamente desde un punto de vista estricatmente biológico, sino también "culturalmente", al ser especies muy conocidas y apreciadas por los usos que se hacen de ellas.

¿Significa pues todo lo anterior que las invasiones biológicas no tienen consecuencias para las especies establecidas y que las especies invasoras acaban siempre asimilándose? No necesariamente. Muchas especies invasoras acaban fracasando en su intento. Pero es cierto que cualquier cambio en un equilibrio significa que parte de las especies que participan de ese equilibrio acabarán sometidas a un estrés al que tendrán que reaccionar de una u otra manera. En Francia, en algunos bosques, se ha podido constatar que tras varios veranos muy estresantes, enfrentando temperaturas y sequías inusuales, muchos árboles han reaccionando con abundantes fructificaciones, sabiendo de alguna manera que les tocaba "moverse" y buscar lugares que les sean más favorables. La competencia con especies mejor adaptadas a las nuevas condiciones climáticas inevitablemente favorecerá a las especies recién llegadas. La proliferación de esas especies, muchas de ellas exóticas, ha de relacionarse siempre con algún cambio ocurrido en los ecosistemas o por ocupar esa especie algún nicho ecológico actualmente desaprovechado. La expansión actual de la hiedra y de varias especies de lianas exóticas en los bosques europeos me parece una buena ilustración de ello. Frecuentes en las regiones tropicales, las especies trepadoras y epífitas son escasas en los bosques templados y la subida de las temperaturas claramente favorece la expansión de tales especies en nuestros bosques, que poco a poco van "tropicalizándose". Esto también incluye, en algunas regiones, la instalación y el desarrollo de especies perennifolias (laurofilización).

Me parecen muy interesantes algunos estudios llevados a cabo por la biología de las invasiones, que intentan predecir el poden invasivo de muchas especies para anticiparse a su posible expansión. Pero la pregunta que realmente tiene sentido es otra:¿tiene realmente algún sentido querer evitar algo que es inevitable? Si los modelos de los climatólogos son ciertos, esto significa que nuestra fauna y flora van a sufrir en algunas regiones una renovación más o menos completa. El cambio esperado es tan importante que no existe en el continente europeo ninguna especie adaptada a las condiciones esperadas. Imaginemos que mañana las condiciones climáticas favorezcan en algunas regiones húmedas el crecimiento de auténticas laurislivas. ¿De dónde provendrán las especies capaces de prosperar en tales ecosistemas? La única especie de árbol propio de tales bosques que ha sobrevivido en la Europa continental es el laurel. ¿Qué pretenden los invasionistas? ¿Que de reconstituirse tales bosques en el futuro estos sean formaciones puras de laurel? No tendría ningún sentido, además, sabiendo que en el resto del mundo estos bosques son auténticos centros de biodiversidad. La naturaleza, sin embargo, no ha esperado a que nos lo planteemos. En regiones como "Insubria" (N de Italia y cantón suizo del Ticino) especies como la palmera de Fortune, el alcanforero del Himalaya y otras muchas especies perennifolias cultivadas en esa región llevan décadas invadiendo los bosques caducifolios de esa región.



Un laurel cerezo (Prunus laurocerasus) en un bosque al sureste de Bruselas. / Fotorafía: La Gazette des Plantes

¿Qué hacemos ante cambios espontáneos como los que ya se pueden observar en muchas regiones? ¿Nos gastamos millones intentando frenar esa evolución o la favorecemos y acompañamos sin tener miedo de lo que venga? De todos modos el cambio climático es inevitable. Ignorar sus consecuencias, claramente no nos lleva a ningún lado. Erradicar todas las especies exóticas que muestren veleidades expansivas podría ser totalmente contraproducente al evitar la necesaria renovación de las faunas y floras a la que aludíamos antes. Dicho de otro modo, esa lucha numantina contra las invasoras podría convertirse en un auténtico suicidio a medio y largo plazo.


Trier C.N. et al. (2014) / Evidence for Mito-Nuclear and Sex-Linked Reproductive Barriers between the Hybrid Italian Sparrow and Its Parent Species / PLOS Genetics, Volume 10, Issue1, e1004075

Todos, probablemente, conocéis esta locución latina que se podría traducir como "Así pasa la gloria del mundo". Se suele utilizar para señalar lo efímero que son los triunfos en la sociedades humanas pero lo podríamos extender sin ningún problema al mundo natural y, en particular, al caso de las especies invasoras, a las que se ha acusado con poco fundamento de ser la segunda causa de pérdida de biodiversidad sobre la tierra.

Esta afirmación se basa en realidad en los resultados de un estudio que se llevó a cabo en Estados Unidos y publicado en 1998 (Wilcove et al.). En él se establecía una lista de las posibles causas de pérdida de biodiversidad y las especies invasoras aparecían sorprendentemente como segunda causa. Pero esa clasificación tenía truco, ya que el resultado del estudio combinaba casi en iguales proporciones las observaciones realizadas en la parte continental de EE.UU y en Hawai. Eso llevó a una clara sobreevalución de esa causa que fue puesta de manifiesto unos años más tarde por un estudio canadiense muy similar (Venter et al., 2006) en el que las especies invasoras ya tan solo aparecían como sexta causa de pérdida de biodiversidad.

Hoy en día el IPBES (Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services), fundado en 2012, considera que las 5 mayores causas de pérdida de biodiversidad son las siguientes (por orden de importancia decreciente):

1) cambios en el uso de la tierra y el mar
2) explotación directa de determinados organismos
3) cambio climático
4) contaminación
5) especies exóticas invasoras

A nadie se le escapará, sin embargo, que el éxito de muchas especies invasoras se ve a menudo favorecido por alguna de las cuatro primeras causas de esta lista. O sea, que más que causa, la proliferación de muchas especies exóticas (y autóctonas) es en realidad la consecuencia directa o indirecta de alguno de estos factores.




Recogida de camalote en Mérida. Su desarrollo es favorecido por aguas ricas en nutrientes, particularmente nitrógeno, fósforo y potasio.

Ahora bien, para entender de lo que estamos hablando, creo que lo primero que habría que definir es el término "invasión". Básicamente, es el hecho de que alguna especie antes ausente de algún lugar de repente aparezca y vea su población aumentar a expensas de las demás especies, bien porque sea particularmente competitiva o porque algún cambio en el medio ambiente favorece esa especie. Algunos autores quisieran restringir el uso de esa palabra a especies exóticas introducidas, pero cómo describir entonces aquellas situaciones en las que la especie que prolifera es autóctona o llega por sus propios medios? El resultado, al fin de cuentas, es el mismo. Utilizaré pues aquí la palabra "invasión" en el sentido más amplio que se le puede dar, que no tiene en cuenta para nada el origen geográfico de la especie.

En realidad, las invasiones son casi siempre la consecuencia de alguna perturbación y muy raramente la consecuencia de la "competitividad" exacerbada de alguna especie (al menos en el mundo de las plantas). Todo cambio importante en las condiciones medioambientales suele manifestarse casi siempre por invasiones de especies que llevan el ecosistema a un nuevo equilibrio. Si se tala un bosque para cultivar una tierra, la respuesta por parte de las especies oportunistas colonizadoreas será casi inmediata. Invadirán ese terreno y contribuirán ellas mismas a modificar las condiciones medioambientales que propiciaron su instalación y desarrollo. Definidas de este modo, las invasiones no están ligadas al caracter autóctono o exótico de las especies, sino a la capacidad que tienen la distintas especies de aprovechar las oportunidades que se les ofrece.



Migración de la Pícea en Escandinavia tras la última gaciación (Seppä H. et al., 2009)

Un bonito ejemplo de invasión lo tenemos en Escandinavia, que tras la última glaciación fue progresivamente colonizada por las especies que constituyen hoy su flora. Algunas de esas especies llegaron bastante tarde. Es el caso por ejemplo de la pícea (Pica abies), que tal como se puede ver en el mapa anterior, colonizó el W de Escandinavia hace apenas 3000 años. Antes de su llegada, el bosque estaba dominado por pinos y especies caducifolias. No debía de ser entonces el bosque boreal muy diferente en su aspecto del que podemos observar hoy en dia en muchas sierras de la Península Ibérica.



Pequeños pinos cembros nacidos de semilla en la Península de Lade, Tronheim, Noruega (Prestø et al., 2013)

Lo normal sobre la tierra es que nada permanezca estable, por mucho que a nuestra escala nos lo pueda parecer. El clima cambia, sometido a las incesantes modificaciones en la órbita de la tierra alrededor del sol. El propio sol también muestra una actividad cambiante. Añadamos a todo eso las perturbaciones que pueden causar fenómenos naturales como las erupciones volcánicas, los terremotos y las grandes tormentas y lo normal es que los ecosistemas estén perpétuamente renovándose y evolucionando, dando lugar a un incesante baile de especies. La relativa estabilidad del clima durante los últimos milenios y cierta reminiscencia de fixismo decimonónico nos ha llevado a idealizar nuestros ecosistemas, cuya composición y estructura es en realidad bastante circunstancial, herencia de los grandes movimientos acaecidos durante y después de las glaciaciones. Permítanme ilustrar ese caracter circunstancial con una pregunta tonta: ¿porqué no hay alerces (Larix decidua) o pinos cembros (Pinus cembra) en Escandinavia? Estas dos especies están perfectamente adaptadas al clima de esa región pero, sin embargo, tal como ocurrió en otras regiones del Hemisferio Norte, no lograron "seguir" su zona climática en su movimiento hacia el norte tras la última glaciación (cosa que sí logró el pino cembro en Siberia, donde la subespecie oriental de esta especie es un elemento del bosque boreal). Que hoy en día se considere invasor al pino cembro en la región de Trondheim, donde ha sido plantado como ornamental, resulta casi irónico (Prestø et al., 2013). Imaginando que ese árbol pudiese pensar y tuviese memoria de lo ocurrido en el pasado, seguramente les diría a los Noruegos: ¿Pero qué hacéis? Si soy uno de vosotros...



Evidencias fósiles de la presencia del Alerce entre 109.000 y 87.000 BP (Wagner S. et al., 2015)

La presencia de estas dos especies en Escandinavia en periodos interglaciares anteriores es muy difícil de poner en evidencia en una región en la que la erosión glaciar arrasó con todo. La presencia de polen y de macrorestos de alerce en sedimentos del norte de Alemania y de Dinamarca del último periodo interglaciar (Eemiense) es si embargo un buen indicio de ello (ver mapa).

El ejemplo que he escogido no es nada inocente, porque si nos retrotraemos en el tiempo unos 20'000 años, resulta que toda Noruega estaba entonces cubierta por el hielo. De algún modo se podría afirmar que todas las especies presentes hoy en día en Noruega son en realidad especies exóticas que en algún momento vieron sus poblaciones aumentar considerablemente tras su llegada. Especies que probablemente vieron sus poblaciones seguir la clásica curva que se utiliza para describir los diferentes estadios de una invasión:



Este es el diagrama clásico que se utiliza para explicar la evolución demografica de las especies invasoras

Esta curva sugiere que tras un periodo de aclimatación más o menos largo, la especie invasora de repente ve sus poblaciones aumentar considerablemente a expensas de las demás especies (autóctonas) hasta alcanzar un máximo de ocupación que se presupone que luego no va a variar, asumiendo que el daño ocasionado (utilizo aquí a propósito el tipo de vocabulario utilizado por esa ciencia) es ya irreversible. Sin embargo, los pocos casos reales que conocemos apuntan a que en realidad el éxito de las especies invasoras a menudo es bastante efímero. Eso depende mucho de la biología de la especie recien llegada y de si tiene o no competencia en el nicho ecológico que ocupa. En el caso de la pícea en Escandinavia, el éxito fue duradero porque competía con especies heliófilas que se ven desfavorecidas por el crecimiento de una especie que tolera mejor la sombra. En otros casos, sobre todo cuando se trata de especies heliófilas, colonizadoras, como pueden ser el ailanto o la falsa acacia, la competencia de otras especies lógicamente acaba condenando a esas especies. Ponerlo de manifiesto, sin embargo, requiere que dispongamos de series de datos muy largas.

Si no se dice casi nada de lo que pasa después en los estudios sobre invasoras, tampoco es que esté muy claro porqué de repente una especie se convierte en invasora. Esos estudios insisten mucho en que suele haber tras la introducción un periodo de aclimatación que puede ser más o menos largo y eso suele llevar muchas personas a considerar que casi cualquier especie exótica puede converirse en una potencial especie invasora. Los más fervientes defensores de lo autóctono pondrán por ello en el mismo saco a todas las especies exóticas. Personalmente no me acabo demasiado de creer que las especies introducidas realmente se aclimaten tan rápidamente. Creo más bien que proliferarán si encuentran las condiciones idóneas para ellas o si esas condiciones cambian y de repente se convierten en favorables. Especies como el ailanto y las acacias se cultivan como ornamentales desde hace siglos y resulta cuanto menos sospechoso que su auge y desarrollo coincida exactamente con el periodo de subida de la temperatura actual iniciado en los años 70. No es tanto el ailanto el que ha cambiado sino el propio clima y eso explica mucho mejor la respuesta síncrona del ailanto en toda la cuenca mediterránea. Dicen los mexicanos acerca de la frontera con EE.UU.: nosotros no cruzamos la frontera, la fontera nos cruzó a nosotros... Una señal climática que probablemente también esté detrás de otras invasiones que se observan en otras regiones del mundo.




Evolución del número de citas del ailanto en la literatura científica española (www.anthos.es) comparada con la evolución de la temperatura media en Madrid (Retiro)

Esto ilustra perfectamente, creo yo, la dificultad que tenemos a integrar el factor tiempo en la valoración que hacemos de muchas especies que calificamos de invasoras. La biología de las invasiones en realidad tan solo examina los estadios iniciales de las invasiones, sin pararse a pensar en cual es su evolución a más largo plazo ni en cuales son las causas reales que explican el éxito de esas especies, que se suele atribuir a las supuestas ventajas competitivas de las que disponen estas especies. Buscad alguna descripción del ailanto en cualquier libro sobre especies invasoras e invariablemente os dirán que se trata de una especie con un crecimiento muy ráido, que produce una cantidad ingente de semillas y que secreta sustancias que perjudican el crecimiento delas demás especies (alelopatía). Estrategias que son exactamente iguales a las de muchas especies autóctonas pero de las que nadie habla. Me hizo mucha gracia leer que las acacias tenían el poder de cambiar la composición químca del suelo gracias a su poder de fijación del Nitrógeno, cambiando por completo la composición florística del ecosistema. Curiosamente, cuando se trata de una especie autóctona resulta que ese mismo poder de fijación del Nitrógeno es una cualidad y contribuye a enriquecer los suelos, favoreciendo su evolución. Contradicciones como ésta se pueden leer constantemente, como aquellos que afirman que el ailanto "estropea" la miel, dándole un gusto desagradable. Resulta, sin embargo, que en un país como Italia las mieles de ailanto ganan concursos.

El tiempo también influye en nuestras definiciones. ¿Son autóctonas tan solo las especies presentes actualmente en un territorio? ¿O también consideramos autóctonas todas las especies que estuvieron presentes en ese territorio antes de que el hombre influyera decisivamente en él? Con esa vara de medir, porejemplo, especies como el león y el leopardo se deberían considerar autóctonas en buena parte del sur de Europa...

¿Ponen en peligro las especies invasoras los equilibrios alcanzados tras la última glaciación? La verdad es que en muchos casos no lo sabemos. Acostumbrados que estamos a detectar las posibles amenazas y a combatirlas, no tenemos en realidad mucha idea de como evolucionarían nuestro ecosistemas a más largo plazo. En una de sus conferencias, Francis Hallé le contestó lo siguiente a alguien que le preguntaba si había que erradicar las especies invasoras antes de llevar a cabo su gran proyecto de reconstitución de un bosque primarion en Europa Occidental:

"El concepto de bosque primario se basa en la ausencia total de actividad humana. A mí me interesaría mucho saber si las especies invasoras son realmente invasoras a largo plazo. Esperemos a que estén cubiertas por un dosel cerrado y veríamos entonces qué pasa. No tenemos esa experiencia, sin embargo, porque siempre se están eliminando..."

Francis Hallé es uno de los pocos biólogos acostumbrado a tener en cuenta el tiempo largo en sus reflexiones y así imagina él la evolución a largo plazo hacia el bosque primario a partir de un suelo desnudo (de su último libro "Por un bosque primario en Europa Occidental: un manifiesto"):

1) vegetación herbácea seguida de pequeñas plantas leñosas como zarzas, saúcos y árboles mariposa (Buddleja)
2) árboles pioneros -pinos, abedules, álamos, falsas acacias y ailantos- que formarán un primer bosque secundario.
3) árboles post-pioneros, fresno, arce y olmo, que tardarán en crecer y formar un segundo bosque secundario
4) llegada de los árboles del bosque primario, tejo, haya y roble, que crecerán hasta alcanzar su tamaño máximo, cerrando la canopea.

Una evolución que necesita ni más ni menos que 800 años (algo menos si la vegetación ya es en gran parte arbórea). La proliferación de una u otra especie exótica durante un tiempo relativamente limitado visto a esta escala ya no aparece como un problema sino como una simple etapa en el desarrollo del bosque. Lo que determina la desaparición de esas especies exóticas es en realidad la ausencia de nuevas perturbaciones. Todo lo contrario de lo que solemos hacer interviniendo con métodos más o menos agresivos en contra de estas especies.

Todo lo anteriormente expuesto me lleva a pensar que muchos de los principios de la biología de las invasiones simplemente no se sostienen cuando uno los examina a una escala de tiempo amplia. Me llama en particular muchísimo la atención algunas observaciones que me parecen entrar totalmente en contradicción con las afirmaciones de esa "ciencia":

1) Muchas especies que consideramos invasoras (en el sentido más restrictivo de especies exóticas introducidas) son en realidad especies ornamentales que fueron introducidas hace varios siglos. Que algunas de ellas como el ailanto y las acacias no hayan mostrado veleidades de expansión hasta que el clima comenzase a cambiar hace medio siglo me parece demostrar claramente que esas especies están siendo favorecidas por el cambio climático, que ha sido el que realmente ha dado el pistoletazo de salida a su expansión.

2) Muchas especies invasoras, por otro lado, están infeodadas a medios que han sido muy modificados por la actividad humana o literalmente creados por la actividad humana (escombreras). Calificar de invasoras especies capaces de colonizar estos terrenos fuertemente antropizados que muy pocas especies autóctonas son capaces de habitar no tiene mucho sentido. Por poner un ejemplo, Reynoutria joponica, considerada una de las más temibles invasoras, es en realidad una especie capaz de crecer sobre terrenos altamente contaminados por metales que contribuye a descontaminar.

3) Lejos de proseguir su expansión, algunas especies exóticas que ya lograron establecerse desde antiguo en prácticamente todos los terrenos que les eran favorables muestran hoy claros indicios de retroceso. Es el caso de la caulerpa en el Mar Mediterráneo, por ejemplo, que ha desaparecido del 80% de los lugares en los que fue señalada. También es el caso de la falsa acacia en Italia, por ejemplo, que va siendo sustituida por especies más exigentes en muchos lugares en los que jugó su papel de especie colonizadora y ahora pierde protagonismo. Esto va totalmente en la línea de lo que afirma Francis Hallé y la ecología más clásica.

4) Con la subida imparable de las temperaturas, el baile de las especies seguirá y es muy probable que veamos otras muchas eespecies invadir nuestros ecosistemas en un futuro no tan lejano. Especies autóctonas provenientes de zonas aledañas y especies exóticas, introducidas o provenientes de nuestros parques y jardines, de donde salieron muchas de las plantas qe hoy consideramos como invasoras. Ni que decir que dentro de 800 años, el bosque primario que tanto desea crear Francis Hallé podría ser muy diferente de lo que sus propios instigadores imaginaban. Mientras los ecologistas siguen soñando con "restaurar" los ecosistemas que el hombre alteró, las temperaturas siguen subiendo y ese pasado fantaseado en realidad ya no existe.

Todos los esfuerzos de los biólogos de las invasiones son vanos. El hombre no podrá evitar que la Naturaleza haga lo que le dé la gana con lo que tiene a disposición. El Hombre puede eventualmente facilitar de alguna manera el trabajo de la Naturaleza ayudando algunas especies a encontrar un sitio donde crecer pero la última palabra la tiene siempre la Naturaleza. Pongo siempre como ejemplo las encinas que se plantaron muy voluntariosamente en algunos taludes artificiales de mi barrio, que muy pronto se van a quedar sin luz debido al desarrollo espontáneo de olmos de Siberia y de ailantos, que han demostrado ser las especies mejor adaptadas a este tipo de suelo. La Naturaleza tendrá siempre la última palabra. Gastar millones en hacer lo contrario que lo que hace la Naturalea es no solamente una actitud muy orgullosa sino también muy ignorante... ¡La naturalea nunca se equivoca!




¿ No os llama nada la atención en esta fotografía ? Pues sí, efectivamente, la zona está llena de olmos de Siberia (y algún ailanto que no aparece en la fotografía) que han crecido en los últimos años. Y claro, viéndo así esas encinitas rodeadas de olmos, un se dice que hay algo de tremendamente romántico en ese empeño que algunos tienen en querer plantar encinas sí o sí, sin importar el contexto.

Wagner S. et al. (2015) / History of Larix decidua Mill. (European larch) since 130 ka / Quaternary Science Reviews, Vol. 124, pp. 224-247
Prestø T., Hagen D. & Vange V. (2013) / Pinus cembra is invading a suburban cultural landscape. Example from the Lade peninsula, Trond-heim / Blyttia, Vol. 71(1), pp. 16-26
Seppä H. et al. (2009) / Invasion of Norway spruce (Picea abies) and the rise of the boreal ecosystem in Fennoscandia / Journal of Ecology, Vol. 97, pp. 629–640
Venter , O. , Brodeur , N.N. , Nemiroff , L. , Belland , B. , Dolinsek , I.J. & Grant , J.W.A. ( 2006 ) Threats to endangered species in Canada . Bioscience , Vol. 56 , pp. 903-910
Wilcove , D.S. , Rothstein , D. , Dubow , J. , Phillips , A. & Losos , E. ( 1998 ) Quantifying threats to imperiled species in the United States . BioScience , Vol. 48 , pp. 607-61



Aspecto otoñal de Liquidambar styraciflua, con tonos que van del amarillo anaranjado al rojo y al casi negro. Madrid.

En otoño, en Madrid, es cada vez más frecuente darse de bruces con el rojo esplendoroso de un árbol que se está plantando con cierta frecuencia desde hace unos años. La mayoría de ellos son, por ahora, arbolitos recién transplantados de sus viveros, que no llaman demasiado la atención durante el resto del año. Pero llegado el otoño, sin embargo, sus hojas se tiñen de un rojo intenso (a veces muy oscuro, casi negro) que delata inmediatamente su presencia. Examinando este árbol con más detenimiento, nos daremos cuenta que tiene unas hojas palmatilobadas muy parecidas a las de los arces, con un borde más o menos regularmente aserrado. Las inflorescencias femeninas y las infrutescencias son también muy características, agrupándose las flores en cabezuelas esféricas que cuelgan de largos pedúnculos. Dos características que comparte con los plátanos (Platanus sp.), un género con un área de distribución coincidentemente bastante similar a la de los liquidámbares.




Hoja de Liquidambar styraciflua con su típico color otoñal.

La especie que se puede observar en nuestros parques y jardines es el liquidámbar americano (Liquidambar styraciflua), una especie con un área de repartición bastante extensa, presente en todas las zonas templadas del E de Norteamérica y en las zonas montañosas de México y de América Central (hasta Nicaragua). En la Península Ibérica, la especie se cultiva con bastante frecuencia pero, que yo sepa, por ahora no ha llegado a naturalizarse en ningún sitio.




Distribución en Europa del género Liquidambar en el Neógeno.

Como se puede ver en el mapa de repartición del género en el Neógeno, este estuvo bastante repartido por buena parte del continente europeo, alcanzando al norte regiones como Holanda, Inglaterra, el norte de Alemania y Polonia. Más adelante, tras las primeras glaciaciones serias del Cuaternario, su área se contrajo, quedando circunscrito al área mediterránea y al mar Caspio, aunque logró alcanzar Polonia en algún periodo interglacial del Pleistoceno inferior, probablemente remontando los valles del Dniester y del Dnieper. En el Pleistoceno Medio, ya tan solo estaba presente en el S de Italia, Grecia, Turquía, el Cáucaso y el Mar Caspio. Las últimas glaciaciones, finalmente, contrajeron su área aún más, hasta relegarlo a unos cuantos valles aluviales del S de Turquía, donde sobrevive actualmente Liquidambar orientalis.




Comparación de las infrutescencias de Liquidambar europaea con las de diferentes especies actuales (Zidianakis et al., 2020).

Aunque los fósiles encontrados en Europa, atribuidos a la especie fósil Liquidambar europea, muestran una gran variabilidad en la forma de las hojas, la morfología de sus infrutescencias demuestra claramente su parentesco con la especie que sobrevivió en el SE del continente, tal como se puede ver en la figura anterior (Zidianakis et al., 2020).



Hoja de Liquidambar orientalis con su típico color otoñal. Jardín del Príncipe, Aranjuez, Madrid.

El nombre de este género hace referencia a la resina o goma que exudan estos árboles. Esa resina ha tenido y sigue teniendo muchos usos. Se ha utilizado como chicle, aromatizante del tabaco, perfume en distintos productos cosméticos, incienso y un largo etcétera de usos. El nombre náhuatl de la especie americana, Xochicotzoquahuitl, alude a esa misma carcterística, significando literalmente "árbol que produce trementina aromática”.




Recolección de la resina de Liquidambar orientais en el bosque de Kavakarasi, Turquía / Fotografía: Kjf webmaster / Licencia: CC BY-SA

El liquidámbar oriental (Liquidambar orientalis) tan solo sobrevive pues hoy en día en algunos puntos del S de Turquía y en la isla de Rodas y la especie está catalogada como "vulnerable" por la IUCN. Existen también algunas poblaciones naturalizadas en la cercana isla de Chipre. Se trata sin embargo de una especie que podría tener un área de distribución mucho más extensa a juzgar por el extraodinario aspecto de los cerca de 80 ejemplares que se plantaron en el Jardín del Príncipe de Aranjuez en el siglo XVIII. Algunos de estos ejemplares alcanzan un tamaño que no alcanzan ni tan siquiera en su área de distribución original, donde los árboles han sido exlotados desde antiguo y no han podido alcanzar un pleno desarrollo como el que han tenido en en el Jardín del Príncipe. Es curioso, viendo el éxito alcanzado en Aranjuez que esta especie no se haya cultivado en otros sitios.




Aspecto otoñal del Jardín del Prícipe un día de niebla, en una zona del parque dominada por viejos liquidámbares.

El resto de las especies de este género proviene del SE de Asia, donde están presentes unas 13 especies que antiguamente se atribuían a géneros distintos (Altingia, Semilíquidambar) pero que los estudios filogenéticos aconsejaron agrupar en uno solo (Ickert-Bond S.M. & Wen J., 2006).

LiquidambarFamilia: AltingiaceaeOrden: Saxifragales

Árboles caducifolios aromáticos y resiníferos. Tronco gris-castaño, profundamente fisurado; ramas y ramillas a veces con alas suberosas. Yemas escamosas, rostradas, brillantes, resinosas, sésiles. Hojas simples, alternas, en espiral, estipuladas, largamente pecioladas, fragantes al ser estrujadas, glabras o a veces pubescentes en el envés, con pelos simples; limbo palmatilobado, con (3-)5(-7) lóbulos; base de profundamente cordada a truncada; margen glandular-aserrado; ápice de cada lóbulo largamente acuminado. Inflorescencias en cabezuelas multifloras; cabezuelas masculinas agrupadas en racimos terminales, constituidas por un fascículo de estambres; cabezuelas femeninas péndulas, axilares, largamente pedunculadas, constituidas por flores ± coalescentes. Inflorescencias masculinas y femeninas sobre el mismo pie, apareciendo con las hojas. Flores unisexuales, aclamídeas. Flores masculinas con numerosos estambres; anteras biloculares, de dehiscencia longitudinal. Polen periporado. Flores femeninas de un verde pálido o de un amarillo verdoso, provistas de 5-8 estaminodios; ovario semi-ínfero, con 6vulos numerosos, anátropos, de placentación axilar; estilos recurvados, papilosos, endurecidos y espinescentes en el fruto. Infrutescencia esférica formada por la fusión basal de los frutos. Cada fruto es una cápsula septicida, glabra, bivalvada, que contiene 1 o varias semillas aladas. x = 16.





Árbol filogenético y diversificación geográfica de las Altingiáceas. Ickert-Bond S.M. & Wen J. (2006).

Hace unos años me convencí de que era absolutamente necesario cultivar esta especie a este lado del Mediterráneo para constituir una o varias pequeñas poblaciones ex-situ. Para ello, empecé entonces a buscar semillas por internet pero ninguna de las semillas que recibí llegó nunca a germinar. Conocedor de la existencia de la "pequeña" colección del Jardín del Príncipe en Aranjuez, finalmente opté por ir a recolectar yo mismo esas semillas, sin mucha idea de cual era la mejor época para ello.




Infrutescencias y semillas de Liquidambar orientalis, Jardín del Príncipe de Aranjuez.

Las infrutescencias que traje se veían muy verdes y no parecían estar a punto de abrirse. Aún así, me llevé unas cuantas por si las moscas. Al llegar a casa las dejé sobre una estantería donde las tuve unos dias olvidadas. La buena temperatura y la sequedad del aire de mi apartamento propició su apertura, permitiendo que los frutos liberaran sus diminutas semillas. En la fotografía anterior podéis ver a la izquierda las infrutescencias, que miden algo así como 1 a 1,5 cm de diámetro. A la derecha se ven dos cosas. Lo primero es un polvillo amarillento bastante dominante. Se trata de semillas abortadas, que no se han desarrollado. Luego tenéis, de color negro, las semillas fértiles. En la fotografía de detalle, se aprecia que tienen una cortísima ala, caracter que las diferencia de las semillas de la especie americana, que tiene un ala mucho más desarrollada..




Infrutescencias de Liquidambar styraciflua a la izquierda y de Liquidambar orientalis a la derecha.



Para mi gran sorpresa, buena parte de las semillas que había conseguido germinaron sin demasiados problemas y pronto me encontré con unos pequeños y prometedores arbolitos que lamentablemente planté en lugares bastante inapropriados en los que no sobrevivieron. El año pasado volví al Jardín del Príncipe para hacer acopio de semillas y me he dado cuenta de que no importaba tanto que las infrustescencias aún estén cerradas. En el aire seco y cálido de un apartamento se abren a los pocos días y solo es cuestión entonces de extraer las semillas (metiéndo las infrutescencias en una cajita y sacudiéndola a ritmo de cha-cha-chá). Las semillas son realmente muy pequeñitas y uno puede hasta dudar de su viabilidad, pero fueron bastantes las semillas que finalmente llegaron a germinar. Eso sí, las plántulas son realmente muy pequeñitas y nada hace pensar que vayan luego a transformarse en imponentes árboles como los que se pueden observar en el Jardín del Príncipe.




Plántula recien germinada de Liquidambar orientalis.

Hasta hace unos años atrás, no tenía yo constancia de que se hubiese plantado esta especie en otros lugares pero haciendo esta mañana una búsqueda en internet (diciembre 2024), he podido ver que algunas ciudades como Zaragoza e Illescas han incluido esta especie en su arbolado urbano. También parece estar presente en algún que otro arboreto como el de Iturraran (Guipúzcoa). Sería realmente una lástima, viendo el éxito que ha tenido esta especie en Aranjuez que no se utilice más a menudo. Su regreso a este lado del Mediterráneao, y no solo como especie ornamental, me parecería personalente una muy buena noticia...




A pesar de estar tan inclinado, este viejo liquidambar oriental sigue vivo y en plena forma, reproduciéndose absolutamente normalmente. No es un caso único en el Jardín del Príncipe de Aranjuez. No hay que olvidar que estamos en una llanura aluvial, sobre sedimentos muy poco compactados (gravas, arenas y arcillas) que pueden causar a muchos árboles problemas de estabilidad cuando alcanzan cierto tamaño y peso. No es infrecuente ver los árboles que crecen sobre tales terrenos tener problemas para mantener la verticalidad. En el caso de los liquidambares orientales, iría hasta decir que es bastante frecuente.



Otros ejemplares imponentes en el Jardín del Príncipe de Aranjuez...

Zidianakis G. et al. (2020) / Three (middle to) late Miocene plant macroremain assemblages (Pitsidia, Kassanoi and Metochia) from the Messara–Gavdos region, southern Crete / Acta Palaeobotanica, Vol 60(2), pp. 333–437. https://doi.org/10.35535/acpa-2020-0018
VIckert-Bond S.M. & Wen J. (2006) / Phylogeny and biogeography of Altingiaceae: Evidence from combined analysis of Wve non-coding chloroplast regions / Molecular Phylogenetics and Evolution, Vol. 39, pp. 512–528
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SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

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