Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

  • Blog
  • FLORA ILUSTRADA
  • E-book
    • Rumbo al Plioceno
    • Cap sur le Pliocène
    • Arboles y arbustos paleo-
      autoctonos
  • SUSCRÍBETE
  • LINKS
  • Contacto

Hojas e inflorescencias del carpe blanco (Carpinus betulus).

Si una especie merece, más que cualquier otra, el apelativo de "paleoautóctona", sea cual sea el sentido que se le quiera dar a ese neologismo, esa es sin lugar a dudas el carpe (Carpinus betulus). Esta especie aún está presente, de forma relictual, en el valle del Bidasoa, pero tuvo en un pasado reciente un área de distribución mucho más extensa en la Península Ibérica. Y no hace falta retroceder mucho tiempo en el pasado para encontrar huellas de su presencia. En buena parte del norte peninsular y de la fachada atlántica, su presencia ha sido confirmada durante el óptimo climático del Holoceno, época en la que llegó a alcanzar incluso el Sistema Central [Abel Schaad et al., 2014). Sus localidades actuales son pues, realmente, los últimos testigos de una presencia mucho más amplia. Cabría pues preguntarse porqué desapareció de buena parte de las localidades que llegó a alcanzar en aquella época. Las explicaciones más probables de tal retroceso son el progresivo aumento de la estacionalidad tras ese óptimo climático alcanzado entre 9000 y 5000 años antes del presente y el inicio de la explotación agrícola de las tierras que eran más favorables a esta especie.




Registros de polen holocenos de Carpinus en el Sistema Central. 1, Garganta del Trampal; 2, La Covatilla; 3, Navamuño; 4, Pico del Lobo. Abel Schaad, D et al. (2014)


El carpe blanco es una especie bastante exigente con unos requerimientos hídricos y edáficos que no se dan a menudo en la Península a día de hoy. No es una especie que tolere la sequía y se desarrolla preferentemente sobre suelos ricos y profundos que suelen ser los que podemos típicamente encontrar en zonas de llanuras. Se trata, por otra parte, de una especie que aguanta bastante bien el calor, siendo perfectamente capaz, si se la riega, de aguantar los implacables veranos del centro de la Península. Algunos ejemplares plantados en mi barrio (Madrid) ya miden unos 4-6 metros y florecen y fructifican cada año, aguantando sin demasiados problemas los 40 grados que se alacanzan en julio y agosto. Como mucho, parte de las hojas se secan pero eso no pone en peligro la superviencia de esos árboles


Mapas de distribución actual del carpe blanco (C. betulus) y del carpe oriental (C. orientalis) [2].

En épocas anteriores a la última glaciación, el carpe estuvo presente en buena parte de la Península, habiéndose de destacar también la presencia a finales del Plioceno y principios del Pleistoceno del carpe oriental, hoy tan solo presente en el E del continente y de la cuenca mediterránea. El carpe oriental no es ninguna especie vicariante. Se trata en realidad de un carpe mejor adaptado a la sequía que C. betulus, que le convierte, en Europa oriental, en un elemento típico de la vegetación submediterránea, conviviendo allá con especies como el roble pubescente (Quercus pubescens), el roble cabelludo (Quercus cerris) o el carpe negro (Ostrya carpinifolia). O sea, que por su ecología se diferencia bastante del carpe común, que es una especie de ámbito subatlántico y centroeuropeo.

CarpinusFamilia: BetulaceaeOrden: Fagales

Árboles o arbustos. Yemas fusiformes, agudas. Hojas ovadas u ovado-elípticas, agudas, doblemente aserradas, con 9 o más pares de nervios secundarios muy marcados y regulares. Amentos masculinos sésiles, solitarios; flores desnudas, solitarias en la axila de cada bráctea, sin bractéolas; estambres 6-20, pubescentes, de filamentos bífidos, muy cortos. Amentos femeninos terminales, laxos, colgantes en la madurez, con brácteas foliáceas; flores geminadas, con perianto; rudimentos seminales 1(2); estilo dividido en 2 ramas filiformes, verdes. Aquenios dispuestos en espigas colgantes, de pequeño tamaño, comprimidos, envueltos por un involucro foliáceo grande, trilobulado o aserrado, con nerviación muy marcada, originado por acrescencia de la bractéola única.


Cabe también destacar aquí la inesperada presencia del carpe en las Islas Canarias hasta finales del Holoceno [3] que sorprende más, tal vez, por la lejanía que por las condiciones climáticas. Esa presencia no rersulta tan sorprendente, sin embargo, sabiendo que también estuvo presente en los macizos montañosos del Sáhara en épocas mucho más húmedas que las actuales.





Fruto de Carpinus betulus (arriba) comparado con el de Carpinus orientalis (abajo).


El carpe blanco es una especie comúnmente cultivada en nuestro país donde sorprende, en muchos lugares, su capacidad de aguantar las altas temperaturas veraniegas. Tal como comentábamos anteriormente, la falta de agua parece ser en realidad el auténtico factor limitante para esta especie. En cambio, sorprendentemente, el cultivo del carpe oriental no ha despertado mucho interés en nuestro país. Siendo éste un árbol mucho menos exigente, resulta curioso que no se haya ensayado al menos en nuestros parques y jardines. Al ser un árbol de relativas pequeñas dimensiones, que muchas veces ni tan siquiera pasa de arbustivo, se puede entender que no haya despertado el interés de los forestales. Sería, sin embargo, un elemento muy a tener en cuenta para incrementar la biodiversidad de nuestros bosques en zonas de clima submediterráneo, en las que aparte los sempiternos Quercus, no abundan las frondosas arbóreas.





Sembré algunas semillas de Carpinus orientalis hace un par de años, sin ningún tipo de tratamiento, y no germinó ninguna de ellas. El año pasado, en cambio, vi aparecer en mis macetas dos pequeños arbolitos que bien podrían corresponder a esta especie pero al haber sembrado también carpe negro, por ahora no soy capaz de ponerle un nombre. El año que viene tendré que volver a intentarlo, ya que esta especie me parece de lo más interesante para las condiciones climáticas de nuestro país.



Abel Schaad, D. et al. (2014) / Persistence of tree relicts in the Spanish Central System through the Holocene. / Lazaroa 35: 107-131 (2014)
[2] Delphine Grivet & Rémy J. Petit (2003) / Chloroplast DNA phylogeography of the hornbeam in Europe: Evidencefor a bottleneck at the outset of postglacial colonization / Conservation Genetics, Vol. 4, pp. 47–56
[3] de Nascimento L. et al. (2009) / The long-term ecology of the lost forests of La Laguna, Tenerife (Canary Islands) / Journal of Biogeography, Vol. 36, pp. 499–514




Hojas de Nyssa sylvatica en otoño.

Poco conocidos y poco utilizados aún es nuestro país, los tupelos (Nyssa) son unos árboles caducifolios muy apreciados en otros países por sus magníficos colores otoñales. Se reconocen actualmente unas 8 especies dentro de este género, todas con unos requerimientos hídricos más bien altos. Las más comúnmente cultivadas y con mayor área de distribución (N. sylvatica y N. sinensis) son propias de bosques húmedos y de ribera. Otras, como N. aquatica, N. biflora o N. ogeche (todas norteamericanas), están adaptadas a vivir en zonas pantanosas y poseen una base ensanchada muy típica de los árboles que crecen en ese tipo de medio, como puede ser el ciprés de los pantanos (Taxodium distichum) con el que conviven en muchos lugares. En nuestro país es aún poco frecuente verlas, aunque ya es posible obtener N. sylvatica en algunos viveros.


Las flores de los tupelos son bastante poco llamativas. Estas pertenecen a N. sylvatica. / Fotografía: Using georgia native Plants


El género Nyssa es otro ejemplo de taxon con un área de distribución disyunta a nivel continental, con 5 especies en el E de Norteamérica y otras 3 en el E de Asia. El género, como era de suponer, también estuvo presente en el continente europeo antes de las glaciaciones, donde se han descrito distintas especies fósiles más o menos emparentadas con las especies actuales. Tal como se puede observar en el mapa, las citas más recientes provienen de la cuenca mediterránea (Pleistoceno Medio) y de la región del Mar Caspio, donde parece haber sobrevivido hasta el último período interglaciar (Eemiense) en el delta del Emba. Le faltó realmente muy poco para haber sobrevivido en nuestro continente.




Junto a otros pequeños géneros (Camptotheca, Davidia, Diplopanax, Mastixia), este género constituye la pequeña familia de las Nyssaceae, emparentada con la familia de las Cornáceas, en la que aún se incluía en la clasificación APG III. Las Nisáceas, como buena parte de las Cornales, presentan aún caracteres primitivos como pueden ser, por ejemplo, los pétalos libres y el porte arbóreo, que también se pueden observar en el vecino orden de la Ericales, por ejemplo.

NyssaFamilia: NyssaceaeOrden: Cornales

Árboles dioicos o funcionalmente dioicos (con flores unisexuales o hermafroditas en las que los estambres no llegan a madurar). Corteza gris castaña, rugosa, acostillada. Hojas a menudo agrupadas en la extremidad de las ramas, alternas, sin estípulas; pecíolo de sección circular o alado; limbo por lo general elíptico a oblanceolado o obovado, raramente ovado, base cuneada a redondeada. Flores por lo general agrupadas en cabezuelas o en cortos racimos, en la axila de una bráctea con 2 bractéolas. Sépalos soldados entre ellos, formando un pequeño reborde; pétalos libres, de color verdoso a blanco verdoso. Flores masculinas pediceladas, 5-meras. Estambres 10, dispuestos en 2 verticilos, filamentos lineares, anteras biloculares, dorsifijas, que se abren por hendiduras longitudinales laterales. Disco n ectarífero intrastaminal, pulvinado. Flores femeninas (4)5-meras, no pediceladas, estaminodios por lo general presentes. Ovario ínfero, 1(2)-locular, 1-ovulado; estilo subulado o cónico, bífido, con tejido estigmático en la parte interior de los brazos estilares. Fruto drupáceo, ± aplanado lateralmente, con disco y cáliz persitentes, de color negro-azul, a vces purpúreo rojizo, amarillo, anaranjado o rojo. Mesocarpo jugoso, ácido. n = 22.


La única especie que se cultiva ocasionalmente en la Península Ibérica es Nyssa sylvatica que, sin embargo, es sensible a las heladas cuando es jóven y difícil de transplantar. Eso hace que sea relativamente rara y que haya que ir a arboretos o jardines botánicos para observarla.


Frutos de Nyssa sylvatica / Fotografía: Great Plains Nursery

La isla de Cortegada es una pequeña isla que se sitúa en el interior de la Ría de Arousa que lleva 108 años deshabitada tras ser desalojados en 1910 sus últimos habitantes para llevar a cabo un proyecto que, afortunadamente, nunca llegó a prosperar. La isla fue entonces donada a la Casa Real que planeaba construir en ella un palacio. El proyecto, sin embargo, fue abandonado y la isla quedó “olvidada”, sometida a las únicas leyes de la naturaleza. La isla cambió de manos varias veces, pasando a ser de dominio público bajo la república y devuelta luego a la Casa Real. Finalmente fue adquirida por la Xunta de Galicia en 1987, que acabó incorporándola al Parque Nacional de las Islas Atlánticas por su gran interés medioambiental. Hasta el momento en que fue desocupada, la isla tenía relativamente poco arbolado, tal como se puede ver en la fotografía antigua que aquí se muestra, estando en su mayoría ocupada por minifundios. Lo que ocurrió a continuación es particularmente interesante y encierra, creo yo, varias interesantes lecciones…


Vista de la isla de Cortegada a principios del siglo XX, antes de ser expropiada para la construcción de un palacio Real.

De manera totalmente inesperada, los laureles plantados por los habitantes en los lindes de sus campos siguieron desarrollándose y compiten hoy con los robles, gracias a que el clima es particularmente favorable y, aparentemente, a que la fauna local ha ejercido una menor presión sobre el laurel que sobre las demás frondosas propias del lugar (roble y castaño). Algunos de estos laureles, originalmente plantados por los habitantes de la isla para formar setos en los lindes de sus campos, alcanzan ya tamaños impresionantes, que ponen claramente de manifiesto que esta especie puede alcanzar el tamaño de un auténtico árbol si se le deja crecer y que las condiciones son favorables. Los 17 metros de altura y los 2 metros de perímetro que alcanzan algunos ejemplares de la isla poco tienen que ver con las medidas que se suelen dar en muchas descripciones (Flora Iberica lo describe como un “ar­bo­lillo o ár­bol de 5-10 m”). En condiciones favorables el laurel alcanza pues un tamaño comparable al de los laureles macaronésicos con los que está estrechamente emparentado (1).



El éxito del laurel en la isla de Cortegada ha sido también propiciado por las sacas de especies exóticas (Eucalyptus globulus), efectuadas para preservar este peculiar bosque que algunos medios no dudaron en tildar, de manera un poco abusiva, de relíctico. Resulta curioso ver cómo se consideró al laurel (plantado por el hombre) como una especie autóctona de la isla que se debía proteger y favorecer a toda costa eliminando a las demás especies exóticas que fueron plantadas en la isla. La dirección del parque nacional de las Islas Atlánticas, sin embargo, interrumpió el programa de eliminación del eucalipto, tras constatar que su eliminación ponía en peligro las poblaciones de rapaces que anidaban en esos árboles y al constatar igualmente que la población de eucaliptos estaba bien circunscrita y era sostenible, no mostrando ninguna tendencia a expandirse a expensas de las demás especies presentes sobre la isla (3). Tal como ya comentaba en otro artículo (El bosque imposible), este tipo de observaciones demuestra cuan distorsionado es a veces el punto de visto que tenemos sobre algunas especies exóticas que se acusa de ser invasoras sin existir una clara evidencia de ello, Hemos catalogado las especies de eucalipto como invasoras cuando en realidad la expansión de estas especies tan solo se debe a la mano del hombre. En condiciones de no intervención (salvo su inicial introducción), como hemos visto en Chavín o en Cortegada, el eucalipto no muestra un especial carácter expansivo.


Bosque colonizado por laureles de la isla de Cortegada / Imagen; Cíes.gal

Volviendo al caso del laurel, es interesante constatar que esta especie es muy competitiva en lugares de clima húmedo y templado como puede ser el de esta isla. Es difícil atribuir el éxito de esta especie a algún fenómeno en particular. Los autores de un estudio reciente (2) piensan que la presencia hasta fechas recientes de cabras y de jabalís podría haber favorecido la expansión del laurel, al ser esta especie menos apetecible para los grandes herbívoros y al ser esencialmente una especie ornitócora. Esa presión selectiva de los herbívoros, sin embargo, no es exclusiva de la isla de Cortegada y sería interesante saber si se observa algo parecido en otros lugares en los que esta especie está presente. Otro fenómeno que podría haber dado alas al laurel es el cambio climático. Desde ese punto de vista, es interesante observar que gran parte de la superficie de la isla ha sido mayoritariamente colonizada en las últimas décadas, que son las que corresponden con la actual subida de las temperaturas. Esto queda particularmente claro si se compara la fotografía aérea de 1957 con la actual.

Probablemente ambas explicaciones sean ciertas. La expansión del laurel, en todo caso, iría absolutamente en la línea de lo que se observa por ejemplo en el sur de los Alpes, donde varias especies laurófilas (entre ellas el laurel) están colonizando los bosques caducifolios desde hace varias décadas. De confirmarse este tipo de evolución en las isla de Cortegada y en otros bosques de Galicia y de la fachada atlántica, realmente podríamos decir que si bien este no es ningún paraíso perdido, ningún bosque relíctico del terciario, en cambio sí que podríamos hablar de nuevo edén para un tipo de árboles que perdió todo protagonismo en la Península Ibérica a finales del Terciario. ¿ Porqué no ponerse entonces a soñar a lo grande y sugerir que se introduzcan también en esta isla otras especies propias de las laurisilvas macaronésicas como el viñátigo (Persea indica), del que ya tenemos constancia de su naturalización en la Serra de Sintra (Portugal) ? Lugares como éstos son un auténtico laboratorio a cielo abierto del que probablemente tenemos mucho que aprender de cara a la futura evolución de nuestra flora y de nuestros paisajes...



(1) Rodríguez-Sánchez F. et al. (2009) / Late Neogene history of the laurel tree (Laurus L., Lauraceae) based on phylogeographical analyses of Mediterranean and Macaronesian populations / Journal of Biogeography, Vol. 36, pp. 1270–1281
(2) Paül Carril V. et al. (2018) / El lauredal de la isla de Cortegada (Parque Nacional das Illas Atlánticas de Galicia): una discusión fitogeográfica en clave de conservación / In: Bosque mediterráneo y humedales: paisaje, evolución y conservación. Aportaciones desde la Biogeografía, coordinadores: Rafael Ubaldo Gosálvez Rey, María Cristina Díaz Sanz, José Luis García Rayego, Manuel Antonio Serrano de la Cruz Santos-Olmo y Óscar Jerez García– Ciudad Real: Almud, Ediciones de Castilla-La Mancha, Óptima Diseño e Impresión s. l.
(3) Illas Atlánticas mantendrá los eucaliptos de Cortegada por su "valor ambiental" / Faro de Vigo, Damián Pereira - Vilagarcía, 07.09.2011



400 partes por millón de CO2 en la atmósfera. Ese es el nivel que hemos alcanzado y superado estos últimos años. La noticia, en sí, no dejaría de ser meramente anecdótica si no fuese porque tal nivel de CO2 no se alcanzaba desde… ¡ el Plioceno ! ¿ Y ?, dirán muchos. Para los que estudian los climas del pasado, sin embargo, esa cifra es una clara advertencia. El gráfico que copio a continuación muestra cual ha sido la evolución del CO2 atmosférico durante los últimos 800.000 años, tal como se ha podido medir en las burbujas de gas atrapadas en el hielo antártico. En el mismo gráfico se muestra también cual ha sido la evolución de la temperatura media estimada a partir del estudio de los isótopos del oxígeno. Lo que llama poderosamente la atención en este gráfico es el absoluto paralelismo entre esas dos curvas. CO2 y temperatura media global van de la mano, sugiriendo que la cantidad de CO2 en la atmósfera tiene una considerable influencia sobre la temperatura media de la atmósfera.



Curvas de variación de la temperatura (en rojo) y del CO2 (azul y verde) durante los últimos 800.000 años.



¿ Qué significa pues que hayamos alcanzado un nivel de 400 ppm de CO2 en la atmósfera ? Pues sencillamente que las temperaturas seguirán aumentando hasta alcanzar el nivel que les corresponde. Sabiendo que en el Plioceno la temperatura media global era unos 2 a 3 grados superior a la actual, esto significa que aún interrumpiendo por completo la emisión de CO2 en la atmósfera, las temperaturas deberían seguir subiendo hasta alcanzar ese nivel de equilibrio. O sea, que el famoso “máximo" de 2 grados de calentamiento que la Humanidad se ha fijado como límite a no rebasar probablemente lo alcanzaremos aunque paremos por completo de consumir hidrocarburos. Y sin embargo, muy al contrario, el consumo de hidrocarburos no ha cesado de aumentar durante las últimas décadas…



Asumiendo pues con honestidad que las temperaturas no van a parar de subir durante las próximas décadas y siglos, me parece interesante echar un ojo atrás y examinar a partir de los datos de los geólogos y de los paleontólogos, cómo era nuestro continente en aquella época. SI el principio del actualísimo desarrollado por James Hutton y Charles Lyell es correcto (su aplicación, en todo caso, es la que ha permitido a geólogos y paleontólogos reconstruir la historia de nuestro planeta), nada nos impide pues pensar que lo que sabemos del Plioceno puede aplicarse para entender lo que podría pasar en el futuro. O sea, que el pasado es, de alguna manera, un espejo del futuro y nos puede ayudar a entender cuales son los grandes cambios que hemos de esperar en el futuro. Describiremos a continuación algunas consecuencias del cambio climático que el estudio del Plioceno nos permite anticipar.

Aumento del nivel del mar

Una de las consecuencias más inquietantes del cambio climático, que se suele infravalorar un poco, creo yo, es la evolución del nivel del mar. De alguna manera, tenemos tendencia a ver las grandes masas de hielo árticas y antárticas como algo inamovible y tenemos tendencia a pensar que los cambios que afectan esas masas de hielo son muy lentos. La brutal aceleración del derretimiento del inlandís de Groenladia en los últimos años, que algunos veranos se derrite ya en toda su superficie y la puesta en evidencia de la existencia de grandes ríos de agua que drenan y atraviesan toda la masa de hielo hasta el sustrato rocoso, sin embargo, han puesto los científicos sobre aviso y las estimaciones que se hacía hasta hace poco de la subida del nivel del mar de aquí a finales de siglo se han quedado de repente muy cortas. Se hablaba entonces de que el mar subiría unos 30 cm de aquí a finales de siglo pero hoy no es raro escuchar científicos afirmar que el nivel del mar podría subir hasta 2 metros, lo que tendría ya un efecto considerable en muchas áreas. A más largo plazo, si se derritiera todo el hielo que cubre Groenlandia, el mar subría aproximadamente unos 7 metros. Y si empezara a derretirse la Antártida, estaríamos entonces hablando de una subida del nivel del mar de hasta 35 metros, que es el nivel que alcanzaba en el Plioceno medio...


Este mapa muestra qué zonas del SW de nuestro país quedarían inundadas si el mar subiera 7 metros / www.floodmap.net

La región que más sufriría los efectos de la subida del mar es sin lugar a dudas el Bajo Guadalquivir. Con una subida de 7 metros del nivel del mar, éste llegaría a las puertas de Sevilla y se formaría entre la capital andaluza y la costa un gran golfo que, en realidad, ya existía en la Antigüedad pero fue colmado por los aportes terrígenos del Guadalquivir. Si observáis con más detenimiento este mapa en la aplicación floodmap, os daréis cuenta que todas las poblaciones de cierta importancia de esa zona se sitúan a orillas de ese gran golfo. Todas ellas eran poblaciones ribereñas cuando se fundaron y, de no detenerse el derretimiento de Groenlandia y de la Antártida, volverán a serlo en un futuro no tan lejano. El Parque Nacional de Doñana sería el gran perjudicado, al perder buena parte de su extensión pero será ciertamente muy interesante ver como se forman nuevos y novedosos ecosistemas en esta zona. Quien sabe si en el futuro, con un clima francamente subtropical, no se desarrolla aquí un inmenso manglar. Ya me imagino la Romería del Rocío progresando en barcas entre las raíces de los mangles...




Con la subida del nivel del mar y de las temperaturas, el aspecto del bajo Guadalquivir podría cambiar mucho en el futuro y parecerse más bien a ésto...




Subida de los pisos de vegetación

Otra consecuencia lógica del aumento de la temperatura media del planeta es la migración de las especies hacia los polos y la subida en altitud de los pisos de vegetación. Para hacerse una pequeña idea de la amplitud de estos cambios, lo primero es recordar un dato meteorológico básico: cual es el gradiente adiabático de la atmósfera. Ese gradiente es la diferencia de temperatura altitudinal que se observa en las partes bajas de la atmósfera, en la que vivimos. En una atmósfera seca, ese gradiente es de aproximadamente 1 grado por cada 100 metros. En una atmósfera húmeda, ese gradiente es de aproximadadmnte 0,57 grados por 100 metros. Sabiendo cual ha sido el aumento de la temperatura en las últimas décadas y cuales son las previsiones de aquí a finales de siglo, nos podremos hacer una idea aproximada de cuánto subirán (al menos potencialmente) los pisos de vegetación. La primera pregunta que cabría pues hacerse es cuánto han subido ya las temperaturas. Esto lo hemos examinado ya con detenimiento en un artículo anterior (E pur si riscalda) y vimos entonces que la temperatura media en Madrid había subido ya aproximadamente 3 grados. Cogiendo los dos valores del gradiente adiabático, esto significa pues una subida potencial de los pisos de vegetación de entre 300 y 546 metros. Esto no significa, sin embargo, que los ecosistemas ya se hayan desplazado hasta alacanzar las altitudes que les corresponden. Como vimos en otro artículo (Resiliencia y deuda climática) el reajuste de la vegetación a las nuevas condiciones climáticas es mucho más lento que la evolución del clima.



Evolución de la temperatura media anual en la estación del Retiro de Madrid (curva roja) y del Puerto de Navacerrada (curva azul) según datos públicos de la AEMET.



Las previsiones para final de siglo son una subida de como mínimo 6 grados en buena parte de la Península Ibérica. O sea, que eso duplicaría las cifras que os daba antes y la subida de los pisos de vegetación sería entonces de 600 a 1092 metros. Eso es enorme. He intentado hacer el ejercicio de imaginar cómo sería el Sistema Central a finales de siglo y esto es lo que alcanzo a imaginar (abrid la imagen en otra pestaña para ver algo):




Lo que he hecho ha sido simplemente "subir" los pisos de vegetación. Al hacerlo, sin embargo, surgen preguntas acerca de lo que podría pasar en algunos puntos como los que he marcado con un punto de interrogación. Qué pasará al pie de la sierra (2), si los pisos de vegetación suben entre 600 y 1000 metros ? Personalmente imagino que tendríamos una vegetación de tipo termomediterráneo con lentiscos, algarrobos y palmitos, que he representado con un tono algo más oscuro. ¿ Y qué pasará a altitudes superiores (1) si, como es de esperar, el nivel de precipitaciones se mantiene ? Imaginar que los encinares simplemente subirán y ocuparán estos niveles no parece lo más probable. Tal vez se aprovechen de ello especies como el alcornoque, o especies caducifolias más exigentes como los robles y los arces. Es todo un misterio. Ahora bien, si ya surgen preguntas como éstas en un lugar en el que la evolución parece bastante previsible, imaginaos la dificultad de prever lo que va a pasar en una región como la fachada atlántica. En muchos lugares el clima podría llegar a ser de tipo subtropical húmedo. ¿ Y sabéis qué tipo de vegetación crece en tales lugares ?



Laurisilva en la isla de La Palma (Canarias) / Fotografía: Gruban / Licencia: CC BY-SA 2.0



Desarrollo de ecosistemas noveles

La subida de la temperatura y la modificación del régimen de precipitaciones podría propiciar en algunas regiones la aparición de ecosistemas totalmente inéditos en la Península, aunque muy parecidos a los que hubo en el pasado y que evocábamos en otro artículo (Ecosistemas terciarios desaparecidos). ¿ Subirán lo suficientemente las temperaturas para que regresen a nuestras costas los manglares ? Nuestras costas, en todo caso, tienen un aspecto cada vez más tropical, gracias a la llegada de un sinfín de plantas de origen tropical y subtropical cuya propagación y desarrollo irá cada vez a más a lo largo de los siglos venideros. Una de las familias de plantas que contribuye en gran medida a modificar el aspecto de nuestros paisajes costeros son las palmeras, que se están naturalizando en muchos puntos del litoral mediterráneo (Palmeras exóticas naturalizadas en la costa castellonense). Lo mismo cabría decir de los cactus, a los que algún día dedicaré todo un artículo.



La naturalización de distintas especies de palmeras en la Península Ibérica confiere a nuestros paisajes un aire subtropical que es el fiel reflejo de los cambios que están ocurriendo.



Ya lo evocaba antes al hablar de la subida de los pisos de vegetación y dedicaba a ello un artículo hace un par de años (La laurofilización de los bosques europeos), la subida de las temperaturas invernales favorecerá en las regiones más húmedas el crecimiento de muchas especies perennifolias que modificarán por completo la fisionomía de los bosques que vayan colonizando. Puede, acaso, parecer un fenómeno aún lejano e imaginar el "regreso" a la Península de las especies que conviven en las laurisilvas macaronésicas puede parecer ciencia ficción. Es olvidar que ese fenómeno ya se observa en el sur de los Alpes y que en Portugal el viñátigo es considerado una especie invasora en la Serra de Sintra. En el extremo opuesto, la falta de precipitaciones podría en cambio propiciar el desarrollo de sabanas y de desiertos en vastos territorios del centro y del SE de la Península.



Los grandes biomas en el Mediterráneo occidental a mediados del Plioceno. Las grandes diferencias que se observan actualmente ya existían, siendo aún más marcada la diferencia entre la fachada atlántica y el norte de ka Península, donde dominaban los bosques de perennifolios (laurisilvas) y el centro y SE, donde la vegetación era parecida o incluso más abierta que la actual (desierto en el SE) / Fauquette S. et al. (1999) / Climate and biomes in the West Mediterranean area during the Pliocene / Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, vol. 152, pp. 15–36..



Que volvamos a condiciones climáticos propias del Plioceno no quiere decir necesariamente que los ecosistemas del futuro vayan a ser muy parecidos a los que hubo en el pasado. El estudio del pasado nos permite prever cuales podrían ser los grandes rasgos de los futuros ecosistemas pero es evidente que esos ecosistemas podrían ser muy diferentes de lo que fueron. Muchas especies originarias de tierras lejanas aprovecharán la ocasión que se les brinda para expandirse y desarrollarse y muchos de esos ecosistemas serán absolutamente novedosos. Podrían incluso aparecer especies nuevas, resultado del proceso de diferenciación y especiazión que afecta las especies exóticas ya instaladas o gracias al juego de la hibridación. Se conocen ya varios casos de especies absolutamente nuevas en Europa, que suscitan preguntas tan delicadas como ésta: ¿ se puede considerar exótica una especie absolutamente nueva nacida aquí y adaptada a las condiciones ecológicas actuales del lugar en el que ha aparecido ?



Los pequeños bosquecillos de olmos de Siberia y de ailantos que rodean nuestras ciudades son un ejemplo actual de ecositema novel desarrollado en condiciones que no se daban naturalmente en la Península.



La amplitud de los cambios que se pueden prever nos obliga ya a replantearnos muchos aspectos de nuestra política medioambiental. ¿ Acaso tiene sentido dedicarse a "perseguir" especies exóticas en un mundo sometido a cambios tan importantes y tan drásticos ? ¿ Tiene algún sentido querer obligar especies amenazadas a permanecer en lugares que mañana les serán desfavorables y donde están condenadas a desaparecer ? Hasta que no hayamos superado ese escollo y no hayamos cambiado el "chip", me temo que cualquier esfuerzo, por muy admirable que sea, podría no dar los frutos que se espera a largo plazo.
Entradas más recientes Entradas antiguas Inicio

E-BOOK GRATUITO

ARTÍCULOS ANTERIORES

  • ►  2025 (4)
    • ►  junio (1)
    • ►  febrero (2)
    • ►  enero (1)
  • ►  2024 (16)
    • ►  diciembre (2)
    • ►  noviembre (1)
    • ►  octubre (2)
    • ►  junio (1)
    • ►  mayo (4)
    • ►  abril (2)
    • ►  marzo (3)
    • ►  enero (1)
  • ►  2023 (23)
    • ►  noviembre (2)
    • ►  octubre (1)
    • ►  septiembre (1)
    • ►  marzo (2)
    • ►  febrero (4)
    • ►  enero (13)
  • ►  2022 (14)
    • ►  diciembre (6)
    • ►  septiembre (1)
    • ►  mayo (3)
    • ►  abril (3)
    • ►  marzo (1)
  • ►  2021 (2)
    • ►  mayo (1)
    • ►  abril (1)
  • ►  2020 (23)
    • ►  diciembre (2)
    • ►  noviembre (1)
    • ►  octubre (3)
    • ►  septiembre (1)
    • ►  agosto (1)
    • ►  julio (1)
    • ►  junio (2)
    • ►  mayo (4)
    • ►  abril (4)
    • ►  marzo (2)
    • ►  febrero (2)
  • ▼  2019 (34)
    • ►  diciembre (3)
    • ►  noviembre (2)
    • ►  octubre (2)
    • ►  septiembre (4)
    • ►  agosto (2)
    • ►  julio (3)
    • ►  junio (2)
    • ►  mayo (3)
    • ►  abril (6)
    • ▼  febrero (4)
      • Paleoautóctonas (14): Carpinus
      • Paleoautóctonas (13): Nyssa
      • Cortegada, ¿ paraíso perdido o nuevo edén ?
      • Rumbo al Plioceno
    • ►  enero (3)
  • ►  2018 (15)
    • ►  octubre (3)
    • ►  septiembre (1)
    • ►  agosto (5)
    • ►  mayo (1)
    • ►  abril (2)
    • ►  marzo (1)
    • ►  febrero (2)
  • ►  2017 (11)
    • ►  noviembre (1)
    • ►  septiembre (1)
    • ►  agosto (1)
    • ►  julio (1)
    • ►  junio (2)
    • ►  mayo (1)
    • ►  abril (2)
    • ►  marzo (1)
    • ►  enero (1)
  • ►  2016 (10)
    • ►  diciembre (2)
    • ►  septiembre (1)
    • ►  agosto (1)
    • ►  julio (1)
    • ►  junio (1)
    • ►  mayo (1)
    • ►  abril (1)
    • ►  febrero (1)
    • ►  enero (1)
  • ►  2015 (7)
    • ►  diciembre (1)
    • ►  septiembre (2)
    • ►  agosto (1)
    • ►  julio (2)
    • ►  abril (1)
  • ►  2014 (7)
    • ►  diciembre (1)
    • ►  noviembre (2)
    • ►  septiembre (1)
    • ►  julio (1)
    • ►  junio (2)
  • ►  2013 (3)
    • ►  noviembre (1)
    • ►  agosto (1)
    • ►  abril (1)
  • ►  2012 (2)
    • ►  septiembre (1)
    • ►  agosto (1)
  • ►  2011 (3)
    • ►  diciembre (1)
    • ►  marzo (2)

PALABRAS CLAVE

España Península Ibérica Plioceno paleoautóctonas Pleistoceno especies paleoautóctonas paleobotánica paleoflora cambio climático especies invasoras climate change bosques secundarios changement climatique plantas invasoras Abies pinsapo Ailanthus Galicia ailanto paleoautóctona pinsapo Aesculus Canarias Castor fiber Cathaya Eucalyptus globulus Eucommia Madrid Nyssa Parrotia Sequoia Sequoiadendron calentamiento global ciclos naturales deuda climática especies exóticas especies naturalizadas en España eucalipto giant sequoia giant sequoias in Spain resiliencia Acacia Acacia dealbata Ailanthus altissima Arnedo Ascensión Avicennia Bialowieza Carpinus Carya Castellón Cedrus Cedrus atlantica Cephalanthus Chavín Chernobyl Cidacos Cortegada Darwin Ebro Ehretia Elaeagnus Engelhardia Engelhardioideae Enhelhardia Eucalyptus Gelasiense Ginkgo Ginkgo adiantoides Ginkgo biloba Gleditsia Glyptostrobus Guadarrama Ixobrychus sturmii João Ferro Keteleeria Kew Laurus Laurus nobilis Liquidambar Liriodendron Miocene Mioceno Miocène Moncofa Moncófar Myiopsitta monachus Persea indica Phaethon aethereus Phoenix canariensis Picea Pittosporum Pittosporum tobira Platanus Pleistoceno Inferior Podocarpus Prosopis Pseudotsuga Pterocarya Puerto Rico Puma concolor Quaternario Quercus Quercus canariensis Rhododendron Robinia Schinus areira Shinus Sierra de Guadarrama Souto da Retorta Streptopelia senegalensis Tadorna ferruginea Taxodium Taxodium distichum Taxodium mucronatum Tetraclinis Tsuga Ulmus pumila Washingtonia Washingtonia robusta Zelkova ahuehuete ailante ailanthe arrui aumento de la temperatura aves bonetero del Japón bosques primigenios cadena trófica calima castor castor en Espagne castor en España chnagement climatique chêne vert ciprés de los pantanos clima climatic debt colapso cotorra argentina decaimiento forestal dette climatique ecosistema novel ecosistemas ecosistemas funcionales ecosistemas noveles encina espèces invasives flora giant redwoods glaciaciones grandes felinos inmovilismo ecologista introducción del puma invasive species larofilización laurel laureles laurisilva laurisilve laurophylle macaco de Gibraltar manglar mangle negro migraciones asistidas molle mouflon à manchettes naturalized sequoias negacionismo climático pacanero palmera canaria panoramica pitósporo planta invasora puma resilience résilience sapin d'Espagne secuoya subida del nivel del mar yurakuna árbol exótico árbol invasor árboles exóticos árboles naturalizados en España

SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

MÁS VISTO

  • El cedro del Atlas en la Península Ibérica
  • Ailanto: mitos y realidades
  • ¿ Grandes felinos en Europa ?
  • El invasor amable
  • La herencia envenenada del capitalismo y del liberalismo

Designed by OddThemes | Distributed by Gooyaabi Templates