¿Son siempre malas las especies invasoras?
Quienes siguen con regularidad este blog y su correspondiente página de Facebook ya sabrán la profunda animadversión que siento hacia la biología de las invasiones. Estoy totalmente en la línea de David Theodoropoulos, que considera que se trata de una pseudociencia, al estar basada en definiciones y aseveraciones no demostrables o directamente falsas. Ya expliqué hace poco, por ejemplo, que la afirmación mil veces repetida de que las invasiones biológicas son la segunda causa de extinciones en el mundo era una burda mentira que nadie se ha preocupado en desmentir. Lo menos que se puede exigir a un científico es que rectifique cuando se equivoca pero en la biología de las invasiones, las mentiras lamentablemente se autoperpetúan...
En este artículo quiero mostrar que la aparición de nuevas especies no necesariamente tiene exclusivamente efectos negativos, sino que en muchos casos tiene incluso consecuencias bastante positivas para muchas especies autóctonas. Se suele casi siempre explicar el éxito de las especies "invasoras" por la total ausencia de depredadores o de enemigos en los ecosistemas invadidos. Esa es, sin embargo, tan solo una media verdad, porque quienes afirman eso se olvidan que los ecosistemas y las especies “aprenden” y cambian mucho más rápidamente de lo que pensamos. Se ha insistido machaconadamente, al describir las especies invasoras, en que estas no habían “coevolucionado” con las especies autóctonas y que eso les confería algún tipo de ventaja evolutiva que explicaría en gran parte su éxito. En este artículo os haré descubrir algunos casos que os resultarán tal vez sorprendentes, fruto de investigaciones recientes (y no tan recientes) que como mínimo deben invitarnos a ser prudentes a la hora de valorar la presencia de nuevas especies en nuestros ecosistemas.
Malditos mejillones
En las listas de especies invasoras de todos los países europeos aparece casi invariablemente en primera posición el mejillón cebra (Dreissena polymorpha), un mejillón originario del Mar Caspio y de la cuenca del río Volga (región que se considera aún Europa) que en algún momento logró entrar en las redes fluviales de los principales ríos navegables de Europa. Su proliferación, bien es cierto, fue espectacular y ha provocado gravísimos problemas hidráulicos al tapizar las superficies internas de canales y de conducciones, reduciendo notablemente su caudal.
Mejillón cebra (Dreissena polymorpha) en Arnhem, Holanda / Fotografía: Bj.schoenmakers / Licencia: Domninio Público
A pesar de las terríbles consecuencias que puede tener sobre las infraestructuras hidráulicas, que obliga a limpiarlas regularmente y a rediseñarlas, la presencia del mejillón cebra tiene algunas contrapartidas interesantes. Como todos los mejillones, el mejillón cebra se pasa el día filtrando el agua en la que vive, alimentándose de organismos microscópicos unicelulares como bacterias, algas verde-azuladas, pequeñas algas verdes y protozoos. También consume partículas detríticas muy finas. Consecuencia de ello, el mejillón cebra actúa como una auténtica depuradura de las aguas en las que vive. En Norteamérica, este pequeño molusco logró él solo reverter la pésima situación en que se encontraban los grandes lagos, logrando incluso que renaciera una actividad como la pesca. Grandes defectos, sí, pero enormes beneficios también. Lo mismo ocurrió en los grandes lagos suizos, que invadió por completo pero que contribuyó a limpiar. El caso de los lagos suizos y del Lago Leman en particular es interesante. Se han convertido durante las últimas décadas en zonas de invernada de múltiples especies de patos buceadores, que se alimentan precisamente de mejillones. El caso más sonado es el del eider común (Somateria mollissima) especie marítima que ha llegado a nidificar en ese lago en 2020. Para los ornitólogos del país alpino, la presencia del mejillón cebra es una auténtica bendición, por mucho que lo digan con la boca muy pequeñita para no herir sensibilidades.
La nidificación del eider común () en el lago Lemán, Suiza, fue uno de los acontecimientos del año en el país alpino. En la fotografía, una pareja fotografiada en Helgoland, Alemania. / Fotografía: Andreas Trepte / Licencia: CC BY-SA 2.5
Sin emabrgo, nada en la vida es para siempre y tras un periodo de auge y de dominancia, el mejillón cebra se ve hoy desplazado por la irrupción en Europa del mejillón quagga (Dreissena rostriformis bugensis) originario del delta del Dniepr. En el lago Leman, desde su aparición en 2018, el mejillón quagga ha colonizado el lago entero y está presente en cualquier lugar entre 0 y 100 m. En algunas zonas, una capa de 10 a 20 cm de mejillones cubre el suelo. Al ser un mejillón más pequeño que el mejillón cebra, cualquier objeto le sirve de substrato. Parece por ahora que la cohabitación entre ambas especies es harmoniosa, dominando la quagga en aguas profundas. Los patos buceadores parece que no se van a morir de hambre...
De menú ahora tenemos cangrejo
Basándonos en los listados de especies exóticas establecidos estos últimos años, el otro gran “monstruo” de nuestros ríos es sin lugar a dudas el cangrejo americano (Procambarus clarkii), al que se acusa de competir ferozmente con “nuestro” cangrejo autóctono. Este ejemplo es interesante porque resulta que el cangrejo que consideramos “autóctono” en realidad no lo es, sino que fue introducido desde Italia a finales del siglo XVI por expreso deseo del rey Felipe II (Clavero M. Et al., 2016)). Los romanos lo tenían muy claro al decir que, finalmente, los invasores se convertían en indígenas (Tandem aliquando, invasores fiunt vernaculi). El caso es que esta especie introducida en 1974 en las marismas del Guadalquivir ha colonizado absolutamente toda la Península y su erradicación es hoy en día absolutamente imposible. Cabe preguntarse, expuesto lo anterior, si tiene algún sentido gastarse millones de euros para preservar otra especie exótica que a la fuerza también tuvo que ser invasora en algún momento para llegar a colonizar toda la red fluvial española…
Nutria en el río Besos / Fotografia: A. Segura García i M. Villena García
Ante tal proliferación de cangrejos, la fauna local no se ha quedado parada, viendo como esa especie se adueñaba de nuestros ecosistemas. Muy al contrario. El cangrejo americano se ha convertido en la presa predilecta y en algunos casos exclusiva de muchas especies. El caso más sonado es el de la nutria, cuya recuperación se solía atribuir inicialmente a la mejora de la calidad de nuestras aguas tras la puesta en marcha de toda una red de depuradoras. Pero lo cierto es que resulta cada vez más evidente el papel desempeñado por el cangrejo americano en la espectacular recuperación de sus poblaciones. En las marismas del Guadalquivir, según un estudio llevado a cabo por el CSIC, un 60% de los animales autóctonos de las marismas han incluido en su dieta al cangrejo rojo americano. Unas 20 especies basan más del 50% de su alimentación en él. Consecuencia de ello, las poblaciones de algunas aves se han disparado. La población total de las aves depredadoras que hibernan en la zona se ha multiplicado por 300, un incremento muy superior al experimentado en el resto de Europa. Las aves herbívoras, en cambio, han permanecido estables durante los últimos 30 años.
Cangrejo rojo americano en la Fontcalda, Gandesa / Fotografía: Carlos Pradera / Licencia: autorizado por el autor
Seamos sinceros, el cangrejo rojo ha llegado para quedarse. Catalogarlo como especie invasora es totalmente inútil y vano. Ya se ha expandido por doquier y ha colonizado prácticamente todo el área que le convenía. El cangrejo "autóctono" se salva, en realidad, por ser el cangrejo americano más friolero que él. El cangrejo "autóctono" se hace más frecuente en las cabeceras de las cuencas fluviales, en las zonas más frías que no ocupa el cangrejo americamo.
Escandalosas cotorras
Dos especies de cotorras están actualmente colonizando el continente europeo, favorecidas por el cambio climático, que asegura una mayor supervivencia de estas especies durante los meses de invierno. Por un lado tenemos a la cotorra argentina, originaria de las zonas templadas cálidas del Cono Sur de Sudamérica, cuya población ha aumentado de manera sensible en toda la costa mediterránea de la Península Ibérica y la región de Madrid y presente ya en casi toda la Península. En Europa sus principales poblaciones se encuentran en la región mediterránea aunque existen también algunos pequeños núcleos más norteños. Su población total en Europa se estima en unos 23758 individuos repartidos en 179 municipalidades de 8 países (Postigo et al., 2019).
Distribución en Europa de la cotorra argentina (Postigo et al., 2019).
Por otra parte tenemos a la cotorra de Kramer, ave naturalmente presente en toda la franja del Sahel, en Africa, y todo el subcontinente indio. En Europa, su principales núcleos de población se encuentran, curiosamente, en el norte de Europa, aunque también existe una población bien establecida en Italia. En la Península Ibérica, ocupa un área similar a la que ocupa la cotorra argentina, aunque sus efectivos sean por ahora bastante menos importantes. Su población total en Europa es bastante superior a la de la cotorra argentina, estimándose en unos 85,000 individuos repartidos en unas 90 poblaciones en 10 países (Pârâu et al., 2020).
Distribución en Europa de la cotorra de Kramer (). Pârâu et al. (2020) / Licencia: CC BY-NC 4.0
Se ha acusado reiteradamente a las cotorras de ser las causantes de la rarefacción y desaparición de algunas especies de aves muy ligadas a las ciudades, como pueden ser los gorriones, pero lo cierto es que las poblaciones de gorriones se están desplomando en toda Europa, incluso en las vastas zonas en las que no hay cotorras. Se trata pues aparentemente de una acusación sin fundamento. Las cotorras en realidad aprovechan recursos que otras especies no suelen explotar y se ven por ello claramente favorecidas. Llevo años observando como se alimentan de las castañas del castaño de Indias o de las semillas de los cipreses, que consiguen abriendo los conos con su poderoso pico y se impone una conclusión evidente al observarlas “pastar” en el césped de nuestros peques y jardines: nuestras ciudades están diseñadas para ellas. Su éxito era pues previsible. En cambio, para los gorriones, nuestras ciudades son áreas cada vez menos atractivas. Y eso que las cotorras les proporcionan vivienda, puesto que no es infrecuente que ocupen las cámaras inocupadas de los nidos de las cotorras.
Cotorra abriendo el cono de un ciprés para comer sus semillas. Barrio de Moratalaz, Madrid. / Fotografía: Adrián Rodríguez / Licencia: Dominio Público
La instalación de la cotorra de Kramer, en cambio, sí que ha perjudicado claramente, inicialmente, a una especie autóctona de murciélago () que ocupaba las grandes cavidades en los árboles del Parque María Luisa de Sevilla (). Tras la instalación de las cotorras de Kramer, que como casi todos los psitácidos nidifican en cavidades preexistentes, los murciélagos han tenido que desplazarse hacia otras zonas del propio parque y de la ciudad (). Los estudios no establecen, sin embargo, cual ha sido la evolución posterior de las poblaciones de murciélagos ni si se ha alcanzado un equilibrio desde entonces. Los proyectos de erradicación que se han puesto en marcha de forma casi inmediata tal vez no tengan ya hoy un carácter tan urgente como pudiese parecer en un primer tiempo. Espero que un seguimiento serio de las poblaciones de ambas especies logre darnos una imagen actualizada de la situación.
Cotorra de Kramer, Las Palmas de Gran Canarias / Fotografía: Juan Emilio / Licencia: CC BY-SA 2.0
Se podría pensar, viendo la autoridad y el tamaño de las cotorras, que éstas no tienen enemigos ni depredadores en Europa pero eso sería de nuevo caer en la trampa del mensaje vehiculado por la biología de las invasiones. ¡Por supuesto que tienen enemigos y depredadores! No dejan de ser aves, al fin y al cabo, e incluso una presa fácil para aquellos depredadores capaces de darse cuenta de ello. Muchos dirán que nuestros depredadores no han coevolucionado con las cotorras y que por lo tanto no las ven como presas. Me temo, sin embargo, que pensar esto denota una mala interpretación del término “coevolucción”. Volveré a evocarlo al final de este artículo. Un estudio reciente llevado a cabo en el área urbana de Follonica, en Italia Central, ha demostrado que la cotorra de Kramer ya se ha convertido en una de las presas favoritas del búho chico (Mori et al., 2020). No creo que sea ninguna sorpresa e imagino que solo es cuestión de tiempo para que ocurra lo mismo en España con la cotorra argentina...
El peligro amarillo
De todas las especies invasoras, la que más alarma social ha causado estos últimos años es sin lugar a dudas la avispa asiática (Vespa velutina). En pocos años, esta especie originaria del E de Asia se ha hecho fuerte en buena parte de Europa occidental sin que, sin embargo, haya causado un incremento notable en la mortandad causada por las avispas y las abejas. Contrariamente a lo que se puede pensar, no se trata de una avispa especialmente agresiva y su veneno no es más potente que el de las avispas autóctonas. El mayor impacto que ha tenido esta avispa es en las colmenas, al ser las abejas una de sus presas predilectas. Se ha invertido mucho dinero en la lucha contra la avispa asiática y los métodos de lucha van desde la eliminación física de sus nidos (explosivos) al envenenamiento de las avispas.
Avispa asiática libando, Amarante, Portugal / Fotografía: Charles James Sharp / Licencia: CC BY-SA 4.0
Se podría pensar pues que la avispa asiática no tiene ningún depredador en Europa pero es olvidarse un poco rápidamente que algunas especies de aves se alimentan preferentemente de abejas y de avispas. Una de estas especialistas es el abejero europeo (Pernis apivorus), que desde hace unos años ha convertido a la avispa asiática en una de sus presas favoritas. El consumo de avispas asiáticas por parte de esta rapaz es tan importante que se estima que en una región como Galicia esta rapaz elimina una cantidad de avispas similar a la que pueden sumar todas las campañas de erradicación llevadas a cabo por el hombre. Esta constatación ha obligado ya las autoridades a replantearse algunas medidas, al haberse encontrado en el cuerpo de los abejeros el insecticida utilizado para eliminar las avispas. Queriendo eliminar a la avispa, corremos el riesgo de provocar también el envenenamiento de su principal depredador…
Todos los artículos que hemos citado son bastante recientes y nos dejan entrever claramente que la naturaleza es capaz de reaccionar ante la irrupción de nuevas especies mucho más rápidamente de lo que pensamos. Nuevos equilibrios y nuevas interacciones se establecen rápidamente y pueden en muchos casos ser beneficiosos tanto para las especies invasoras como para las especies autóctonas. ¿Qué pasa entonces con la tan cacareada “coevolución”, piedra angular de la biología de las invasiones? Me temo que se trata de un concepto mal entendido y peor utilizado por mucha gente. Os pongo el ejemplo de otra especie exótica invasora, odiada como pocas por los ecologistas y muchos naturalistas: el ailanto. Podría, como hacen todas las publicaciones dedicadas a la biología de las invasiones, trazar un retrato terrorífico de esa especie. Contaros que produce una cantidad ingente de semillas. Que sus hojas liberan sustancias alelopáticas que dejan ojipláticas a las demás especies, impidiendo su crecimiento. Que crece a una velocidad de vértigo. Vamos, no me costaría nada convenceros de que esa especie es el diablo. Muy bien, sin olvidarnos de que todas estas características no son exclusivas del ailanto y son compartidas por muchas especies autóctonas, creo que es mucho más esclarecedor intentar contestar a dos preguntas que a mí me parecen evidentes tratándose de una especie exótica que teóricamente no ha coevolucionado con nuestras especies autóctonas…
Flores de Ailanthus altissima, Karlsruhe, Alemania / Fotografía: H. Zell / Licencia: CC BY-SA 3.0
¿Porqué produce tantas semillas viables el ailanto? ¿Cual es la clave de su éxito? La coevolución. Pues sí, el ailanto es una especie entomófila y sus flores atraen a un sinfín de insectos que aseguran su polinización. Puede que esas especies no sepan lo que es un ailanto, pero sí saben lo que es una flor. Este es probablemente uno de los mejores ejemplos de coevolución que se pueda dar. Plantas con flores e insectos han coevolucionado permitiendo que los insectos aseguren la polinización de las plantas. Ahora bien, una vez fecundada la flor esta se transforma en semilla que pronto será liberada e irá a germinar en cualquier grieta o hueco del terreno. Llegados a este punto nos podremos preguntar: ¿Porqué crece tan bien el ailanto? ¿Cómo consigue ser tan competitivo? La respuesta se encuentra en sus raíces: como la inmensa mayoría de las plantas superiores, la planta establece una relación de cooperación con los hongos del suelo, desarrollándose lo que se llama micorrizas. Otro importantísimo ejemplo de “coevolución” ¿Y sabéis qué? No importa nada que ese árbol venga de China. Otra vez, la clave del éxito es la coevolución…
Aspecto de la vegetación de la Green Mountain, en la isla de Ascension, constituida por especies originarias de lugares dispares que no han coevolucionado. A pesar de ello, allí están, conviviendo unas con otras y constituyendo un ecosistema totalmente inédito... / Fotografía: Drew Avery / Licencia: CC BY 2.0
Y sí, es posible que en un principio esa especie disponga de ciertas ventajas, pero el éxito de cualquier especie en la naturaleza pronto suscita el interés de otras, que acaban hincándole el diente y dándose cuenta de que les conviene perfectamente, dejando patidifusos a los biólogos que viven demasiado aferrados a sus verdades. Desde ese punto de vista, me parece particularmente ilustrativo que un 34% de las 236 especies de mariposas de California pongan sus huevos sobre especies exóticas de las que se alimentan sus orugas (Graves & Shapiro A.M., 2003). Estamos hablando aquí de un cambio ocurrido en apenas 2-3 siglos, lo que ilustra bien la rapidez de estos procesos. Sea dicho de paso, más le vale a la naturaleza ser capaz de reaccionar tan rápidamente ante cambios medioambientales que pueden llegar a ser muy rápidos, tal como es el caso actualmente. Así que cuando alguien os venga a justificar la erradicación de especies exóticas por no haber “coevolucionado” con las especies autóctonas, acordaos de que la coevolución lleva ya muchos millones de años actuando y es precisamente lo que permite que especies originarias de horizontes tan diferentes sean capaces de convivir y de interactuar.
Volviendo a la pregunta inicial, las especies exóticas no son ni buenas ni malas. Algunas pueden proliferar en algún momento, aprovechando condiciones que les son favorables, pero calificarlas de “invasoras” fijándose en el preciso momento en el que proliferan no nos deja ver todo lo demás: su evolución a medio y largo plazo, sus interacciones positivas y negativas con las demás especies. Condenar una especie de antemano basando nuestro análisis en sentimientos tan humanos como el miedo, que justifica luego decisiones tan contraproductivas como el uso de venenos, me parece un auténtico disparate. Más aún en un mundo que se enfrenta a cambios nunca vistos por el hombre.
En este artículo quiero mostrar que la aparición de nuevas especies no necesariamente tiene exclusivamente efectos negativos, sino que en muchos casos tiene incluso consecuencias bastante positivas para muchas especies autóctonas. Se suele casi siempre explicar el éxito de las especies "invasoras" por la total ausencia de depredadores o de enemigos en los ecosistemas invadidos. Esa es, sin embargo, tan solo una media verdad, porque quienes afirman eso se olvidan que los ecosistemas y las especies “aprenden” y cambian mucho más rápidamente de lo que pensamos. Se ha insistido machaconadamente, al describir las especies invasoras, en que estas no habían “coevolucionado” con las especies autóctonas y que eso les confería algún tipo de ventaja evolutiva que explicaría en gran parte su éxito. En este artículo os haré descubrir algunos casos que os resultarán tal vez sorprendentes, fruto de investigaciones recientes (y no tan recientes) que como mínimo deben invitarnos a ser prudentes a la hora de valorar la presencia de nuevas especies en nuestros ecosistemas.
Malditos mejillones
En las listas de especies invasoras de todos los países europeos aparece casi invariablemente en primera posición el mejillón cebra (Dreissena polymorpha), un mejillón originario del Mar Caspio y de la cuenca del río Volga (región que se considera aún Europa) que en algún momento logró entrar en las redes fluviales de los principales ríos navegables de Europa. Su proliferación, bien es cierto, fue espectacular y ha provocado gravísimos problemas hidráulicos al tapizar las superficies internas de canales y de conducciones, reduciendo notablemente su caudal.
Mejillón cebra (Dreissena polymorpha) en Arnhem, Holanda / Fotografía: Bj.schoenmakers / Licencia: Domninio Público
A pesar de las terríbles consecuencias que puede tener sobre las infraestructuras hidráulicas, que obliga a limpiarlas regularmente y a rediseñarlas, la presencia del mejillón cebra tiene algunas contrapartidas interesantes. Como todos los mejillones, el mejillón cebra se pasa el día filtrando el agua en la que vive, alimentándose de organismos microscópicos unicelulares como bacterias, algas verde-azuladas, pequeñas algas verdes y protozoos. También consume partículas detríticas muy finas. Consecuencia de ello, el mejillón cebra actúa como una auténtica depuradura de las aguas en las que vive. En Norteamérica, este pequeño molusco logró él solo reverter la pésima situación en que se encontraban los grandes lagos, logrando incluso que renaciera una actividad como la pesca. Grandes defectos, sí, pero enormes beneficios también. Lo mismo ocurrió en los grandes lagos suizos, que invadió por completo pero que contribuyó a limpiar. El caso de los lagos suizos y del Lago Leman en particular es interesante. Se han convertido durante las últimas décadas en zonas de invernada de múltiples especies de patos buceadores, que se alimentan precisamente de mejillones. El caso más sonado es el del eider común (Somateria mollissima) especie marítima que ha llegado a nidificar en ese lago en 2020. Para los ornitólogos del país alpino, la presencia del mejillón cebra es una auténtica bendición, por mucho que lo digan con la boca muy pequeñita para no herir sensibilidades.
La nidificación del eider común () en el lago Lemán, Suiza, fue uno de los acontecimientos del año en el país alpino. En la fotografía, una pareja fotografiada en Helgoland, Alemania. / Fotografía: Andreas Trepte / Licencia: CC BY-SA 2.5
Sin emabrgo, nada en la vida es para siempre y tras un periodo de auge y de dominancia, el mejillón cebra se ve hoy desplazado por la irrupción en Europa del mejillón quagga (Dreissena rostriformis bugensis) originario del delta del Dniepr. En el lago Leman, desde su aparición en 2018, el mejillón quagga ha colonizado el lago entero y está presente en cualquier lugar entre 0 y 100 m. En algunas zonas, una capa de 10 a 20 cm de mejillones cubre el suelo. Al ser un mejillón más pequeño que el mejillón cebra, cualquier objeto le sirve de substrato. Parece por ahora que la cohabitación entre ambas especies es harmoniosa, dominando la quagga en aguas profundas. Los patos buceadores parece que no se van a morir de hambre...
De menú ahora tenemos cangrejo
Basándonos en los listados de especies exóticas establecidos estos últimos años, el otro gran “monstruo” de nuestros ríos es sin lugar a dudas el cangrejo americano (Procambarus clarkii), al que se acusa de competir ferozmente con “nuestro” cangrejo autóctono. Este ejemplo es interesante porque resulta que el cangrejo que consideramos “autóctono” en realidad no lo es, sino que fue introducido desde Italia a finales del siglo XVI por expreso deseo del rey Felipe II (Clavero M. Et al., 2016)). Los romanos lo tenían muy claro al decir que, finalmente, los invasores se convertían en indígenas (Tandem aliquando, invasores fiunt vernaculi). El caso es que esta especie introducida en 1974 en las marismas del Guadalquivir ha colonizado absolutamente toda la Península y su erradicación es hoy en día absolutamente imposible. Cabe preguntarse, expuesto lo anterior, si tiene algún sentido gastarse millones de euros para preservar otra especie exótica que a la fuerza también tuvo que ser invasora en algún momento para llegar a colonizar toda la red fluvial española…
Nutria en el río Besos / Fotografia: A. Segura García i M. Villena García
Ante tal proliferación de cangrejos, la fauna local no se ha quedado parada, viendo como esa especie se adueñaba de nuestros ecosistemas. Muy al contrario. El cangrejo americano se ha convertido en la presa predilecta y en algunos casos exclusiva de muchas especies. El caso más sonado es el de la nutria, cuya recuperación se solía atribuir inicialmente a la mejora de la calidad de nuestras aguas tras la puesta en marcha de toda una red de depuradoras. Pero lo cierto es que resulta cada vez más evidente el papel desempeñado por el cangrejo americano en la espectacular recuperación de sus poblaciones. En las marismas del Guadalquivir, según un estudio llevado a cabo por el CSIC, un 60% de los animales autóctonos de las marismas han incluido en su dieta al cangrejo rojo americano. Unas 20 especies basan más del 50% de su alimentación en él. Consecuencia de ello, las poblaciones de algunas aves se han disparado. La población total de las aves depredadoras que hibernan en la zona se ha multiplicado por 300, un incremento muy superior al experimentado en el resto de Europa. Las aves herbívoras, en cambio, han permanecido estables durante los últimos 30 años.
Cangrejo rojo americano en la Fontcalda, Gandesa / Fotografía: Carlos Pradera / Licencia: autorizado por el autor
Seamos sinceros, el cangrejo rojo ha llegado para quedarse. Catalogarlo como especie invasora es totalmente inútil y vano. Ya se ha expandido por doquier y ha colonizado prácticamente todo el área que le convenía. El cangrejo "autóctono" se salva, en realidad, por ser el cangrejo americano más friolero que él. El cangrejo "autóctono" se hace más frecuente en las cabeceras de las cuencas fluviales, en las zonas más frías que no ocupa el cangrejo americamo.
Escandalosas cotorras
Dos especies de cotorras están actualmente colonizando el continente europeo, favorecidas por el cambio climático, que asegura una mayor supervivencia de estas especies durante los meses de invierno. Por un lado tenemos a la cotorra argentina, originaria de las zonas templadas cálidas del Cono Sur de Sudamérica, cuya población ha aumentado de manera sensible en toda la costa mediterránea de la Península Ibérica y la región de Madrid y presente ya en casi toda la Península. En Europa sus principales poblaciones se encuentran en la región mediterránea aunque existen también algunos pequeños núcleos más norteños. Su población total en Europa se estima en unos 23758 individuos repartidos en 179 municipalidades de 8 países (Postigo et al., 2019).
Distribución en Europa de la cotorra argentina (Postigo et al., 2019).
Por otra parte tenemos a la cotorra de Kramer, ave naturalmente presente en toda la franja del Sahel, en Africa, y todo el subcontinente indio. En Europa, su principales núcleos de población se encuentran, curiosamente, en el norte de Europa, aunque también existe una población bien establecida en Italia. En la Península Ibérica, ocupa un área similar a la que ocupa la cotorra argentina, aunque sus efectivos sean por ahora bastante menos importantes. Su población total en Europa es bastante superior a la de la cotorra argentina, estimándose en unos 85,000 individuos repartidos en unas 90 poblaciones en 10 países (Pârâu et al., 2020).
Distribución en Europa de la cotorra de Kramer (). Pârâu et al. (2020) / Licencia: CC BY-NC 4.0
Se ha acusado reiteradamente a las cotorras de ser las causantes de la rarefacción y desaparición de algunas especies de aves muy ligadas a las ciudades, como pueden ser los gorriones, pero lo cierto es que las poblaciones de gorriones se están desplomando en toda Europa, incluso en las vastas zonas en las que no hay cotorras. Se trata pues aparentemente de una acusación sin fundamento. Las cotorras en realidad aprovechan recursos que otras especies no suelen explotar y se ven por ello claramente favorecidas. Llevo años observando como se alimentan de las castañas del castaño de Indias o de las semillas de los cipreses, que consiguen abriendo los conos con su poderoso pico y se impone una conclusión evidente al observarlas “pastar” en el césped de nuestros peques y jardines: nuestras ciudades están diseñadas para ellas. Su éxito era pues previsible. En cambio, para los gorriones, nuestras ciudades son áreas cada vez menos atractivas. Y eso que las cotorras les proporcionan vivienda, puesto que no es infrecuente que ocupen las cámaras inocupadas de los nidos de las cotorras.
Cotorra abriendo el cono de un ciprés para comer sus semillas. Barrio de Moratalaz, Madrid. / Fotografía: Adrián Rodríguez / Licencia: Dominio Público
La instalación de la cotorra de Kramer, en cambio, sí que ha perjudicado claramente, inicialmente, a una especie autóctona de murciélago () que ocupaba las grandes cavidades en los árboles del Parque María Luisa de Sevilla (). Tras la instalación de las cotorras de Kramer, que como casi todos los psitácidos nidifican en cavidades preexistentes, los murciélagos han tenido que desplazarse hacia otras zonas del propio parque y de la ciudad (). Los estudios no establecen, sin embargo, cual ha sido la evolución posterior de las poblaciones de murciélagos ni si se ha alcanzado un equilibrio desde entonces. Los proyectos de erradicación que se han puesto en marcha de forma casi inmediata tal vez no tengan ya hoy un carácter tan urgente como pudiese parecer en un primer tiempo. Espero que un seguimiento serio de las poblaciones de ambas especies logre darnos una imagen actualizada de la situación.
Cotorra de Kramer, Las Palmas de Gran Canarias / Fotografía: Juan Emilio / Licencia: CC BY-SA 2.0
Se podría pensar, viendo la autoridad y el tamaño de las cotorras, que éstas no tienen enemigos ni depredadores en Europa pero eso sería de nuevo caer en la trampa del mensaje vehiculado por la biología de las invasiones. ¡Por supuesto que tienen enemigos y depredadores! No dejan de ser aves, al fin y al cabo, e incluso una presa fácil para aquellos depredadores capaces de darse cuenta de ello. Muchos dirán que nuestros depredadores no han coevolucionado con las cotorras y que por lo tanto no las ven como presas. Me temo, sin embargo, que pensar esto denota una mala interpretación del término “coevolucción”. Volveré a evocarlo al final de este artículo. Un estudio reciente llevado a cabo en el área urbana de Follonica, en Italia Central, ha demostrado que la cotorra de Kramer ya se ha convertido en una de las presas favoritas del búho chico (Mori et al., 2020). No creo que sea ninguna sorpresa e imagino que solo es cuestión de tiempo para que ocurra lo mismo en España con la cotorra argentina...
El peligro amarillo
De todas las especies invasoras, la que más alarma social ha causado estos últimos años es sin lugar a dudas la avispa asiática (Vespa velutina). En pocos años, esta especie originaria del E de Asia se ha hecho fuerte en buena parte de Europa occidental sin que, sin embargo, haya causado un incremento notable en la mortandad causada por las avispas y las abejas. Contrariamente a lo que se puede pensar, no se trata de una avispa especialmente agresiva y su veneno no es más potente que el de las avispas autóctonas. El mayor impacto que ha tenido esta avispa es en las colmenas, al ser las abejas una de sus presas predilectas. Se ha invertido mucho dinero en la lucha contra la avispa asiática y los métodos de lucha van desde la eliminación física de sus nidos (explosivos) al envenenamiento de las avispas.
Avispa asiática libando, Amarante, Portugal / Fotografía: Charles James Sharp / Licencia: CC BY-SA 4.0
Se podría pensar pues que la avispa asiática no tiene ningún depredador en Europa pero es olvidarse un poco rápidamente que algunas especies de aves se alimentan preferentemente de abejas y de avispas. Una de estas especialistas es el abejero europeo (Pernis apivorus), que desde hace unos años ha convertido a la avispa asiática en una de sus presas favoritas. El consumo de avispas asiáticas por parte de esta rapaz es tan importante que se estima que en una región como Galicia esta rapaz elimina una cantidad de avispas similar a la que pueden sumar todas las campañas de erradicación llevadas a cabo por el hombre. Esta constatación ha obligado ya las autoridades a replantearse algunas medidas, al haberse encontrado en el cuerpo de los abejeros el insecticida utilizado para eliminar las avispas. Queriendo eliminar a la avispa, corremos el riesgo de provocar también el envenenamiento de su principal depredador…
Todos los artículos que hemos citado son bastante recientes y nos dejan entrever claramente que la naturaleza es capaz de reaccionar ante la irrupción de nuevas especies mucho más rápidamente de lo que pensamos. Nuevos equilibrios y nuevas interacciones se establecen rápidamente y pueden en muchos casos ser beneficiosos tanto para las especies invasoras como para las especies autóctonas. ¿Qué pasa entonces con la tan cacareada “coevolución”, piedra angular de la biología de las invasiones? Me temo que se trata de un concepto mal entendido y peor utilizado por mucha gente. Os pongo el ejemplo de otra especie exótica invasora, odiada como pocas por los ecologistas y muchos naturalistas: el ailanto. Podría, como hacen todas las publicaciones dedicadas a la biología de las invasiones, trazar un retrato terrorífico de esa especie. Contaros que produce una cantidad ingente de semillas. Que sus hojas liberan sustancias alelopáticas que dejan ojipláticas a las demás especies, impidiendo su crecimiento. Que crece a una velocidad de vértigo. Vamos, no me costaría nada convenceros de que esa especie es el diablo. Muy bien, sin olvidarnos de que todas estas características no son exclusivas del ailanto y son compartidas por muchas especies autóctonas, creo que es mucho más esclarecedor intentar contestar a dos preguntas que a mí me parecen evidentes tratándose de una especie exótica que teóricamente no ha coevolucionado con nuestras especies autóctonas…
Flores de Ailanthus altissima, Karlsruhe, Alemania / Fotografía: H. Zell / Licencia: CC BY-SA 3.0
¿Porqué produce tantas semillas viables el ailanto? ¿Cual es la clave de su éxito? La coevolución. Pues sí, el ailanto es una especie entomófila y sus flores atraen a un sinfín de insectos que aseguran su polinización. Puede que esas especies no sepan lo que es un ailanto, pero sí saben lo que es una flor. Este es probablemente uno de los mejores ejemplos de coevolución que se pueda dar. Plantas con flores e insectos han coevolucionado permitiendo que los insectos aseguren la polinización de las plantas. Ahora bien, una vez fecundada la flor esta se transforma en semilla que pronto será liberada e irá a germinar en cualquier grieta o hueco del terreno. Llegados a este punto nos podremos preguntar: ¿Porqué crece tan bien el ailanto? ¿Cómo consigue ser tan competitivo? La respuesta se encuentra en sus raíces: como la inmensa mayoría de las plantas superiores, la planta establece una relación de cooperación con los hongos del suelo, desarrollándose lo que se llama micorrizas. Otro importantísimo ejemplo de “coevolución” ¿Y sabéis qué? No importa nada que ese árbol venga de China. Otra vez, la clave del éxito es la coevolución…
Aspecto de la vegetación de la Green Mountain, en la isla de Ascension, constituida por especies originarias de lugares dispares que no han coevolucionado. A pesar de ello, allí están, conviviendo unas con otras y constituyendo un ecosistema totalmente inédito... / Fotografía: Drew Avery / Licencia: CC BY 2.0
Y sí, es posible que en un principio esa especie disponga de ciertas ventajas, pero el éxito de cualquier especie en la naturaleza pronto suscita el interés de otras, que acaban hincándole el diente y dándose cuenta de que les conviene perfectamente, dejando patidifusos a los biólogos que viven demasiado aferrados a sus verdades. Desde ese punto de vista, me parece particularmente ilustrativo que un 34% de las 236 especies de mariposas de California pongan sus huevos sobre especies exóticas de las que se alimentan sus orugas (Graves & Shapiro A.M., 2003). Estamos hablando aquí de un cambio ocurrido en apenas 2-3 siglos, lo que ilustra bien la rapidez de estos procesos. Sea dicho de paso, más le vale a la naturaleza ser capaz de reaccionar tan rápidamente ante cambios medioambientales que pueden llegar a ser muy rápidos, tal como es el caso actualmente. Así que cuando alguien os venga a justificar la erradicación de especies exóticas por no haber “coevolucionado” con las especies autóctonas, acordaos de que la coevolución lleva ya muchos millones de años actuando y es precisamente lo que permite que especies originarias de horizontes tan diferentes sean capaces de convivir y de interactuar.
Volviendo a la pregunta inicial, las especies exóticas no son ni buenas ni malas. Algunas pueden proliferar en algún momento, aprovechando condiciones que les son favorables, pero calificarlas de “invasoras” fijándose en el preciso momento en el que proliferan no nos deja ver todo lo demás: su evolución a medio y largo plazo, sus interacciones positivas y negativas con las demás especies. Condenar una especie de antemano basando nuestro análisis en sentimientos tan humanos como el miedo, que justifica luego decisiones tan contraproductivas como el uso de venenos, me parece un auténtico disparate. Más aún en un mundo que se enfrenta a cambios nunca vistos por el hombre.
M. Clavero, C. Nores, S. Kubersky-Piredda y A. Centeno-Cuadros (2016) /. Interdisciplinarity to reconstruct historical introductions: solving the status of cryptogenic crayfish. / Biological Reviews, Vol. 91, pp. 1036- 1049. DOI: 10.1111/brv.1220
Postigo J.L. et al. (2019) / Mediterranean versus Atlantic monk parakeets Myiopsitta monachus: Towards differentiated management at the European scale. / Pest Management Science, Vol. 75(4), pp. 915-922. https://doi.org/10.1002/ps.5320
Ruiz-Olmo, J. y M. Clavero (2008). Los cangrejos en la ecología y recuperación de la nutria en la Península Ibérica. Pp: 369-396. En: J. M. López-Martín y J. Jiménez (eds.). La nutria en España. Veinte años de seguimiento de un mamífero amenazado. SECEM, Málaga.
Pârâu L.G. et al. (2020) / Rose-ringed Parakeet Psittacula krameri Populations and Numbers in Europe: A Complete Overview / The Open Ornithology Journal, Vol. 13
Rebollo S. et al. (2019) / Servicios de la avifauna (high-mobile link species) en mosaicos agroforestales: regeneración forestal y regulación de plagas / Ecosistemas, Vol.28(2), pp. 32-41. https://doi.org/10.7818/ECOS.1736
Graves S.D. & Shapiro A.M. (2003) / Exotics as host plants of the California butterfly fauna / Biological Conservation, Vol. 110, pp. 413–433
Mori E. et al. (2020) / 'Some like it alien': predation on invasive ring–necked parakeets by the long–eared owl in an urban area. / Animal
Biodiversity and Conservation, Vol.43, pp. 151–158, https://doi.org/10.32800/abc.2020.43.0151
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