Hace poco más de 34 años, el 26 de abril de 1986, saltaba por los aires el reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil, en Ucrania, y se desencadenaba el que ha sido el peor accidente nuclear hasta la fecha. A consecuencia de ese accidente, se tuvo que desalojar toda la población humana alrededor de la central en un radio de 30 km, en lo que aún hoy se conoce como "zona de exclusión".
Aunque en un principio la alta radiación tuvo efectos adversos en muchos organismos - las aves en particular sufrieron un fuerte descenso poblacional - con el paso de los años la naturaleza fue poco a poco rehaciéndose en los terrenos contaminados hasta convertir la zona de exclusión en un auténtico paraíso natural, demostrando que sin la intervención humana, la naturaleza es perfectamente capaz de prosperar y de autoregularse. Lo que más ha llamado la atención es que en pocos años han vuelto a poblar este espacio prácticamente todas las especies que constituían la fauna original del lugar, regresando a estas tierras especies tan emblemáticas como el bisonte, el castor, el lobo y, más recientemente, el oso. El hombre, por otra parte, propició el regreso de especies como el caballo de Przewalski, que hoy en día goza de una salud ejemplar tras una primera época algo difícil en la que fue perseguido por los cazadores furtivos.
Una manada de caballos Przewalski, entre los matorrales de la zona aledaña a Chernobyl. (Crédito: Tatyana Deryabina)
El caso de Chernóbil no es único en el mundo, existiendo otro gran "parque involuntario" en la frontera de las dos Coreas, donde se preserva actualmente una de las mejores muestras de bosque templado húmedo, que alberga especies tan emblemáticas y tan raras como el ciervo almizclero siberiano (Moschus moschiferus), la grulla cuelliblanca (Antigone vipio), la grulla de Manchuria (Grus japonensis), el oso negro asiático ( (Ursus thibetanus)), el buitre negro (Aegypius monachus) o el goral de cola larga (Naemorhedus caudatus). El futuro de dicha zona, que algunos quisieran transformar en un gran parque nacional tras la reunificación de la Península, no está claro. Es probable, lamentablemente, que sin la protección que le otorga el miedo a una guerra, ese pedacito de paraíso acabe despareciendo.
Un grupo de grullas cuelliblancas en el condado de Cheorwon, provincia de Gangwon. Fotografía: Jeon Heon-kyun/EPA
Más cerca de nosotros, una simple valla de piedra separa las tierras sobrexplotadas y yermas del campo madrileño del pequeño pedazo de bosque mediterráneo que rodea El Pardo y el palacio de la Zarzuela. Una perfecta ilustración del efecto de la sobre-explotación a la que se vieron sometidas muchas zonas de nuestro país y del planeta. Durante milenios, hemos privilegiado un modelo de explotación extractivista, en el que la naturaleza era considerada como un simple recurso, sin preocuparnos demasiado por los efectos que tendría el interrumpir los grandes ciclos de la naturaleza. El resultado ha sido una degradación y un empobrecimiento de los suelos, de la flora y de la fauna que han dejado irreconocibles muchas regiones del planeta.
De no ser por el estricto nivel de protección del que goza, es muy probable que el monte del Pardo presentaría hoy en día el mismo aspecto desolador que muchas áreas colindantes.
Sin embargo, tal como demuestran los ejemplos que hemos citado al comienzo, con un poco de buena voluntad y un cambio radical de actitud, ese tipo de situación se puede revertir en gran medida con tan solo restablecer los ciclos de la naturaleza que hemos interrumpido. Y como se ha podido ver en todas estas zonas, lo primero en restablecerse tras desaparecer el Hombre es la pirámide trófica. Sin la hecatombe provocada cada año por los cazadores, pronto vuelven a ocupar los distintos componentes de esa pirámide el lugar que les corresponde. Resulta muy llamativo, viendo lo que pasa en estos lugares, que en algunas regiones de España el lobo no sea capaz de recolonizar sus antiguos territorios a pesar de darse para ello todas las condiciones necesarias. Esto se debe, claramente, a la presión ejercida, legal o ilegalmente, por los cazadores. Quitémonos de una vez por todas de encima esa lacra y veremos entonces como vuelven a llenarse de vida nuestros ecosistemas.
1) No se utilizan abonos ni fertilizantes químicos. La tierra se enriquece gracias al reciclaje in situ de la materia orgánica producida por las plantas que se cultivan o que crecen en el lugar o por el aportes exterior de MO (restos de podas, etc).
2) Se intenta mantener siempre una biodiversidad alta, como mejor garantía para evitar el desarrollo descontrolado de plagas, lo que evita tener luego que recurrir a insecticidas.
3) Se evita arar y se intenta mantener la estructura del suelo para que este mantenga su diversidad y su fertilidad
Una manada de caballos Przewalski, entre los matorrales de la zona aledaña a Chernobyl. (Crédito: Tatyana Deryabina)
El caso de Chernóbil no es único en el mundo, existiendo otro gran "parque involuntario" en la frontera de las dos Coreas, donde se preserva actualmente una de las mejores muestras de bosque templado húmedo, que alberga especies tan emblemáticas y tan raras como el ciervo almizclero siberiano (Moschus moschiferus), la grulla cuelliblanca (Antigone vipio), la grulla de Manchuria (Grus japonensis), el oso negro asiático ( (Ursus thibetanus)), el buitre negro (Aegypius monachus) o el goral de cola larga (Naemorhedus caudatus). El futuro de dicha zona, que algunos quisieran transformar en un gran parque nacional tras la reunificación de la Península, no está claro. Es probable, lamentablemente, que sin la protección que le otorga el miedo a una guerra, ese pedacito de paraíso acabe despareciendo.
Un grupo de grullas cuelliblancas en el condado de Cheorwon, provincia de Gangwon. Fotografía: Jeon Heon-kyun/EPA
Más cerca de nosotros, una simple valla de piedra separa las tierras sobrexplotadas y yermas del campo madrileño del pequeño pedazo de bosque mediterráneo que rodea El Pardo y el palacio de la Zarzuela. Una perfecta ilustración del efecto de la sobre-explotación a la que se vieron sometidas muchas zonas de nuestro país y del planeta. Durante milenios, hemos privilegiado un modelo de explotación extractivista, en el que la naturaleza era considerada como un simple recurso, sin preocuparnos demasiado por los efectos que tendría el interrumpir los grandes ciclos de la naturaleza. El resultado ha sido una degradación y un empobrecimiento de los suelos, de la flora y de la fauna que han dejado irreconocibles muchas regiones del planeta.
De no ser por el estricto nivel de protección del que goza, es muy probable que el monte del Pardo presentaría hoy en día el mismo aspecto desolador que muchas áreas colindantes.
Sin embargo, tal como demuestran los ejemplos que hemos citado al comienzo, con un poco de buena voluntad y un cambio radical de actitud, ese tipo de situación se puede revertir en gran medida con tan solo restablecer los ciclos de la naturaleza que hemos interrumpido. Y como se ha podido ver en todas estas zonas, lo primero en restablecerse tras desaparecer el Hombre es la pirámide trófica. Sin la hecatombe provocada cada año por los cazadores, pronto vuelven a ocupar los distintos componentes de esa pirámide el lugar que les corresponde. Resulta muy llamativo, viendo lo que pasa en estos lugares, que en algunas regiones de España el lobo no sea capaz de recolonizar sus antiguos territorios a pesar de darse para ello todas las condiciones necesarias. Esto se debe, claramente, a la presión ejercida, legal o ilegalmente, por los cazadores. Quitémonos de una vez por todas de encima esa lacra y veremos entonces como vuelven a llenarse de vida nuestros ecosistemas.
La idea de respetar los grandes ciclos de la naturaleza y de integrar nuestros cultivos y nuestras actividades en la propia dinámica de la naturaleza no es nueva. Algunas prácticas agrícolas tradicionales como las que se llevan a cabo en las dehesas desde tiempos remotos poco tienen que envidiar a los sistemas agrícolas más modernos, surgidos a lo largo del siglo XX en respuesta a la agricultura intensiva, basada en el uso intensivo de fertilizantes y de pesticidas, que está llevando el mundo a una situación de no retorno difícilmente asumible.
Tal como vimos en un artículo anterior (Bosques ajardinados), los ingenieros forestales fueron los primeros en proponer modelos de explotación mucho más cercanos al funcionamiento de la propia naturaleza para hacer frente a los gravísimos desastres naturales que una desbocada desforestación habían provocado en el siglo XIX. La necesidad de poder contar con unos bosques que ofrezcan de forma permanente una serie de servicios ecosistémicos tan importantes como la protección de los suelos o la regulación del caudal de los ríos, además de los servicios más propios de un bosque (producción de madera, aprovechamiento de productos del bosque), fue lo que llevó los ingenieros forestales a ese cambio de modelo productivo.
Ante la evidencia de que la agricultura intensiva está llevando la Humanidad a un callejón sin salida, distintos pensadores han propuesto a lo largo del siglo XX la adopción de sistemas agrícolas mucho más respetuosos con la naturaleza e inspirados en su propio funcionamiento. No voy a describir aquí esos distintos sistemas. Algunos, como la agricultua natural de Masanobu Fukuoka, la permacultura o, más recientemente, el Sistema Agroforestal (Agrofloresta) propuesto por Ernst Götsch han tenido más o menos éxito en algunos países. Todos aplican una serie de principios básicos comunes que son los siguientes:
1) No se utilizan abonos ni fertilizantes químicos. La tierra se enriquece gracias al reciclaje in situ de la materia orgánica producida por las plantas que se cultivan o que crecen en el lugar o por el aportes exterior de MO (restos de podas, etc).
2) Se intenta mantener siempre una biodiversidad alta, como mejor garantía para evitar el desarrollo descontrolado de plagas, lo que evita tener luego que recurrir a insecticidas.
3) Se evita arar y se intenta mantener la estructura del suelo para que este mantenga su diversidad y su fertilidad
4) Se intenta evitar producir residuos que no puedan volver a ser incluidos en los grandes ciclos de la naturaleza.
Seguramente me olvide algún que otro punto y cada sistema agrícola ha desarrollado su propia metodología e ideología. Lo que me interesa resaltar aquí, desde una total ignorancia del tema, es que estos tipos de enfoques son a largo plazo la única vía que tenemos par asegurar la ansiada sostenibilidad de nuestros cultivos y actividades. Es evidente que esto va mucho más allá de lo simplemente "agrícola" y tales ideas también aplican al resto de nuestras actividades productivas. Es realmente un cambio de vida lo que necesitamos para convertir este planeta en un lugar habitable para una población que consume mucho más que lo que el propio planeta puede ofrecer.
2 comentarios
Tenho informação de um amigo que trabalha numa organização internacional de proteção à natureza que estão em fase final de negociações com a Ucrânia, Bielorrússia e Rússia para criar nessa zona um mega parque natural com cerca de 600.000ha que potencialmente virá a ser a maior zona de recuperação natural pós apocalíptica oficial no mundo e inclui um projeto de reforço da população de bisonte europeu com a libertação de cerca de 65 indivíduos. Esperemos que este projeto se concretize em breve.
ResponderEliminarSería maravilhoso que esse fatídico incidente tivesse um final tao feliz. Uma nova fonte de riqueza para as pessoas que sofreram as consecuencias diretas da catastrofe...
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