Crónicas de un mundo en mutación


El cambio climático ya es una realidad que promete modificar profundamente nuestros paisajes, nuestra flora y nuestra fauna.
El pasado es una ventana que nos permite intuir cómo será ese futuro que os propongo descubrir.

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Cedro de "La Francesa", en la región de Béjar (Salamanca). Se trata sin lugar a dudas de uno de los cedros del Atlas más imponentes de toda la Península Ibérica, en una región en la que esta especie probablemente aún estaba presente en el Holoceno.



Ls glaciaciones del Cuaternario fueron una auténtica catástrofe para la biodiversidad del continente europeo y su flora arbórea se empobreció enormemente durante este periodo. Los cedros, tan comunes hoy en día en nuestros parques y jardines, pertenecen a un género que fue uno de los últimos en desaparecer de la zona continental del continente europeo. Una única especie, relictual, logró sobrevivir en la isla de Chipre (Cedrus brevifolia), siendo esa especie el último representante de este género en Europa.

Origen y expansión

Confinado hoy en día en las montañas del Norte de África, el sur de Turquía y Oriente Próximo y el Himalaya, el origen de este género ha de buscarse en Asia oriental, tal como demuestran los estudios filogenéticos llevados a cabo (1) y las evidencias fósiles. A partir de allí se extendió hacia occidente, diferenciándose en primer lugar el cedro del Himalaya. Tras colonizar todo el sur del continente europeo, se diferenciaron una población oriental de la que nacerían el cedro del Líbano y el cedro de Chipre y una población occidental que probablemente alcanza el norte de África á través de la Península Ibérica cuando estuvo cerrado el Estrecho de Gibraltar en el Mioceno Superior (Messiniense).




Es interesante resaltar que la diferenciación del cedro en distintas especies, fruto del aislamiento de distintas poblaciones, no impide hoy el cruce de las distintas especies, lo que difculta a menudo la identificación de los individuos plantados en nuestros parques, que pueden ser fruto del cruce de varias de estas especies. Este proceso de diferenciación parece ser bastante antiguo en cualquier caso, anterior a las glaciaciones. A finales del Plioceno el cedro (sensu lato) estaba presente en todos los relieves del sur del continente, desde la Península Ibérica hasta el Cáucaso.




Regresión y posibles refugios

El cedro ya era, a finales del Terciario, un árbol de media altitud que convivía en muchos lugares con coníferas hoy desaparecidas como Tsuga y Cathaya. Estas especies se refugiaron, durante las glaciaciones, en las penínsulas del sur del continente europeo. Se admite comúnmente su presencia en la Península Itálica y en el norte de la Península Ibérica hasta el Pleistoceno medio. La presencia de polen de cedro en sedimentos más recientes se suele atribuir, en cambio, a aportes eólicos desde el norte de África. El estudio detallado de algunos diagramas polínicos recientes sugiere sin embargo que el cedro podría haber estado presente en la Península hasta fechas mucho más recientes.




Diagrama polínico del yacimiento de Cuerpo de Hombre (Sierra de Gredos). Nótese en particular el declive simultáneo del pino y del cedro en el momento en que irrumpe el hombre.



Un estudio reciente realizado sobre sedimentos post-glaciales de la Sierra de Gredos [2] desvela la presencia más o menos continua del cedro en uno de los perfiles analizados, que se explica difícilmente por un aporte eólico desde el norte de África. El diagrama polínico de ese perfil (Cuerpo de Hombre) muestra que la aparición del cedro coincide siempre con periodos en los que la cobertura arbórea alcanza un máximo, tal como queda reflejado por la curva del pino. La desaparición del cedro, por otra parte, coincide con la desaparición del pino en el momento en que los bosques de esta región fueron talados y que estas tierras cambiaron por completo de uso. Una aparición más aleatoria del cedro hubiese sido más compatible con un aporte eólico. El argumento más convincente a favor de un origen local de ese polen, sin embargo, es su total ausencia en los demás perfiles estudiados en esta misma región. Parece en efecto muy improbable que tras un viaje de varios cientos de kilómetros, el polen del cedro aparezca "concentrado" en un único perfil. Quien haya vivido algún episodio de "calima" sabe perfectamente que cuando eso ocurre, la arena del desierto cubre indiscriminadamente vastas extensiones.




Una estación de esquí de los Pirineos un día de calima el pasado mes de abril (2018) / Fotografía: https://twitter.com/hashtag/lluviadebarro



Una situación muy parecida se observa en otras regiones. En Andalucía, por ejemplo, el polen de cedro aparece en cantidades significativas en los sedimentos de la cueva del Bajondillo (Torremolinos), donde tiene una presencia continua en el diagrama polínico justo tras acabarse el último periodo glacial, coincidiendo con la irrupción del pinsapo [3]. Aquí tampoco parece que sea esto fruto de una simple coincidencia. Pero de igual manera es la total ausencia del cedro en los sedimentos de misma época de la cueva de Gorham (Gibraltar), apenas 60 km más al oeste, lo que resulta más llamativo en el contexto de unos aportes eólicos. Cabe destacar que el cedro sí que está presente en ese mismo yacimiento en sedimentos más antiguoes (Pleistoceno Superior).




Diagrama polínico de la Cueva del Bajondillo (Torremolinos). Nótese el desarrollo simultáneo deAbies, Betula y Cedrus a finales de la última glaciación.



Esa heterogeneidad de la presencia del cedro en los sedimentos del Peistoceno Superior y del Holoceno se explica mucho más fácilmente por la presencia de pequeñas poblaciones relictuales de cedro en la Península Ibérica. Su desaparición, tal como demuestra el ejemplo de la Sierra de Gredos, habría sido muy reciente y el hombre tiene aparentemente una clara responsabilidad de que la especie no haya sobrevivido hasta nuestros días. Esto tan solo quedará definitivamente demostrado el día en que se encuentren macrorrestos del Holoceno atribuibles a esa especie. Por ahora tan solo es una sospecha pero los indicios apuntan claramente a que sí estuvo presente. Por ahora, que yo sepa, nadie ha explicado la ausencia del cedro en todos los yacimientos contemporáneos y vecinos de aquellos en los que su presencia sí que ha sido puesta de manifiesto.


CedrusFamilia: PinaceaeOrden: Pinales

Árboles perennifolios, de tronco grueso y ramificación irregularmente verticilada; con macro y braquiblastos. Hojas aciculares, rígidas, dispuestas principalmente en fascículos en el ápice de los braquiblastos. Conos masculinos solitarios en el centro de los fascículos de hojas. Estróbilos erectos, grandes (mayores de 4,5 cm), de maduración bi o trienal, ± en forma de barril (doliiformes) u ovoides, con escamas caducas al madurar, las tectrices diminutas e inclusas, las seminíferas subtriangulares, con semillas aladas..

Descripción:  eFlorss




Un brillante porvenir

El cambio climático representa, para el cedro del Atlas, a la vez una grave amenaza y una oportunidad extraordinaria. La subida de las temperaturas, en efecto, ha llevado ya al límite las poblaciones de África del Norte situadas a menor altitud. La explotación ilegal y el sobrepastoreo constituyen también amenazas muy serias en su área de origen y el futuro de la especie en el norte de África es bastante incierto. Afortunadamente, los ingenieros forestales franceses de inmediato se dieron cuenta del potencial que podía tener esta especie en la región mediterránea y la especie fue plantada en Francia prácticamente desde que fue descubierta (por los europeos). Los bosques de cedros del Luberon y del Mont Ventoux demuestran hoy hasta qué punto está perfectamente adaptada esta especie al clima de tipo submediterráneo que es, precisamente, uno de los tipos de clima que más verá su área extenderse hacia el norte de aquí a finales de siglo, conviirtiendo esta especie en una de las más prometedoras de cara al futuro.




Bosque de cedros en el macizo del Petit Lubéron (Francia), donde cubre unas 207 ha. tan solo en el territorio de la pequeña localidad de Lacoste. La plantación de cedros en ese macizo que estaba totalmente "pelado" en el siglo XIX ha sido un éxito rotundo, convirtiéndose su bosque de cedros en uno de los grandes atractivos de esa región. Fotografía: Oficina de Turismo de Lacoste



Paradójicamente, esta especie no despertó en España el mismo interés que en Francia y tan solo ha sido plantada a muy pequeña escala (El cedro del Atlas en la Península Ibbérica). La actual evolución del clima debería sin embargo llevar nuestras autoridades a interesarse más por este árbol que fue, antes de caer víctima de las glaciaciones y de la sobrexplotación , una de las especies más importantes de nuestras montañas. La calidad de su madera, su relativa resistencia a la sequía y su baja inflamabilidad son, en cualquier caso, argumentos de peso que abogan a su favor...



(1) Qiao C-Y. Et al. (2007) / Phylogeny and Biogeography of Cedrus (Pinaceae) Inferred from Sequences of Seven Paternal Chloroplast and Maternal Mitochondrial DNA Regions / Annals of Botany, Vol. 100. pp. 573–580,
(2) Ruiz-Zapata1 M.B. et al. (2011) / Dinámica de la vegetación durante el Holoceno en la Sierra de Gredos (Sistema Central Español) / Bol. R. Soc. Esp. Hist. Nat. Sec. Geol., Vol. 105 (1-4), pp. 109-123
(3) López-Sáez JA, López-García P, Cortés Sánchez M. 2007. Paleovegetación del Cuaternario reciente: Estudio arqueopalinológico. En: Cortés Sánchez M. (Ed), Cueva Bajondillo (Torremolinos). Secuencia cronocultural y paleoambiental del Cuaternario reciente en la Bahía de Málaga. Centro de Ediciones de la Dipu- tación de Málaga, Junta de Andalucía, Universidad de Málaga, Fundación Cueva de Nerja y Fundación Obra Social de Unicaja, Málaga, pp 139-156





Un mangle negro nuevamente establecido crece en medio de una marisma salobre al norte de St. Augustine, Florida, cerca del límite norteño de este árbol tropical sensible al frío. Los manglares se están expandiendo en el norte de Florida a medida que los episodíos de frío intenso se hacen más raros. Fotografía: Kyle C. Cavanaugh (Landsat Satellite Sees Florida Mangroves Migrate North)



Evocaba, en un artículo anterior (Ecosistemas terciarios desaparecidos), la presencia de manglares en la costa del sur de la Península a finales del Terciario y principios del Cuaternario, documentada por el hallazgo de fósiles extraordinariamente bien preservados cuyo estudio aún sigue su curso (Hallados fósiles de manglares de hace 2,5 millones de años en Cuevas). En base a ello imaginaba, en otro artículo más reciente (Rumbo al Plioceno), cómo en un futuro más o menos lejano la Romería del Rocío posiblemente tendría que ir progresando en barcas entre las raíces de los mangles. Al escribir ese artículo, sin embargo no era yo demasiado consciente de que la posibilidad de ver crecer manglares en nuestra costa tal vez no esté tan lejana en el tiempo como suponía...




Distribución actual de Avicennia germinans



Tal como se puede ver en el mapa anterior, el mangle negro (Avicennia germinans) alcanza en Norteamérica las costas orientales de Florida. El límite norteño de su repartición parece que no lo marca tanto la media de las temperaturas anuales ni las precipitaciones, sino el hecho de que haya días de frío en los que la temperatura baja por debajo de los -4ºC. Por debajo de esa temperatura, en efecto, las plántulas del mangle negro no logran sobrevivir. Un estudio relativamente reciente [1] ha demostrado, por otro lado, que el calentamiento global ha propiciado desde los años 80 el desarrollo del manglar en zonas cada vez más al norte, donde este árbol coloniza las zonas de marismas.




Como sois inteligentes y tenéis mentes ágiles, os habréis dado cuenta viendo el mapa de distribución de esa especie que el norte de Florida se sitúa más o menos a la misma latitud que las Canarias. Y como bien sabéis, las corrientes oceánicas (Gulf Stream) bajan hacia el sur a lo largo de la costa de Norteamérica, trayendo aguas frías desde el norte, y suben hacia el norte a lo largo de las costas de África y Europa. Además, me diréis, existen muchas zonas del sur de España donde las temperaturas no descienden casi nunca por debajo de los 0 grados. Huelva, por ejemplo, a menudo es la ciudad de España con la temperatura mínima más alta. El récord de frío en esa ciudad fue de -5,8 grados y se alcanzó en 1938. Más adelante tan solo llegó a alcanzar ese límite de -4ºC en 1954. La pregunta del millón, lo habréis adivinado, es la siguiente: ¿ podría el mangle negro sobrevivir en el sur de España ? Que yo sepa, a nadie se le ha ocurrido intentar plantar este árbol en nuestro país pero viendo qué limitación climática es la que marca el límite de su distribución en Florida, me digo que tal vez valdría la pena llevar a cabo el experimento, aunque tan solo sea para salir de dudas. En el peor de los casos tendríamos ya un pequeño manglar en nuestra costa...




Distribución potencial de Avicennia germinans suponiendo que sería capaz de crecer en lugares en los que las heladas son excepcionales. Realización: Joâo Ferro.




AvicenniaFamilia: AcanthaceaeOrden: Lamiales

Arbustos o árboles de hábitat marítimo, con neumatóforos. Ramas de contorno circular, a veces las más jóvenes quadrangulares, conspicuamente engrosadas en los nudos..Hojas simples, opuestas y decusadas, lanceoladas, oblongo-lanceoladas o elípticas, coriáceas, enteras, sin estípulas. Inflorescencias en pequeñas espigas o capítulos; brácteas y bractéolas ovadas, más cortas que el cáliz, persistentes. Flores pequeñas, opuestas, sésiles, hermafroditas, amarillas o amarillentas. Cáliz cupiliforme, profundamente 5-lobado, con lóbulos imbricados, persistente. Corola gamopétala prácticamente actinomorfa, campanulada, cortamente insertada sobre un disco inconspícuo, con 4 o 5 lóbulos, el superior a menudo más ancho que los demás. Estambres 4, soldados a la corola en la parte apìcal del tubo. Ovario súpero, constituido por 2 carpelos, imperfectamente 4-locular, con una placenta central libre y alada; óvulos péndulos. Cápsulas subtendidas por el cáliz persistente, dehiscentes por dos valvas correosas; semilla por lo general única, erecta; embrión clorofílico con dos grandes cotiledones doblados longitudinalmente y una radícula villosa, ± vivíparo; endosperma carnoso.

Descripción: eFloras



La presencia de este género en el continente europeo y en el Mediterráneo está documentada hasta comienzos del Cuaternario. Aparentemente los manglares pervivieron más tiempo en el este de la cuenca mediterránea, desapareciendo hace menos de 2 millones de años a orillas del Mar Negro.



Últimos registros de manglares de Avicennia en el Mediterráneo [2]



Si no fuese porque vivo en Madrid, muy lejos del mar y que no suelo veranear en zonas muy favorables, creo que no dudaría en hacer el intento. La región de Huelva me parece, a priori, la más favorable pero he de admitir que no conozco muy bien esa región. ¿ Os podéis imaginar lo extraordinario que sería tener un pequeño manglar en nuestra costa ? Ya no solo por curiosidad sino también por los múltiples beneficios que este tipo de ecosistema trae allá donde se desarrolla. Todos sabéis, probablemente, que los manglares son auténticas guarderías para muchas especies de peces. No me cabe la menor duda que una iniciativa como ésta lograría pronto, vencidas las iniciales reticencias, el apoyo incondicional de mucha gente. Pues nada, la idea está lanzada. Ojalá haya en este país personas aún más locas que quien escribe estas líneas...




Flores de Avicennia germinans / Fotografía: Ulf Mehlig / Licencia: CC BY-NC-ND 3.0



[1] Cavanaugh K. C. et al. (2014) / Poleward expansion of mangroves is a threshold response to decreased frequency of extreme cold events / PNAS, Vol. 111(2), pp. 723–727
[2] Biltekin, Demet. (2010) / Vegetation and Climate of North Anatolian and North Aegean Region Since 7 Ma According to Pollen AnalysisTésis / Tésis / Université Claude Bernard – Lyon 1 & Université Technique d'Istanbul





Piñas colgantes que no se deshacen en la madurez de la pícea europea.



Al comparar la vegetación montana del norte de la Península Ibérica con la de Europa Central, llama poderosamente la atención la ausencia, naturalmente, de algunos géneros y especies muy emblemáticos de los Alpes y demás cadenas montañosas de esa región (Cárpatos, Montes Tatras) que no lograron alcanzar la Península Ibérica tras la última glaciación. Especies tan características de esos macizos montañosos como el alerce (Larix decidua), el pino cembro (Pinus cembra) o la pícea europea (Picea abies) colonizaron los Alpes desde refugios situados en la Península Itálica o los Balcanes. Sin embargo, tal como han demostrado los estudios palinológicos, el género Picea, que retiene hoy nuestra atención, estuvo presente en la Península Ibérica hasta el Pleistoceno Superior y parece haber sucumbido tan solo a la última glaciación.



La pícea común es sin lugar a dudas uno de los árboles más característicos de las montañas de Europa Central. Valle de La Brévine, cantón de Neuchâtel, Suiza.



En la actualidad, el género está representado en Europa por 4 especies. La más común es la pícea europea (Picea abies), presente en todos los grandes macizos montañosos de Europa central y buena parte de Europa del Norte (Escandinavia y desde Polonia a Rusia). La pícea siberiana (Picea obovata) sustituye la pícea europea hacia oriente, Se trata de una especie bastante próxima a Picea abies, con la que se hibrida en toda la zona de contacto entre ambas especies. La pícea del Cáucaso, como su nombre indica, forma una población aislada en Oriente Medio y la región del Cáucaso, bastante alejada de cualquier otra población de este género, ya sea hacia Europa o el Himalaya. La pícea de Serbia (Picea omorica), finalmente, es una especie relíctica que tan solo logró sobrevivir en los Balcanes pero que tuvo un área de distribución muchísimo más extensa en el pasado, estando también presente en periodos interglaciares anteriores en los bosques boreales del continente europeo.




Todas la especies de este género tienen en común unos requerimientos hídricos bastante importantes y suelen estar asociadas a suelos más bien ácidos. Esto convierte estas especies en elementos típicos de las zonas montañosas y del bosque boreal (taiga) del que son uno de los principales constituyentes en todo el Hemisferio Norte. Sorprende, sin embargo, la resistencia al calor que pueden demostrar muchas de estas especies. Tanto la pícea común como la pícea de Serbia se cultivan con cierta frecuencia en los parques y jardines de Madrid y ambas especies aguantan sin inmutarse los 40 grados del verano con tal de disponer del agua necesaria para mantenerse hidratadas. Eso explica probablemente que en el Plioceno, por ejemplo, este género estuviese presente en buena parte de Europa, incluso en regiones con relativamente pocos relieves. No hemos de olvidar que muchas especies de este género crecen hoy en montañas de zonas subtropicales (China), cuyo tipo de clima probablemente es parecido al que hubo en Europa en aquella época. Los datos palinológicos sugieren que a finales del Plioceno y comienzos del pleistoceno este género estaba presente en buena parte de los relieves importantes, donde convivía en cuotas altas con otras gimnospermas tales como Abies, Pinus y Juniperus.


PiceaFamilia: PinaceaeOrden: Pinales

Árboles perennifolios, con ramificación verticilada, regular. Ramillas con apófisis decurrentes y prominentes. Hojas lineares y subplanas, o aciculares de sección tetragonal, subdísticas por torsión basal. Conos masculinos axilares o terminales. Estróbilos péndulos o subpatentes, de maduración anual, con escamas persistentes; las estériles o tectrices siempre inclusas, las seminíferas con semillas aladas.

Descripción: Flora Iberica



Los datos palinológicos sugieren pues claramente que este género podría encontrar en muchos lugares de la Península (fundamentalmente en la mitad norte) las condiciones necesarias a su desarrollo. Podríamos afirmar sin mucho riesgo de equivocarnos que ese género dejó un nicho vacante que probablemente podría reocupar con suma facilidad. De hecho, la pícea europea se encuentra ya naturalizada en muchos puntos de los Pirineos y de la Cordillera Cantábrica, manteniéndose y regenerándose espontáneamente en esos lugares sin mayores problemas. Caso aparte es la pícea de Serbia, ocasionalmente cultivada y que tan solo ha sido citada como subespontánea en la Sierra de Guadarrama [1]. Cabe destacar también el uso que se hizo en algunas repoblaciones a muy pequeña escala del norte de Picea sitchensis, originaria del Oeste de Norteamerica, pero de cuya supervivencia a día de hoy no he encontrado información.




No resisto la tentación, para acabar este pequeño artículo dedicado al género Picea de mostraros una piña de la pícea del Himalaya (Picea smithiana) presente en la Plaza de Murillo de Madrid, justo entre el Museo del Prado y el Real JArdín BOtánico de Madrid y catalogada como árbol singular de la Comunidad de Madrid.



Mario Sanz Elorza, Eduardo Sobrino Vesperinas, José Ferrando Pla (2002) / Sobre el carácter subespontáneo de algunas coníferas exóticas en la vertiente norte de la sierra de Guadarrama (Segovia) / Anales del Jardín Botánico de Madrid, Vol. 59(2), pp. 336-338



¿ Qué es la biodiversidad y cómo se mide ? La manera más fácil de estimarla, en principio, es simplemente sumando las especies presentes en el área considerada (riqueza específica). Pero de pronto escuchas que la llegada de especies exóticas invasoras es uno de los mayores peligros para la biodiversidad y entonces te entra la duda. ¿ Acaso esas especies no suman ? Entonces es cuando te das cuenta que muchas publicaciones, al hablar de biodiversidad, en realidad tan solo se están refiriendo a biodiversidad "nativa". Desde ese punto de vista, la "biodiversidad" efectivamente ha sufrido una erosión en nuestro país y en muchas regiones del mundo, al haber desaparecido muchas especies a consecuencia de las múltiples agresiones que ha sufrido el medio ambiente. La paradoja en ese intringulis léxico es que nuestra flora es aproximadamente un 13% más rica hoy que hace 500 años, cuando dieron inicio los grandes intercambios intercontinentales. O sea, que hay hoy más especies que antes y eso, se mire como se mire, es un aumento neto de biodiversidad. Lo mismo cabría decir en muchas otras regiones del mundo. Incluso en las islas, en las que se han producido la mayoría de las extinciones, el número de especies ha aumentado considerablemente. Se da pues la curiosa paradoja de que a nivel local la biodiversidad por lo general suele haber aumentado aunque a nivel global haya ocurrido lo contrario. En las islas Hawai, por poner otro ejemplo, las especies de plantas con flores no indígenas constituyen hoy aproximadamente el 46% de su flora:





Ignorar ese 46% de la flora, como si no existiese, es claramente renunciar a entender cual es la situación real de la flora de esa región. En otras regiones el incremento ha sido incluso aún mayor. Todas las plantas naturalizadas en algún lugar pronto establecen una compleja red de interacciones con todas las demás especies presentes en ese lugar y estudiar la biodiversidad de una región interesándose tan solo por las especies nativas en realidad da una imagen distorsionada de la realidad. Las especies que consideramos "autóctonas", además, puede que no lo sean tanto y que hayan llegado a esas regiones a consecuencia de antiguas migraciones, debidas a cambios climáticos y geológicos antiguos. O sea, que son ellas mismas antiguas especies exóticas invasoras. Como decía un proverbio romano: Tandem aliquando, invasores fiunt vernaculi. O sea "finalmente, los invasores se convierten en indígenas". Eso nos lleva naturalmente a una pregunta difícil de responder: imaginemos que a consecuencia del calentamiento global los pisos de vegetación suban varios cientos de metros y que los grandes biomas se desplacen varios cientos de kilómetros hacia el norte, ¿ cómo calcularemos mañana la "biodiversidad" en regiones muy expuestas a esos cambios ?. En muchas regiones la biodiversidad "nativa" se verá claramente afectada por el cambio climático y puede que gran parte de su flora esté mañana constituida por especies que hoy consideramos "alóctonas".. ¿ Tiene pues algún sentido separar las especies autóctonas de las alóctonas a la hora de medir la biodiversidad ?




Así debería modificar el cambio climático la repartición de las grandes formaciones vegetales en la provincia canadiense de Alberta.



El calentamiento global, como se puede ver, no solo altera el clima del planeta sino que nos obliga a cuestionar muchas definiciones y teorías desarrolladas al amparo de la relativa estabilidad climática del Holoceno, que es la que permitió el desarrollo de nuestras sociedades modernas. Términos como "autóctono", "alóctono" o "invasor" tan solo se entienden en un mundo estable e inmutable en el que resulta fácil catalogar las especies siguiendo esos criterios. Nos hemos mal acostumbrado a vivir en un mundo en el que los cambios nunca han sido tan importantes como para poner en peligro la pervivencia de nuestra sociedad. Sin embargo, el estudio del pasado debería habernos abierto los ojos y advertido de que algunas definiciones no tienen mucho sentido puestas en perspectiva con los grandes cambios medioambientales del Cuaternario. Pongamos un ejemplo que roza un poco el absurdo pero que ilustra bien lo que intento explicar. Este mapa muestra la extensión del hielo en los Alpes en los tres últimos máximos glaciares:





Como se puede ver, la inmensa mayoría del territorio suizo o austriaco estaba cubierto por el hielo. Tan solo algunas crestas debían estar libres de hielo y albergaban probablemente una vegetación de tipo árctico-nival. Tomando como punto de referencia en el tiempo el punto álgido de la última glaciación, ¿ no debríamos considerar que casi todas las especies de la flora suiza actual son en realidad especies "exóticas" ? Imaginemos que nuestra sociedad se hubiese desarrollado en aquél entonces y hubiese manejado conceptos como los que utilizamos hoy, lo más probable es que a los centroeuropeos de aquella época les habrían parecido tan exóticas especies como los robles y el carpe que especies como la Zelkova del Cáucaso (Zelkova carpinifolia) y el árbol del hierro (Parrotia persica) a nosotros hoy en día.




El roble era, durante la última glaciación, una especie que a cualquier cazador centro europeo le hubiese parecido algo tan exótico como una palmera hoy en día...



Por cierto,,, ¿ Hubiésemos sido capaces de predecir lo que iba a pasar tras el deshielo ? ¿ Hubiésemos sido capaces de imaginar que bajo el hielo que cubría Escandinavia iban a desarrollarse extensos bosques de coníferas ? Basándonos en el estudio del pasado y analizando las muestras de sedimentos de anteriores periodos interglaciares probablemente hubiésemos sido capaces de predecirlo, al asumir que los grandes movimientos de vegetación y de fauna observados en el pasado probablemente se iban a repetir. Y lo extraordinario del caso, efectivamente, es que ocurrió exactamente lo mismo que en anteriores periodos interglaciales. De la misma manera, ¿ podría hoy el estudio de las floras de principios del Cuaternario y de finales del Terciario anticipar de algún modo el tipo de vegetación que cabría esperar en Europa en el futuro ? Tal como lo contaba hace poco en un artículo un tanto provocador (Rumbo al Plioceno), el calentamiento en curso promete retrotraernos en el pasado unos cuantos millones de años. Me temo que los biólogos que se dedican a establecer listas de especies invasoras tendrán mucho trabajo en el futuro. Y si, además, pretenden controlarlas y erradicarlas, pues me temo que no tendrán un fin de semana libre en lo que les queda de vida...



Campaña de erradicación de plantas exóticas en las Islas Canarias. ¿ Lograrán iniciativas como éstas preservar nuestros ecosistemas tal como suponemos que deberían ser ? Fotografía: Ecologistas en Acción.



Está claro que el calentamiento global nos está obligando a cambiar nuestra manera de entender la naturaleza. Las especies no paran de moverse y de buscar el mejor sitio para establecerse. Fueron capaces en el pasado de responder a bruscos cambios climáticos y de colonizar territorios asolados por catástrofes apocalípticas. ¿ Qué sentido tienen palabras como "autóctono", "alóctono" e "invasor" en un mundo en que los grandes cambios son la regla y no la excepción ? El cambio climático va a obligar de nuevo todas las especies de la tierra a "echarse a la carretera" en busca de mejores condiciones de vida. On the road again, me entran ganas de cantar. La gran diferencia respecto a esas antiguas migraciones es que hoy buena parte de los caminos de migración de esas especies han sido cortados por el hombre, que tiene ahora la doble responsabilidad de parar cuanto antes el cambio climático y de ayudar las demás especies a desplazarse hacia esos lugares en los que podrían sobrevivir. Muchas especies, de todos modos, no tienen plan b y están condenadas a desaparecer. Intentemos, por lo menos, salvar las demás...



¿ A dónde nos llevan todos estos cambios ? Nadie lo sabe con certeza. Tan solo somos capaces por ahora de predecir los movimientos de los seres vivos en respuesta a la subida de las temperaturas a muy grandes rasgos. En esta tierra que se calienta irremediablemente, todos mañana seremos migrantes: plantas, animales y hombres. Todos nos veremos afectados por igual y corremos el peligro, en este sálvese quien pueda general, que no seamos precisamente la especie mejor preparada para sobrevivir a esos cambios...



Me han señalado hace unos días la publicación de dos artículos en el diario "Noticias de Arnedo", con pocas semanas de intervalo, que nos traen dos noticias extraordinariamente interesantes e importantes para el porvenir de los castores en nuestro país. En el primer artículo, publicado el 25 de febrero, se señala que los castores han construido una presa en un canal de riego que desemboca en el río Cidacos, lo que supone un dilema para las autoridades locales ya que, como bien señala el autor del artículo, "ateniéndonos a la legalidad, la suelta irregular, descontrolada y sin permisos de este animal, supone un delito desde el año 2.003, ya que se considera una especie exótica invasora".




Aparece en Arnedo una presa construida por castores - Noticias de Arnedo



Aunque este artículo no invitaba especialmente al optimismo, me pareció personalmente maravillosa la fotografía que acompaña el artículo, que nos demuestra una vez más la extraordinaria capacidad que tiene esta especie para moldear los cursos de agua según sus necesidades, creando pequeñas masas de agua embalsada de las que se benefician muchísimas especies, tanto vegetales como animales. Este tipo de represas sirve, entre otras cosas para frenar el agua y mantenerla más tiempo en zonas en las que se favorece de ese modo la recarga de los acuíferos.

El segundo artículo, publicado casi tres semanas más tarde, se hace eco de una decisión histórica del Ministerio de Medio Ambiente y de la Comunidad Europea. Ante la decisión de la Consejería de Medio Ambiente de la Rioja de seguir adelante con su plan de erradicación, el ministerio de Medio Ambiente ha venido a recordar que estas medidas de erradicación y control “podrían contravenir la Directiva relativa a la protección y conservación de la especie, ya que se considera que después de estos años el castor se ha naturalizado en el territorio español”.



Medio Ambiente detiene el control del castor en el río Cidacos - Noticias de Arnedo



Ante la duda, la Consejería de Medio Ambiente de la Rioja también solicitó aclaraciones a la Comisión Europea sobre esta cuestión y ésta no ha hecho sino confirmar lo dicho por el Ministerioo de Medio Ambiente. O sea, que el castor es una especie plenamente naturalizada que se debe proteger en España de la misma manera que se hace en los demás países europeos. Ojalá las Comunidades Autónomas que hasta ahora llevaban a cabo campañas de erradicación del castor (La Rioja, Navarra, Aragón) tomen buena nota de ello y abandonen la persecución del ingeniero de nuestros ríos, una especie emblemática cuyo control y erradicación cada vez menos personas entendían (Noticias de nuestros castores (1)).

Ojalá también sirva esta confirmación de la Comisión Europea de tirón de orejas a todos aquellos grupos "ecologistas" que apoyaron inicialmente la erradicación del castor (La persecución del castor en España) y que espero algún día reconozcan que se equivocaron de pleno al apoyar las medidas oficiales de erradicacíón de una especie que, cabe recordarlo, es plenamente autóctona. Prefiero no cantar victoria antes de tiempo, pero está claro que una decisión como ésta debería permitir a la especie expandirse a un ritmo mucho más sostenido. El castor ha venido para quedarse y puede ayudarnos mucho a recuperar la naturalidad perdida de nuestros ríos. Podríamos, incluso, anticipar su regreso y plantar masivamente a orillas de nuestros ríos aquellos árboles que le pueden servir de alimento.


Tetraclinis articulata. Bosquecillo de repoblación en el Parque Natural de Calblanque (Cartagena, España). / Fotografía: Nanosanchez / Dominio Público



Ocurre a menudo, cuando una especie ocupa un área relictual, que la imagen que acabamos haciéndonos de esa especie esté muy condicionada por lo exiguo de su área distribución. Muchas de esas especies, sin embargo, a menudo viven confinadas en áreas reducidas debido sobre todo a razones históricas, no habiendo tenido la posibilidad en el pasado de extenderse o de alcanzar otras zonas que les pudieran resultar favorables. Un claro ejemplo es el ojaranzo (Rhododendron ponticum), que se ha convertido en las Islas Británicas y áreas adyacentes en una temida especie por su capacidad de colonizar vastas extensiones de tierras. Solemos considerar que esas especies tan solo pueden darse de forma natural dentro de su área de distribución actual sin pensar que, tal vez, tienen un espectro ecológico mucho más amplio que el que se les presupone.



El araar (Tetraclinis articulata) es una de esas especies relictuales o consideradas como tales que tienen actualmente un área de distribución muy reducida en la Península Ibérica. Se suele considerar que su área de distribución natural se circunscribe a los montes que rodean la ciudad de Cartagena (ver mapa), región en la que se han volcado todos los esfuerzos de repoblación de esta especie. Llama sin embargo mucho la atención que en otras regiones en las que esta especie se ha plantado como ornamental, se observa a menudo su naturalización. Este tipo de observaciones es frecuente actualmente en la Comunidad Valenciana (Gandía). A ello hay que añadir la existencia de varias poblaciones naturalizadas en Ronda, los alrededores de Málaga y Doñana, donde incluso se ha llegado a pensar que la especie pudiese ser autóctona [1]. La posibilidad de que la especie pudiese tener una mayor extensión en tiempos pretéritos viene avalada, en cualquier caso, por el hallazgo de maderas carbonizadas de esta especie en distintos yacimientos arqueológicos [2]:





El pasado de este género en Europa es relativamente difícil de estudiar debido a que su polen no se diferencia del del resto de Cupresáceas, siendo los macrorrestos los únicos indicios de los que se dispone. Éstos nos indican la presencia durante el Terciario de al menos dos tipos de Tetraclinis en Europa. Uno de ellos (Tetraclinis salicornioides) parece haber sido un constituyente accesorio de los bosques de caducifolios y de los bosques mixtos de caducifolios y perennifolios y vivía pues en condiciones bastante diferentes de las de la especie actual. El otro tipo (T. brachyodon) aparentemente vivía en zonas costeras más xéricas. Este último tipo es el que más se parece a la especie actual (ver fotografía) aunque tampoco puede descartarse que ambos tipos sean en realidad dos ecotipos de una misma especie [4]. Su presencia en Europa está documentada hasta el Plioceno.


Izquierda: Tetraclinis brachyodon, Radoboj, Croacia, Mioceno Medio, escala: 3 cm. Derecha: Tetraclinis articulata, Mogador, Marruecos, actual, escala: 3 cm


La ausencia de fósiles más recientes convierte en algo misteriosa la historia de este género durante el Cuaternario, que un reciente estudio ha contribuido aún más a enredar [2]. Este estudio ha demostrado, en efecto, que la pequeña población española parece tener más parentesco con la población tunecina que con la de Marruecos, situada mucho más cerca. Cabe pues la posibilidad de que o bien la población ibérica sea muy antigua y haya permanecido separada de la africana desde incluso antes que el Messiniense (Mioceno) o que la población ibérica en realidad no sea autóctona o haya recibido fuertes influjos desde Túnez en épocas históricas (fenicios / cartaginenses). Aunque las edades de las maderas quemadas encontradas en los yacimientos arqueológicos sean anteriores a la llegada de los fenicios, nada descarta la posibilidad de intercambios anteriores entre ambos lados del Mediterráneo o que esas poblaciones autóctonas hayan sido más tarde completamente suplantadas por árboles provenientes del norte de África.



Sea como fuere, es evidente que esta especie tiene un brillante porvenir en la Península Ibérica. Se naturaliza sin problema espontáneamente en todo el sur de la Península así como en la Comunidad Valenciana. En otras zonas a priori menos favorables también es perfectamente capaz de desarrollarse. El ejemplar del Real Jardín Botánico de Madrid, en cualquier caso, luce un aspecto muy saludable a pesar de haber soportado más de una vez episodios muy fríos. Tal como explica la ficha que ha publicado el propio Jardín Botánico: "Aunque en la bibliografía encontrada habla de sensibilidad a las heladas, los datos que se disponen en el Real Jardín Botánico nos dicen que es resistente a ellas y cabe destacar que este año, con una helada prolongada de -12° C, es imposible detectar daño alguno en ramillas o en el tronco". Es pues una especie a tener muy en cuenta en el futuro en buena parte de la Península Ibérica para intentar fijar los suelos en aquellos lugares en los que la vegetación actual (encinares) pudiese llegar a desaparecer como consecuencia del cambio climático.


Tetraclinis articulataFamilia: CupressaceaeOrden: Pinales

Ár­bol pequeño de has­ta 6(12) m, con ra­mas delga­das, pa­ten­tes. Ho­jas con ápi- ce libre, triangu­lar, pro­vis­to de u­na glán­du­la re­si­no­sa en el dorso. Es­tróbi­lo 0,8-1,2 cm, subglo­bo­so-o­voi­de, tetra­go­nal, con esca­mas prui­no­sas o no al prin­ci­pio y ce­ni­cien­to-a­cas­taña­das al ma­du­rar. Se­millas 3-4 × 1-1,5 m­m, con 2 amplias a­las su­besca­rio­sas c. 8 × 4-5 m­m, obli­cua­men­te o­bo­va­das. 2n = 22*.

Tetraclinis 

Pequeño árbol monoico. Ramillas articuladas en apariencia, comprimidas. Hojas adultas escuamiformes, en verticilos de 4, las laterales mayores, aplicadas. Conos masculinos terminales; escamas con 4 sacos polínicos en su cara inferior. Estróbilos subtetragonales, solitarios, con 4 escamas a modo de valvas, leñosas; las del par externo cóncavas en el dorso y las del interno generalmente estériles y asurcadas en el dorso. Semillas ampliamente bialadas. Género monotípico.


Descripción: Flora Iberica





[1] Esteve Selma, M.A.; Montoya, P.; Moya, J.M.; Miñano, J.; Hernández, I.; Carrión, J. S.; Charco, J.; Fernández, S.; Munuera, M. & Ochando, J. Tetraclinis articulata: biogeografía, ecología, amenazas y conservación, 2017. Dirección General de Medio Natural. 248 pp
[2] Sánchez-Gómez P., Jiménez J. F., Vera J. B., Sánchez-Saorín F. J., Martínez J. F., Buhagiar J. (2013). Genetic structure of Tetraclinis articulata, an endangered conifer of the western Mediterranean basin. Silva Fennica vol. 45 no. 5 article id 1073. 14 p.
[3] Bagonza Díaz J. (2010) / Tetraclinis articulata (Vahl) Mast. especie probablemente autóctona en Doñana / Ecología, Nº 23, pp. 139-150
[4] JOHANNA KOVAR-EDER' und ZLATKO Kvacek Z. (1995) / The record of a fertile twig of Tetraclinis brachyodon (BRONGNIART) MAI et WALTHER from Radoboj, Croatia (Middle-Miocene)



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SOBRE EL AUTOR

Geólogo de formación, nacido en Suiza pero establecido en España desde hace más de 20 años, trabajo actualmente en el sector de la informática (soporte). Eso no me ha impedido mantener vivo mi interés por los temas medioambientales, el cambio climático en particular, cuyas consecuencias intento anticipar buscando respuestas en ese pasado no tan lejano hacia el que parece que estamos empeñados en querer volver.

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