Pudiera parecer al leer el título de este artículo que es una simple presentación de plantas exóticas invasoras como hay ya miles en intermet. Pero no, no es esa mi intención. Lo que pretendo aquí hoy es en realidad cuestionar el significado comúnmente aceptado de estas palabras, cuya interpretación tiene extraordinarias consecuencias teóricas y prácticas, que van desde qué consideramos ciencia a la aplicación de políticas medioambientales contraproductivas que pueden hacer más daño que el que pretenden evitar por una comprensión errónea de los fenómenos que están ocurriendo en la naturaleza.
¿Especies exóticas?
Lo primero que cabría preguntarse, puesto que condiciona todo lo demás, es qué consideramos exótico y autóctono, intentando no entrar en contradicciones graves e irresolubles. Se considera exótica una especie cuando está presente fuera de ciertos límites que habría que definir claramente.
Límites políticos y temporales
En todos los países del mundo se suelen establecen listas de especies exóticas que están basadas en límites arbitrarios definidos por el hombre: las fronteras políticas de los estados. Un límite claramente poco satisfactorio porque a poco que pensemos un poco en ejemplos concretos, nos enfrentamos a interesantes dilemas:
- ¿Ha de considerarse exótica una especie que crece naturalmente en zonas aledañas a esas fronteras y que podría aparecer esporádicamente en ese territorio?
- ¿Ha de considerarse exótica una especie que pudo haber estado presente en el territorio en el pasado y que no lo está debido a la acción humana o a cambios climáticos sufridos en el pasado?
Se pone complicada la cosa, ¿no es cierto? Además de delimitar un espacio en el que una especie se puede considerar como autóctona o exótica, vemos que también importa la evolución de esos límites en el tiempo. Eso añade otra pregunta:
- ¿existe un límite temporal que se pueda establecer para considerar que una especie es o ha sido autóctona?
Una vez más estamos hablando de un límite arbitrario que los biólogos han decidido fijar en el año 1500, que es más o menos el momento en que empezaron los grandes intercambios intercontinentales propiciados por la expansión de los europeos en buena parte del planeta (esta sí que fue una invasión en toda regla). Pero es evidente que muchas especies estuvieron presentes en nuestro territorio mucho antes. Algunas en periodos interglaciares anteriores del Cuaternario (plátano oriental, castaño de Indias, cedro del Atlas, nogal del Cáucaso, Zelkova, Eucommia y un largo etcétera de taxones), otras antes de las glaciaciones (ginkgo, ailanto). Dependiendo pues del marco de tiempo considerado, muchas especies podrían ser consieradas como autóctonas o, como me gusta llamarlas, "paleoautóctonas".
Limites climáticos
Ajenas a los límites establecidos por los hombres, a gran escala las especies se reparten en la superficie de la tierra básicamente según un gradiante latitudinal y altitudinal reflejo de las condiciones de temperatura y de humedad que son capaces de aguantar. Las especies con exigencias medioambientales similares se agrupan en grandes unidades (biomas) que tienen una extensión longitudinal considerable, siendo o habiendo sido muchos de esos biomas "circumboreales". Los fenómenos de convergencia evolutiva hacen que las especies presentes en cada bioma tengan características compartidas, como puede ser por ejemplo el caracter esclerófilo de muchas especies presentes en las regiones con clima meiterráneo. Si utilizamos como criterio estos límites biogeográficos para establecer si una especie es exótica o no, vemos que se expande considerablemente el área en que se puede considerar como "autóctona" una especie. En la región mediterránea, por poner un ejemplo, este área biogeográfica viene claramente definido por la extensión de algunas especies:
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Dentro de este área, sin embargo, cabe destacar la mayor riqueza específica de la parte oriental, donde crecen hoy en día muchas especies y géneros cuya presencia en un pasado no muy lejano ha sido fehacientemente documentada en la Península ibérica. Estamos hablando de especies como el ciprés (Cupressus sempervirens), el árbol del amor (Cercis siliquastrum), el plátano (Platanus orientalis), el liquidambar oriental (Liquidambar orientalis), el carpe negro (Ostrya carpinifolia) y otras muchas especies que podrían incrementar la biodiversidad del bosque mediterráneo en la Península Ibérica. Algunas de ellas con posibles propiedades ignífugas que nos vendrían muy bien de cara al futuro tan negro que nos espera...
Límites geográficos
La existencia de grandes barreras geográficas es en realidad muchas veces el auténtico límite que impide la expansión de muchas especies entre regiones con características muy similares por otra parte. El caso de las islas es el más evidente, con sus numerosos endemismos desarrollados gracias a la falta de contacto con otras zonas de la tierra. Un fenómeno extensivo a continentes o microcontinentes enteros como Australia o Madagascar, cuya separación del resto de masas continentales es muy antiguo. Límites que, sin embargo, pueden tarde o temprano desaparecer, como ocurrió en el gran intercambio de fauna y de flora que ocurrió tras el cierre del estrecho de Panamá, muy bien documentado por ser relativamente reciente, pero que probablemente también ocurrió cuando la India entró en contacto con el continente eurasiático.
Lo que el hombre ha propiciado en los últimos siglos / milenios es en realidad algo muy similar al poner en contacto floras y faunas de zonas distantes al moverlas activamente o pasivamente de una región a otra. El fenómeno no es nuevo y muchas especies que hoy en día consideramos autóctonas son muy probablemente especies que fueron transportadas por el hombre o que lo acompañaron en sus migraciones. Es muy probablemente el caso de muchas especies adventicias de los cultivos, que se dispersaron por toda Europa en el Neolítico. Es también el caso del dingo en Australia, llegado hace unos 3500 años y que los biólogos no acaban plenamente de aceptar como una especie salvaje.
A pesar de las distancias considerables que separan estas regiones, una vez más son las condiciones ecológicas del lugar al que llegan lo que determinará el éxito o el fracaso de la instalación de especies provenientes de tan lejos. Y no es una sorpresa que en todas las regiones de clima mediterráneo del mundo se aclimaten prioritariamente especies provenientes de otras regiones de clima mediterráneo. Son exóticas por su provenencia geográfica pero están perfectamente adaptadas a nuestro clima, presentando a menudo el mismo tipo de adaptaciones:
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¿Especies Invasoras?
Tras matizar un poco el significado de la palabra "exótica", miremos ahora qué significado tiene la palabra "invasora". Una vez más, se trata de una palabra que se presta a múltiples interpretaciones y para ilustrar de alguna manera la problemática a la que nos enfrentamos, me servirá de hilo conductor una especie que todos conocéis probablemente por haberla visto plantada en muchos parques y jardines y, sobre todo, por ser el árbol de Navidad vivo que más se vende: la pícea o abeto rojo (Picea abies). Como todos sabéis, la pícea no crece de forma natural en la Península Ibérica. Su presencia es fruto de pequeñas repoblaciones que se efectuaron en distintos macizos montañosos y también a que muchas personas las plantaron en nuestros montes una vez pasado el período navideño. Algo hoy en día absolutamente prohibido, en aplicación del famoso "principio de precaución" que nadie tampoco sabría muy bien cómo definir.


Mapa de distribución de la pícea en la comunidad de Madrid y aledaños (izquierda) y píceas catalogadas como árboles singulares en el antiguo vivero forestal de la Cebadilla, Lozoya (derecha).
El caso es que la pícea ha sido señalada como naturalizada en muchos lugares de los Pirineos y Cordillera Cantábrica así como en algunos puntos del Sistema Central. En este último caso, en el piso oromediterráneo, que es el único en el que encuentra las condiciones necesarias para su buen desarrollo. A poco que estas píceas se encuentren a gusto y empiecen a dispersarse, pronto vendrán algunos a decir que se trata de una especie invasora y muy probablemente acabaría siendo incluida en el listado de especies invasoras de la Comunidad de Madrid por poner en peligro al pino albar y privarle de la necesaria luz que requiere para desarrollarse. La pícea, en efecto, es una especie de sombra o semisombra que en su juventud aguanta perfectamente la falta de luz y acaba poco a poco desplazando a las especies heliófilas como el pino albar.

Bosque de píceas en Svartberget, Suecia.
¿Os suena a ciencia ficción lo que os cuento? Pues sabed que tiene un precedente en Europa. Ocurrió hace aproximadamente 2500 años en Noruega. Hasta aquél entonces, el bosque boreal en esa región era un pinar de pino albar en el que aparecían abedules y sauces temblones en algunas zonas más húmedas. ¿Os suena de algo esta decripción? A los que han caminado por la Sierra de Guadarrama es imposible que no les recuerde muchos lugares de la sierra. Y es que ambas situaciones tienen un punto en común: se trata del bosque que se desarrolló en ambas regiones tras remitir la última glaciación y subir de repente de forma abrupta las temperaturas. El pino albar, especie heliófila, conquistó los terrenos recuperados y se desarrolló un pinar prácticamente monoespecífico que se mantuvo inalterado durante miles de años. Hasta que hace 2500 años Noruega sufrió una invasión. La pícea, recién llegada de regiones más orientales, se inmiscuyó en el pinar y acabó desplazando al pino casi por completo. Hoy en día, el pino se mantiene en zonas poco propicias para la pícea pero desempeña ya un papel muy secundario en ese bosque, que ha cambiado por completo de fisionomía. Aunque esa evolución ha sido absolutamente natural, no deja de ser un claro ejemplo de "invasión" lo que ocurrió entonces.

Migración de la Pícea en Escandinavia tras la última gaciación (Seppä H. et al., 2009)
¿Y porqué no pasó lo mismo en la Sierra de Guadarrama y en otras muchas sierras de la Península? Pues muy sencillo, porque no había ninguna pícea ni ninguna otra especie que fuese capaz de sustituir al pino y de llevar esos bosques a otro estadio de desarrollo. Los pinares del Sistema Central se quedaron tal como estaban desde que los pinos recolonizaron esta sierra. Son de alguna manera un "fósil viviente". Una muestra de cómo era el bosque boreal en sus primeros estadios de desarrollo. No nos olvidemos que en ambos casos nos situamos en el límite del bosque. Altitudinal en el Sistema Central y latitudinal en Noruega. Pero resulta ahora que el Hombre ha plantado píceas en las sierras de la Península y puede con un poco de suerte (si el cambio climático lo permite), que se repita exactamente la misma historia que en Noruega. Y eso me lleva a hacer la pregunta del millón: si no se considera invasora la pícea en Noruega, ¿porqué habríamos de considerarla invasora aquí en circuntancias muy similares a las que vivió Noruega hace 2500 años? Más teniendo en cuenta que antes de la última glaciación sí que estuvo presente la pícea en la Península en distintos momentos del Cuaternario...
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Para rizar el rizo, nos podríamos preguntar ahora si acaso no hay especies de árboles invasoras en Noruega... Pues resulta que las hay y su éxito reproductivo en Escandinavia suscita nuevas preguntas. Una de estas especies es el pino cembro (Pinus cembra), especie originaria de los Alpes donde crece, oh coincidencia, en el piso alpino inferior. No es pues nada extraño que plantado como ornamental en la región de Trondheim, este árbol se sintiese como en casa y empezase a expandirse por toda esa región. Eso le ha valido ser considerado una planta invasora en Noruega. La gran pregunta que me hago yo, viendo las grandes similitudes existentes entre la flora y fauna de los Alpes y la escandinava, es cómo es posible que este árbol no estuviese ya presente en Escandinavia... Un elemento de respuesta nos lo da otra especie alpina también considerada como invasora en Noruega: el alerce (Larix decidua). Ambas especies crecen en los Alpes en ecosistemas muy similares a los boreales pero no están presentes en Escandinavia, donde sin embargo prosperan en cuanto se les da una oportuniad. La explicación es bien sencilla y es la misma que en el caso del Sistema Central: no están presentes porque no lograron llegar hasta allá...

Pequeños pinos cembros nacidos de semilla en la Península de Lade, Tronheim, Noruega (Prestø et al., 2013)
En realidad no es que no lograsen llegar, sino más bien que no lograron regresar porque al examinar sedimentos de anteriores periodos intergalciares de Dinamarca, se puede ver que el alerce entonces sí que estaba presente en Escandinavia asi como muy probablemente el pino cembro (cuyo polen no se diferencia del de otros pinos). La situación actual es en realidad una anomalía: se trata de dos especies propias del bosque boreal que quedaron atrapadas en los Alpes, víctimas de un deshielo demasiado rápido al acabarse la última glaciación. Buena prueba de ello es que si nos vamos a Siberia a ver qué composición tiene allá el bosque boreal, pues resulta que la subespecie oriental del pino cembro (Pinus sibirica) y los alerces (existen varias especies) son elementos constitutivos esenciales del bosque boreal en esa región...
Tras contaros toda esta historia decidme pues: ¿qué especies son invasoras y cuales no? Yo solo veo especies que regresan a lugares que ya ocuparon en el pasado. Los "Indianos" del mundo vegetal, que ahora miramos como si fuesen extranjeros porque tras tanto tiempo nos olvidamos de ellos. Yo no sé ustedes, pero visto lo visto, ya no me parecen tan fuera de lugar ni los alerces que también se plantaron en la Sierra de Guaradarrama...