Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

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Durante los últimos 2,5 millones de años, el continente europeo ha sido sometido a importantes y bruscos cambios climáticos que se han traducido durante los períodos más fríos por el desarrollo de enormes masas de hielo en el norte del continente y en sus principales sistemas montañosos. En la Península Ibérica hubo glaciares en los sistemas montañosos más importantes pero la mayor parte del territorio, sin embargo, quedó libre de hielo. En las zonas más meridionales y en las fachadas atlántica y mediterránea, las condiciones climáticas permitieron la supervivencia de una vegetación arbórea en zonas que actuaron como refugios. Hay que tener en cuenta que en los periodos más fríos, el nivel del mar se situaba a una altitud mucho menor y gran parte de la plataforma continental quedó al descubierto. En estos refugios sobrevivieron prácticamente todas las especies de frondosas que conocemos hoy en día en la Península.

Es interesante notar, sea dicho de paso, que también sobrevivieron algunas especies que se solían considerar tradicionalmente arqueófitos, como el castaño y el nogal, de los que hay un registro polínico continuo durante todo el Cuaternario. Cabe destacar que aún en los períodos más fríos, lograron sobrevivir incluso algunas especies propias de las laurisilvas terciarias, como pueden ser el laurel, el loro o el quejigo andaluz. Los contrastes climáticos en la Península Ibérica eran pues muy marcados en los máximos glaciales, sin llegar a desaparecer por completo la vegetación que conocemos actualmente, confinada en áreas mucho más reducidas pero siempre presentes durante todo el Cuaternario. Qué especies lograron sobrevivir y cuales no ha sido, en gran medida, circunstancial, existiendo muchas especies cuya desaparición se explica difícilmente teniendo en cuenta su resistencia al frío o a la sequía. La imposibilidad para muchas especies de poder alcanzar las zonas refugio que les eran propicias condicionó en gran medida la evolución de la flora europea durante el Cuaternario.





Muchas especies, pues, no lograron sobrevivir a las alternancias climáticas del Cuaternario, ya sea porque realmente no existían más las condiciones necesarias a su desarrollo (especies demasiado termófilas) o porque no encontraron las rutas que les hubiesen permitido alcanzar los refugios en los que hubiesen podido sobrevivir. Algunas desaparecieron totalmente del continente europeo. Otras se retiraron hacia otras zonas refugio, como la Península Itálica o los Balcanes y no volvieron. O lo están haciendo discretamente con la ayuda del hombre. En este artículo y en una serie de artículos dedicados al mismo tema me propongo haceros descubrir lo que el hielo se llevó. O sea, aquellas especies arbóreas de nuestra flora que desaparecieron a consecuencia de las glaciaciones. Os llevaréis, qué duda me cabe, alguna que otra sorpresa. Esta pequeña lista de especies sigue un orden cronológico inverso, empezando con las especies que pensábamos que habían desaparecido y siguiendo luego con una pequeña descripción de las especies que fueron desapareciendo poco a poco durante el Cuaternario.



Especies que nunca desaparecieron (falsos arqueófitos)

Los botánicos llaman “arqueófitos” aquellas especies de plantas que fueron introducidas por el hombre antes de 1500 y que están ya totalmente integradas en nuestra flora. Las especies que se describen a continuación eran tradicionalmente  consideradas como tales. Los estudios palinológicos han demostrado, sin embargo, que estuvieron presentes en la Península Ibérica durante todo el Cuaternario y que sobrevivieron al último episodio glacial (Würm).



Castanea

Se solía considerar que el castaño había sido introducido en la Península Ibérica por los romanos o los griegos en la Antiguedad pero los estudios palinológicos han demostrado claramente la permanencia de esta especie en la Península durante todo el Cuaternario. El castaño, sin embargo se viene explotando desde hace milenios y es muy probable que en muchas regiones gran parte de los castaños pertenezcan a razas introducidas, más productivas.






Juglans

Al igual que el castaño, se solía pensar en una introducción de esta especie en la Antiguedad pero los registros palinológicos han demostrado su pervivencia en áreas de clima templado. Al igual que ocurre con el castaño, es probable que en muchos lugares convivieran individuos auténticamente espontáneos con razas más productivas introducidas por el hombre.






Celtis

Difundido por buena parte de la Península y ampliamente cultivado, el almez también se consideraba un arqueófito. Su presencia, sin embargo, ha sido detectada a lo largo de buena parte del Cuaternario. Cabe destacar, por ejemplo, el hallazgo de semillas en los sedimentos depositados en Atapuerca que parecen demostrar que el Homo antecessor se alimentaba de sus frutos.







Pleistoceno Superior (126.000 – 11.700 BP)

El Pleistoceno Superior comienza en la base del último interglacial (Eemiense) y cubre el último episodio glacial (Würm), que alcanzó su apogeo hace 22.000 años. Aunque este episodio glacial es el último del Cuaternario y fue precedido por otros de una intensidad parecida, algunas especies consiguieron sobrevivir hasta ese momento. Les faltó realmente muy poco para haber sobrevivido en la Península Ibérica.



Cedrus

La presencia del cedro en los registros polínicos de la Península Ibérica es continua desde el Eoceno hasta el Pleistoceno Superior. Aunque algunos autores atribuyen la presencia de polen de cedro exclusivamente a aportes eólicos, no cabe duda de que en muchos lugares alejados de la costa africana, la presencia de polen de cedro bien podría tener una explicación local. La masiva presencia del cedro en Italia hasta el Pleistoceno medio parece en cambio claramente demostrada y parece por lo tanto razonable pensar que también estuvo presente en la Península Ibérica. / Ver también: Paleoautóctonas (18): Cedrus






Picea

Elemento boreal y alpino, la pícea común alcanzó en repetidas ocasiones el norte de España durante los períodos más fríos, desapareciendo durante los interglaciares. Su última presencia remonta a unos 35.000 años en Cantabria. En registros más antiguos los datos polínicos también pueden traducir la presencia de Picea omorica. / Ver también: Paleoautóctonas (16): Picea






Platanus

El plátano es indudablemente, a ojos de muchas personas, un símbolo del Mediterráneo. ¿ Es posible imaginar a muchos pueblos del contorno mediterráneo sin un imponente plátano dando sombra a sus vecinos en la plaza central de la localidad ? El hombre, en realidad, a contribuido en gran medida a restablecer este género en sus antiguos dominios, ya que estuvo presente en la Península Ibérica hasta una época muy reciente. Aunque el plátano de sombra, que se cultiva generalmente, tenga un origen híbrido, los estudios genéticos demuestran que se trata de un híbrido mucho más próximo a la especie oriental, con la que el híbrido se cruzó repetidas veces, que a la especie americana con la que se híbridó inicialmente. / Ver también: Paleoautóctonas (6): Platanus






Pterocarya

Si se tuviese que dar un premio a la especie más fiel, la pterocaria del Cáucaso probablemente tendría todas las papeletas para ganarlo. Los estudios palinológicos demuestran en efecto que interglaciar tras interglaciar, esta especie ha sido capaz de volver a colonizr media europa reptidamente. Su actual ausencia, en realidad, tan solo se debe a que no le dio aún tiempo para regresar. Que en algunos países se consideren a esta campeonas una invasora realmente tan solo puede ser entendido desde la ignorancia de quienes ignoran todo de un pasado no tan lejano como parece... / Ver también: Paleoautóctonas (2): Pterocarya






Syringa

Aún presente en el Pleistoceno superior en Cataluña, de donde procede la única referencia de la presencia de esta especie en todo el oeste del continente europeo, la persistencia del lilo en esta región demuestra claramente el papel de refugio que desempeñó durante los máximos glaciales del Cuaternario, también evidenciado por la persistencia en esta región de especies como el quejigo andaluz (Quercus canariensis), a una distancia considerable de sus poblaciones más cercanas. El lilo es originario del SE de Europa (N de Rumanía, C de Albania y NE de Grecia) pero se ha asilvestrado en muchos lugares, cosa que no es de extrañar considerando su pasado.






Pleistoceno medio (781.000 - 126.000)

El Pleistoceno Medio se inicia con el interglaciar Gúnz-Mindel, bastante cálido, que duraría unos 50.000 años. Le sucede la glaciación de Mindel, un largo periodo de clima fresco y bastante árido que duraría unos 350.000 años. Esta glaciación cede el paso a otro interglacial de clima templado y húmedo (Mindel-Riss) que duraría unos 50.000 años que deja finalmente paso a la glaciación de Riss, de frío intenso y durante la que el nivel del mar bajó considerablemente.



Carya

Género perteneciente a la misma familia que el nogal (Juglandaceae) que tiene hoy en día un área de distribución típicamente disyunta, con una docena de especies en Norteamérica y 5-6 especies en el E de Asia. Este género desapareció por completo del continente europeo y del oeste de Asia a consecuencia de las glaciaciones. Actualmente se cultivan en Europa varias especies de origen americano tanto para sus nueces (nueces pacanas) como para su madera. Carya illinoiensis se cultiva en la Alpujarra granadina, donde parece que tiene tendencia a naturalizarse. La persistencia de este género hasta una fecha tan reciente no necesariamente es una sorpresa si tenemos en cuenta que en Norteamérica una de sus especies alcanza el S de Canadá. / Ver también: Paleoautóctonas (11): Carya <






Ostrya

Perteneciente a la misma familia que el carpe, el carpe negro (Ostrya carpinifolia) es originario del E de la cuenca mediterránea no sobrevivió en la Península Ibérica a pesar de ser una especie típicamente mediterránea. Se trata de un pequeño árbol que alcanza los 15 m de altura, bastante parecido al carpe, del que difiere sobre todo por sus frutos y la nervación de sus hojas (los nervios laterales se ramifican).






Los bosques del Pleistoceno Medio y Superior eran pues esencialmente muy parecidos a nuestros bosques actuales, dominando en ellos las mismas especies que conocemos hoy en día, pero añadiéndose a ellos una cuantas especies que en su mayoría no nos resultan demasiado exóticas, al ser muchas de ellas especies ornamentales comunes o cultivadas para la producción de frutos (pacanero). La fauna que poblaba nuestros ecosistemas era entonces una curiosa mezcla de especies actuales o subactuales y de especies que hoy nos parecen francamente exóticas.



El entorno de Atapuerca en los periodos de clima predominantement atlántico. Autor: Mauricio Antón



En el próximo artículo de esta serie examinaremos las especies que estuvieron presentes en la Península Ibérica en el Pleistoceno inferior. Una larga lista de especies que os parecerán cada vez más exóticas...

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SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

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