Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

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El género Craigia, perteneciente a la familia de las Malváceas y antiguamente incluido en la familia de las Tiliáceas, es un buen ejemplo de las razones que deben impulsarnos a estudiar y rescatar los géneros paleoautóctoctonos. Este género es típicamente relictual, habiendo tenido en el pasado un área de distribución holárctica que se vio considerablemente reducida por culpa de las glaciaciones. Hoy en día, el género tan solo está presente en el sur de China y el norte de Vietnam. Se han descrito dos especies: Craigia yunnanensis y Craigia kwangsiensis. Esta última especie, sin embargo, tan solo se conoce por el único ejemplar que sirvió en 1957 para describir la especie, no habéndose vuelto a obervar nunca en la naturaleza, probablemente extinta por culpa de la deforestación que afecta su área de distribución original. Si esa especie se hubiese cultivado ex-situ en algún otro lugar del mundo que ofreciese condiciones favorables para su cultivo, hoy probablemente no estaríamos hablando de extinción. Sin embargo, aún estamos a tiempo para hacer algo por la otra especie, que aparece en la Lista Roja de la IUCN con el status "En Peligro".




Flores de Craiga yunnanensis (Yang J. et al., 2020)



La situación actual de esta especie es preocupante, existiendo en estado natural unas 20 popblaciones constituidas por menos de 300 individuos. Para intentar salvar la especie, se intenta actualmente plantar esta especie en terrenos privados, con la ayuda de voluntarios locales (Yang J. et al., 2020). Estas poblaciones relictuales se encuentran en zonas situadas a una altitud entre 1400 y 1700 metros sobre el nivel del mar, con una temperatura media anual situada entre 15 y 16,5 grados (Gao Z. et al., 2010). Las precipitaciones son relativamente moderadas en la región de Wenshan (entre 1200 y 1400 mm) pero bastante más elevadas en la región de DeHong (2200 mm). En la Península Ibérica, condiciones climáticas similares pueden encontrarse en el litoral gallego o en las partes más lluviosas de Andalucía.



El mapa anterior muestra la localización y edad de los principales hallazgos de este género en Europa durante el Neógeno (Kvacek Z. et al., 2002). Como se puede ver, sus restos se encuentran en buena parte de Europa, y el hecho de que estén principalmente constituidos por frutos y restos de hojas, hace suponer que podría haber sido un género bastante frecuente en Europa. Su presencia en los registros polínicos es más bien escasa pero cabe señalar que muchos registros atribuidos al género Tilia podrían en realidad corresponder a Craigia.




Pollen-based vegetation reconstruction of the Rio Maior sub-basin during the Piacenzian (3.6–2.8 Ma).



En la Península Ibérica, su presencia ha sido puesta de manifiesto en el Plioceno de Rio Maior, donde parece haber estado presente en zonas próximas a pantanos y lagos junto a géneros como Alnus, Engelhardia, Liquidambar, Nyssa, Sapotaceae, Taxodium type, and Zanthoxylum (Vieira et al, 2018). En otras regiones de Europa parece que también estuvo asociado a bosques mesofíticos. Esto sugiere que el género Craigia tuvo en el terciario una mayor tolerancia ecológica que la especie actual, que se encuentra fundamentalmente en montañas calizas.



CraigiaFamilia: MalvaceaeOrden: Malvales

Árboles decíduos; yemas con escamas. Hojas largamente pecioladas; limbo elíptico u oblongo, coriáceo o papiráceo, venas basales 3, margen denticulado. Inflorescencias axilares, cimosas. Flores hermafroditas. Pedicelo articulado. Sépalos 5, carnosos, valvados. Pétalos ausentes. Androginóforo ausente. Estambres y estaminodios numerosos, en 2 o 3 verticilos, verticilo externo de 10 estaminodios, por pares, estambres internos 20, en 5 fascículos; filamentos ligeramente soldados; anteras 2-loculadas. Ovario súpero, 5-loculado, sésil; óvulos 6 por lóculo; estilos 5. Fruto una cápsula de 5 alas dehiscente, elipsoidal, loculicida, con alas nervadas, membranosas. 6. Semillas 1, 2, o 4 por lóculo, alargadas.





Ya hemos sugerido, al comparar el clima en el que viven sus actuales poblaciones con el de algunas regiones de la Península Ibérica que tienen un clima similar, que esta especie podría encontrar ya en algunos puntos de la Península y de Canarias lugares propicios para su desarrollo. Con el calentamiento global, esas áreas favorables se irán expandiendo por buena parte de Europa Central. Que yo sepa, sin embargo, no existe ningún individuo cultivado en nuestro país hasta la fecha.



Zerui Gao, Changqin Zhang and Richard I. Milne C (2010) / Size-class structure and variation in seed and seedling traits in relation to population size of an endangered species Craigia yunnanensis (Tiliaceae) / Australian Journal of Botany, 2010, 58, 214–223
Vieira M., Pound M. J. & Pereira D. (2018) / The late Pliocene palaeoenvironments and palaeoclimates of the western Iberian Atlantic margin from the Rio Maior flora / Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology, Vol. 495, pp. 245-258
Jing Yang, Yaling Chen, and Weibang Sun (2020) / Reintroduction of Craigia yunnanensis to Private Plots: An Innovative Case with Help from Local Volunteers / In: Conservation and Reintroduction of Rare and Endangered Plants in China / Springer Nature Singapore Pte Ltd, H. Ren (ed.)



Symplocos Familia: Symplocaceae Orden: Ericales

Arbustos o árboles de hoja perenne (decídua en Symplocos paniculata). Hojas en disposición espiralada o dística, simples; sin estípulas; margen del limbo entero, dentado, o glandular-dentado, vena media adaxialmente impresa o raramente plana o prominente. Inflorescencias en espigas, racimos, panículas o glomérulos, raramente flores solitarias. Flores actinomorfas, hermafroditas, raramente unisexuales, sostenidas por 1 bráctea y 2 bractéolas, raramente sin brácteas o con varias brácteas en la axila de la hoja. Ovario ínfero a semi-ínfero, 2--5-locular, habitualmente 3-locular, con 2-4 óvulos por lóculo. Lóbulos del cáliz (3)5, persistentes, valvados o imbricados. Corola blanca o amarilla, gamopétala pero dividida casi hasta la base (o hasta la mitad en Symplocos pendula); lóbulos (3)5(11), imbricados. Estambres numerosos, raramente 4 o 5, soldados a la base del tubo de la corola, monadelfo en el subgénero Symplocos, monadelfo a pentadelfo en el subgénero Hopea; filamentos distintos o en fascículos; anteras subglobosas, biloculares. Ovario generalmente con un disco apical con 5 glándulas, anular, cilíndrico o 5-lobado. Estilo 1, filiforme; estigma pequeño, capitado o con 2--5 lóbulos. Fruto una drupa. Semillas con endospermo copioso; embrión recto o curvo; cotiledones muy cortos.

eFloras (2022). Published on the Internet http://www.efloras.org [accessed 8 December 2022]. Missouri Botanical Garden, St. Louis, MO & Harvard University Herbaria, Cambridge, MA

Género con un área de distribución transpacífica (SE de Estados Unidos, Susamérica, SE de Asia y N de Australia), constituido por unas 250 especies que viven por lo general en bosques tropicales montanos húmedos. Durante el Terciario tuvo una distribución mucho más amplia, siendo uno de los géneros que aparece con cierta regularidad en los yacimientos neógenos del continente. En el Cuaternario desaparece de prácticamente toda Europa, sobreviviendo tan solo en la Península Itálica y la Cólquida.




Flores de Symplocos cochinchinensis, Mannavan Shola, Anamudi Shola National Park, Kerala. / Fotografía: Vinayaraj


En los sedimentos su presencia puede ser puesta en evidencia tanto por la palinología como por el estudio de los macrorestos, conservándose con cierta facilidad los endocarpos leñosos de sus frutos. También se han descrito huellas de hojas en algunos yacimientos realmente excepcionales. En base al estudio de los endocarpos, en una revisión realizada por Mai & Msrtinnetto en el año 2006, se pudieron distinguir en el Neógeno europea hasta 11 especies diferentes. La mayoría de ellas (7 especies) convivieron a comienzos del Mioceno y en el Mioceno Medio. En el Plioceno, sin embargo, tan solo 2 especies sobrevivían aún en Europa.






Distribución en Europa del género Symplocos durante el Neógeno.


A pesar del importante número de especies que incluye este género, son poquísimas las especies del mismo que se cultivan como ornamentales. La más popular es Symplocos paniculata, que se introdujo en los Estados Unidos a finales del siglo XIX y que ha llegado a naturalizarse en los bosques del NE de aquél país. Se trata de una especie que llama particularmente la atención por sus hojas verdes oscuras, sus fragantes flores blancas o cremosas, sus bayas de color azul zafiro y su corteza acorchada y rugosa de color marrón amarillento. En España no he encontrado ni rastro de ella. Ningún jardín botánico o arboreto menciona ninguna especie de este género. A pesar de ello, sí que se pueden encontrar con cierta facilidad semillas por internet de S. paniculata y de algunas otras especies.




Hojas y frutos de Symplocos paniculata. / Fotografía: Kristine Paulus / Licencia: Creative Commons BY


Si alguien ha intentado su cultivo en la Península Ibérica y tiene alguna información interesante al respecto, está invitado a compartir su experiencia en los comentarios de esta entrada...


(1) Mai D.H. & Martinetto E. (2006) / A reconsideration of the diversity of Symplocos in the European Neogene on the basis of fruit morphology / Review of Palaeobotany and Palynology, Vol. 140, pp. 1–26



Cuando los europeos solemos pensar en las coníferas, casi siempre solemos asociarlas a paisajes fríos o áridos. No en vano dominan las coníferas los grandes bosques boreales y subalpinos de todo el Hemisferio Norte. También son coníferas los únicos árboles que son capaces de sobrevivir en los páramos helados y secos de buena parte de la Península Ibérica o en las zonas más secas del SE ibérico. ¿Significa esto que no existen coníferas capaces de crecer en condiciones mucho más favorables, más húmedas y más cálidas? En absoluto. No hay que perder de vista que antes de que las Angiospermas dominaran las floras del globo, los bosques tropicales y subtropicales estaban dominados por coníferas y helechos. La mayoría de esas especies acabaron por desaparecer pero existen unas cuantas excepciones notables, como la especie/género que hoy examinamos en este blog.



Ramillas y cono femenino de Cryptomeria japonica, Royal Botanic Gardens Edinburgh, Scotland / Fotografía: S. Rae / Licencia: Creative Commons BY



El sugi (Cryptomeria japonica), es un árbol endémico de Japón que crece en suelos profundos y bien drenados, en condiciones climáticas cálidas y húmedas. Bajo tales condiciones, su crecimiento es muy rápido. Se introdujo hace ya más de 1000 años en China y en tiempos más recientes, ha sido introducido con notable éxito en las Azores. En Europa la especie se ha ensayado en distintos lugares, mostrando un buen comportamiento en toda la fachada atlántica, al ser la humedad atmosférica y del suelo el principal factor limitante para esta especie. Su óptimo climático en Japón se sitúa en regiones con una temperatura media de 12-14ºC y una precipitación media de 3.000 mm. En Europa, muestra un buen desarrollo en zonas no demasiado frías (temperatura media superior a 8-10ºC), con precipitaciones anuales superiores a 1.100 mm y una elevada humedad relativa.



El género Cryptomeria es claramente relictual y tuvo durante buena parte del Terciario una distribución euroasiática. Los restos fósiles más antiguos de este género datan del Eoceno y provienen de Kamchatka. Alcanzó durante el Terciario altas latitudes, siendo probablemente la aridificación el factor que más influyó en su definitiva desaparición del continente europeo. Tal como ocurrió con otros muchos géneros / especies, el género Cryptomeria logró sobrevivir durante parte del Cuaternario en la región mediterránea, la región del Cáucaso y del Mar Caspio, donde parece haber sobrevivido hasta el último periodo glaciar.



En la Península Ibérica, el sugi aún es un árbol forestal muy poco utilizado. Aunque ya se han plantado unas 455 ha con esta especie en el País Vasco (2), es fundamentalmente un árbol ornamental en otras regiones del norte. Se trata sin embargo de una especie destinada a jugar un papel mucho más importante en el futuro, junto a especies como Pseudotsuga menziesii, Sequoia sempervirens y Thuya plicata, al ser todas estas especies resistentes al nematodo de la madera del pino, que está arrasando las plantaciones de pino en algunas zonas de Europa y que ya hizo aparición en España en 2008 (3).



CryptomeriaFamilia: CupressaceaeOrden: Pinales

Árboles perennifolios, monoicos; tronco recto; corteza marrón rojiza a gris oscuro, fibrosa, que se desprende en largos jirones; copa piramidal u ovoide; ramas ± verticiladas, horizontales o erectas-patentes; yemas invernales pequeñas. Hojas persistentes 4 o 5 años, espiraladas y dispuestas en 5 rangos, patentes o dirigidas hacia adelante, subuladas, rectas o incurvadas en el ápice, superficies adaxiales y abaxiales convexas, superficies laterales algo aplanadas, carinadas, bandas estomatales presentes en las 4 superficies, base decurrente, ápice agudo. Conos masculinos axilares próximo al ápice de las ramillas de 2º año, generalmente agrupados en un racimo corto, terminal, sésil, oblongo, rojo ciruela que se vuelve amarillo cuando madura; microesporofilas numerosas, dispuestas en espiral; sacos polínicos (3)4 o 5(6). Conos femeninos terminales, solitarios u ocasionalmente agrupados, péndulos, sésiles, ± globosos, en forma de roseta y parecidos a las yemas vegetativas al abrirse, maduros en 1 año, persistentes 1-2 años, a menudo con la ramilla creciendo en la prolongación del el eje del cono; brácteas y escamas del cono soldadas; las brácteas aparecen en la mitad o la zona proximal de la superficie abaxial de las escamas del cono, triangulares, pequeñas; óvulos 2-5 por bráctea axilar; escamas del cono persistentes, en forma de escudo, cuneadas, engrosadas distalmente, leñosas, umbo con una espina central y 4 o 5(7) proyecciones en forma de dientes en el margen distal; escamas apicales pequeñas y estériles. Semillas irregularmente comprimidas-elipsoidales o triangular-elipsoidales, muy estrechamente aladas. Cotiledones (2 )3(4). Germinación epígea. 2n = 22*.





Es interesante notar que al menos dos de estos géneros (Sequoia y Cryptomeria) parecen haber estado presentes a principios del Cuaternario en la fachada atlántica de la Península (4). Su introducción en esta región, vista desde un punto de vista temporal algo más amplio que el que estamos acostumbrados a manejar, podría considerarse más una reintroducción que un introducción.




(1) Ding W.-N. et al. (2018) / A new fossil species of Cryptomeria (Cupressaceae) from the Rupelian of the Lühe Basin, Yunnan, East Asia: Implications for palaeobiogeography and palaeoecology / Review of Palaeobotany and Palynology, Vol. 248, pp. 41-51
(2) El bosque vasco en cifras 2018 / Informe de HAZI Fundazioa sobre el Inventario forestal del País Vasco-2018 / http://www.nasdap.net/inventarioforestal
(3) Díaz R. et al. (2017) / Susceptibilidad de seis especies de coníferas al marchitamiento del pino causado por Bursaphelenchus xylophilus / 7º Congreso Forestal Español. Gestión del monte: servicios ambientales y bioeconomía. Sociedad Española de Ciencias Forestales. Plasencia, Cáceres, Extremadura. 26-30 de junio de 2017.
(4) Alcalde Olivares C. et al. (2004) / Palaeoenvironmental interpretation of the Neogene locality Caranceja (Reocín, Cantabria, N Spain) from comparative studies of wood, charcoal, and pollen / Review of Palaeobotany and Palynology, Vol.132, pp. 133–157



Creado en 1772 por Erik Laxmann tras describir un pequeño árbol desconocido cultivado en los Jardines de Invierno de la Academia en San Petersburgo, el género Koelreuteria está constituido por 4 especies originarias de China, Taiwan y Fiyi. El árbol de los farolillos (Koelreuteria paniculata) fue una de las numerosas especies chinas cuyas semillas fueron enviadas por Pierre d’Incarville a distintas instituciones europeas. Las principales características de este género son sus hojas, pinnadas o bipinnadas, y sus frutos, unas cápsulas cuyas válvulas hinchadas y papiráceas son dehiscentes y permiten la dispersión de las semllas por el viento (anemocria). Los frutos maduros parecen pequeños farolillos, lo que le ha valido en español el nombre de "árbol de los farolillos", aunque también se llama a esa especie "jabonero chino", por la cantidad de saponina que contienen sus semillas.





Estas válvulas papiráceas son las que nos han permitido conocer la distribución pretérita de este género, al haberse conservado muy bien en distintos depósitos sedimentarios. Al tratarse de una especie entomófila, en efecto, no se encuentra ningún rastro de su polen en los depósitos sedimentarios. Se trata pues de un caso bastante similar al del ailanto, que tampoco aparece en el registro polínico. En base a la morfología de los frutos, se pueden dividir las especies del género Koelreuteria en dos grupos. Las especies del primer grupo (K. bipinnata, K. elegans, K. henryii) tienen cápsulas elípticas, ovado-elípticas o suborbiculares de ápice obtuso y septos de > 1/3 de la longitud total de las valvas (tipo bi-pinnata). El segundo grupo corresponde a Koelreuteria paniculata, cuyas cápsulas son ovadas, de ápice atenuado o agudo y un septo basal de ca. 1/3 de la longitud de la valva (tipo paniculata).




Impresiones de cápsulas de Koelreuteria macroptera del Maar de Randeck, Mioceno, Alemania.



Todos los restos fósiles encontrados en Europa han sido adscritos a la especie Koelreuteria macroptera, que tiene frutos del tipo paniculata. Se trata pues de una especie muy cercana a la actual Koelreuteria paniculata, posiblemente su antecesor directo, antaño distribuida por toda Eurasia.




Yacimientos europeos en los que se han encontrado restos fósiles de Koelreuteria macroptera (2).



Desde un punto de vista ecológico, existe una clara diferencia entre Koelreuteria paniculata, adaptada a climas más fríos y más secos que las demás especies del género, tal como demuestra el mapa de distribución de las 3 especies Chinas y la tabla que se muestra a continuación:




Distribución actual de las 3 especies del género Koelreuteria presentes en China. Amarillo: K. paniculata, lila: K. bipinnata, rosa: K. henryi.




KoelreuteriaFamilia: SapindaceaeOrden: Sapindales

Árboles o arbustos, monoicos o dioicos. Hojas imparipinnadas, caducas; folíolos 5-7 pares, opuestos o alternos, en general ± irregularmente serrados o ± divididos, rara vez enteros; con estípulas. Inflorescencias en tirsos terminales, rara vez axilares, con las flores agrupadas en cimas laterales; pedúnculos patentes, sin zarcillos en la base. Flores, zigomorfas. Disco nectarífero grueso, con el borde a veces crenado; pedicelos no articulados. Sépalos (4)5, valvados, los externos mas pequeños. Pétalos 4(5), ligeramente desiguales en su longitud, con 2 apéndices lobulados en la base de la cara adaxial; uña ± larga. Estambres (5-)8; filamentos largos, a menudo pelosos. Ovario con (2)3 carpelos; estilo 1 ± corto; rudimentos seminales 2 por carpelo; estigma trilobado o entero. Fruto en cápsula, loculicida, trígona - cónica, ovoide, elíptica o subglobosa -; pericarpo membranáceo, reticulado; semillas 1 por lóculo, globosas, de testa negra, sin arilodio.




En la Península Ibérica, el árbol de los farolillos (Koelreuteria paniculata) se planta a menudo en parques y jardines o como árbol viario. Se naturaliza con cierta facilidad, aunque de forma dispersa. Aunque el clima en su región de origen no es de tipo mediterráneo, no deja de ser un árbol capaz de desarrollarse en un rango de condiciones compatible con las que se observan en muchos puntos de la Península. Esta especie tiene realmente muchas posibilidades de asentarse de manera duradera en nuestro país. También se cultiva, localmente, Koelreuteria bipinnata, especie originaria del S de China algo más delicada que la anterior. Se puede observar, fundamentalmente, en distintos parques de Sevilla.



(2) Wang, Qi & Manchester, Steven & Hans-Joachim, Gregor & Shen, Si & Li, Zhen-Yu. (2013). Fruits of Koelreuteria (Sapindaceae) from the Cenozoic throughout the northern hemisphere: Their ecological, evolutionary, and biogeographic implications. American journal of botany. 100. 10.3732/ajb.1200415.



Representada en Europa por una única especie (el tejo) la familia de las Taxáceas, tomada aquí en un sentido amplio, presenta en otras partes del Hemisferio Norte una sorprendente diversidad de géneros y de especies. El máximo de diversidad se observa en China, donde están presentes 5 de los 6 géneros que constituyen esa familia (Amentotaxus, Cephalotaxus, Pseudotaxus, Taxus, Torreya). Tan solo falta en realidad el género Austrotaxus, endémico de Nueva Caledonia. Como era de suponer, gran parte de esa diversidad también estuvo presente en Europa antes de las glaciaciones, habiéndose documentado la presencia en Europa de géneros como Cephalotaxus, Amentotaxus, Taxus y Torreya, género del que trataremos hoy en este artículo.



Ramillas y frutos de Torreya nucifera var, spaherica. Arnold Arboretum, Universidad de Harvard, Boston, EE.UU.



El género Torreya puede distinguirse de los demás géneros de taxáceas por sus semillas completamente envueltas por el arilo (similar a Cephalotaxus) y el desarrollo de 2 conos femeninos axilares, sésiles (conos solitarios en los demás géneros, pedunculados o subsésiles). Se trata de árboles de tamaño pequeño a medio, alcanzando algunas especies una altura de hasta 35 m. Como se puede ver en el mapa, se trata de un género con una típica distribución disjunta, con 2 especies presentes en Norteamérica y otras 4 en Asia oriental. Muchas de ellas presentan un área de repartición bastante limitada, con un carácter marcadamente relictual. Desde un punto de vista ecológico, se trata de árboles que crecen en bosques más bien húmedos, donde crecen de forma dispersa, sin llegar a ser nunca dominantes.



La especie más amenazada de este género es sin lugar a dudas Torreya taxifolia, que malvive hoy en día en bosques de Florida en los que se encuentra gravemente amenazada por el ataque de un hongo, favorecido por el cambio climático. Estos bosques de Florida son refugios glaciares de los que la especie no logró salir tras la última glaciación. Las evidencia demuestran, sin embargo, que cultivada fuera de su área natural, esta especie crece muchísimo mejor y no se ve afectada por el ataque del hongo que está acabando con sus últimas poblaciones naturales. Esta constatación llevó un grupo de voluntarios apodado los Torreya Guardians a proponer un desplazamiento de esta especie hacia zonas situadas más al norte a lo largo de la cadena de los Appalaches. En los últimos años, se han plantado con éxito cientos de ejemplares en lugares situados a lo largo de toda la cadena de los Appaleches, prácticamente hasta la frontera canadiense. El éxito de esta iniciativa explica en gran medida el interés que está despertando poco a poco en la comunidad científica la idea de las migraciones asistidas (Migraciones asistidas).



Tronco del mayor ejemplar conocido de Torreya californica. Connie Barlow, creadora de los Torreya Guardians, sirve de escala.



Este género se conoce en el Hemisferio Norte desde el Jurásico y estuvo presente en Europa hasta el Plioceno, estando bien representado en los depósitos de esa época de Europa Central. Al ser un género relativamente poco tolerante al frío y que necesita humedad, las glaciaciones fueron letales en un continente como el Europeo, en el que no había rutas que le permitieran migrar y alcanzar posibles refugios. A eso hay que añadir que la dispersión de sus semillas no es tan sencilla como la de otras especies.



Distribución en Europa del género Torreya durante el Neógeno. Explicación de los símbolos en el menú de la derecha.



TorreyaFamilia: TaxaceaeOrden: Pinales

Árboles perennifolios, dioicos (ocasionalmente monoicos); ramas verticiladas; ramillas subopuestas o subverticiladas, con escamas de las yemas no persistentes en su base; yemas de invierno con varios pares de escamas decusadas. Hojas decusadas o subopuestas, dispuestas en dos hileras (dísticas), lineares o lineares-lanceoladas, basalmente torcidas, correosas, superficie adaxial ligeramente convexa con la vena media ± indistinta, superficie abaxial con dos bandas estomatales, canal de resina presente en el lado abaxial del haz vascular, base decurrente, ápice fuertemente acuminado. Conos masculinos axilares, solitarios, brevemente pedunculados, elipsoidales o brevemente columnares; microesporófilos en 4-8 verticilos con 4 microesporófilos cada uno; sacos polínicos (3)4, marginales, péndulos. Estructuras portadoras de las semillas por pares en las axilas de las hojas, sésiles, cada una con 2 pares de brácteas decusadas y 1 bráctea lateral; óvulo 1, erecto. Arilo suculento, base de arilo con brácteas persistentes. Semilla que madura el otoño del 2º año, parecida a una drupa, completamente encerrada dentro del arilo; tejido del gametofito femenino ruminado o no. Cotiledones 2. Germinación hipógea. 2n = 22.




Al ser muchas especies relativamente raras en su área de origen, son lógicamente las dos especies más frecuentes del género las que se pueden encontrar cultivadas en Europa, o sea Torreya nucifera originaria de Japón y Torreya californica originaria de California. De estas dos especies son lógicamente también las semillas que se pueden comprar por internet. No tengo mucha información acerca de su cultivo en España pero parece que por ahora se trata de especies muy raramente cultivadas. No tengo ninguna experiencia acerca de las dificultades que puede suponer cultivarlas. Si alguien lo ha intentado y desea compartir su experiencia aquí...
Al hablar del cambio climático y de sus posibles consecuencias, se hace sobre todo mucho hincapié en los efectos directos que puede tener la subida de las temperaturas sobre la salud de los árboles. Esa subida de las temperaturas ha tenido como consecuencia más visible un alargamiento del verano que, en los últimos 40 años, se ha alargado prácticamente 5 semanas, obligando los árboles a funcionar a pleno rendimiento durante más tiempo pero con la misma cantidad de nutrientes y una cantidad de agua menguante. Al aumentar las temperaturas, en efecto, la evapo-transpiración aumenta y eso explica que aunque en muchas regiones no disminuyan las precipitaciones, sí esté aumentando la aridez. Ese aumento progresivo de la aridez también se acompaña de periodos de sequía prolongados en zonas en las que antes eran prácticamente inexistentes y está llevando al límite a muchas especies particularmente sensibles a la sequía, que hoy se ven obligadas a tirar de sus reservas en momentos en los que supuestamente el árbol debería estar constituyéndolas.



Gráfica que ilustra el alargamiento del verano en Madrid, durante el período 1971-2018. Autor: César Rodríguez Ballesteros (http://climaenmapas.blogspot.com)



El verano de 2018 no solo mostró, en muchas regiones de Europa, los terribles efectos de la sequía en zonas que raramente sufrían de la escasez de agua, sino también los efectos directos del calor. En el sur de Francia las hojas de muchas especies de árboles y arbustos (entre ellas las cultivadas) se quemaron literalmente al no poder aguantar los más de 45 grados de temperatura a los que se vieron sometidas durante largas horas. Con tales temperaturas, en efecto, nos situamos muy cerca del límite que se considera letal para cualquier árbol. Tales temperaturas no hacen sufrir al árbol. Lo queman directamente. Las altas temperaturas y el estrés hídrico creciente al que se ven sometidos muchos árboles provocan a la larga un debilitamiento del árbol que acaba siendo mucho más vulnerable al ataque de las plagas. Este aspecto "biológico" del problema es sin lugar a dudas el que más daño está causando actualmente y no necesariamente lo asociamos al cambio climático. La relación entre ambos, sin embargo, es más que evidente, apareciendo a menudo esas plagas en zonas en las que los árboles afectados se encuentran prácticamente al límite de sus posibilidades.



Viñedos calcinados por la canícula en el departamento del Gard, Francia, en el verano de 2018.



El resultado de la repetición de sequías y de episodios de altísimas temperaturas ha sido una hecatombe sin precedentes en muchos bosques centro europeos que podría llevar a corto plazo a la total desaparición en cotas bajas de especies como el haya, el abeto y la pícea. La rapidez de estos cambios ha dejado en evidencia a muchos ingenieros y biólogos, que llevaban años hablándonos de la resiliencia del bosque y de las especies que los constituyen. Hoy sabemos que unos cuantos veranos excepcionales pueden acabar con poblaciones enteras y esa es probablemente una de las principales lecciones que hemos aprendido estos últimos años y nos obliga ya a replantearnos nuestra forma de gestionar nuestros bosques.



Muerte masiva de hayas en un bosque del jura suizo en 2019.



Consecuencia del debilitamiento de muchos árboles y de la diminución de las temperaturas invernales, muchos insectos han visto sus poblaciones aumentar considerablemente, convirtiéndose en muchos lugares en auténticas plagas que no solamente afectan a los árboles debilitados sino que también atacan, por su proliferación, a los árboles sanos circundantes. Esto se ha podido ver con mucha claridad en la Sierra de Baza, donde los insectos atacaron no solamente a los pinos, sino también a especies como las secuoyas y los cedros del Atlas, que han sobrevivido y se están ahora recuperando, colonizando de paso el vacío dejado por los pinos. El frío ha sido siempre el factor limitante en el desarrollo de muchas especies de insectos, cuyas larvas mueren de forma masiva durante los inviernos fríos. Con el cambio climático, su tasa de supervivencia ha aumentado considerablemente. Y si, además, se encuentran con comida abundante cuando salen de su letargo invernal, están reunidas las condiciones perfectas para que se produzcan episodios catastróficos como el de la Sierra de Baza.

La inesperada "ayuda" del COVID-19

Este año ha sido, además, un muy mal año en muchas regiones europeas, en las que no se han podido llevar a cabo las tareas de limpieza y de lucha contra las plagas. Esto ha llevado a una inusual proliferación de las mismas. En Europa central, por ejemplo, el barrenillo tipógrafo (Ips typographus) está causanda auténticos estragos en las coníferas afectadas por las sequías de 2018 y de 2019 sin que haya realmente manera de evitarlo. Se pueden mitigar los efectos de esta plaga poniendo trampas y limpiando el bosque pero la realidad es que el insecto se aprovecha del mal estado de los árboles. Las plagas, por lo general, son el síntoma y no la causa del mal estado de los árboles. Aunque se puede soñar con luchar de alguna manera y localmente contra esas plagas, lo cierto es que no se puede evitar su expansión si se dan las condiciones para ello. Desde ese punto de vista, nadie puede evitar que en Europa central desaparezcan especies como las ya citadas (hayas, píceas y abetos) y nadie podrá evitar que la seca acabe eliminando encinas y alcornoques de vastas superficies de la Península Ibérica.



El incremento progresivo del papel de los insectos en el deterioro de la salud de los árboles se puede ver perfectamente en el gráfico anterior. Este gráfico muestra una estadística del volumen de madera dañada en Alemania y su principales causas. Este gráfico ilustra bien lo que ya hemos evocado aquí acerca de la creciente evidencia del cambio climático en los bosques europeos. Aunque el gráfico solo muestra la evolución en Alemania, es muy representativo de lo que está ocurriendo en buena parte de Europa Central. En azul se muestra el volumen dañado por los insectos, en rojo por el viento y en negro otras causas como pueden ser los incendios o los efectos directos del calor. El "pico" de 2007 corresponde a los efectos de la tempestad Kyrill. Pero es sobre todo en los últimos 10 años que los daños causados por los insectos y otras causas han ido aumentando sostenidamente. Las olas de calor y las sequías prácticamente anuales han debilitado a muchos árboles en Europa Central, haciendo peligrar la supervivencia de especies como el haya, el abeto y la pícea en amplias zonas de baja altitud. En nuestro país, ya hemos visto que tales episodios de muerte masiva ya han ocurrido. No tener en cuenta que esto puede volver a ocurrir podría seriamente amenazar una especie como el pinsapo, por poner el ejemplo más emblemático que tenemos en nuestro país.

Plagas y enfermedades emergentes

El aumento de la temperatura unido al considerable incremento de los intercambios de bienes y de personas de una región a otra del mundo también favorece la aparición de plagas y enfermedades nuevas cuyos efectos vienen a añadirse a los del cambio climático. Los fresnos, por ejemplo, están en horas bajas debido a una plaga que los afecta específicamente. Lo mismo les ocurre a los olmos y los castaños desde hace bastante más tiempo. Estamos atravesando unos inciertos tiempos de plagas y nadie sabe a ciencia cierta que saldrá de todo esto. Todos somos conscientes de que la subida de las temperaturas y la proliferación de plagas van a modificar radicalmente la composición específica de nuestros bosques. Empeñarse en querer mantenerlos tal como eran no parece, en tales circunstamcias una muy buena idea. Impedir que nuevas especies, mejor adaptadas a las condiciones emergentes tomen el relevo de las actuales, que tendrán que refugiarse en regiones que les son más favorables, significaría renunciar a los serviccios ecosistémicos que nuestros ecosistemas nos ofrecen actualmente y que podrían llegar a desaparecer en un futuro no muy lejano si impedimos cualquier tipo de evolución de los mismos.

Al tratar de muchos géneros paleoautóctonos en precedentes artículos, a menudo hemos constatado que la desaparición de esos taxones fue más temprana en el oeste de la Cuenca Mediterránea que en el este de la misma. Algunos de estos taxones, como el que hoy presentamos, aún persiten en el este de la Cuenca Mediterránea, explicando la mayor diversidad de los bosques en el otro extremo de la cuenca mediterránea. Se trata, en muchos casos, de especies particularmente interesantes para nosotros, al ser elementos típicos de la flora mediterránea io submediterránea. La especie que hoy nos ocupa, el carpe negro (Ostrya carpinifolia) alcanza el límie occidental de su área de repartición actual en la región de Niza (SE de Francia).



Mapa de distribución del carpe negro (Ostrya carpinifolia).


En la parte más septentrional de su rango el carpe negro se comporta como una especie pionera que coloniza lugares soleados y cálidos, mientras que en la región mediterránea, en cambio, se trata de una especie de semisombra que prefiere prefiere lugares con algo de humedad. Suele crecer en zonas rocosas y en suelos poco profundos, formando el sotobosque de los bosques de Pinus nigra o siendo un componente de los bosques submediterráneos caducifolios, en los que convive con especies como Carpinus orientalis, Fraxinus ornus, y Quercus pubescens. Al examinar el mapa de máxima idoneidad realizado para esta especie (1), nos damos cuenta que varias regiones de la Península Ibérica presentan condiciones muy favorables para la superviviencia de esta especie. Entre ellas destaca Cataluña que, curiosamente, también es la región en la que esta especie estuvo presente hasta el Pleistoceno Medio. No se trata, claramente, de ninguna coincidencia.



Mapa de idoneidad del carpe negro (Ostrya carpinifolia). Los tonos azulados muestran las zonas más favorables al desarrollo de esta especie.


Su distribución antes de las glaciaciones era en cambio mucho más amplia que la actual, estando no solamente presente en el Oeste de la cuenca mediterránea, sino también en buena parte de Europa Central, donde probablemente encontraría localmente (zonas algo más secas o con buen drenaje) las condiciones necesarias a su desarrollo.


Distribución en Europa del género Ostrya durante el Neógeno. Las edades se pueden ver en el menú de la derecha.


A pesar de ser una especie perfectamente adaptada a nuestro clima, no parece curiosamente haber despertado mucho interés en España por parte de nuestros ingenieros forestales. Es evidente que no se trata de una especie "noble" cuya madera sea de buena calidad, ni alcanza los tamaños de otras especies de árboles más deseados. Se trata sin embargo de una especie capaz de colonizar terrenos calizos y magnésicos secos y muy útil para reforestar terrenos degradados. Como ornamental, apenas hay unos cuantos ejemplares desperdigados por nuestra geografía, cosa que no deja de ser muy llamativa para una especie mediterránea tan bien adaptada a nuestro clima.

OstryaFamilia: BetulaceaeOrden: Fagales

Árboles caducifolios; corteza escamosa, áspera. Yemas ovoideas, con muchas escamas superpuestas. Hojas irregularmente y doblemente dentadas, a veces lobuladas. Inflorescencias masculinas péndulas, agrupadas en el ápice de las ramas, delgadas, desnudas durante el invierno; brácteas superpuestas, cada una subtendiendo una flor; perianto ausente; estambres 3 a 14; filamentos hendidos en 2 en el ápice, insertos en la base de las brácteas; anteras con 2 lóculos separados, pubescentes en el ápice. Inflorescencia femenina terminal, racemosa; flores pareadas; brácteas superpuestas, sacciformes, infladas, membranosas, con venas reticuladas y pelos rígidos en la base, generalmente lobuladas en el ápice; cáliz soldado al ovario. Nuez estrechamente oblonga, estrechamente ovoide, ovoide-elipsoidal, u obovoide, acanalada, completamente envuelta por la bráctea.




Especie claramente infravalorada en nuestro país, el carpe negro bien se merecería que le prestemos más atención. Podría en muchas regiones aportar algo de diversidad a unos bosques dominados casi exclusivamente por los robles marcescentes y contribuir así a aumentar un poco la resiliencia de esos bosques.



(1) Salvatore Claudio Pasta, Daniele de Rigo, Giovanni Caudullo (2019) / Ostrya carpinifolia in Europe: distribution, habitat, usage and threats / n book: European Atlas of Forest Tree SpeciesPublisher: Publication Office of the European Union, LuxembourgEditors: Jesus San-Miguel-Ayanz, Daniele de Rigo, Giovanni Caudullo, Tracy Houston Durrant, Achille Mauri



Ya era hora, tras casi dos años de silencio, que hiciera un pequeño resumen de lo que he podido aprender / observar durante este tiempo plantando árboles en mi barrio. Contrariamente a mi planteamiento inicial (Primer año plantando árboles), he renunciado por completo a plantar árboles en la zona estrictamente urbana, ya que me los han cortado sistemáticamente y no merece la pena perder tiempo en plantar árboles valiosos condenados de antemano. Así que he centrado todos mis esfuerzos en el pequeño descampado que tengo cerca de casa, donde mis arbolitos pueden crecer tranquilamente sin atraer la atención de nadie o de casi nadie. Además, he tenido la inmensa suerte este año de que los jardineros respetaran los arbolitos que había plantado, gracias probablemente a que los tenía debidamente protegidos con vistoso protectores que hasta ahora parecen haber desempeñado perfectamente su papel. Saludo desde aquí al equipo de jardineros que se ocupa de esta zona y les doy las gracias por su comprensión.



Antes de pasar a contaros qué dieron de sí las distintas especies que he testeado en este descampado, quisiera hacer aquí una pequeña puntualización destinada a todos aquellos que preguntan siempre porqué no planto especies autóctonas. Lo primero que hay que remarcar es que nos situamos aquí en pleno piso mesomediterráneo y que la especie arbórea que naturalmente todos te aconsejan plantar es la encina. Pues bien, no vayáis a pensar que nadie lo haya intentado. En la fotografía anterior podéis ver unas cuantas encinitas plantadas aquí hace unos 10-20 años. Como podéis ver, las pobres no pasan de simples arbustos. Alguno de los árboles que he plantado yo estos últimos años ya las sobrepasa holgadamente. Plantar encinas en un auténtico suelo puede que sea una buena idea pero sobre escombros como los que se acumularon aquí, francamente, no tiene mucho futuro. En la misma fotografía podéis ver algunos olmos de Siberia que han crecido espontáneamente en ese mismo lugar y qué queréis que os diga, no me hace falta plantar más encinas para llegar a una conclusión que esta fotografía evidencia con crudeza. Lo que a mí me interesa es testear especies que aún no conozco y cuyo comportamiento en este clima me interesa investigar. Aprender cosas nuevas e inéditas que puedan algún día ser de utilidad. Así que veamos qué he aprendido estos últimos años...



Braquiquito (Brachychiton populneus)

Imposible no empezar este pequeño resumen sin hablaros del braquiquito y, en particular, del ejemplar al que ya me refería en el anterior artículo. Tal como explicaba entonces, tras plantarlo en el descampado, este pequeño braquiquito (el único que sobrevivió de los plantados en 2018) sufrió una serie de percances que ningún otro árbol hubiese sido capaz de sobrellevar. Fue devorado dos veces por los conejos, cortado por los subcontratas que cortaron la hierba del descampado y finalmente incendiado. En agosto de 2018, no quedaba casi nada de él: tan solo un pequeño muñón que apenas sobresalía del suelo pero del que ya brotaban pequeñas hojas tiernas:



El caso es que en la siguiente primavera emitió un tallo nuevo que creció rápidamente durante la primavera de 2019, hasta alcanzar aproximadamente una altura de 1,20 m. Las fotografías que reproduzco aquí os muestra su posterior desarrollo, entre los meses de agosto de 2019 (fotografía de la izquierda) y el mes de agosto de 2020, en el que alcanza ya aproximadamente 2,10 m. Un crecimiento muy interesante teniendo en cuenta que se trata, a priori, de una especie perfectamente adaptada a las condiciones de sequía de este lugar. Eso sí, para lograr este crecimiento he tenido que aportar agua en los meses de verano. La idea, sin embargo, es lograr primero que el árbol arraigue bien y desarrolle un potente sistema radicular. Una vez logrado esto, ya podré ir pensando en prescindir de los riegos.



Aparte de este primer braquiquito, volví a transplantar esta primavera varios ejemplares que sembré el año pasado y de momento todos muestran un buen aspecto, a pesar de no haber crecido mucho (el qué más alcanza una altura de unos 30 cm). Claro que esta fase inicial me la perdí por completo en el caso del primer ejemplar que os describía. Me imagino pues que tras este primer año de crecimiento moderado, darán el estirón el año que viene, tal como ocurrió con el primero. Estoy realmente muy impaciente por ver como estos árboles van a cambiar el paisaje en la parte del descampado en la que están, porque los planté voluntariamente en una zona muy complicada en la que ni tan siquiera logra establecerse de manera duradera ningún tipo de vegetación herbácea. Lograr que aquí crezcan estos árboles sería un logro importante. La respuesta la tendremos en muy pocos años. De momento los arbolitos tienen buena pinta y espero reforzar esta pequeña población la primavera que viene con los ejemplares nacidos de las últimas semillas que me traje de Barcelona.



Árbol de la gutapercha (Eucommia ulmoides)

Tras un primer intento algo frustrante en 2018 por culpa de las numerosas bajas que sufrí sobre el terreno por culpa de los conejos y de los jardineros, volví a plantar la primavera siguiente un par de eucommias que se habían quedado sobre mi terraza. Una de ellas la planté en un lugar relativamente expuesto al sol y la otra en el sotobosque de un pequeño bosquete de álamos. Ambas bien protegidas por su correspondiente protector. El crecimiento de ambas fue satisfactorio durante el año 2019 aunque relativamente lento. Curiosamente, la más expuesta al sol fue la que mostró mayor vigor. 2019 acabó, sin embargo, con una nota amarga: un conejo logró colarse por debajo del protector cavando una galería en su base y dejó sin hojas la eucommia del sotobosque, que quedó reducida a un palito de unos 10 cm de altura. No eché la toalla, sin embargo y confié en que se recuperaría el año siguiente, cosa que efectivamente hizo emitiendo en primavera un largo tallo de unos 50 centímetros que ahora asoma del protector. La otra eucommia, que muestra un crecimiento de lo más anárquico, es todo un espectáculo y parece haberse enraizado muy bien, puesto que en ningún momento del año ha nostrado ningún síntoma de estar sufriendo por la falta de agua. EL verano del año pasado se quedó más de 2 semanas y media sin regar en lo más fuerte del verano (estaba yo de vacaciones) y ni se inmutó. Realmente, me da la sensación que una vez bien establecida, esta especie debería ser capaz de aguantar los meses de sequía estival que caracterizan nuestro clima, un poco al estilo del olmo de Siberia, con mala pinta si llega a pasar sed pero aguantando el tipo hasta que por fin cae la lluvia.



Como bien sabrán los que siguen este blog, la eucommia es una especie "paleoautóctona" que ya estuvo presente en nuestro país en el pasado (desaparecio en el Pleistocen Medio) y mi sensación es que sería perfectamente capaz de sobrevivir en una amplia gama de climas del continente europeo. El experimento sigue y ya veremos qué da finalmente de sí esta especie, de la que he vuelto a plantar más ejemplares en distintos puntos del descampado. Lo único que puedo decir por ahora es que parece aguantar bastante bien el hecho de ser transplantada y que parece tener una buena capacidad a aguantar la sequía una vez bien establecida.



Tipa (Tipuana tipu)

Mi intento de plantar tipas en el descampado a partir de semillas traídas de Barcelona fue un auténtico desastre, tal como lo relataba ya en el anterior artículo que escribí. Tan solo sobrevió una sobre mi terraza, donde estuvo vegetando casi 2 años y a la que se le había roto el tallo principal. A pesar de su mal aspecto, decidí, sin embargo, darle una oportunidad. Más que nada por ni tirarla a la basura así sin más. Aunque los jardineros respetaron todos los árboles que había plantado, este lo vieron en el último momento y perdió unas cuantas hojas. Aún así, me está sorprendiendo. La fotografía que muestro a continuación muestra su aspecto actual, con varios tallos creciendo y muchas hojas desarrollándose. Lástima que me quedase sin semillas y que no sepa cuando podré volver a Barcelona o a Valencia. Ojalá el año que viene hayamos logrado por fin salir del bache actual y pueda yo volver a recoger semillas de las especies que crecen en sus calles...





Pacanero (Carya illinoinensis)

Novedad en el descampado, este año por fin me he decidido a plantar unos cuantos pacaneros en la zona más húmeda del descampado, protegidos por árboles como álamos y sauces. Planté tres pero a uno de ellos no pude ponerle protector. Al día siguiente los conejos ya se lo habían comido... Por ahora tengo poco que contar. No tienen, que digamos, muy buen aspecto. No han crecido casi nada pero sospecho que todo el esfuerzo se concentra bajo tierra por el momento. Así que mientran sobrevivan, hay esperanza de verles crecen con algo más de vigor la próxima primavera.



Estos pacaneros nacieron de semillas recogidas en el Jardín del Príncipe de Aranjuez, donde esta especie se plantó hace ya varios siglos. No se trata pues de ninguna variedad "mejorada" sino de un fenotipo bastante próximo al natural. Aún así, hay que tener en cuenta que esta especie lleva siglos, por no decir milenios, siendo manejada y favorecida por las poblaciones autóctonas de Norteamérica. De cara al futuro del descampado, conseguir que estos pacaneros salgan adelante sería muy interesante teniendo en cuenta el recurso que representan su nueces, tanto para nosotros como para la fauna del barrio.



Pterocaria del Cáucaso (Pterocatya fraxinifolia)

Por fin he podido plantar este año mi primera petrocaria del Cáucaso. Tengo otra preparada sobre la terraza que no me dio tiempo transplantar antes del confinamiento y que transplantaré este otoño. En este caso no hay ninguna duda acerca de su necesidad de poder disponer constantemente de agua y la he plantado directamente a la orilla del pequeño arroyo que nace en el descampado, cosa que no hice con el ahuehuete en su día y de lo que me arrepiento un poco hoy.



La pterocaria es para mí una de las especies "paleoautóctonas" más emblemática. Volvió a reconquistar sus antiguos dominios en prácticamente todos los periodos interglaciares y me parecía importante asegurar su presencia teniendo agua a disposición de forma permanente. Al menos hasta ahora.



Ahuehuete (Taxodium mucronatum)

El estado actual del único ahuehuete que tengo plantado en el descampado me tiene muy preocupado. Me había confiado yo mucho en los casi 3 años que lleva plantado sin necesitar ni un solo riego. Este verano, sin emabrgo, se me ha secado casi por entero. Tengo la sospecha de que la sequía a menguado sensiblemente el caudal del pequeño arroyo y que este árbol ya no recibe el agua de la que disponía anteriormente. Así he montado una especie de operación "Salvar al Soldado Ryan" para evitar que se me muera. Lo veo muy complicado pero las puntas del tallo y de las ramas tienen bastante buena pinta. Si sobrevive, este invierno intentaré desviar ligeramente el arroyito para que llegue un hilito de agua al pie del ahurhurte. Tengo, de todos modos, varios ejemplares sobre la terraza que podrían sustituirle (y que no sé donde plantar, sea dicho de paso)...





Algarrobo (Ceratonia siliqua)

Al ensayar esta especie estoy en realidad siguiendo la misma lógica que con el braquiquito. He escuchado tantas veces aquello de que esta especie no está adapatada al clima demasiado frío del centro de la Península, que he decidido verificarlo y no dejarme guiar por suposiciones. Tengo unos cuantos dispersos por el descampado que de momento no parecen dar señales demasiado positivas. Ya veremos la próxima primavera si por fin se "arracan" a crecer un poco más...



Árbol de la vida (Platycladus orientalis)

Frecuente en los parques del barrio, tenía yo curiosidad por saber si sería capaz de sobrevivir en condiciones más difíciles que la de los parques. En teoría y basándome en los datos de la literatura esta especie es teorícamente capaz de sobrevivir con niveles de precipitación muy similares a los del centro de la Península. Eso sí, tal vez mejor repartidas. El dato más esperanzador que encontré y que me convenció de llevar a cabo el ensayo es el de su presencia en el Norte de Irán, en zonas de clima mediterráeo en las que convive con el ciprés (CUptessus sempervirens). Tenía que salir de dudas pero solo me dio tiempo, antes del confinamiento, de plantar un único ejemplar. Los demás están tranquilamente esperando sobre la terraza a que llegue el otoño para transplantarlos. Es pues un poco temprano aún para sacar ningún tipo de conclusión. Eso sí, el ejemplar que transplanté en el descampado aún sigue vivo.





GIngko (Ginkgo biloba)

Con el ginkgo acabo esta vueltecita por el descampado. De todas las especies, es la que más dudas tengo en cuanto a su viabilidad. En realidad lo que estoy haciendo es plantarlo en una diversidad de condiciones para intentar entender mejor cual es el límite de lo que aguanta. O sea, que cuando deje de darles riegos veraniegos, puede que se me mueran todos. Es lo que tiene este jueguecito. También se aprende algo de los errores que uno comete...



Pues nada, aquí acabamos esta pequeña visita virtual del descampado. No sé, claramente, qué quedará de todo esto dentro de 5 o 10 años. Pero como ya lo decía anteriormente, la plantación de estos árboles es ante todo un experimento. Mentiría diciendo que no me haría ilusión que algunos de ellos me sobrevivieran, pero soy consciente que todo esto es una apuesta que tiene tantas posibilidades de salir mal como de salir bien...
En esta serie dedicada a las especies paleoautóctonas, nos hemos centrado sobre todo hasta ahora en describir las especies arbóreas que poblaron los bosques del Terciario de nuestro continente. Nos hemos olvidado, al hacerlo, de un elemento fundamental en los bosques tropicales y subtropicales: las especies trepadoras leñosas. Este artículo lo dedicaremos pues a un género que pertenece a una familia que, sin embargo, conocemos muy bien y que es de vital importancia en nuestra economía: las Vitáceas, familia de la vid, cuyo antecesor silvestre es el único representante de esta familia en Europa. Esta familia tiene una distribución esencialente tropical y subtropical y está constituida por 12 géneros y aproximadamente 700 especies. Existen sin embargo dentro de esta familia algunos géneros y especies en las zonas templadas del Hemisferio Norte, como el que hoy os propongo descubrir...



Hoja de Parthenocissus quinquefolia en otoño.



Es probable que en algún paseo por vuestra ciudad en algún momento os hayáís fijado en la presencia de una planta trepadora de hojas compuestas que se suele a menudo utilizar para tapizar muros enteros. En otoño esas hojas se colorean de vivos colores y la planta se cubre de pequeños racimos de bayas negruzcas que le han valido el nombre popular de "parra virgen" que se le suele dar. Unos frutos muy apetitosos para muchas aves, que han propagado extensamente esta especie y favorecido su naturalizadión en numerosos lugares del continente europeo. Tanto es así que ha sido declarada invasiva en muchos países. La parra vírgen (Parthenocissus quinquefolia), sin embargo, pertenece a un género que presenta un área de distribución típicamente disyunta, y, como ya habréis adivinado, también estuvo presente en Europa antes de las glaciaciones.



Área de distribución del género Parthenocissus, que muestra la disyunción entre Asia y América (1).



El género Parthenocissus incluye tanto a especies termófilas como a especies adapatadas a climas más templados. En Europa, su presencia durante el Neógeno parece haberse circunscrito a la región perimediterránea, sugiriendo más bien la presencia de especies termófilas.



Distribución en Europa del género Parthenocissus durante el Neógeno.



Se han descrito en este género unas 12 especies, 9 en Asia y 3 en Norteamérica. El análisis filogenético de este género muestra que la separación geográfica de esas dos poblaciones ha sido fundamental en la evolución de las especies de este grupo. Las especies del clado americano se caracterizan por tener hojas compuestas con 5 a 7 folíolos en cuanto que las especies asiáticas a menudo muestran un número más reducido de folíolos, siendo unifoliolaas en algunas especies como Parthenocissus tricuspidata, la otra especie del género comúnmente cultivada en nuestro país, que es originaria de Japón, Corea, y el sur y este de China.

Pared tapizada por Parthenocissus tricuspidata. Árbol filogenético del género Parthenocissus en el que se ha reportado el número de folíolos de cada especie (1).



En la Península Ibérica se cultivan a menudo las dos especies ya citadas (P. quinquefolia y P. tricuspidata) así como P. inserta y P. henryana, ambas originarias de Asia. Las tres primeras de estas especies se han naturalizado ya en diversas partes del territorio (2) y vista la facilidad con la que se propagan, fruto de su interacción con la avifauna, es de suponer que este género se irá asentando cada vez más en nuestro continente.



(1) Ze-Long Nie et al. (2010) / Molecular phylogeny and biogeographic diversification of Parthenocissus (Vitaceae) disjunct between Asia and North America / American Journal of Botany 97(8): 1342–1353
(2) Laguna Lumbreras E. (2005) / Anotciones sobre el género Parthenocissus (Vitaceae) / Toll Negre 5: 12-20



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SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

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